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El escenario de la «primavera europea» podría extenderse como un incendio forestal

Los disturbios que tienen lugar en el corazón de París son la semilla de un cambio inevitable en las reglas del juego socioeconómico en Europa.

La gente de «chalecos amarillos» protesta por el aumento en los precios del combustible y el costo de vida, están vandalizando las calles, incendiando autos y saqueando tiendas en los Campos Elíseos. Incluso la estatua de Marianne, el símbolo nacional de la libertad originada en la Revolución Francesa, no era inmune a la ira de los manifestantes.

Estos actos violentos expresan un creciente sentimiento de privación y explotación que las personas sienten hacia su gobierno. Más allá de aquellos que toman las calles, muchos comienzan a sentir que la elite gobernante está preocupada por sus propios intereses, sin tener en cuenta las necesidades de sus ciudadanos. Están empezando a darse cuenta de que sus líderes tienen una misión en mente: preservar su trono de todas las formas posibles.

Y cuando los europeos modernos sienten que están siendo despojados de lo poco que les queda en el bolsillo, todo se vuelve permisible. Su bárbaro lado sale y su rabia se traduce en violencia, saqueo y caos en las calles. Incluso si una persona se arriesga a ser encerrada en la cárcel en el siguiente momento, el ego humano en erupción no puede ser restringido.

Mientras tanto, el presidente francés Emmanuel Macron ha estado en Buenos Aires en la cumbre del G20, sentado junto a otros líderes mundiales, mientras cada uno de ellos mantiene el enfoque de sus intereses personales. En su caso, el ego los ciega de ver la intrincada red de interdependencia global que los conecta. Todos los líderes están ocupados atando otro nudo, ignorando cómo la realidad que los rodea se está deshaciendo.

Estableciendo el tono en la cumbre, Trump protege los intereses de su país. Alcanza los acuerdos con su homólogo chino para forjar un acuerdo que beneficiará a ambos países. El presidente de los Estados Unidos por lo general demuestra aislamiento, pero con un claro objetivo de beneficiar a su país. Lo hace, por ejemplo, bloqueando la entrada de inmigrantes ilegales a Estados Unidos, a diferencia de Europa, que mantiene sus puertas abiertas.

Europa en su estado de deterioro recuerda algo a la Unión Soviética en su período anterior a la desintegración. La polarización social se está intensificando a diario, hay muchos choques de intereses entre los líderes y algunos países están tratando de retirarse de la Unión Europea. Al mismo tiempo, las olas de inmigración continúan sacudiendo el tejido sociocultural del continente.

Sin embargo, el golpe poderoso que impactará a Europa será la disonancia entre la riqueza y la pobreza. Mientras miles de millones de euros están fluyendo a través de la Unión Europea, la clase media se está volviendo cada vez más pobre. Al mismo tiempo, una revolución tecnológico-industrial sin paralelo se está acercando rápidamente y amenaza a cientos de millones de empleos.

Cuando aproximadamente el 60% del público en uno de los países europeos se encuentre fuera de la mercado laboral y no pueda regresar a él, será inevitable cambiar las reglas del juego. Es fácil imaginar un escenario de «primavera europea» en el que los disturbios, como acabamos de ver en París, se propaguen como un incendio en toda Europa.

Incluso hoy, un grupo de estadísticos de Polonia predice que tenemos unos 12 años hasta que se produzca una «crisis financiera global de escala mundial sin precedentes». Pero en un sistema integrado globalmente, donde cada parte está interrelacionada con todo lo demás, tal crisis puede ocurrir de antemano.

El primer paso necesario para cambiar las reglas del juego será proporcionar algún tipo de ingreso básico a cada persona que cubra las necesidades básicas de la vida. Sin embargo, el pan solo no va a satisfacer al ser humano por mucho tiempo. Un ingreso garantizado apaciguará al cuerpo, pero no el espíritu.

La economía es un reflejo de las relaciones humanas. Se trata de lo que uno da y recibe de la sociedad. Por lo tanto, si uno recibe lo que necesita de la sociedad y ya no será juzgado por su estatus socioeconómico, los valores sociales tendrán que cambiar.

Muchos competirán en la formación de nuevos valores sociales. Líderes, religiones, activistas radicales y diversas ideologías. Pero solo un concepto social será capaz de unir a los europeos y mantener la paz en las calles. Es el concepto que estará en equilibrio con el curso natural del desarrollo humano. El concepto que hará que cada persona reconozca que todos estamos conectados y somos interdependientes. Elevará a los humanos a un nivel más alto de conciencia, los introducirá a un nivel más profundo de conexión e infundirá a su espíritu con una nueva motivación. En última instancia, la calidad de la conexión entre las personas será la base para una sociedad y una economía nuevas y saludables.

Fuente original en inglés