Misericordia, justicia y paz
La naturaleza inanimada, plantas y animales, vive de acuerdo a sus instintos naturales. Si hay buenas condiciones externas, se multiplican y si las condiciones empeoran, entran en decadencia.
El hombre, sin embargo, ajusta el entorno a sus necesidades, lo cambia para hacerlo más cómodo. Si las condiciones son malas, él las mejora: lleva agua a lugares donde no hay, enciende fuego para calentarse, incluso inventa un refrigerador. Crea buenas condiciones para sí mismo.
Si el hombre no creara un entorno favorable para vivir, no habría ocho mil millones de personas en la Tierra. En los pasados cien años, la población del mundo se cuadruplicó.
No hay un crecimiento tan rápido de la población en la naturaleza. Pero el hombre se esfuerza por cambiar la naturaleza -la naturaleza inanimada, vegetal y animal que le rodea- para construir un entorno confortable, de acuerdo a sus intereses egoístas.
No hay otra especie así en la naturaleza. Los animales hacen su vida confortable hasta cierto punto, cavan hoyos y almacenan comida para el invierno. Pero a diferencia del hombre, no construyen plantas de electricidad, estaciones de gas, etc., usan sólo la fuerza que recibieron de la naturaleza, sin planear mejorarla ni refinarla para construir un mundo más perfecto. Sólo el hombre puede hacerlo.
Si la humanidad avanza correctamente, si usa los recursos que nos da la naturaleza, podremos deshacernos de nuestros problemas. Con conexión correcta entre la gente, podremos corregir nuestra naturaleza y lograr una vida hermosa.
La humanidad intenta, de forma instintiva, usar cuatro cualidades para construir la sociedad: misericordia, justicia, verdad y paz, pero vemos que el estado actual de la sociedad es el resultado del uso incorrecto de esos principios.
Si aprendemos a usar esos principios -misericordia, justicia y paz- correctamente, podremos recibir todos los beneficios. Esas son las cuatro bases que distinguen al hombre de la bestia y con su ayuda construimos la sociedad humana.
En el mundo inanimado, vegetal y animal, no existe el concepto de “sociedad”. Aún cuando existen comunidades como hormiguero o parvada, con relaciones estrechas, todo funciona con base en el instinto, controlado por la naturaleza.
Pero si el hombre quiere una vida buena, es imposible sin una sociedad adecuada y organizada. Por eso, debemos implementar los cuatro principios: misericordia, justicia, verdad y paz.
La verdad es el principio más certero, el problema es que no lo conocemos. Verdad es el nombre del Creador (Emet): las letras “Alef-Mem-Tav” (א-מ-ת). “Alef” (א) es la primera letra del alfabeto, en la mitad “Mem” (מ) es la cualidad de Bina y la final “Tav” (ת) es la última letra del alfabeto. Así recibimos la verdad, el nombre del Creador. Con esta palabra, esas letras, la fuerza superior creó a toda la creación.
Pero no podemos gobernar a la sociedad humana con la cualidad de verdad. En lugar de la verdad, usamos misericordia, justicia y paz para, de alguna manera, acercarnos a la verdad.
La verdad es otorgamiento total, la naturaleza del Creador. Aun así, dado que no podemos actuar de acuerdo a la cualidad de otorgamiento, llamada verdad, intentamos de alguna manera, acercarnos para no comernos unos a otros. Esos principios auxiliares son llamados misericordia, justicia y paz.
No son principios perfectos, pero en ausencia de opciones, tenemos que seguirlos para mantener una relación más o menos normal entre nosotros.
De la 3a parte de la lección diaria de Cabalá 10/nov/20, Escritos de Baal HaSulam, “Paz en el mundo”
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