¿Por qué estamos tan preocupados por el sexo?
La raíz espiritual de sexo es la unidad del alma con el Creador. En el mundo espiritual, el alma está unida a la Luz, y a esta unión se le llama Zivug: cópula. Constituye la unificación de dos partes de la Creación: masculino y femenino, y es el placer más inmenso que pueda existir, ya que el alma se llena con la Luz del Creador.
Esta cópula espiritual también tiene una ramificación o copia en el mundo físico, el mundo de la materia. Por esta razón nos preocupa tanto el sexo, es el placer máximo en este mundo y la raíz de todos nuestros deseos aquí.
El sexo es el fundamento de nuestros deseos, porque su raíz es la unión del alma con el Creador. Esta unión es la meta final de la Naturaleza y todo lo que ocurre en este mundo está determinado por la meta final. Es por esto que no podemos dejar de pensar en el sexo. Nuestra atracción por el sexo opuesto y el placer también provienen de este estado final: la adhesión con el Creador, llamado Zivug, (palabra que en hebreo significa, una unión sexual sin fin).
El placer que nos proporciona el sexo es un ejemplo perfecto de la diferencia entre el placer físico y el espiritual. Dedicamos largas horas y esfuerzos a pensar en el sexo, imaginando que nos proporcionará un placer enorme; pero, de hecho, nuestro placer se esfuma en el aire tan pronto llegamos a la cima de la satisfacción sexual. Antes de que realmente tengamos tiempo de disfrutar dicha sensación, ésta concluye y nos encontramos una vez más esforzándonos por alcanzar otro momento de placer.
Esto es lo que ocurre en nuestro mundo, porque el placer que llena nuestro deseo lo neutraliza de inmediato. Al no tener ya deseos, dejamos de sentir placer. Nos quedamos con una sensación de vacío, y en el transcurso de nuestra vida, esta carencia se vuelve cada vez más profunda. Por eso está escrito, «Uno abandona el mundo con la mitad de sus aspiraciones insatisfechas».
El placer espiritual funciona de manera diferente, porque encontrarse en la espiritualidad significa que se puede recibir la Luz con la intención de proporcionar placer al Creador, al Único que nos da la Luz. Por consiguiente, en la espiritualidad, la cópula o sexo es algo continuo y eterno, y sólo va acrecentándose con el tiempo. Obviamente es muy distinto al placer que sentimos en nuestro mundo, donde sólo experimentamos un placer momentáneo seguido de vacío.
Por eso está escrito que a partir de que el hombre descendió del mundo espiritual al nuestro, sólo aquellos que alcanzan el mundo espiritual pueden sentir el verdadero gusto de la copulación. El verdadero placer espiritual se alcanza cuando dos partes opuestas de la creación, hombre y mujer se funden en uno y la Luz común los llena.
Subconscientemente, en nuestras almas, todos deseamos esta copulación porque fuimos creados para ello. En cierto nivel, todos aspiramos a tener la sensación del mundo espiritual porque es el único lugar donde encontraremos el placer verdadero y perdurable.