¿Cuánto tiempo pasará hasta que tengamos una vacuna para el coronavirus?

En primer lugar, si pudiéramos ver las intenciones detrás de la carrera para una vacuna para el coronavirus, ¿qué veríamos?

¿Veríamos una preocupación sincera de los expertos y los líderes mundiales de mejorar la salud de la humanidad?

¿O veríamos una carrera despiadada por ser el primero en dar a luz a una enorme fuente de nuevos ingresos para la economía de su país, así como habilidad de alardear del reluciente estatus y orgullo de ser más listo y más experto que otros países por ganar esta carrera?

Dado que la naturaleza humana es egoísta, le da prioridad a su beneficio propio por encima de beneficiar a otros, no debe parecernos una sorpresa que la inclinación mencionada sea el factor de impulso primario detrás de la persecución por una vacuna contra el coronavirus.

Esta carrera, por lo tanto, se vuelve una reflexión de las mismas relaciones humanas egoístas súper-infladas que están detrás de la enfermedad en primer lugar. Incluso si desarrollamos una vacuna, podemos esperar que se quede corta en dar un remedio duradero. Al contrario, sin corregir nuestras inclinación egoísta, sólo podemos esperar que los problemas empeoren.

¿Qué significa que nuestras relaciones egoístas están detrás de esta enfermedad?

Cuando veamos la pandemia como parte de un proceso que se despliega en la naturaleza y que guía la salida eventual de nuestra naturaleza egoísta. Y la entrada a una realidad nueva positivamente conectada, equilibrada con la naturaleza. Podremos ver que el coronavirus surgió principalmente como un golpe justo al ego del que la naturaleza nos presiona para que salgamos.

Por lo tanto, no importa qué vacunas sofisticadas se nos ocurran, si fracasamos en usar esta pandemia para incrementar nuestra conciencia del proceso enorme en el que estamos y lo que la naturaleza, en última instancia, quiere de nosotros, inevitablemente tendremos que experimentar golpes más duros para que nos hagan despertar a la bondad que existe fuera de nuestros egos divisivos.

Lo principal que necesitamos descubrir en esta pandemia no está fuera de nosotros, en la forma de una vacuna, sino dentro de nosotros, en la forma de actitudes mutuas mejores,: de egoístas, indiferentes e incluso odiosas, a altruistas, preocupadas y amorosas.

Más aún, el coronavirus puso ante nuestros otros que estamos conectados, mostró que una minúscula partícula que salió a la luz, en una pequeña provincia china, se convirtió en problema común  de la humanidad, puso al mundo en condiciones similares de restricción.

En otras palabras, con el coronavirus, la naturaleza nos muestra que estamos conectados y somos interdependientes, al mismo tiempo, nos indica que estamos desconectados y divididos en nuestras actitudes egoístas mutuas.

La tendencia paralela opuesta de volvernos cada vez más interdependientes y al mismo tiempo nos volvemos más y más egoístas, es una receta para el desastre.

Por eso, mientras más pronto implementemos un cambio en nuestra actitud mutua, con el fin de alinearnos con el estado de conexión que nos rodea, más pronto desarrollaremos inmunidad hacia el coronavirus y hacia otras enfermedades más fuertes, sin necesidad de insertar ninguna aguja en nuestras venas.

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