Hazte un Rav y cómprate un amigo (2)
Hazte de un Rav y cómprate un amigo (2)
Artículo Nº 8, 1984-85
Tomando en consideración lo que discutimos en el Artículo Nº 1 (1984- 5), debemos hacer ciertos discernimientos.
Debemos distinguir entre
a) la persona y el Creador,
b) la persona y su amigo,
c) la persona y el resto de la gente, quienes no son sus amigos, aunque existe un dicho: «Todos en Israel son amigos».
En cierto momento, encontramos que las palabras: «Hazte de un Rav (maestro) y cómprate un amigo», son el camino de la corrección. Y en otro momento, esto se encuentra en las palabras: «Y juzga a cada persona según una balanza de méritos (favorablemente)» (Avot, Cap. 1). Debemos entender la diferencia entre «hacer» y «comprar», y el significado de juzgar favorablemente. Deberíamos interpretar «hacer» como llegar a excluir a la razón. Esto es porque cuando la razón no puede entender si algo es digno de hacerse o no, ¿cómo puede determinar lo que es bueno para mí? O viceversa, si la razón los considera iguales, ¿quién determinará lo que la persona debe hacer? Así, el acto puede definir. Deberíamos saber que existen dos caminos ante nosotros: trabajar con el fin de otorgar, o trabajar con el fin de recibir. Existen partes en el cuerpo del hombre que le dicen: Tendrás mayor éxito en la vida si trabajas con el fin de otorgar, y de esta forma disfrutarás de la vida». Este es el argumento de la inclinación al bien, como nuestros sabios dijeron: «Si lo haces así, serás feliz en este mundo y feliz en el mundo por venir».
Y el argumento de la inclinación al mal es opuesto: «Es mejor trabajar con el fin de recibir». En este estado, sólo la fuerza llamada: «acción que está por encima de la razón» es la fuerza determinante, y no el intelecto o la emoción. Por eso «hacer» se llama: «por encima de la razón» y «por encima del sentido común»; y esta fuerza es llamada «fe que está contra el intelecto». «Comprar» está dentro de la razón. Normalmente, la gente desea ver lo que quiere comprar; entonces el comerciante le muestra las mercancías y negocian si el precio que el comerciante le pide es o no conveniente. Si la gente piensa que no lo es, no compra. De ese modo, «comprar» está dentro de la razón. Ahora explicaremos el asunto del «Rav» y el asunto del «amigo». Un amigo se llama, algunas veces, «grupo» cuando la gente se reúne y desea unirse. Esto puede suceder a través de la equivalencia de forma, preocupándose cada uno del amor al prójimo. Por eso, se unen y se vuelven uno.
Por tanto, cuando se establece una asociación para ser un sólo grupo, vemos que la gente que considera crear tal grupo, normalmente busca a personas que sean parecidas en sus puntos de vista y atributos, a quienes puedan ver como más o menos iguales. De otra manera, no los aceptarán en el grupo que desean establecer. Y después de eso, comienza el trabajo de amor a los amigos. Pero si no tienen equivalencia con las metas del grupo desde el principio, incluso antes de que hayan entrado al grupo, no se puede esperar que salga algo de aquella vinculación. Sólo si había igualdad aparente entre ellos antes de que entraran en el grupo, se puede decir que pueden comenzar a esforzarse en el trabajo del amor al prójimo.
Entre el hombre y el Creador
Entre el hombre y el Creador el orden comienza con: «Hazte de un Rav«, y después: «cómprate un amigo». En otras palabras, primero, uno debe creer, por encima de la razón, que el Creador es grande; como está escrito en El Zóhar (Comentario Sulam, pág. 185, Punto 191): «El temor principal es, que el hombre debe temer a su Señor porque Él es grande (Rav) y gobernante». Hasta el punto en que uno crea en la grandeza del Creador, quien es llamado Rav («Grande»), se tiene la fuerza de dar para «comprar», es decir, comprar a través de dar concesiones sobre su amor propio, con el objetivo de alcanzar equivalencia de forma, lo que es llamado Adhesión con el Creador. Y esto es llamado un Javer (amigo): uno que está en Jibur (una conexión) con el Creador. Cuando compramos cosas materiales, debemos ceder dinero, honor, o simplemente hacer un esfuerzo para obtenerlas. De manera similar, cuando una persona desea adquirir lazos con el Creador, debe deshacerse de su amor propio; porque de otra manera no puede alcanzar la equivalencia de forma. Cuando la persona ve que es incapaz de hacer concesiones, para comprar la equivalencia de forma, no es porque nació con un carácter débil y que por eso no puede superar su amor propio. Por el contrario, la falla está en «Hacerse de un Rav«, es decir, no estar trabajando en la cuestión de la fe, pues en la medida de la importancia de su fe en la grandeza del Creador, en esa medida lo será su poder para hacer concesiones. Además, la persona debe saber que si desea medir su nivel de fe, puede verlo en el grado de concesiones que pueda hacer en el amor propio, y así sabrá el grado que tiene en el trabajo de fe por encima de la razón. Esto se puede aplicar entre el hombre y el Creador.
Entre el hombre y su amigo
Entre el hombre y su amigo debemos empezar con «Cómprate un amigo» y después «Hazte de un Rav«. Esto es así porque, cuando una persona busca a un amigo, debe examinarle primero para ver si realmente vale la pena unirse a él. Después de todo, vemos que se ha establecido una plegaria especial acerca de un amigo, la cual pronunciamos, después de las bendiciones en el rezo «Hágase Tú voluntad»: «Te ruego…aléjanos de una mala persona y de un mal amigo». Significa que antes de aceptar para sí un amigo, se le debe examinar en cada forma posible. En ese momento, uno debe usar su razón. Por eso no se dijo: «Hazte de un amigo», ya que «hacer» implica ir por encima de la razón. Por lo tanto, en lo concerniente a un hombre y su amigo, debe ir con su razón y analizar, tanto como pueda, si su amigo está bien, como rezamos cada día: «aléjanos de una mala persona y de un mal amigo». Y cuando ve que vale la pena unirse a ese amigo, debe pagar con el fin de unirse a él, es decir, hacer concesión en su amor propio y, a cambio, recibir la fuerza del amor a los demás. Y entonces, puede esperar ser recompensado también con el amor al Creador.
Después de haberse unido a un grupo de personas, que deseen alcanzar el grado de amor del Creador y desee tomar de ellos la fuerza para trabajar, con el fin de otorgar y conmoverse por sus palabras sobre la necesidad de obtener el amor del Creador, él debe considerar a cada uno de los amigos en el grupo como más grandes que él mismo. Como está escrito en el libro Matan Torá (La Entrega de la Torá, pág. 143), que uno no es impresionado por el grupo como para apreciarlos en algo, a menos que considere al grupo como más grande que él. Esta es la razón del porqué cada uno debe sentir que es el más pequeño de todo el grupo; pues aquel que es más grande no recibe de aquel que es más pequeño, y mucho menos puede ser impresionado por sus palabras. Al contrario, sólo el más pequeño es quien se impresiona a través del reconocimiento del más grande.
Resulta que en el segundo paso, cuando cada uno debe aprender de los demás, está la cuestión de «Hazte de un Rav«. Esto es porque para ser capaz de decir que su amigo es más grande que él mismo, debe usar el «hacer», que es acción sin la razón; pues sólo por encima de la razón puede ver que su amigo se encuentra en un grado más alto que él mismo. Por tanto, entre un hombre y su amigo, el orden es comenzar con «Cómprate un amigo» y después «Hazte de un Rav«.
Entre una persona y las demás personas
La Mishná nos dice: «Hazte de un Rav, cómprate un amigo, y juzga a cada persona favorablemente» (Avot, Cap. 1) Hemos explicado que entre un hombre y su amigo, el orden es que primero uno vaya y se compre un amigo –y explicamos que comprar es con la razón– y después, se debe comprometer en «Hacerse de un Rav«. Y entre al hombre y el Creador, el orden es primero «Hacerse de un Rav» y después «comprarse un amigo». Deberíamos entender el significado de decir: «Juzga favorablemente», en lo que se refiere a cada persona. ¿Esto es «comprar» o «hacer»? Según lo anterior, debemos interpretar el significado de: «Y juzga a cada persona favorablemente» como «hacer» y no como «comprar».
Por ejemplo, asumamos que hay muchas personas en la congregación, y que una pequeña cantidad de entre ellos decide, que desean unirse en un grupo que se comprometa en el amor a los amigos. Y digamos que, por ejemplo, hay 100 hombres en la congregación, y diez de ellos deciden unirse. Deberíamos examinar el por qué estos 10 individuos específicos decidieron unirse entre ellos, y no con otros en la congregación. ¿Esto es porque hallaron que esas personas son más virtuosas que el resto de las personas de la congregación, o porque ellos son peores que los otros y sienten que deben emprender alguna acción, para ascender en la escalera de la Torá y el temor? Según lo mencionado anteriormente, podemos interpretar que la razón por la que estas personas accedieron a unirse en un grupo particular, que se ocupe en el amor a los amigos, es que cada uno de ellos siente que tiene un deseo de poder unir todos sus puntos de vista, para recibir la fuerza del amor a los otros.
Existe una máxima famosa de nuestros sabios: «Así como sus rostros difieren, sus puntos de vista también difieren». Así pues, aquellos quienes acordaron entre ellos unirse en un grupo, entendieron que no hay gran distancia entre ellos, en el sentido de que entienden la necesidad de trabajar en el amor al prójimo. Por tanto, cada uno de ellos será capaz de hacer concesiones a favor de los demás, y pueden unirse alrededor de eso. Pero el resto de la gente no tiene la comprensión de la necesidad de trabajar en el amor al prójimo, por eso es que no pueden unirse con ellos.
De esto resulta que, cuando se comprometen en la unidad del amor a los amigos, cada uno examina al otro, tanto su mente como sus atributos, para ver si reúne los requisitos o si es digno de unirse al grupo al cual decidieron permitirle ingresar. Es como cuando rezamos: «aléjanos de una mala persona y de un mal amigo», dentro de la razón. Resulta que él mismo se enorgullece por encima del resto de la gente de la congregación. ¿Cómo se permite esto? Después de todo, esto va en contra de una ley explícita que dice: «Rabí Levitas, hombre de Yavne, diría: «Sé muy, muy humilde» (Avot, Cap. 4).
Rabí Yehoshua Ben Perajia dice sobre esto: «Juzga a cada persona favorablemente» (Avot, capítulo 1) es decir, que con respecto al resto de la gente, él debería ir por encima la razón, lo cual es llamado «hacer», es decir, actuar y no razonar. Esto es así, porque su razón le muestra que ellos no son tan apropiados como la gente a quien él mismo se asoció, y esto es lo que cada uno se dice a sí mismo. Así, cada uno se enorgullece de sí mismo por encima de los demás. El consejo para esto es lo que él dice: «Y juzga a cada persona favorablemente».
Significa que, con respecto a cada persona, es decir, con respecto al resto de la gente en esa congregación, debería juzgarlos favorablemente y decir que realmente son personas más importantes que él mismo, y es culpa suya el que no pueda apreciar la grandeza e importancia de todos en general, quienes son llamados por nuestros sabios: «Cada persona». Así, dentro de su razón, él no ve la grandeza de los demás, y podemos decir que entre un hombre y si amigo debería haber «compra»; pero, en este caso, se debe usar el «hacer», lo cual es por encima de la razón. Y a esto se le llama: «Juzga a cada persona favorablemente».
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