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Paz en el mundo

“El amor y la verdad se han dado cita; justicia y paz se abrazan. La verdad brotará de la tierra y de los cielos se asomará la justicia. El Señor mismo dará la dicha y nuestra tierra su cosecha dará”. (Salmos 85,11)

Todo es evaluado no de acuerdo con lo que parece en cierto momento, sino por su grado de desarrollo.

Todo lo que hay en la realidad, lo bueno, lo malo y aún lo más pernicioso en el mundo tiene derecho a existir. Esto significa que no debe ser destruido por ningún medio. Nuestra tarea es simplemente corregirlo y retornarlo a la Fuente.

Es suficiente con echar una mirada atenta al proceso de la Creación para darse cuenta de la grandeza y la perfección del acto y de Aquel que lo realiza. Por lo tanto, debemos comprender y ser sumamente cuidadosos en despreciar cualquier parte de la Creación y decir que es superflua e innecesaria. Porque es una calumnia respecto del acto de la Creación.

Sin embargo, es bien conocido que el Creador no completó la Creación en el momento de su formación. Vemos que nuestra realidad está gobernada por las leyes del desarrollo gradual, que se inicia en la etapa que precede a la concepción y continúa hasta que finaliza el crecimiento. Por este motivo no percibimos que el sabor amargo de una fruta sea un defecto en el comienzo de su crecimiento.

Lo mismo es aplicable a los otros elementos de la realidad: si algo parece malo y perjudicial, sólo significa que este elemento se encuentra en una etapa de transición en su desarrollo. Por lo tanto no tenemos derecho de definirlo como malo y desecharlo, ya que es poco sensato.

Quienes «corrigen el mundo» se equivocan.

Esta conclusión nos permite  entender que las personas que han tratado de «corregir el mundo» en cada generación, perciben erróneamente al hombre como una máquina que no funciona de manera apropiada y requiere una mejora, es decir, reemplazar las partes defectuosas por otras mejores.

Todos sus esfuerzos estuvieron enfocados a destruir el mal que existe en la raza humana. A decir verdad, si el Creador no se hubiera opuesto a ellos, seguramente habrían tenido éxito en «cernir a la Humanidad a través de un cernidor» y dejar en ella sólo lo bueno y útil.

Sin embargo, el Creador tiene el máximo cuidado con cada partícula diminuta de Su Creación, impidiendo que alguien destruya algo en Su dominio. De acuerdo con esto, todos los “correctores” desaparecerán, mientras  que el mal permanecerá en el mundo. Éste existe y cuenta las etapas en el desarrollo de cada elemento de la Creación hasta que alcanza su estado final.

Entonces las malas propiedades se convertirán en buenas y útiles, de la forma que el Creador las concibió inicialmente. Esto se asemeja a una fruta colgando de la rama del árbol durante días y meses, hasta que  madura para que cada persona descubra su sabor y su fragancia.

Acelerando la corrección de la naturaleza

Sin embargo, la mencionada ley de desarrollo se extiende a toda la realidad y garantiza la transformación de todos los actos malos en buenos y útiles sin preguntar la opinión de la gente. Al mismo tiempo, el Creador dotó al hombre con poder y le permitió controlar esta ley acelerando el proceso de desarrollo por  su propia voluntad, libremente y sin importar que el tiempo fluya.

Se desprende que  hay dos clases de poder actuando en el proceso antes mencionado:

El «Poder Celestial» que garantiza que todo lo malo y dañino se convierta en bueno y útil. Sin embargo, esto ocurrirá «a su debido tiempo», en forma lenta y dolorosa, ya que el «objeto en desarrollo» atraviesa terribles sufrimientos, aplastado implacablemente por la aplanadora de la evolución.

El «Poder Terrenal» que representa a las personas, que tomaron el control sobre la mencionada ley de desarrollo, que pueden liberarse de las ataduras del tiempo. Estas aceleran en forma considerable el proceso para alcanzar la etapa final. En otras palabras, completan su propia evolución y corrección.

Si lo merecen, serán capaces de tomar la ley de desarrollo en sus propias manos. Esta ley está destinada a transformar sus propiedades negativas en otras positivas. Esto significa que deben empezar a trabajar con sus propiedades negativas y corregirlas. Esto los liberará de los límites del tiempo, y el logro del más alto nivel de desarrollo sólo dependerá de su propio deseo, es decir, de la calidad de sus acciones y pensamientos.  De esta manera acelerarán el proceso para alcanzar la etapa final.

Aún si no merecen controlar el desarrollo de sus propiedades negativas y las dejan en manos de la Providencia, la corrección final y la redención todavía  les están garantizadas. En este caso el proceso será completado a término y condicionado al tiempo.

De acuerdo con la ley del desarrollo gradual, el proceso de  corrección debe incluir muchos niveles diferentes. Es un proceso lento,  difícil y sumamente largo. Debido a que los «objetos en desarrollo» en cuestión viven y sienten, en consecuencia, mientras avanzan a través de las etapas son obligados a experimentar sufrimientos enormes y horribles. El poder que  compele a la persona a pasar de un nivel al siguiente es nada más que la fuerza de la angustia y el dolor. Los sufrimientos se acumulan en el nivel inferior y llegan a un grado tan insoportable que la persona es obligada a  abandonarlo y elevarse hasta el nivel superior.

Tal es el final garantizado basado en la ley del desarrollo gradual y el desarrollo dependiente del tiempo, «a su debido tiempo».  El completamiento del proceso es inevitable, porque la persona está destinada a tomar el desarrollo de sus propiedades en sus propias manos (esto es llamado «Me apuraré»).

El bien y el mal son evaluados de acuerdo con las acciones de un individuo  respecto de la sociedad.

Antes de empezar a investigar la corrección del mal en la raza humana, debemos determinar primero el valor de nociones abstractas tales  como “bien” y “mal”. En otras palabras, mientras analizamos las acciones o propiedades de bien y mal, debemos aclarar con respecto a quiénes pueden ser considerados como tales. Comprender que se debe conocer el valor relativo de lo particular en comparación con el todo, es decir, del individuo con respecto a la sociedad en la que vive y de la cual recibe tanto el sustento material como espiritual.

La realidad demuestra claramente que un individuo no tiene derecho a existir si se aísla de la sociedad, que le serviría y satisfaría sus necesidades. De esto sigue que el hombre fue inicialmente creado para vivir dentro de una sociedad. Cada individuo es como un pequeño engranaje dentro de un mecanismo. Ningún engranaje individual tiene libertad de movimiento. Está implicado en el movimiento general de todos los engranajes en una cierta dirección para que todo el mecanismo pueda completar la tarea asignada. Si uno de los engranajes se rompe, no es considerado como el daño de un engranaje particular. Es estimado desde el punto de vista de su rol en el mecanismo total.

De manera similar, el valor de cada individuo en la sociedad está determinado no por lo bueno que es en sí mismo, sino en  la medida de su contribución a la sociedad como un todo. Y viceversa, no evaluamos el grado de mal de cada individuo. En cambio estimamos el daño que causa a su sociedad.

Resulta claro como el mediodía, tanto desde el punto de vista de la verdad como de la bondad, porque el todo contiene sólo aquello que está presente  en lo particular y el beneficio de la sociedad es el beneficio de cada individuo. Quien causa daño a la sociedad se daña a sí mismo. Quien beneficia a la sociedad recibe su parte, ya que lo particular siempre forma parte de la totalidad. El valor del todo es la suma total de sus partes.

De esto se desprende que la sociedad y el individuo son uno y lo mismo. No hay nada negativo en el hecho de que un individuo esté subordinado a la sociedad, porque  la libertad del individuo y la de la sociedad son una misma cosa. Las propiedades y acciones del bien o el mal únicamente son estimadas de acuerdo con su utilidad a la sociedad.

Huelga decir que lo mencionado anteriormente sólo se refiere a los individuos que cumplen con su deber en la sociedad, reciben mucho más de lo que necesitan y no se apropian de la parte de sus compañeros. Sin embargo, si ciertos miembros de la sociedad actúan en forma diferente, causan daño tanto a la sociedad como a sí mismos.

Todo lo mencionado anteriormente sólo subraya el punto débil que requiere corrección. De esta manera cada uno puede comprender que su beneficio personal y el beneficio de la sociedad son la misma cosa y de esta manera el mundo alcanzará su corrección completa.

Cuatro categorías: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz con respecto al individuo y a la sociedad

Ahora que hemos descubierto el significado verdadero de la bondad, debemos examinar de cerca los medios a nuestra disposición para alcanzar más rápidamente la felicidad.

Tenemos a nuestra disposición cuatro categorías para lograr este fin: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz. Todos aquellos que han tratado de corregir el mundo utilizaron estas categorías. Mejor dicho, la Humanidad se ha desarrollado hasta hoy dentro de estas cuatro categorías,  la Providencia Divina ha conducido a las personas a su estado actual.

Como hemos dicho anteriormente, posiblemente lo mejor que podemos hacer sea tomar la ley del desarrollo bajo nuestro control. Nos liberaremos entonces de los sufrimientos que la historia nos depara para nuestro futuro.

De acuerdo con esto, vamos a investigar y analizar estas cuatro categorías para comprender qué nos han proporcionado hasta ahora y hallar en consecuencia qué ayuda  podemos recibir de ellas en el futuro.

Dificultades prácticas para establecer la «verdad»

Cuando revisamos “teóricamente” las propiedades positivas, naturalmente no tenemos nada mejor que la “Verdad”. La Bondad, que  hemos definido anteriormente, toma en consideración la interdependencia entre el individuo y la sociedad,  cuando uno otorga y funciona apropiadamente dentro de ésta, recibe su parte correspondiente,  no es nada más que «Verdad». Está siempre en demanda, porque en la práctica esta cualidad no es aceptada por la sociedad. En la práctica esta falta de Verdad está predeterminada por esta. Hay cierta imperfección o factor, que impide a la sociedad aceptarla, y debemos descubrir cuál es. Si investigamos profundamente el significado práctico de la Verdad, descubriremos sin duda que es oscuro y sumamente difícil de visualizar.

La verdad nos obliga a equiparar a todos los individuos en la sociedad, para que cada uno reciba su parte de acuerdo con su esfuerzo, nada más ni nada menos. Ésta es la única base legítima que no plantea ninguna duda. Obviamente, las acciones de la persona que quiere beneficiarse con el esfuerzo de otra contradicen tanto el sentido común como la categoría de la Verdad.

¿Pero cómo podemos imaginar y comprender esta categoría para que sea aceptada por la sociedad? Por ejemplo, si obligamos a que todo el mundo trabaje igual  número de horas, la categoría de Verdad todavía permanecería oculta de nosotros. Además, descubriremos la mentira manifiesta respecto del estado físico y moral del trabajador.

Muy naturalmente, todos nosotros no podemos trabajar equitativamente. Siempre habrá alguien, que debido a su debilidad realiza en una hora un esfuerzo mayor que su compañero en dos horas o más.

También existe un problema psicológico, porque la persona lenta emplea más energía en una hora que aquella otra que trabaja durante dos horas. Desde el punto de vista de la Verdad absoluta no podemos obligar a una parte de la sociedad a trabajar para proveer las necesidades vitales más que a la otra.

En la práctica sucede que los miembros fuertes y emprendedores de la sociedad se benefician de los esfuerzos de otras personas y por lo tanto los explotan con mala intención, lo cual indudablemente contradice la categoría de la Verdad. Comparado con los miembros débiles y lentos de la sociedad, ellos mismos hacen muy poco esfuerzo.

Si tenemos en cuenta el derecho natural de «seguir a la mayoría», veremos que esa clase de Verdad basada en el número real de horas de trabajo es completamente irreal e imposible de implementar. La voluntad débil y lenta siempre representa la mayor parte de la sociedad y nunca permitirá que la minoría poderosa e industriosa disfrute de los frutos de su trabajo.

Entonces resulta claro que el principio basado en los esfuerzos individuales es totalmente impracticable. Se desprende que la categoría de la Verdad no puede ser el factor clave que determine el desarrollo del individuo y de la sociedad. Éste carece de algo que pueda proveer las condiciones de vida en el mundo totalmente corregido.

Más aún, nos encontramos con dificultades incluso más grandes viendo que no hay Verdad más clara que en la naturaleza. Cada persona muy naturalmente siente que es la única regla en el mundo del Creador. Está muy seguro de que todo y todos fueron creados con el único propósito de hacer le la vida más fácil y más cómoda. Por eso no siente obligación de dar algo a cambio.

Francamente hablando, la naturaleza de dada uno es usar la vida de todas las criaturas del mundo para el propio beneficio. Todo lo que la persona  le da a su vecino solo es realizado forzadamente, bajo coacción. Pero aún así obtiene ventaja de  su prójimo. Simplemente recurre a la astucia para que otra persona lo deje obtener lo que quiere.

Esto quiere decir que la naturaleza de cada rama está estrechamente relacionada con su raíz. Debido a que el alma del hombre emana del Creador Uno y Único, la persona siente que todas las criaturas del mundo fueron creadas para servirlo y deben someterse a su regla. Esta ley es indisputable e inviolable.

Las personas sólo difieren por las elecciones que realizan. Unos deciden usar la Creación para recibir los placeres más básicos, otros anhelan el poder y los terceros buscan honor y respeto. Además, a menos que les costara mucho, todos estarían de acuerdo en usar el mundo para conseguir todo eso junto: la riqueza, el poder y el reconocimiento. Sin embargo, la persona es forzada a realizar su elección de acuerdo con sus habilidades.

Esta ley puede ser llamada la «ley de la singularidad»; está grabada en el corazón del hombre. Posiblemente nadie puede escapar de su influencia; todos reciben su parte, el grande de acuerdo con su grandeza, el pequeño de acuerdo con su pequeñez. Esta ley no es ni buena ni mala; representa la realidad de la naturaleza y tiene derecho de existir como cualquier otra parte de la Creación. No existe la mínima esperanza de revocar o aún mitigarla ligeramente, ya que no hay chance de destruir la totalidad de la raza humana. De acuerdo con esto, no actuaremos contra nuestra conciencia diciendo que esta ley representa  la «verdad absoluta».

¿Cómo podemos convencer a un individuo prometiéndole  absoluta igualdad entre todos los miembros de la sociedad, cuando todo a lo que naturalmente aspira es a elevarse por encima de la sociedad? Después de todo lo que ha sido dicho, no cabe duda de que nada en la naturaleza del hombre puede estar más opuesto a esto.

Ahora entendemos que es absolutamente irreal que el individuo o a la sociedad  sean felices de acuerdo con la categoría de la Verdad, para que todos estén completamente de acuerdo con ella, como debe ocurrir en el estado de Corrección Final.

El uso de otras categorías en lugar de la categoría de la Verdad

Estudiemos ahora las tres categorías restantes: Misericordia, Justicia y Paz. A primera vista, inicialmente no fueron creadas para soportar la Verdad, que es muy débil y frágil en nuestro mundo. A partir de este punto la historia comenzó su movimiento lento y gradual hacia la organización de la vida de la sociedad.

En teoría todos los miembros de la sociedad aceptaron incondicionalmente la regla de la Verdad, pero en la práctica se opusieron a ésta violando el acuerdo. La Verdad ha estado destinada a ser usada por las personas más embusteras desde entonces. No se encuentra entre los débiles y los justos, porque ellos la usarían aún en pequeña medida.

En tanto no podían conducirse de acuerdo con la categoría de la Verdad, el número de débiles y explotados creció. Esto condujo al desarrollo de categorías tales como la Misericordia y la Justicia, porque el fundamento de la existencia de la sociedad obliga al fuerte y afortunado a ayudar al débil y miserable para no dañar a la sociedad como un todo.

Sin embargo la naturaleza de las cosas es tal que, en estas condiciones, el número de los débiles y miserables crece tanto que empiezan a amenazar a los fuertes, lo que conduce en consecuencia a discordias y choques. Esto sirvió como razón para la aparición de la categoría de la Paz en el mundo. Así que todas estas categorías: Misericordia, Justicia y Paz se originaron y desarrollaron debido a la debilidad de la Verdad.

Esto llevó a la separación de la sociedad en grupos. Algunos de ellos adoptaron la categoría de la Misericordia y la Compasión, esto es, donando parte de su propia propiedad a los menos afortunados; otros adoptaron la categoría de la Verdad, esto es, aceptaron el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo «.

Hablando claramente, estos dos grupos pueden ser categorizados como «constructores» y «destructores». Los constructores son aquellos que se preocupan por el bienestar de la sociedad y por ello están dispuestos a compartir su propiedad con otros. Aquellos que son naturalmente propensos a la destrucción encuentran mucho más conveniente la categoría de la Verdad (es decir, el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo»). No estando preparados en absoluto para sacrificar nada por los demás, tales personas prefieren proteger su propiedad aún si amenaza la existencia de la sociedad.

Esperanza de paz

Cuando las condiciones externas colocaron en oposición a estos dos grupos y los dejaron al borde de la ruina,  aparecieron en la sociedad los «constructores de la paz». Estas personas rechazaron el poder de la agresión y ofrecieron principios nuevos y justos (desde su punto de vista) para la coexistencia dentro de la sociedad.

Sin embargo, como regla estos «constructores de la paz» se originan en la categoría de los «destructores», partidarios de la Verdad y del principio «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo». Esto se debe a que siendo fuertes y emprendedores sacrificarán sus propias vidas y la vida de la sociedad si ésta no coincide con sus opiniones.

Al mismo tiempo los «constructores» compasivos y misericordiosos, que creen que su vida y la vida de la sociedad están  por encima de todo, no están listos para colocarse a sí mismos y a la sociedad en peligro para forzar a la sociedad a que coincida con su opinión. Ellos son la parte débil de la sociedad usualmente aludida como cobarde y pobre de corazón. Es lógico que el valiente que está preparado para tomar riesgos gana siempre, por lo tanto se trata de algo natural que los «constructores de la paz» tengan su origen en el medio de los «destructores».

A partir de lo dicho anteriormente queda claro que la esperanza de paz a la que aspira nuestra generación con tanta impaciencia, es inútil tanto en relación con el «sujeto» como con el «objeto».

Los «constructores de la paz» de cada generación son sujetos, es decir personas que se supone establecen la paz en el mundo. Debido a que están hechos del material humano llamado «destructores», adhieren a la Verdad, es decir, viven de acuerdo con el principio «Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo».

Naturalmente, estas personas defienden su opinión con tal fervor que están preparados para poner en peligro su propia vida y la de la sociedad. Esto les proporciona fuerza suficiente como para prevalecer sobre los «constructores», adherentes de la Misericordia y la Compasión, quienes en su cobardía están listos para compartir sus posesiones con otros con tal de preservar la paz.

Esto da como resultado que las demandas por la paz y la destrucción del mundo son las mismas, mientras que la necesidad de Misericordia y la construcción de la Paz también son idénticas. Por eso es imposible esperar que los destructores establezcan la paz.

La esperanza de paz es completamente infundada respecto del «objeto» (es decir, las condiciones para la existencia de la paz), porque las condiciones para que una persona viva feliz todavía no han sido creadas de acuerdo con la categoría de la Verdad. Siempre es y será una parte no muy numerosa  pero importante de la sociedad la que está insatisfecha con las condiciones actuales. Siempre son material dispuesto para nuevos constructores de la paz, cuyas generaciones se reemplazarán infinitamente unas a otras.

Paz para una sociedad particular y paz para el mundo entero

No nos debe sorprender el hecho de que mezcle las nociones de paz en una sociedad particular y paz en el mundo entero, ya que en realidad hemos llegado al nivel en el que todo el mundo puede ser considerado como un pueblo, una sociedad. En otras palabras, en tanto cada persona es sostenida por toda la especie humana, está obligada a servirle y cuidar del bienestar del mundo entero.

Ya hemos demostrado la dependencia del individuo respecto de la sociedad comparándolo con un pequeño engranaje en una inmensa máquina. Por lo tanto, resulta que el bienestar individual y el social son la misma cosa. Sin embargo lo opuesto también es verdad. En la medida que la persona se preocupa por su propio bienestar, ciertamente se preocupa por el bienestar de la sociedad.

¿Cuál es el alcance de esta sociedad? Está determinado por el espacio en el que un individuo recibe lo que necesita. Por ejemplo, en la historia antigua este espacio estaba limitado al círculo familiar. En otras palabras, la persona no necesitaba ninguna otra ayuda sino que era provista por los miembros de la familia. Por consiguiente, no tenía que depender de nadie más que de su propia familia.

En una época posterior, cuando las familias se asociaron para instalarse en pequeños pueblos y ciudades, la persona se hizo dependiente de su municipio. Más tarde, cuando los poblados y las ciudades se fusionaron en países, empezó a depender de los ciudadanos de su país.

En nuestra generación también el bienestar de cada individuo  es provisto por prácticamente todos los países del mundo. Asemejándose a un pequeño engranaje en un mecanismo enorme, la persona depende del mundo entero.

De acuerdo con esto, la posibilidad de establecer pacíficamente un orden bueno y feliz en un país particular es inimaginable. No hay forma de hacer esto antes de que sea obtenido en cada país del mundo, y vice versa. Debido a que hoy los países ya están conectados para proveerse unos a otros para las necesidades de la vida, no tiene sentido hablar sólo de las formas de establecer la paz dentro de un país o nación. Estas formas deben ser buscadas para  el mundo entero.

Aunque es sabido y adecuadamente sentido,  la humanidad misma no se da cuenta en absoluto de ello. ¿Por qué es así? Porque de acuerdo con el proceso de desarrollo en la naturaleza, una acción siempre precede a la comprensión del fenómeno. Sólo la realidad demostrará todo e impulsará a la especie humana hacia adelante.

En realidad las cuatro categorías se contradicen entre sí

Las cuatro categorías mencionadas: Misericordia y Verdad, Justicia y Paz inherentes a cada uno de nosotros y ocultas de las otras personas se separan en la naturaleza del hombre como resultado tanto del desarrollo cuanto de la educación y se contradicen entre sí. Entonces, si tomamos por ejemplo la categoría de la Misericordia en su forma abstracta, descubriremos que su poder suprime todas las otras categorías. Es decir que de acuerdo con las leyes de la Misericordia, las otras categorías no tienen cabida en nuestro mundo.

La Misericordia constituye la condición «lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo». A menos que la Humanidad actúe de acuerdo con esta categoría, toda la magnificencia y el valor de la Verdad y la Paz resultarán vanos. Si cada uno estuviera preparado para dar  todo lo que tiene a su prójimo sin recibir nada a cambio, el factor que fuerza a la persona a mentirle a su compañero desaparecería.

Debido a que la Verdad y la Mentira son interdependientes, en principio seríamos incapaces de decir algo acerca de la categoría de la Verdad. A menos que hubiera “falsedad” en el mundo, no existiría una noción como “Verdad”, sin mencionar que también desaparecerían  las otras categorías que surgieron para sostener la Verdad.

En realidad el principio definido como «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo» contradice la categoría de Misericordia y no puede tolerarla ya que,  desde el punto de vista de la Verdad, el principio » trabajar y ayudar a tu prójimo » está equivocado, porque corrompe a la persona, enseñándole a explotar a otros. Además, la Verdad sostiene que todos deben ser salvados  de los malos tiempos para no convertirse en una carga para alguien cuando los tiempos se hacen difíciles.

Por otra parte, no hay nadie que no tenga parientes o herederos de sus bienes, quienes de acuerdo con el principio de la Verdad tienen derecho prioritario antes que todos los demás. Así se desprende naturalmente que la persona que distribuye su propiedad entre otras personas queda como un mentiroso frente a sus relaciones y herederos si no les deja nada.

La Paz y la Justicia también se contradicen entre sí, porque para que se establezca la paz en la sociedad deben cubrirse cierto número de condiciones. Ellas permitirían que las personas inteligentes e industriosas se hagan ricas, mientras que las perezosas  y poco prácticas permanecerían pobres. Por lo tanto, la persona trabajadora recibiría su propia parte y la del perezoso. Estaría disfrutando de la buena vida, hasta que el perezoso se convirtiera en un mendigo.

Por supuesto que no es justo castigar a las personas ociosas e imprácticas tan severamente, porque no robaron nada a nadie. ¿Qué crimen cometieron estas personas miserables, si la Providencia Divina no las dotó con rapidez e inteligencia? ¿Deben ser castigados y sujetos a un sufrimiento que es peor que la muerte? Entonces, si la Justicia es una condición para establecer la Paz, la Paz es contraria a la Justicia.

La Justicia también contradice a la Paz, porque si el orden de división de la propiedad se corresponde con el principio de Justicia (es decir, dar objetos de valor considerables a personas ociosas e imprácticas). Huelga decir que los fuertes e industriosos no descansarán hasta que revoquen esta práctica que domina al fuerte y permite que el débil los explote. Por lo tanto no hay esperanza para la paz en la sociedad, porque la Justicia es opuesta a la Paz.

La propiedad de Singularidad en el egoísmo conduce a la destrucción y el exterminio

Podemos ver claramente cómo nuestras propiedades chocan y luchan una contra otra no sólo entre grupos de personas sino también en el interior de la persona. Las cuatro categorías rigen sobre la persona en forma simultánea y alternativa, y libran una guerra tal que el sentido común no puede establecer orden y armonía entre ellas.

A decir  verdad, el origen de todas nuestras confusiones no es sino la propiedad de la «singularidad» presente en cada uno de nosotros.

Aunque sabemos que esta propiedad magnífica y exaltada nos fue dada por el Creador (la fuente de toda la Creación), cuando este sentimiento de singularidad se asocia con nuestro egoísmo estrecho, se convierte en destructor. Es la fuente de todas las desgracias en el mundo, tanto pasadas como futuras. Está dicho que no hay nadie en el mundo que esté libre de esta propiedad. Todas las diferencias entre las personas solo están determinada por la manera en que es usada: para ganar poder, estima, etcétera.

Sin embargo, hay algo en común entre todas las criaturas: cada uno de nosotros aspira a utilizar a  los demás para su propio beneficio, usando todos los medios disponibles e ignorando el hecho de que construye su propia felicidad destruyendo la de su prójimo.

Es irrelevante cómo justifica cada uno sus acciones, porque «nuestros deseos controlan nuestros pensamientos» y no viceversa. Además, cuanto más grande y más importante es la persona, más siente su singularidad.

El uso de la singularidad como medio para el desarrollo del individuo y la sociedad. Ahora tratemos de comprender cuáles son las condiciones que serán aceptadas por toda la Humanidad cuando la paz prevalezca en el mundo, cuál es el poder  positivo de estas condiciones que proveerán una vida feliz al individuo y a la sociedad. Además, trataremos de encontrar cómo es realmente esta preparación de la especie humana para cubrir todas las condiciones especiales.

Pero primero regresemos al sentimiento de  singularidad en el corazón de cada persona, que despierta el deseo de aprovecharse de todo y de todos para el propio bien. La raíz de esta sensación proviene de la singularidad del Creador y se extiende a Sus ramas, las personas. Aquí surge una pregunta que exige respuesta: ¿por qué esta sensación se revela en nosotros de manera tan perversa que deviene en una base de todo el daño y la destrucción en el mundo? Es imposible dejar sin responder esta pregunta.

El hecho es que la singularidad tiene dos lados. Si lo miramos del punto de vista del Creador, es decir, desde el punto de alcanzar la semejanza con Su singularidad, esto solo compele a “dar”, porque tal es la propiedad del Creador. No hay propiedad de recepción en Él, ya que no carece de nada y no necesita recibir nada de sus criaturas. Por lo tanto, la singularidad (continuación de la propiedad del Creador en nosotros) está destinada a ser realizada en nosotros en la forma de “otorgamiento”, altruismo y recepción no egoísta.

Por otro lado, desde el punto de vista de la acción práctica de esta propiedad en nosotros, encontramos que funciona de una manera totalmente opuesta. Se manifiesta como recepción egoísta, es decir, como el deseo de ser la persona más rica, la más fuerte y única en el mundo. Por lo tanto, estos dos lados están tan opuestos y alejados entre sí como el Este del Oeste.

Esto nos proporciona  una respuesta a la pregunta anterior: ¿cómo la singularidad que emana del Creador, la Fuente de la vida en la Tierra se manifiesta, en nosotros como fuente de destrucción? Esto ocurre, porque usamos estos medios preciosos con una intención equivocada y opuesta, recibir para nosotros mismos.

La singularidad nunca actuará en nosotros como otorgamiento y altruismo. No podemos negar que entre nosotros hay personas en quienes la singularidad actúa en la forma de otorgamiento. Estas comparten su propiedad y logros con la sociedad.

Sin embargo, se trata de las dos caras de una misma moneda. Solamente hablan de dos aspectos del desarrollo de la Creación conduciendo a todo a la perfección. Empezando por la etapa que precede a la concepción, la Creación gradualmente asciende los niveles de desarrollo, uno tras otro, hasta que alcanza su máxima predestinación – la  perfección eterna inicialmente predestinada.

El orden en el desarrollo de estos dos aspectos o puntos es como sigue: el primer punto constituye el origen de la evolución,  el nivel más bajo, que se encuentra muy cerca de la inexistencia. Corresponde al segundo lado de la propiedad de  singularidad. El segundo punto es un nivel predeterminado, que la Creación alcanzará y en el que descansará y permanecerá eternamente. Corresponde al primer lado de la propiedad de singularidad.

Sin embargo, el período en el que estamos viviendo es tan avanzado que este ascendió por sobre muchos niveles. Superó el nivel más bajo (el segundo lado de la singularidad) y se acercó claramente  al primer lado. Por lo tanto, entre nosotros hay personas que usan su singularidad en la forma de otorgamiento. Hay pocos de ellos que hayan llegado tan lejos, porque nosotros todavía estamos en mitad de nuestro desarrollo.

Cuando alcancemos el punto más alto de la «escalera”, todos nosotros utilizaremos solamente nuestra singularidad en la forma de otorgamiento, y nadie jamás pensará en usarlo para la recepción egoísta.

De acuerdo con lo antedicho, hallamos la oportunidad de echar un vistazo a las condiciones de vida de la última generación, cuando la paz prevalezca en el mundo entero y la especie humana alcance el punto más alto del primer lado. Entonces utilizará su singularidad en la forma de otorgamiento.

Debemos copiar esta forma de existencia en una extensión tal que nos servirá como patrón  y penetrará nuestra conciencia en medio de la agitación de nuestra vida.

Las condiciones de vida de la última generación

… Antes que nada, todos deben comprender apropiadamente y explicárselo a su círculo inmediato de relaciones que existe una interdependencia total entre la paz en la sociedad (que significa paz en el Estado) y la paz en el planeta. Mientras las leyes sociales no satisfagan a todos y mientras exista una minoría que esté insatisfecha con la forma en que es gobernado el Estado, tratará de desafiar la regla estatal y demandará un cambio de gobierno.

En caso de que esta minoría no sea lo suficientemente fuerte como para luchar abiertamente contra el régimen, hay una manera alternativa e indirecta de librarse de ella. Por ejemplo, dos estados pueden ser provocados y conducidos a la guerra, ya que muy naturalmente habrá muchas más personas insatisfechas durante la guerra. El disidente minoritario tendrá entonces una oportunidad de convertirse en una mayoría decisiva, de  derrocar al gobierno y de organizar uno nuevo que sirva mejor a sus propias necesidades. Entonces la paz para un individuo se convierte en un factor que afecta en forma directa la paz en el Estado.

Además, si tenemos en cuenta la parte siempre presente de la sociedad, para la cual la guerra es un negocio y una esperanza para ascender en la carrera, es decir, militares profesionales y expertos en armamentos con mucha influencia y agreguémosle otra minoría insatisfecha con las leyes existentes, tendremos una mayoría incontenible siempre lista, que aspira a la guerra y al derramamiento de sangre.

Debido a que la Paz en el mundo y la Paz  en un estado particular son interdependientes, incluso aquellos ciudadanos (inteligentes y emprendedores) que actualmente están satisfechos con el statu quo están interesados seriamente en su propia seguridad debido a la tensión que mantienen los elementos destructivos de la sociedad. Entonces si pudieran comprender el valor de la paz, seguramente estarían serían de adoptar el modo de vida de la última generación.

Sufrimiento versus placer mientras recibimos para uno mismo.

Si miramos de cerca el concepto anterior, veremos que todas las dificultades consisten en transformar nuestra naturaleza desde el deseo de recibir para nosotros mismos hacia el deseo de otorgar, ya que uno contradice al otro.

En presencia de esto el concepto parece completamente increíble. Sin embargo, si lo analizamos apropiadamente, comprenderemos que la contradicción entre la recepción egoísta y el otorgamiento no es nada más que un factor psicológico, porque en la práctica todas nuestras acciones son otorgamiento sin recibir ningún beneficio para nosotros mismos.

Aunque percibimos la recepción egoísta en diferentes formas, tales como la posesión de propiedad y todo lo que  deleita al ojo, el corazón y el estómago, es definido con una palabra: «placer». Entonces la esencia de la recepción egoísta no es nada más que la voluntad de recibir placer.

Y ahora imagine lo siguiente: si una persona pudiera ver todos los placeres combinados que recibe durante sus 70 años y todos los sufrimientos amargos y las privaciones que le suceden, probablemente preferiría no haber nacido en absoluto.

Siendo esto así, ¿qué gana el hombre en nuestro mundo, si solo disfruta el veinte por ciento del placer, comparado con el ochenta por ciento de sufrimiento? Si comparamos uno con el otro, el resultado será sesenta por ciento de angustia sin ninguna compensación.

Sin embargo, todo lo antedicho es un cálculo personal que hacemos mientras trabajamos en nuestro propio beneficio. A escala global una persona da mucho más de lo que recibe para su existencia y placer. Disponiendo que nuestra intención cambie de recepción a otorgamiento, podremos ser capaces de recibir el deleite en su total medida sin sufrimiento interminable.

La esencia de la religión y su propósito

En este artículo deseo responder a tres preguntas:

A) ¿Cuál es la esencia de la religión?

B) ¿Su esencia  se alcanza en este mundo o en el mundo por venir?

C) ¿Su propósito es beneficiar al Creador o a las criaturas?

A primera vista, el lector podría sorprenderse por mis palabras y no entender estas tres preguntas que me planteé como tema de este artículo. ¿Quién no conoce lo que es la religión, y especialmente sus recompensas y castigos destinados a llegar fundamentalmente al mundo por venir? Sin mencionar la tercera pregunta, ya que todos saben que es para beneficiar a las criaturas, para guiarlas hacia el gozo y la felicidad. ¿Qué más se puede agregar a esto?

Realmente no tengo nada más que añadir. Pero al conocer estos tres conceptos desde su infancia, ya no agregan ni estudian nada más durante el resto de sus vidas. Y esto muestra su falta de conocimiento en estas exaltadas cuestiones, las cuales constituyen, necesariamente, el fundamento preciso sobre el que se asienta toda la estructura de la religión.

Por tanto, decidme, ¿cómo es posible que un adolescente de doce o trece años pueda ya captar en profundidad estas sutiles nociones lo suficiente como para no necesitar añadir más conceptos o conocimiento de estos temas durante el resto de su vida?

¡Ciertamente en eso radica el problema! ¡Porque esta apresurada suposición trajo consigo todas las imprudencias y las conclusiones descabelladas que han llegado a nuestro mundo en nuestra generación! Y ello nos ha conducido a una situación tal que la segunda generación se nos ha escapado casi completamente de las manos.

El bien absoluto

Para no cansar a los lectores con extensas argumentaciones, me he apoyado en todo lo que he escrito y aclarado en los ensayos anteriores, particularmente en el artículo Matan Torá (La Entrega de la Torá), los cuales conforman una especie de prefacio al sublime tema que nos ocupa. Aquí hablaré de manera simple y breve con objeto de que sea comprensible para todos.

Para comenzar, debemos entender que el Creador es el Bien Absoluto. Es decir, que es absolutamente imposible que pueda causar ningún tipo de pesar a alguna persona. Y tomaremos este como el primer concepto, pues nuestro sentido común claramente nos muestra que la base de cualquier acción malvada en el mundo proviene solamente del deseo de recibir.

Esto significa que el ansia de recibir en beneficio propio nos hace perjudicar a nuestro prójimo, debido a nuestro deseo de recibir para satisfacción propia. De modo que si la criatura no hallara gozo favoreciéndose a sí misma, ningún ser en el mundo lastimaría jamás a sus semejantes. Y si algunas veces encontramos a alguna criatura que daña a su prójimo sin ningún deseo de recibir satisfacción, lo hace sólo por la antigua costumbre que se originó en el deseo de recibir, el cual lo libera de la necesidad de hallar una nueva razón.

Y puesto que percibimos que el Creador es completo en Sí Mismo, y no necesita a nadie que le ayude a completarse, puesto que Él precede a todo, queda por consiguiente claro que Él no tiene ningún deseo de recibir. Y como Él no tiene ningún deseo de recibir, está fundamentalmente desprovisto del deseo de perjudicar a nadie. Así de sencillo.

Además, esto es completamente aceptado por nuestra mente como el primer concepto de que Él posee el deseo de otorgar el bien a los demás. Y eso se muestra de manera evidente en la grandiosa Creación que Él ha creado y dispuesto ante nuestros ojos. Pues en nuestro mundo existen criaturas que necesariamente experimentan buenos o malos sentimientos y estos sentimientos necesariamente provienen del Creador. Y una vez que queda absolutamente claro que en la naturaleza del Creador no existe la voluntad de hacer daño, se requiere que todas las criaturas reciban solamente el bien de Él, ya que Él creó a las criaturas solamente para otorgarles.

De esta manera comprendemos que Él sólo tiene el deseo de otorgar el bien, y que es absolutamente imposible que ninguna nocividad pudiese existir en Su dominio y que pudiera provenir de Él. Por consiguiente, lo hemos definido como el Bien Absoluto. Y una vez que hemos comprendido esto, examinemos la verdadera realidad que se encuentra bajo Su guía y la forma en que Él otorga únicamente bienestar a sus criaturas.

Su guía es una guía con un propósito determinado

Al observar los sistemas de la naturaleza, comprendemos que cualquier ser perteneciente a cualquiera de los cuatro niveles –inanimado, vegetativo, animado y hablante–, tanto en conjunto como en particular, resulta que se encuentran bajo una guía intencionada. Es decir, un crecimiento lento y gradual por la vía de la causa y efecto, como el fruto en el árbol, que es dirigido por una guía favorable para finalmente convertirse en un fruto hermoso y dulce.

Ve a preguntar a un botánico por cuántos estados pasa el fruto desde el momento en que es visible hasta que está maduro. No solamente las fases anteriores a su madurez no muestran evidencia de su dulce y hermoso desenlace, sino que, como para irritarnos, muestran lo opuesto al resultado final.

Cuanto más dulce es el fruto al final, más amargo y desagradable es su aspecto en las fases iniciales de su desarrollo. Y lo mismo ocurre en los tipos animado y hablante: la mente del animal es pequeña al final de su crecimiento, pero no es tan deficiente mientras está creciendo. En cambio, la mente del hombre es amplia al final de su crecimiento pero es muy deficiente en el transcurso de su desarrollo. Porque, «A un ternero de un día de vida se le llama toro», es decir, que tiene la fuerza para erguirse sobre sus patas y andar, y la inteligencia para evitar los peligros que pudiera encontrar en su camino.

Pero, un bebé de un día de vida permanece recostado con una aparente inconsciencia. Y si alguien que no estuviera familiarizado con las costumbres de este mundo examinara a estos dos recién nacidos, seguramente llegaría a la conclusión de que el bebé recién nacido no llegará a ser gran cosa y el ternero llegará a ser un gran héroe –si juzgara conforme a la medida de sabiduría del ternero en comparación con la inconsciencia y falta de inteligencia del niño.

Por lo tanto, es evidente que la guía del Creador sobre la realidad que Él ha creado, no es otra que una forma de guía con un propósito determinado, sin tener en cuenta el orden de las etapas de desarrollo, puesto que son engañosas y nos impiden entender su propósito, ya que siempre se encuentran en un estado opuesto a su forma final.

Sobre estas cuestiones decimos: «No hay nada más sabio que la experiencia». Porque solo la persona experimentada tiene la oportunidad de examinar la Creación en todas sus fases de desarrollo, hasta que esta llega a su término; y puede guardar la calma y no alarmarse por esas imágenes deterioradas por las que pasa la Creación durante sus fases de desarrollo y sólo creer en su magnífico y puro resultado.

De esta manera hemos mostrado ampliamente la conducta de Su providencia en nuestro mundo, que es meramente una Guía con un propósito determinado. El atributo de benevolencia no es del todo visible antes de que la criatura llegue a su término, a su madurez final. Por el contrario, más bien toma una forma corrupta a los ojos de los observadores. De tal manera, puedes observar que el Creador sólo otorga a Sus criaturas el bien y que ese bien llega por medio de una guía intencionada.

Dos caminos: El camino del sufrimiento y el camino de la Torá

Hemos demostrado que Dios es el Bien Absoluto, y que Él nos supervisa con total benevolencia, sin una pizca de maldad y mediante una guía con un propósito determinado. Esto significa que Su guía nos empuja a pasar por una serie de fases, por la vía de la causa y efecto, es decir, lo que precede y lo que resulta, hasta que estamos capacitados para recibir el bien deseado. Y entonces llegaremos a nuestro propósito, al igual que el fruto hermoso y maduro. Y entendemos que este propósito está absolutamente asegurado para todos nosotros o, de lo contrario, desacreditaríamos Su Providencia al decir que es insuficiente para Su propósito.

Nuestros sabios dijeron: «La Divinidad en los inferiores, es una necesidad Superior». Esto significa que dado que Su guía tiene un fin determinado y tiene como meta conducirnos finalmente hacia la adhesión con Él para que more dentro de nosotros, Su guía se considera una necesidad Superior. Es decir, que si no llegamos a eso, nos encontraremos considerando Su Providencia como deficiente.

Esto es parecido a un gran rey que tuvo un hijo en su vejez a quien quería mucho. Por lo tanto, desde que nació sólo pensaba en ofrecerle cosas buenas. Reunió los mejores libros, los más preciados, los de mayor sabiduría y refinamiento del reino, y construyó para él una escuela. Y fue con los mejores y más famosos constructores y construyó palacios de placer. Congregó a todos los músicos e intérpretes y construyó salas de conciertos, y llamó a los mejores reposteros y cocineros para ofrecerle todas las delicias del mundo.

Pero desgraciadamente, el hijo creció siendo un necio que no tenía deseos de educarse. Y era ciego y no podía ver ni sentir la belleza de los edificios. Y era sordo y no podía escuchar los poemas y la música. Y era enfermizo y sólo podía comer pan de harina sin refinar. Y todo esto provocaba desprecio e indignación.

Sin embargo, algo así le puede pasar a un rey de carne y hueso, pero es imposible decirlo del Creador, en quien no puede existir falsedad alguna. Por lo tanto, Él nos preparó dos caminos de desarrollo:

El primero es el camino del sufrimiento, que es como se conduce el desarrollo de la Creación en sí misma. Por su naturaleza, es forzado a seguir el camino de la causa y efecto pasando por diversos estados sucesivos, que lentamente nos van desarrollando hasta que llegamos a la resolución de elegir lo bueno y rechazar lo malo y estar cualificados para el propósito deseado por Él.

Y este camino es indudablemente doloroso y largo, por lo que Él nos preparó un camino afable y placentero, el Camino de la Torá y Mitzvot, que puede capacitarnos para nuestro propósito de manera rápida y sin dolor.

Resulta que nuestra meta final es capacitarnos para la adhesión con Él, para que more dentro de nosotros. Esta meta es una certeza y no hay forma de desviarse de ella, porque Su guía nos conduce en ambos caminos, que son el camino del sufrimiento y el camino de la Torá. Pero viendo la realidad, encontramos que Su guía llega simultáneamente en ambos caminos, a los cuales nuestros sabios se refieren como “el camino de la Tierra” y “el camino de la Torá”.

La esencia de la religión es para desarrollar en nosotros el sentido del reconocimiento del mal

Nuestros sabios dicen: «¿Acaso le importa al Señor si se sacrifica por la garganta o por detrás del cuello? Después de todo, los Mitzvot fueron entregados con el único propósito de purificar a las personas». Esta purificación ha sido ampliamente aclarada en el artículo Matán Torá (punto 2), pero aquí voy a clarificar cuál es la esencia de este desarrollo, el cual se alcanza a través de la Torá y los Mitzvot.

Tened en cuenta que es el reconocimiento del mal dentro de nosotros. Que comprometerse al cumplimiento de los Mitzvot, puede purificar gradualmente a aquellos que profundizan en ellos. Y la escala mediante la cual medimos el grado de purificación es la medida de nuestro reconocimiento del mal dentro de nosotros.

Porque en toda persona existe una tendencia natural a rechazar y erradicar de sí misma cualquier mal que exista dentro de sí. Pero la diferencia entre una persona y otra reside solamente en el reconocimiento del mal, de modo que una persona más desarrollada reconoce en sí misma un mayor grado de maldad y, por lo tanto, rechaza y aleja el mal de sí misma en mayor medida. Quien está menos desarrollado percibe solo una pequeña cantidad de mal y, por lo tanto, también rechazará una pequeña cantidad de mal, dejando dentro de sí mismo toda su corrupción, sin poder reconocerla como tal.

Para no cansar al lector, aclararemos el significado general del bien y del mal, como fue explicado en el artículo Matan Torá (punto 12). El mal, en general, no es más que el amor propio, llamado “egoísmo”, por ser opuesto a la forma del Creador, que no tiene ningún deseo de recibir para Sí Mismo, sino sólo de otorgar.

Como hemos explicado en el artículo Matán Torá, (puntos 9 al 11) el placer y la grandeza se miden según el grado de equivalencia de forma con el Creador. Y el dolor y la intolerancia se miden conforme a la magnitud de la diferencia de forma con el Creador. En consecuencia, el egoísmo es aborrecible y nos causa dolor, puesto que su forma es opuesta al Creador.

Pero esta repulsión no está dividida de igual forma en todas las almas, sino que se da en diversas medidas. La persona tosca y no desarrollada no reconoce al egoísmo como un atributo malo y, por lo tanto, lo usa abiertamente, sin ninguna vergüenza o freno. Roba y mata a plena luz del día dondequiera que ve la oportunidad. Y quien es un poco más desarrollado, siente en cierta medida que su egoísmo es malo, y al menos se avergüenza de usarlo en público, es decir, robar y matar abiertamente. Pero sigue cometiendo sus crímenes en secreto.

Aquel que está aún más desarrollado, siente su egoísmo como algo realmente aborrecible, hasta el punto de no poder tolerarlo dentro de sí y rechazarlo completamente, en la medida que lo detecta, hasta el punto de no querer ni poder disfrutar de lo que hacen para él los demás. Y entonces comienzan a surgir en él las chispas de amor hacia los demás, llamadas «altruismo», que es el atributo general de bondad.

Y esto también evoluciona gradualmente. Es decir, primero desarrolla el amor y el deseo de otorgar a su familia y a sus semejantes, como está escrito: «Y no te ocultarás de tu propia carne». Y al desarrollarse más, se expande el atributo de otorgamiento hacia todas las personas que le rodean, que son la gente de su ciudad o de su nación. Y uno sigue añadiendo hasta que finalmente desarrolla el amor por toda la humanidad.

Desarrollo consciente y desarrollo inconsciente

Hay que tener en cuenta que hay dos fuerzas que sirven para empujarnos a ascender por los peldaños de la escalera mencionada, hasta que alcancemos su extremo en el cielo, que es el punto determinado de la equivalencia de forma con nuestro Creador. La diferencia entre estas dos fuerzas es que la primera, a la cual nos referimos como «el camino del sufrimiento» o «el camino de la Tierra», nos empuja desde atrás.

Y de este camino se deriva la filosofía de la moralidad llamada Ética, que está basada en un conocimiento empírico, es decir, el análisis de la inteligencia práctica, cuya esencia es solo un resumen de los daños visibles que resultan del núcleo del egoísmo.

Todos estos experimentos llegan hasta nosotros por casualidad, es decir, no como resultado de una elección consciente, aunque ciertamente nos conducen hacia su propósito, ya que la imagen del mal va creciendo y aclarándose a nuestros sentidos. Y en la medida en la que reconocemos su daño, nos distanciamos de él y ascendemos a un peldaño más elevado en la escalera.

La segunda fuerza nos empuja conscientemente, es decir, por nuestra propia elección. Esta fuerza nos atrae desde delante, y nos referimos a ella como «El Camino de la Torá y los Mitzvot«. Al observar la Torá y los Mitzvot con el propósito de complacer a nuestro Creador, se desarrolla rápidamente en nosotros ese sentido del reconocimiento del mal, tal y como mostramos en el artículo Matan Torá.

Y aquí es donde nos beneficiamos doblemente:

A) No tenemos que esperar a que las experiencias penosas de la vida nos empujen desde atrás, cuyo incentivo se mide sólo según el grado de agonía y destrucción. Por el contrario, a través de las delicadezas sutiles que sentimos cuando trabajamos sinceramente para Él, para complacerlo, se desarrolla en nosotros un reconocimiento de la bajeza de esas chispas del amor propio, como obstáculos en nuestro camino para recibir ese sabor sutil del otorgamiento al Creador.

De modo que el sentido gradual del reconocimiento del mal va evolucionando en nosotros a través de los momentos de placer y tranquilidad, es decir, a través de la recepción del bien mientras servimos al Creador, por la sensación de gracia y de placer que alcanzamos como resultado de la equivalencia de forma con Él.

B) Ganamos tiempo, pues Él opera para “iluminarnos” lo que nos permite incrementar nuestro trabajo y acelerar el tiempo como deseamos.

La religión no es para el beneficio de las personas, sino para el beneficio de quien trabaja

Muchos están confundidos y comparan nuestra sagrada Torá con la ética. Pero esto lo experimentan porque nunca han probado en sus vidas el gusto de la religión. Yo apelo a que ellos: “Prueben y vean que el Señor es bondadoso”. Es verdad que tanto la religión como la ética aspiran a lo mismo, que es elevar al ser humano por encima de la inmundicia del limitado amor propio y llevarlo a las alturas del amor por sus semejantes.

Pero aun así, están tan distanciadas la una de la otra como la distancia entre el Pensamiento del Creador y el pensamiento de la gente, pues la religión es una extensión del Pensamiento del Creador, y la ética proviene de los pensamientos de la carne y hueso y de la experiencia de sus vidas. Por lo tanto, la diferencia entre ellas es obvia, tanto en el aspecto práctico como en su meta final. Pues el reconocimiento del bien y del mal que se desarrolla en nosotros a través del empleo de la ética, tal y como la utilizamos, es relativa al éxito de la sociedad.

En la religión, sin embargo, el reconocimiento del bien y del mal que se desarrolla en nosotros según vamos haciendo uso de ella, es relativo solamente al Creador. Es decir, desde la desigualdad de forma con el Creador hasta la equivalencia de forma con Él, la cual se llama Dvekut (adhesión) como se aclara en Matán Torá (puntos del 9 al 11).

Y asimismo las dos están completamente distanciadas la una de la otra con respecto a la Meta. Pues el propósito de la ética es el bienestar de la sociedad, desde la perspectiva de la razón práctica, derivada de las experiencias de la vida. Pero al final, este propósito no promete a sus seguidores ninguna elevación por encima de los límites de la Naturaleza. Y, por lo tanto, este propósito sigue estando sujeto a la crítica porque, ¿quién puede probarle a un individuo la magnitud del beneficio de tal camino en forma tan absoluta, que se vea impulsado a restar importancia a su propio ser en favor del bienestar de la sociedad?

Sin embargo, el objetivo de la religión promete el bienestar propio del individuo que la sigue. Pues ya hemos probado que cuando uno llega a amar a su prójimo, se encuentra en Dvekut,(adhesión) directa, que es la equivalencia de forma con el Creador, y de acuerdo con ella el ser humano pasa de su mundo limitado, lleno de impedimentos y dolor, hacia un mundo eterno de otorgamiento hacia el Señor y hacia las criaturas.

También encontraréis una diferencia significativa con respecto al apoyo, porque el empleo de la ética se apoya en el favor de la gente, lo cual es como una renta que finalmente ha sido pagada. Y cuando el ser humano crece acostumbrado a este trabajo, no podrá ascender en los grados de la ética ya que estará habituado a hacer este trabajo que está bien recompensado por la sociedad, que le paga por sus buenas obras.

Sin embargo, cuando observa la Torá y Mitzvot con el fin de complacer al Creador sin recibir ninguna recompensa, va ascendiendo los peldaños de la ética precisamente en la medida de su dedicación, puesto que no hay pago en su camino. Y va acumulando céntimo a céntimo en una gran cuenta. Y finalmente adquiere una segunda naturaleza, que es el otorgamiento a sus semejantes sin ninguna gratificación propia, salvo para las necesidades básicas de su existencia.

Ahora ya ha sido realmente liberado del encarcelamiento de la Creación, porque cuando uno detesta cualquier tipo de recepción para sí mismo y su alma, aborrece los pequeños placeres del cuerpo y el respeto, se encuentra deambulando libremente por el mundo del Creador. Y se le garantiza que nunca tropezará con daños o desgracias, ya que todo ello llega al ser humano sólo a través de la recepción para sí mismo que está impresa en él.

De este modo hemos mostrado ampliamente que el propósito de la religión es sólo para el individuo que trabaja y se dedica a ella, y no para el uso y beneficio de la gente común, aunque todas sus acciones giren alrededor del beneficio a las personas y se midan por estos actos. Esto no es sino un paso hacia la meta sublime, que es la equivalencia de forma con el Creador. Y ahora podemos comprender que el propósito de la religión se construye mientras vivimos en este mundo. Examinad con atención el artículo Matán Torá, (Entrega de la Torá), en lo referente al propósito individual y colectivo.

La Libertad

«Tallado (jarut) en las piedras»;

no lo pronuncie «tallado» (jarut), sino más bien «libertad» (jerut),

para demostrar que ellos son liberados del ángel de la muerte.

(Midrash Shmot Raba, 41)

Estas palabras necesitan ser esclarecidas, porque ¿cómo se relaciona la cuestión de la recepción de la Torá con la liberación del hombre de la muerte? Además, una vez que alcanzaron un cuerpo eterno que no puede morir, gracias a la recepción de la Torá, ¿cómo llegaron a perderlo nuevamente? ¿Puede lo eterno llegar a desaparecer?

El libre albedrío

Para poder entender el significado sublime: «libertad del ángel de la muerte «, primero debemos comprender el concepto, tal como normalmente lo entiende la humanidad.

Desde un punto de vista general, consideramos que la libertad es una ley natural, que se aplica a todo lo que está vivo. Así podemos ver que los animales que caen en cautiverio mueren cuando se les niega la libertad. Y es un testimonio verdadero que la providencia no acepta la esclavitud de ninguna criatura. No en vano la humanidad ha luchado durante los siglos pasados para lograr cierta cantidad de libertad para el individuo.

Aun así el concepto expresado en la palabra «libertad» no queda claro. Y si profundizamos en el corazón de la palabra misma, no quedará casi nada. Esto se debe a que antes de ir tras ella, se debe asumir que este atributo que llamamos “libertad” es poseído por todo individuo intrínsecamente. O sea que puede actuar según su propio libre albedrío.

El placer y el dolor

Sin embargo, cuando examinamos los actos de un individuo, encontramos que sus acciones le han sido impuestas y que ha sido obligado a actuar sin posibilidad de libertad de elección. En cierto modo, se parece a un guisado que se cocina sobre una estufa; no tiene ninguna elección aparte de cocinarse. La providencia ha apresado la vida con dos cadenas: el placer y el dolor.

Todas las criaturas vivientes carecen de libre albedrío como para elegir el dolor o rechazar el placer. Y la única ventaja que el hombre posee sobre los animales, es que puede hacer proyectos a largo plazo. Es decir, que puede aceptar una cierta cantidad de dolor a cambio de la esperanza de algún beneficio o placer futuro, a ser adquirido luego de cierto tiempo.

Pero de hecho no existe aquí más que un cálculo aparentemente comercial. Es decir que el beneficio o placer futuro será más grande que el dolor o la agonía que se ha accedido a asumir en el presente. Se trata sólo de un asunto de sustracción. Se sustrae el dolor del placer esperado, y como resultado queda aún una cierta cantidad de placer excedente.

Es así que sólo se busca el placer. Y a veces sucede que uno sufre porque finalmente no encontró el placer esperado del resultado de dicho cálculo, y se encuentra en déficit, puesto que el sufrimiento fue mayor que el placer obtenido. Todo esto se realiza al modo de los comerciantes.

Y estando todo dicho y hecho, no existe diferencia alguna entre el hombre y el animal. Y si éste es el caso, no existe libre albedrío alguno, sino meramente una fuerza de atracción que lleva hacia cualquier fuente de placer y que rechaza las circunstancias dolorosas. Y la Providencia los conduce a cada lugar que elige por medio de estas dos fuerzas, sin pedirles su opinión sobre el asunto.

Incluso la determinación del tipo de placer o beneficio se encuentra absolutamente fuera del alcance del libre albedrío de uno. Por el contrario, obedece al deseo de otros. Por ejemplo: me siento, me visto, hablo, como. No hago todo esto porque quiera sentarme de tal forma, o conversar de tal otra; o vestirme así, o comer así. Lo hago porque otros quieren que me siente, me vista, hable y coma de esa forma. Todo se realiza de conformidad con los deseos de la sociedad, y no de mi libre albedrío.

Además, en la mayoría de los casos incluso hago estas cosas contra mi voluntad, puesto que me sentiría más cómodo comportándome de una manera sencilla y sin llevar un yugo. Pero en cada movimiento estoy encadenado a los gustos y modos de los demás que constituyen la sociedad.

Entonces díganme dónde está mi libre albedrío. Por otra parte si asumimos que la voluntad carece de libertad, entonces somos todos como máquinas que operan y crean por medio de fuerzas externas, que las obligan a actuar de tal manera. Eso significa que estamos encarcelados en la prisión de la providencia, la cual usando estas dos cadenas, placer y dolor, nos empuja y nos jala según su voluntad a donde sea que considere conveniente.

Entonces resulta que al parecer no existe tal cosa en el mundo como el egoísmo, ya que nadie es verdaderamente libre ni actúa por cuenta propia; y no soy yo dueño de mis actos; y no los llevo a cabo porque los quiera ejecutar, sino porque estoy siendo operado forzosamente, sin participación alguna de mi propio parecer. Por lo tanto el castigo y la recompensa desaparecen.

Y esto es bastante extraño no sólo para el ortodoxo que cree en Su providencia, y que confía en Él sabiendo que cada uno de Sus actos está dirigido exclusivamente para hacer el mayor bien. Es aún más extraño para aquéllos que creen en la naturaleza, ya que según lo antedicho, estamos todos encarcelados por las cadenas de la naturaleza ciega; sin conocimiento ni responsabilidad algunos. ¿Y acaso nosotros, que somos la especie elegida, cuya mente y conocimiento nos distinguen, nos habremos convertido en un mero juguete en manos de la naturaleza ciega que nos extravía quién sabe adónde?

La ley de causalidad

Vale la pena tomarse un momento para comprender algo tan importante. Es decir, observar cómo existimos en el mundo en términos de «egoísmo», ya que todos y cada uno de nosotros nos consideramos como seres únicos, actuando por cuenta propia, independiente de fuerzas exteriores, ajenas y desconocidas. ¿Y de qué manera se nos revela este estado de egoísmo?

Es un hecho que existe una conexión general entre todas las piezas de la realidad que se encuentran bajo la ley de causalidad a modo de causa y efecto. Y al igual que el todo, así también cada una de las piezas en sí mismas. O sea que todas las criaturas de este mundo, comprendiendo los cuatro reinos: inanimado, vegetativo, animado y hablante, están sujetas a la ley de causalidad por la vía de causa y efecto.

Más aún, cada forma particular de comportamiento, al cual se aferra alguna criatura de este mundo, es impulsada por causas ancestrales que la fuerzan a asumir un determinado cambio de comportamiento, y no otro. Y esto resulta evidente para todo aquél que analice los comportamientos de la naturaleza desde un punto de vista puramente científico y sin prejuicios. En verdad debemos analizarlo para permitirnos poder examinarlo desde todos los ángulos.

Cuatro factores

Se debe tener presente que cada nuevo estado que aparece en los seres de este mundo, debe ser entendido no como “existencia que surge de la ausencia”, sino como “existencia que surge de la existencia”. O sea, de una entidad real que ha sido despojada de su forma anterior para asumir su forma actual.

Por lo tanto debemos entender que en cada surgimiento de este mundo existen cuatro factores; y que de estos cuatro factores juntos surge ese nuevo estado. Estos son:

  1. La base.
  2. La relación de causa y efecto. Esto está relacionado con el atributo mismo de la base, la cual permanece inalterada.
  3. La relación causa-efecto interna, que cambia como consecuencia del contacto con fuerzas externas.
  4. La causa y efecto de fuerzas ajenas, que actúan sobre ella desde afuera.

Y los aclararé uno por uno:

El primer factor: La base, la materia prima

  1. La «base», es decir, la materia prima. Está relacionada con el mismo ser, pues «no hay nada nuevo bajo el sol»; y cualquier acontecimiento que ocurra en nuestro mundo, no es “existencia que surge de la ausencia”, sino más bien “existencia que surge de la existencia”. Es una entidad que se ha despojado de su forma anterior y que ha tomado otra diferente. Y esta entidad es la que llamamos «base». En ella radica la fuerza destinada a ser revelada y determinada al final de la formación de ese nuevo estado o surgimiento. Por lo tanto, es por cierto considerada su causa principal.

El segundo factor: La relación causa-efecto que resulta de sí mismo

  1. Es una relación de causa-efecto que está relacionada con el propio atributo de la base, que no cambia. Tomen, por ejemplo, una espiga de trigo que se descompone en la tierra y como consecuencia de lo cual brotarán muchas espigas más. Así, esa fase de descomposición es lo que consideramos la «base». Es decir, que la esencia del trigo se ha despojado de su antigua forma, que es la forma del trigo, y ha tomado la forma del trigo descompuesto, que es la semilla que llamamos «base», y que ahora carece de forma alguna. Ahora, después de haberse descompuesto en la tierra se ha vuelto apta de vestirse en otra forma, que es la forma de muchas espigas de trigo, destinadas a crecer a partir de esa base que es la semilla.

Y es bien conocido por todos que esta base no está destinada a convertirse ni en cebada ni en avena, sino que sólo puede ser comparada con su antigua forma, de la cual se ha despojado: un mero tallo de trigo. Y si bien  es cierto que ha cambiado en cierto grado, tanto en calidad como en cantidad, puesto que en la forma anterior había solamente un tallo y ahora hay diez o veinte, en cuanto al gusto y al aspecto la esencia de la forma del trigo permanece inalterada.

Así, vemos que existe una relación de “causa y efecto” atribuida al propio atributo de la base, la cual nunca cambia. Pues jamás surgirá cebada de una espiga de trigo, como ya hemos mencionado. Esto representa el segundo factor.

El tercer factor: La relación interna de causa y efecto

  1. Es la consecuencia de la relación interna de “causa y efecto” de la base la que cambia al entrar en contacto con fuerzas externas a su ambiente. Es decir, que vemos que a partir de una semilla de trigo, que se descompone en la tierra, crecen muchas espigas, a veces incluso más grandes y mejores que la que era antes de la siembra.

Por consiguiente debe haber factores adicionales implicados, que han colaborado con la fuerza oculta del ambiente, es decir, la «base». Y gracias a esto, las añadiduras en calidad y en cantidad que estaban ausentes en la forma anterior del trigo, ahora se han manifestado. Estos factores son los minerales y los materiales de la tierra, la lluvia y el sol. Todos ellos operan prestando sus fuerzas y participando con la fuerza de la base misma. Y conjuntamente con la relación de “causa y efecto”, han mejorado tanto la cantidad como la calidad en ese siguiente estado.

Debemos entender que este tercer factor se une al proceso interno de la base, pues es la fuerza oculta en ésta la que controla. Que al final de cuentas todos estos cambios pertenecen al trigo y no a alguna otra planta. Por lo tanto los definimos como factores internos. Sin embargo se diferencian en todo sentido del inmutable segundo factor, pues este tercer factor cambia tanto en calidad como en cantidad.

El cuarto factor: La  relación causa-efecto a través de fuerzas ajenas

Es la relación de “causa y efecto” a través de factores ajenos que actúan sobre la base desde afuera. Esto significa que no se trata de factores que tengan una relación directa con el trigo, tales como los minerales, la lluvia y el sol; sino que son factores ajenos a él, tales como las plantas cercanas; o acontecimientos externos como el granizo, el viento, etc.

Y pueden ver que esos cuatro factores se combinan en el trigo a lo largo de todo su crecimiento. Y en cada situación particular por la que el trigo pasa en el transcurso de ese período, está condicionado por estos cuatro factores. La calidad y la cantidad de cada estado son determinadas por ellos. Y tal como lo hemos descrito para el trigo, esta regla se aplica a toda aparición o cambio de estado en el mundo; incluso a los pensamientos e ideas.

Si por ejemplo nos imaginamos un estado conceptual cualquiera en un cierto individuo, tal como un determinado estado de religiosidad en alguna persona, o un ultra-ortodoxo, o menos ortodoxo, o intermedio; entenderemos que ese estado existe y ha sido determinado en el hombre a través de los cuatro factores explicados.

Posesiones hereditarias

El primer factor es la «base», que es la primera sustancia; pues el hombre es creado a modo de “existencia a partir de la existencia”, es decir de las mentes de sus progenitores. Resulta, por lo tanto, que hasta cierto punto es como copiar de un libro a otro. Es decir, que casi todas las cuestiones que eran aceptadas y que habían sido alcanzadas por sus antepasados, han sido copiadas en él.

Pero la diferencia está en que se encuentra en una forma abstracta. Muy parecida a la del trigo que fue sembrado y que es considerado aún una semilla hasta que se haya descompuesto y se haya despojado de su forma previa. Ocurre lo mismo con la gota de semen, de la cual nace el hombre. No existe en ella nada de las formas de sus antepasados, sino únicamente fuerza abstracta.

Pues las mismas ideas que eran conceptos en sus antepasados, se han convertido en meras tendencias en él, llamadas instintos o hábitos, que lo impulsan a actuar incluso sin saber por qué. Y son, en efecto, fuerzas ocultas que ha heredado de sus antepasados. De modo que no sólo se nos transmiten, a modo de herencia de nuestros antepasados, los bienes materiales; sino que las posesiones espirituales y todos los conceptos que nuestros padres habían abordado, también llegan a nosotros a modo de herencia de generación a generación.

Y de aquí surgen varias tendencias que encontramos en la gente: una tendencia a creer o una a criticar; una tendencia a conformarse con una vida material, o un deseo en pos de ideales; o despreciando una vida de conformismo; o siendo tacaño, o condescendiente, o insolente, o tímido.

Pues todas estas tendencias que aparecen en la gente no han sido adquiridas por ellas, sino que más bien son la herencia que sus antepasados les han legado. Es sabido que en la mente humana existe un lugar particular en donde residen estas tendencias. Se llama «médula oblongata» (cerebro alargado) o subconsciente; y todas las tendencias se encuentran allí.

Pero debido a que los conceptos de nuestros antepasados, fruto de sus experiencias, se han convertido en nosotros en simples tendencias, se considera que es igual al trigo sembrado que se ha despojado de su forma anterior y que ha quedado desnudo, pero poseyendo fuerzas potenciales que habrán de adquirir formas nuevas.  Y en nuestro caso estas tendencias están destinadas a asumir la forma de ideas, que por lo tanto son  consideradas la primera sustancia. Y este es el primer factor, llamado “base”. En ella residen todas las fuerzas de las tendencias particulares que el hombre ha heredado de sus progenitores, y que definimos como “herencia ancestral”.

Debe ser tomado en cuenta que algunas de estas tendencias se manifiestan de forma negativa; es decir, opuestas a aquéllas que se encontraban en los antepasados. Es por eso que se ha dicho: «Todo lo que está oculto en el corazón del padre, se hace evidente en el hijo».

La razón para esto es que la «base» se despoja de su forma anterior para revestirse en una nueva. Por lo tanto es similar a rechazar las formas de los conceptos de sus antepasados, como el trigo que se descompone en la tierra y pierde enteramente la forma del grano. Sin embargo, todavía depende de los otros tres factores.

La influencia del entorno

El segundo factor es el efecto directo de la relación de “causa y efecto” relacionada con el atributo mismo de la base, que no  cambia. Esto quiere decir, como lo hemos explicado con el trigo que se descompone en la tierra, que el entorno en el cual descansa la base, tales como el suelo, los minerales y la lluvia, el aire y el sol; actúa sobre la siembra, como ya lo hemos dicho, a través de una larga cadena de causa y efecto por medio de un proceso largo y progresivo, paso a paso, hasta que madura.

Y la base ha vuelto a tomar su forma anterior; es decir, la forma del trigo, pero con una calidad y cantidad diferentes. Y su aspecto general permanece completamente inalterado, pues no crecerán de ella ni cebada ni avena. Cambian en cuanto a su aspecto particular en cantidad, pues de una espiga salen una docena o dos docenas de espigas; y cambian en cuanto a su calidad, que es mejor o peor que la forma anterior del trigo.

Ocurre lo mismo aquí, pues el hombre, como una «base», es colocado en el entorno; o sea, en la sociedad. Y está forzado a ser influido por ella, al igual que el trigo por su ambiente, pues la base no es más que una forma en bruto. Así, a través del contacto con su entorno y con el ambiente, absorbe las impresiones de los demás a través de un proceso gradual, o través de una cadena de situaciones; una por una, como una relación de causa y efecto.

En ese momento las tendencias incluidas en su base toman la forma de conceptos. Si por ejemplo el individuo hereda de sus ancestros una tendencia a la tacañería, entonces cuando crezca construirá conceptos e ideas que lo predispondrán a ser tacaño y a ver las ventajas en ello. Así, aunque su padre hubiera sido generoso, él podría heredar de él la tendencia negativa; o sea, la tacañería, pues lo ausente es tan hereditario como la presente.

O si uno hereda de sus ancestros una tendencia a ser de mente abierta, construirá para sí mismo ideas de las que derivará conclusiones que confirmen que es bueno ser así. ¿Pero de dónde provienen todas esas conclusiones y razones? Uno las toma de su entorno, inconscientemente, ya que éste implanta sus opiniones y gustos en él mediante un desarrollo progresivo de relación causa y efecto.

Y todo esto se realiza de tal suerte que  el hombre las considera como propias; como si las hubiera adquirido a través de su libertad de pensamiento. Aquí también, al igual que con el grano del trigo, existe una parte inmutable de la base, que corresponde a las tendencias heredadas que permanecerán inalteradas respecto de las de sus ancestros.

Éste es el segundo factor.

EL hábito se vuelve segunda naturaleza

El tercer factor es el resultado directo de la ley de causa y efecto, por la cual atraviesa la base hasta alterarse. Pues debido a que, gracias al entorno, las tendencias heredadas en el hombre se han convertido en conceptos, vemos que aquéllas trabajan en la dirección que estos conceptos definen. Por ejemplo, un hombre de naturaleza tacaña, cuya tendencia se ha convertido en un concepto a través de la sociedad, podrá ahora comprender la tacañería desde un punto de vista razonable.

Supongamos que este comportamiento le sirve de  mecanismo de defensa, para evitar depender de otros. Vemos que esta persona se encuentra en una escala de tacañería; y si desapareciera ese temor del cual se está defendiendo, podría abandonar este rasgo por algún tiempo. Así resulta que habría cambiado para bien respecto de la tendencia original que había heredado de sus antepasados. A veces uno incluso logra extirpar totalmente una mala tendencia. Esto se obtiene a través del hábito, que puede llegar a convertirse en una segunda naturaleza.

En cuanto a esto, la fuerza del hombre es mayor que la de una planta, ya que el grano de trigo no puede cambiar más que en su parte interna; mientras que el hombre posee la facultad de cambiar a través del poder de la relación de causa y efecto del entorno, incluso en las partes generales. Esto quiere decir extirpar totalmente una tendencia y volcarse a la opuesta.

Factores externos

El cuarto factor es el comportamiento de la ley de causa y efecto que afecta la base por medio de fuerzas que son completamente ajenas a ella, y que actúan sobre ella desde afuera. Es decir, que estas fuerzas no están relacionadas con el proceso de crecimiento de la base, actuando directamente sobre ella; sino que en cambio operan sobre ella indirectamente. Por ejemplo: los problemas económicos, la dura carga de la vida diaria, los vientos, etc., que en sí mismos desencadenan un completo, lento y gradual orden de situaciones a través de la ley de causa y efecto, que transforman los conceptos del hombre para bien o para mal.

Así pues, he presentado los cuatro factores naturales de los cuales cada uno de los pensamientos e ideas que vienen a nuestras mentes son sus productos. Y aunque el hombre se sentara a meditar el día entero, no sería capaz de agregar o de cambiar nada a lo que esos cuatro factores le proporcionan. Cualquier adición que pueda realizar, será en cantidad: ya se trate de una inteligencia mayor o de una menor, no podrá agregar lo más mínimo en cuanto a la calidad. Esto se debe a que estos factores determinan en nosotros el tipo y forma de la idea y de la conclusión de una manera contundente. Así, pues, estamos en manos de estos cuatro factores, como la arcilla en las manos de un alfarero.

Libre albedrío

Sin embargo, cuando examinamos estos cuatro factores, encontramos que aunque nuestra fuerza no alcance para enfrentar el primer factor, que es la «base», aún disponemos de la capacidad y del libre albedrío para protegernos de los otros tres factores mediante los cuales la base cambia en sus partes individuales. A veces también cambia en su parte general por medio del hábito, que lo dota de una segunda naturaleza.

El ambiente como un factor

Esa protección implica que siempre podemos agregar algo al elegir nuestro entorno, que está comprendido por los amigos, los libros, los maestros, etcétera. Al igual que una persona que ha heredado de su padre unas pocas espigas de trigo; que puede hacer crecer, a partir de esta pequeña cantidad, docenas de espigas por medio de su elección del ambiente adecuado para su «base», que sería la tierra fértil, con todos los minerales necesarios y los recursos necesarios y materias primas para nutrirla de manera abundante.

Existe también la cuestión del trabajo de mejorar las condiciones ambientales para satisfacer las necesidades de la planta y de su crecimiento, pues el sabio hará bien en elegir las mejores condiciones, y encontrará bendición en su trabajo. En cambio el necio tomará lo que sea que encuentre ante sí, y así hará de su siembra una maldición, en lugar de una bendición.

Así, todo su mérito y su espíritu dependen de la elección del ambiente en el cual sembrar el trigo. Pero una vez que ha sido sembrado en el lugar elegido, su forma entera estará determinada por la medida de lo que el ambiente pueda proveerle.

Tal es el caso con el tema en cuestión, pues es cierto que la voluntad no es libre, sino que está marcada por los cuatro factores anteriores. Y uno se ve forzado a pensar y a examinar como ellos sugieren, desprovisto de cualquier posibilidad de escrutinio o de cambio, al igual que el grano de trigo en su ambiente.

Sin embargo existe libre albedrío para elegir, al principio, un entorno que le provea buenos conceptos: libros y otras guías de este tipo. Y si uno no lo hace, y en cambio prefiere introducirse en cualquier ambiente y leer cualquier libro que caiga en sus manos, estará sujeto a caer en un mal ambiente, o a desperdiciar su tiempo en libros inútiles, que son abundantes y más fáciles de encontrar, y que lo obligan a incurrir en concepciones desviadas que lo llevarán a pecar y a condenar. Ciertamente será castigado; no debido a sus pensamientos y acciones malvados, respecto de los cuales no tiene elección alguna, sino porque no escogió el ambiente adecuado, ya que como hemos visto, en eso definitivamente existe una elección.

Por lo tanto, quien se continuamente esfuerza  en escoger un ambiente mejor, es digno de alabanza y de recompensa. Pero también aquí, no debido a sus buenas acciones o pensamientos, los cuales se manifiestan en él sin que los elija, sino por su esfuerzo de conseguir un buen ambiente que le brinde estos pensamientos y acciones buenos. Como el Rabí Yehoshua Ben Perajia dijo: «Hazte de un maestro y cómprate un amigo».

El deber de elegir un buen ambiente

Ahora se pueden comprender las palabras de Rabí Yosi Ben Kisma (Avot 86), quien en respuesta a una oferta de mudarse a otra ciudad, pagándosele por ello miles de monedas de oro, contestó: «Aunque me diera todo el oro y la plata, y todas las  joyas del mundo, viviré sólo en un lugar de Torá».

Estas palabras suenan demasiado sublimes para nuestra mentes simples, pues ¿cómo puede ser que haya renunciado a miles de monedas de oro por algo tan trivial como vivir en una lugar donde no haya discípulos de la Torá, cuando él mismo era un gran sabio que no necesitaba aprender de nadie? ¡De verdad, un gran misterio!

Pero, como hemos visto, es algo sencillo que debe ser observado por todos y cada uno de nosotros. Pues aunque cada uno posea «su propia base», las fuerzas no se revelan abiertamente, sino a través del ambiente en el cual uno se encuentra. Ocurre lo mismo con el trigo sembrado en la tierra, cuyas fuerzas no se manifiestan, sino a través del ambiente, que está comprendido por la tierra, la lluvia y la luz del sol.

De este modo el Rabí Yosi Ben Kisma asumió correctamente que si abandonaba el buen ambiente que había elegido e iba a parar a un ambiente dañino, es decir, a un lugar sin discípulos de la Torá, no solamente se verían comprometidos sus conceptos previos, sino que todas las demás fuerzas ocultas en su base, que aún no había revelado en acción, permanecerían ocultas. Esto se debe a que no estarían circunscriptas al ambiente adecuado que las pudiera activar.

Y como lo hemos explicado antes, sólo en lo referente a la elección del ambiente se mide el control que un hombre tiene sobre sí mismo, y por esto se hace digno de alabanza o de castigo. Por eso uno no debería sorprenderse al ver a un hombre sabio como el Rabí Yosi Ben Kisma elegir el bien y rechazar el mal; y por no haberse tentado con cosas materiales y corporales, como se deduce aquí: «Cuando uno muere no se lleva consigo plata u oro, o joyas, sino sólo las buenas acciones y la Torá». Y entonces nuestros sabios nos advirtieron: «Hazte de un maestro y cómprate un amigo», así como elegir los libros adecuados, como ya ha sido mencionado. Pues sólo por esto puede uno ser reprendido o elogiado. O sea, por la elección del entorno. Pero una vez que ha elegido ese entorno, está en sus manos como la arcilla en las manos del alfarero.

El control de la mente sobre el Cuerpo

Algunos sabios hombres contemporáneos, luego de haber meditado sobre el tema anterior, y viendo  cómo la mente del hombre no es más que el fruto que crece a partir de los acontecimientos de la vida, concluyeron que el cerebro no posee control alguno sobre el cuerpo, sino que son solamente los acontecimientos de la vida, grabados en la corteza del cerebro, los que controlan y activan al hombre. Y la mente de un hombre se asemeja a un espejo que refleja las formas que están delante de sí, pues aunque el espejo sea el portador de estas formas, no puede activarlas ni moverlas.

Lo mismo ocurre con la mente. Aunque ésta pueda observar y reconocer los acontecimientos de la vida en todos sus niveles de causa y efecto, en última instancia sigue siendo incapaz de controlar al cuerpo para ponerlo en movimiento Es decir, acercarlo más al bien o alejarlo más del mal, porque lo espiritual y lo físico están completamente alejados uno del otro. Y no puede existir ningún instrumento intermediario entre ellos para permitir a la mente activar al cuerpo y actuar sobre él, como lo hemos explicado en profundidad.

Pero allí donde ellos aciertan, también yerran. Porque la imaginación del hombre le sirve como el microscopio sirve al ojo, sin el cual no podría observar ninguna cosa dañina debido a su minúsculo tamaño. Pero en cuanto ha observado el factor dañino a través del microscopio, se distancia del mismo.

Resulta que es el microscopio el que lleva al hombre a distanciarse del elemento dañino, y no el sentido en sí mismo, pues el sentido no lo había detectado en un principio. Y en ese grado el cerebro controla totalmente el cuerpo del hombre para distanciarlo del mal y acercarlo al bien. Esto quiere decir que en todos aquellos campos en los cuales el atributo del cuerpo falla en reconocer al factor como benéfico o como dañino, allí necesita del ingenio de la mente.

Además, ya que el hombre conoce su mente, que es un resultado verdadero de las experiencias de la vida, puede tomar la inteligencia y el conocimiento de una persona de confianza, y aceptarlos como una ley, aunque los acontecimientos de su vida aún no le hayan revelado estos conceptos. Ocurre lo mismo con la persona que pide consejo a un médico, y que le obedece aun cuando no entienda nada con su propia mente. De este modo uno usa la mente de otros tanto como usa la suya propia.

Como lo hemos aclarado antes, existen dos caminos a través de los cuales la providencia se asegura de que el hombre llegue a ese objetivo resuelto. Estos son:

  1. El camino del sufrimiento
  2. El camino de Torá

Toda la claridad en el camino de la Torá se deriva de eso. Pues respecto de estos claros conceptos que fueron revelados y reconocidos luego de una larga cadena de acontecimientos en las vidas de los profetas y de otros hombres de Dios, finalmente llega un hombre que los utiliza plenamente y se beneficia de ellos como si estos conceptos provinieran de los acontecimientos de su propia vida. Así, puede verse que uno se libera de todas las dificultades que debe experimentar antes de poder desarrollar esa mente clara por sí mismo. De este modo se ahorra tiempo y sufrimiento.

Esto puede compararse con un hombre enfermo que no desea obedecer las órdenes del médico sin antes entender cómo aquel tratamiento lo podría curar, y comienza a estudiar medicina. Podría morir por su enfermedad antes de llegar a entender la sabiduría de la medicina.

Así es el camino del sufrimiento, en oposición al camino de la Torá. Pues quien no cree en los conceptos que la Torá y las profecías le aconsejan adoptar sin entendimiento previo, deberá alcanzarlos por sí mismo. Es decir, sólo siguiendo la cadena de causa y efecto ligada a los acontecimientos de su vida, que son experiencias que aceleran el proceso y capaces de desarrollar el sentido del conocimiento del mal en sí mismo, como lo hemos visto, y sin pedirle su opinión, pero porque se esfuerza en conseguir un ambiente bueno que lo llevará a reconocer esos buenos pensamientos y acciones.

La libertad del individuo

Ahora hemos llegado a un entendimiento minucioso de la libertad del individuo. Sin embargo, esto se relaciona solamente con el primer factor, que es la «base»,  la materia prima de cada hombre. Es decir, todas las características que heredamos de nuestros antepasados, y por las que nos diferenciamos unos de otros.

Porque incluso cuando miles de personas compartan el mismo ambiente, de tal modo que los otros tres factores actúen igualmente sobre ellas, no se encontrarán a dos personas que compartan el mismo atributo. Esto se debe a que cada una de ellas tiene su propia «base», que es única. Ocurre lo mismo que con la base del trigo, pues aunque éste cambie mucho por el poder de los tres factores restantes, aun así conservará la forma preliminar del trigo, y jamás adoptará otra forma.

La forma general del progenitor jamás se pierde

Así es que cada «base» que se había despojado de la forma preliminar del progenitor, y que había adoptado una forma nueva como consecuencia de los tres factores que le habían sido agregados, y como consecuencia de lo cual había cambiado sustancialmente, aún conserva la forma general del progenitor y jamás adoptará la forma de otra persona que se le parezca, de mismo modo que la avena nunca se parecerá al trigo.

Así, todas y cada una de las bases son, en sí mismas, una larga cadena que comprende varios cientos de generaciones. Y la base incluye las ideas de todas ellas. Pero éstas no se revelan en uno de la misma manera en que lo hicieron en sus ancestros, que es en la forma de ideas; sino sólo como formas abstractas. Por lo tanto existen en uno bajo la forma de fuerzas abstractas, llamadas «tendencias» «e «instintos», sin que uno conozca la razón o el porqué de cada cosa que hace. Así, nunca pueden existir dos personas con el mismo atributo.

La necesidad de preservar la libertad del individuo

Se debe saber que ésta es la única posesión verdadera del individuo, que no debe ser dañada o alterada. Pues finalmente estas tendencias que existen en la base se materializarán y adoptarán la forma de ideas cuando ese individuo crezca y alcance una mente propia, como resultado de la ley de evolución que controla esa cadena y la empuja siempre hacia adelante. También aprenderemos que todas y cada una de las tendencias están destinadas a convertirse en conceptos sublimes de inmensurable valor.

Resulta que quien erradica alguna tendencia de algún individuo, y la desarraiga, ocasiona la pérdida para el mundo de aquel sublime y maravilloso concepto destinado a materializarse al final de esa cadena. La razón para esto es que esa tendencia jamás volverá a existir en ningún otro cuerpo, excepto ese cuerpo particular.

De este modo entendemos que cuando una tendencia particular adopta la forma de un concepto, deja de ser posible distinguirla como buena o mala. En cambio, tales distinciones sólo pueden existir cuando son todavía tendencias o conceptos inmaduros; y de ningún modo puede reconocerse esto cuando adoptan la forma de verdaderos conceptos.

De lo anterior aprendemos cuan grave es el error que infligen aquellas naciones que fuerzan su reinado sobre minorías, privándolas de libertad, de la capacidad de vivir sus vidas por medio de las tendencias que han heredado de sus antepasados. Ellas son consideradas no menos que como asesinas.

Incluso aquéllos que no creen en la religión ni en la providencia, pueden comprender el deber de conservar la libertad del individuo, observando los sistemas de naturaleza. Pues podemos ver que cada nación que alguna vez cayó, llegó a ello a causa de la opresión de las minorías y de los individuos, que por tal motivo se rebelaron contra ella y ocasionaron su ruina. Por lo tanto queda claro que la paz no puede existir en el mundo si no tomamos en consideración la libertad del individuo. Sin ésta, la paz jamás podrá llegar a ser, y la ruina prevalecerá.

De este modo hemos definido la esencia del individuo con exactitud extrema, después de la deducción de todo lo que él absorbe del público general. Pero ahora nos enfrentamos con la siguiente pregunta: ¿Dónde se encuentra el individuo en sí mismo, después de todo? Pues todo lo que hemos dicho hasta ahora es tomado como la característica del individuo, heredada de sus antepasados. Pero, ¿dónde está el individuo en sí mismo? ¿Dónde está aquél que es el heredero, y que exige que protejamos su propiedad?

Pero de todo lo que ha sido dicho hasta ahora, aún no hemos encontrado el punto del ego, o el «yo» en el hombre, que lo posicionaría ante nuestros ojos como una unidad independiente. Pero finalmente, ¿qué debo hacer con el primer factor, que es una larga cadena comprendida por miles de personas, una tras otra, de generación en generación, y que determinan la imagen en el individuo como a un heredero? Y ¿qué es lo que debo hacer con los otros tres factores, comprendidos por miles de personas puestas unas frente a otras en una generación? Lo esencial es que cada individuo es sólo una máquina pública esperando ser usada por los demás como éstos consideren oportuno. Es decir, que como resultado de todo lo anterior está sujeto a dos tipos de público:

  1. Desde la perspectiva del primer factor, y como resultado de éste, está sujeto a un público extenso de generaciones pasadas, sucediéndose unos tras otros.
  2. Desde la perspectiva de los otros tres factores, y como resultado de ellos, está sujeto a su generación contemporánea.

Y esto es, en verdad, una cuestión universal. Por eso hay muchos que se oponen al método anterior, natural; aunque reconocen su validez. Y a cambio adoptan métodos metafísicos, o dualistas, o trascendentalistas, para así crear para sí mismos alguna imagen de algún objeto espiritual, y cómo éste se asienta dentro del cuerpo o del alma. Y ésa es el alma que aprende y que maneja al cuerpo; y ésa es la esencia del hombre, su  «yo».

Y quizás estas interpretaciones puedan aliviar la mente de uno; pero el problema es que no tienen ninguna solución científica en cuanto a cómo es posible que un objeto espiritual pueda tener algún tipo de contacto con átomos físicos, para así inducirlos a algún tipo de movimiento. Y su sabiduría no les ha ayudado a encontrar un puente para atravesar esa amplia y profunda grieta que se extiende entre la entidad espiritual y el átomo corporal. Así, vemos que la ciencia no ha ganado nada de todos estos métodos metafísicos.

El deseo de recibir – existencia a partir de la ausencia

Sólo necesitamos la sabiduría de la Cabalá para avanzar un paso hacia adelante de una manera científica, pues toda la sabiduría de los mundos está incluida en la sabiduría de la Cabalá. Aprendemos, en el tema de «las luces y vasijas espirituales», que la principal novedad desde el punto de vista de la Creación, donde Él ha creado existencia a partir de la ausencia, implica un único aspecto, definido como el «deseo de recibir». Todos los demás aspectos de la Creación entera, definitivamente no constituyen novedad alguna, ya que no son existencia a partir de la ausencia, sino existencia a partir de la existencia. Es decir, que son extraídos directamente de Su esencia, como la luz que se extiende del sol. Aquí tampoco existe nada nuevo, puesto que la sustancia del sol se extiende hacia afuera.

Pero el deseo de recibir, sin embargo, es absolutamente novedoso. Es decir, que antes de la Creación tal cosa no existía en realidad, porque Él no posee ningún aspecto del deseo de recibir, ya que Él precede a todo. Por tal motivo, ¿de quién podría Él recibir? Por lo tanto, ese deseo de recibir que Él extrajo como existencia a partir de la ausencia, es absolutamente nuevo. Pero todo el resto no tiene novedad alguna, como para ser considerado «creación». Así, todas las vasijas y los cuerpos, tanto de mundos espirituales como de físicos, son considerados sustancia material o espiritual, de una naturaleza de «desear recibir».

Dos fuerzas en el deseo de recibir: la fuerza de atracción  y la fuerza de rechazo

Y es necesario ver más lejos, pues en esa fuerza, llamada el «deseo de recibir», distinguimos dos fuerzas más:

  1. La fuerza de atracción.
  2. La fuerza de rechazo.

Esto se debe a que cada cuerpo o vasija, definida por el deseo de recibir, realmente está limitado en cuanto a la calidad y la cantidad que recibirá. Por lo tanto, toda la cantidad y la calidad que están fuera de sus límites, parecen ir contra su naturaleza, y por lo tanto los rechaza. Así, aunque ese  «deseo de recibir» sea considerado una fuerza de atracción, está determinado a convertirse también en una fuerza de rechazo.

Una única ley para todos los mundos

Aunque la sabiduría de la Cabalá no hace ninguna mención de nuestro mundo corpóreo, existe solamente una única ley para todos los mundos. Por lo tanto todas las entidades corpóreas de nuestro mundo, es decir, todo lo que hay dentro de ese espacio, sea inanimado, vegetativo, animado, espiritual o un objeto corpóreo; si queremos distinguir el aspecto único y propio de cada uno de ellos, cómo se distinguen el uno del otro hasta en la más pequeña de las partículas, se reduce meramente a un «deseo de recibir» que determina toda su forma particular, desde el  punto de vista de la creación renovada, limitándola tanto en cantidad como en calidad, e induciendo la presencia de la fuerza de atracción y de la de rechazo.

Pero todo lo demás, aparte de esas dos fuerzas, es considerado la Abundancia de Su esencia. Y esta Abundancia es igual para todas las criaturas, puesto que no se le atribuye novedad alguna a través de la creación, siendo meramente una extensión de lo ya existente. Y no puede ser atribuida a ninguna unidad en particular, sino sólo a cosas que sean común a todas las partes de la creación, pequeña o grande. Cada una de éstas recibe esa abundancia según su deseo de recibir. Y de acuerdo con esta limitación se define cada individuo y cada unidad.

De este modo he probado, de una forma evidente y científica, el yo (ego) de todo individuo, a prueba de críticas desde todos los aspectos, incluso con respecto al sistema de los materialistas fanáticos automáticos. De ahora en adelante no necesitamos aquellos métodos tullidos, imbuidos en la metafísica.

Y desde luego no hace diferencia alguna que esta fuerza, que es el deseo de recibir, sea el resultado y fruto de la estructura que se había manifestado a través de la química, o que la estructura sea resultado y fruto de esa fuerza. Pues sabemos que lo principal es que sólo esta fuerza, impresa en cada ser y en cada átomo del «deseo de recibir» dentro de sus límites, es considerada la unidad, a partir de lo cual es separada de su entorno. Y esto es verdad tanto para un átomo solo como para un grupo de átomos, llamados un cuerpo.

Y todos los demás aspectos donde existe algún excedente de esa fuerza, no están relacionados de modo alguno con esa partícula o grupo de partículas, ya sea del aspecto de su «yo» o solamente en general, lo cual es la abundancia extendida a ellos de Dios. Esto es común para todas las partes de la Creación, sin distinguir ningún cuerpo creado en particular.

Ahora entenderemos el asunto de “la libertad del individuo» según la definición del primer factor, al que llamamos la «base», sobre la cual todas las generaciones anteriores, que son los antepasados de aquel individuo, han impreso su naturaleza. Y, como ya hemos aclarado, el significado de la palabra “individuo” significa meramente las fronteras del «deseo de recibir» impreso en su grupo de partículas.

Así, se puede ver que todas las tendencias que la persona ha heredado de sus antepasados son ciertamente nada más que las fronteras de su «deseo de recibir», ya sea del lado de la fuerza de atracción, o del lado de la fuerza del rechazo que está en él, y que aparece ante nosotros como tendencias para la tacañería o la generosidad; una tendencia a integrarse o a quedarse aislado, etc.

Por esto, aquéllos son realmente su «yo» (el ego) que está luchando por su existencia. Así, si erradicamos aunque sea una sola tendencia de un individuo particular, se considera como si estuviéramos amputando un órgano real de su esencia. Y esto también es considerado una pérdida real para la Creación entera, pues no hay ni habrá jamás ninguna otra como aquélla en el mundo entero.

Luego de haber clarificado a fondo el justo derecho del individuo según la ley natural, volteemos a mirar cuán práctica es ésta, sin comprometer la teoría de la ética y la diplomacia. Y lo más importante: cuán apropiadamente se aplica esto por nuestra santa Torá.

Seguir a la colectividad

Nuestras escrituras dicen: «Sigue a la colectividad». Esto significa que dondequiera que surja una discusión entre la colectividad y el individuo, estamos obligados a regirnos según la voluntad de la primera. Así, se puede ver que la colectividad posee un derecho de expropiar la libertad al individuo.

Pero aquí nos enfrentamos con una pregunta diferente; aún más seria que la primera, pues esta ley hace retroceder a la humanidad en vez de hacerla avanzar. Porque mientras que la mayor parte de humanidad se encuentra aún subdesarrollada, y los desarrollados son siempre apenas una pequeña minoría, resulta que si se siguiera la voluntad de la colectividad, compuesta por los subdesarrollados y por aquéllos de corazón precipitado, entonces las opiniones y los deseos de los sabios y desarrollados, que son siempre la minoría, nunca serán tenidos en cuenta. Así, pues, se estará sellando el destino de la humanidad a la regresión, ya que ésta no será capaz de dar ni un sólo paso hacia adelante.

Sin embargo, como dice en el ”Ensayo de La Paz» acerca de la » obligación de prudencia para con las leyes de la naturaleza», puesto que estamos ordenados por la Providencia a llevar una vida social, estamos obligados a observar todas las reglas que tratan acerca del mantenimiento de la sociedad. Y si subestimáramos su importancia aunque fuera en el más mínimo grado, la naturaleza se vengaría de nosotros, independientemente de nuestro entendimiento de la razón que subyace en la ley.

Y podemos ver que no existe ningún otro arreglo respecto de cómo vivir dentro de nuestra sociedad, sino a través de «Seguir a la mayoría», que pone orden a cada discusión y tribulación que surja en la sociedad. Así, esta ley es el único instrumento que provee un derecho de existir a la sociedad. Por lo tanto se considera uno de los preceptos naturales de la providencia, y debemos aceptarla y obedecerla meticulosamente, independientemente de nuestro entendimiento.

Es igual a todos los demás preceptos (Mitzvot) de la Torá que comprenden todos las leyes de la naturaleza y Su providencia, y que nos llegan de arriba hacia abajo. Y ya he descrito cómo toda la obstinación que observamos en el comportamiento de la naturaleza en este mundo, se debe sólo a que este comportamiento se extiende y es tomado de leyes y conductas de mundos espirituales superiores a éste.

Por lo tanto también puede entenderse que las Mitzvot en la Torá no son más que leyes y conductas puestas en mundos superiores, que son las raíces de todas las conductas de la naturaleza en este mundo. Así, las leyes de la Torá siempre corresponden con las leyes de la naturaleza en este mundo, cual dos gotas en un estanque. De este modo hemos demostrado que la ley de «Seguir a la mayoría» es la ley de la providencia y de la naturaleza.

Un camino de Torá y un camino de sufrimiento

La pregunta acerca del retroceso que se había producido como consecuencia de aquella ley, aún no está resuelta. Y ciertamente es nuestra preocupación encontrar un modo de reparar esto. Pero la providencia, en sí, no carece de nada a causa de esto, pues ya ha envuelto profundamente a la humanidad dentro dos caminos: el «Camino de la Torá» y el «Camino del Sufrimiento». De modo tal, que es una garantía del desarrollo continuo de la humanidad, y del progreso hacia el final, sin ninguna reserva. De verdad, obedecer esta ley es un compromiso natural y necesario.

El derecho de la colectividad de expropiar la libertad del individuo

Y debemos ir más allá al preguntar, pues las cosas se justifican cuando los asuntos giran en torno de los problemas entre dos personas. Entonces podemos aceptar la ley de «Seguir a la colectividad «, a través de la obligación de la providencia, que nos instruye a velar por el bienestar y la felicidad de mis amigos. Pero la ley de «Seguir a la colectividad» es válida para la Torá en asuntos que refieren a discusiones entre el hombre y Dios, aunque estos asuntos parezcan ser irrelevantes para la existencia de la sociedad.

Por lo tanto, la pregunta sigue en pie: ¿Cómo podemos justificar esa ley que nos obliga a aceptar la opinión de la colectividad, siendo ésta, como hemos dicho, subdesarrollada; y rechazar y anular la opinión de aquéllos más desarrollado, que son siempre una pequeña minoría?

Pero, como hemos mostrado, las Mitzvot y la Torá no fueron entregadas sino para purificar a Israel. Es decir, para desarrollar en nosotros el sentido de reconocimiento del mal, impreso en nosotros desde nuestro nacimiento, y que generalmente se define como nuestro amor propio. Y también fueron entregadas para alcanzar el bien en pureza, definido como «Amor al Prójimo», y que es el único camino hacia el amor de Dios.

Y los preceptos entre el hombre y Dios caen dentro de este criterio, pues son los instrumentos de la virtud que separan al hombre del amor propio, el cual es dañino para la sociedad. Por lo tanto queda en evidencia que los temas de discusión en cuanto a los preceptos entre el hombre y Dios, se relacionan con el problema del derecho a existir de la sociedad. Así, éstos también caen dentro del marco de «seguir a la colectividad».

Ahora podemos comprender el modo de discriminar entre la Halaja (ley judía) y la Aggadá (un tipo de literatura judía). Pues sólo en la Halaja existe la ley de «el individuo y la colectividad, siendo la Halaja la colectividad». Y esto no se da en la Aggadá, porque los asuntos de la ésta trascienden aquéllos que conciernen a la existencia de la sociedad. Esto se debe a que trata exactamente del tema de la conducta de la gente en asuntos relacionados con el hombre y con Dios, en ese mismo ámbito donde no hay punto de contacto con la existencia y la felicidad física de la sociedad.

Así, no existe justificación alguna para que la colectividad anule la opinión del individuo y «cada hombre hizo aquello que estaba bien a sus propios ojos». Mientras que, en cuanto a las Halajot (leyes rituales judías que tratan de algún asunto específico), que tratan de la observación de los preceptos de la Torá, todos caen bajo la supervisión de la sociedad, ya que no puede existir ningún orden, salvo a través de la ley de «seguir a la mayoría».

La sociedad debería seguir la ley de «Seguir a la colectividad»

Ahora hemos alcanzado una clara comprensión acerca de la sentencia de la libertad del individuo. Porque de veras surge la siguiente pregunta: ¿de dónde adquirió, la colectividad, el derecho de expropiar la libertad del individuo y negarle lo más preciado de la vida, que es la libertad? Aparentemente no existe aquí más que fuerza bruta.

Pero como claramente ya hemos explicado antes, es una ley natural y el decreto de la providencia que debido a que ésta nos fuerza a llevar una vida social, es obvio que cada persona está obligada a asegurar la existencia y el bienestar de la sociedad. Y esto no puede procurarse, sino imponiendo la conducta de «Seguir a la colectividad», e ignorando la opinión del individuo.

Así, puede verse que éste es el origen de cada derecho y cada justificación que la colectividad tiene para expropiar la libertad del individuo contra su voluntad, colocándolo bajo su autoridad. Por lo tanto se entiende que con respecto a todos aquellos asuntos que no conciernen a la existencia de la vida material de la sociedad, no existe justificación alguna para que la colectividad robe y abuse de la libertad del individuo en modo alguno. Y si lo hace, los responsables de ello serán ladrones que prefieren la fuerza bruta a cualquier derecho y justicia en el mundo, porque aquí no aplica la obligación del individuo respecto de obedecer la voluntad de la colectividad.

«Seguir a la colectividad» en el ámbito de la espiritualidad

Resulta que, en cuanto concierne a la vida espiritual, no existe obligación natural alguna para el individuo, de atenerse a la sociedad en modo alguno. Por el contrario, aquí aplica una ley natural sobre la colectividad, de someterse a la autoridad del individuo. Y esto está clarificado en el artículo de «La Paz», donde explica que hay dos caminos en los cuales la providencia nos ha envuelto y cercado, para traernos hasta el final a través de ellos. Éstos son:

  1.   Un Camino de Sufrimiento, que nos impone ese desarrollo independientemente de nuestra opinión.
  2. Un Camino de Torá, que nos desarrolla conscientemente, sin sufrimiento ni coerción.

Y ya que en cada generación el mayor desarrollo corresponde definitivamente al individuo, resulta que cuando la gente común desea liberarse de su terrible agonía y asumir el desarrollo consciente, que es el Camino de la Torá, no tiene otra alternativa más que someterse a sí misma y a su libertad física, a la disciplina del individuo, y obedecer las órdenes y remedios que éste le ofrezca.

De este modo vemos que en asuntos espirituales no rige la autoridad de la colectividad, y en cambio se aplica la ley de «Seguir al Individuo (desarrollado)», pues es vemos claramente que los más desarrollados y educados en cada sociedad conforman siempre una pequeña minoría. Por lo tanto resulta que el éxito y el bienestar espiritual de la sociedad, quedan sellados y determinados por las manos de unos pocos.

Por lo tanto la colectividad está obligada a observar meticulosamente la opinión de la minoría para que ésta no desaparezca del mundo, pues debe tener bien claro, y absoluta certeza, que las opiniones más desarrolladas y más acertadas nunca están en manos de la autoridad colectiva, sino por el contrario están en manos de los más débiles, es decir, en manos de una minoría indistinguible. Porque toda sabiduría y todo aquello que es preciado, llega al mundo en pequeñas cantidades. Por eso se nos advierte de preservar las opiniones de cada individuo, debido a la incapacidad de la colectividad para determinar el bien y el mal en cada uno.

La crítica conduce al éxito. La falta de ella conduce a la degeneración

Debemos agregar, que la realidad nos ofrece una visión extremadamente contradictoria en los asuntos físicos, en cuanto a los conceptos e ideas planteados en el tema anterior. Esto se debe a que el asunto de la unidad social, que puede ser una fuente de toda alegría y todo éxito, se practica únicamente entre cuerpos y cuestiones corporales en las personas; y la separación entre ellos es el origen de toda calamidad y desgracia.

Pero en cuanto a los conceptos e ideas sucede completamente lo opuesto. Es decir, porque la unidad y la falta de crítica son consideradas la fuente de todo el fracaso, y el mayor obstáculo a todo progreso y a la fertilización didáctica. Pues llegar a la conclusión correcta depende principalmente de la multiplicidad de desacuerdos y de la separación entre opiniones. Cuantas más contradicciones haya entre las opiniones, y cuanta más crítica haya, más aumentarán el conocimiento y la sabiduría; y los asuntos se tornarán más aptos para el examen crítico.

La degeneración y el fracaso de la inteligencia derivan sólo de la falta de crítica y de desacuerdo. Vemos claramente que la base para el éxito físico es la medida de la unidad de la sociedad, y la base para el éxito de la inteligencia y del conocimiento es la separación y el desacuerdo entre las personas.

Por lo tanto resulta, que cuando la humanidad triunfe en lo referente al éxito de los cuerpos, o sea llevándolos al grado del amor absoluto hacia el prójimo, todos los cuerpos del mundo se unirán en un solo cuerpo y un solo corazón. Y sólo entonces será revelada, en toda su gloria, toda la felicidad que desde el principio estaba destinada para la humanidad. Pero debemos cuidar de no juntar demasiado las opiniones de gente, ya que esto podría terminar con el desacuerdo y la crítica entre los sabios; pues el amor del cuerpo trae consigo el amor de la mente. Y si desapareciesen del mundo la crítica y el desacuerdo, todo el progreso en conceptos y en ideas desaparecerían también; y la fuente del conocimiento en el mundo se secaría.

Ésta es la prueba de la obligación velar por la libertad del individuo en cuanto a conceptos e ideas, pues todo el desarrollo de la sabiduría está basado en esta misma libertad del individuo. Por eso se nos advierte de preservarla con mucho cuidado. En cierto modo, todas y cada una de las formas dentro de nosotros, a las que llamamos “el individuo», conforman nuestra fuerza particular, generalmente llamada “el deseo de recibir».

La herencia ancestral

Todos los detalles que incluye este deseo de recibir, al que hemos definido como la «base» o Primer Factor, que comprende todas las tendencias y costumbres heredadas de sus antepasados y que nos representamos como una larga cadena que consiste de miles de personas que alguna vez estuvieron con vida, uno tras otro, cada uno de ellos constituye una gota esencial de sus antepasados. Y esa gota que cada uno de nosotros recibe, trae consigo las posesiones espirituales de sus antepasados, ahora ubicadas en su «medulla oblongata» (el cerebro alargado), también llamada subconsciente. Así el individuo adopta, en su subconsciente, todas las miles de herencias espirituales de todos aquellos individuos representados en esa cadena, que son sus antepasados.

Así, del mismo modo que difieren entre sí los rostros de las personas, también difieren sus opiniones. No existen dos personas sobre la tierra cuyas opiniones sean idénticas, porque cada persona nace con una posesión grande y sublime, que ha heredado de sus antepasados, y respecto de la cual los demás no poseen el más mínimo fragmento.

Por lo tanto, todas aquellas posesiones mencionadas son consideradas la característica del individuo. Y la sociedad es advertida acerca de la preservación  de su sabor y espíritu, y de impedir que el ambiente la enturbie, así como de preservar la integridad de la herencia de cada individuo. Así, la contradicción y la diferencia entre ellos permanecerán por siempre para asegurar el sentido crítico y el progreso de la sabiduría para toda la eternidad, para el bien de la humanidad y de sus verdaderos y eternos deseos.

Y luego de alcanzada una cierta cantidad de reconocimiento del ego del hombre, al que hemos determinado como una fuerza y un «deseo de recibir», y siendo éste el punto esencial del ser mismo, también hemos aclarado, marcando todos sus límites, la medida de la posesión original de cada cuerpo que ya hemos definido como la «herencia ancestral». Esto implica todo el poder de las tendencias y los atributos que han entrado en su «base» a modo de herencia, y consiste en la primera sustancia de cada hombre, del mismo modo que una gota preliminar de semen de sus antepasados. Ahora clarificaremos los dos aspectos del deseo de recibir.

Dos aspectos: A) La fuerza potencial;  B) La fuerza real

Para empezar, debemos entender que este “Yo” que hemos definido como el «deseo de recibir», aunque representa la esencia misma del hombre, no puede existir en la realidad ni por un solo segundo.

Pues eso es lo que llamamos una Fuerza Potencial. Es decir que, antes de haberse realizado sólo existe en nuestro pensamiento, y sólo el pensamiento puede definirla.

Pero de hecho no puede existir ninguna fuerza real en el mundo que esté latente e inactiva. La fuerza sólo existe en el mundo cuando se manifiesta en acción. Del mismo modo, no se puede decir acerca de un niño que éste posee una gran fuerza, cuando ni siquiera puede levantar el peso más ligero. En cambio se puede decir que se ve, en aquel niño, que cuando crezca poseerá una gran fuerza.

Sin embargo, definitivamente decimos que la fuerza que encontremos en el hombre cuando éste ya es adulto, se encontraba presente en sus órganos y en su cuerpo incluso cuando era apenas un niño; pero que esta fuerza estaba oculta y no era evidente.

Es cierto que en nuestra mente lo podríamos determinar así (la fuerza futura), porque la mente así lo afirma. Sin embargo, en el cuerpo real del niño ciertamente no existe fuerza alguna, pues ésta aún no se ha revelado en sus acciones.

Y así es con el apetito. Éste no surgirá en la realidad del cuerpo de un hombre cuando los órganos no puedan comer; es decir, cuando éste esté saciado. Pero, incluso cuando uno está satisfecho, existe la fuerza del apetito aunque ésta esté oculta dentro su cuerpo. Después de algún tiempo, cuando el alimento haya sido digerido, reaparecerá y pasará de su estado potencial a un estado real.

Sin embargo, tal sentencia de determinar una fuerza potencial que aún no ha sido revelada, pertenece al proceso del pensamiento instruido. Pero en realidad ésta no existe, porque cuando estamos satisfechos, tenemos la certeza de que la fuerza del apetito ha desaparecido. Y si se insiste en buscarla, no se la encontrará en ninguna parte.

Resulta que no podemos presentar una fuerza potencial como un sujeto que existe por sí mismo, sino sólo como mero predicado. Es decir, cuando se ejecuta una acción en la realidad, en ese momento la fuerza es revelada dentro de la misma acción.

Y por la vía de la deducción encontramos aquí un sujeto y un predicado, que corresponden a una fuerza real y una fuerza potencial respectivamente. De este modo, el apetito corresponde al sujeto, y la imagen del plato corresponde al predicado y la acción. Sin embargo, en realidad ambos aparecen juntos. Nunca puede suceder que una persona sienta hambre sin representarse el plato que desea comer. Así, éstos representan dos caras de la misma moneda. La fuerza del apetito debe vestirse de aquella imagen. Por ende, vemos que el sujeto y el predicado surgen conjuntamente, y luego desaparecen también conjuntamente.

Ahora vemos que el deseo de recibir, que habíamos presentado como egoísmo, no implica que exista en una persona, como si se tratase de una fuerza de anhelo que desea recibir todo bajo la forma de un predicado pasivo. En cambio, esto pertenece al sujeto, el cual se viste en la imagen del objeto a comer, cuya operación aparece bajo la forma de la cosa que es comida y dentro de la cual se viste. A esta acción la llamamos “deseo”. O sea, a la fuerza del apetito revelada en la acción de la imaginación.

Y así ocurre con nuestro tema, el deseo general de recibir, que es la verdadera esencia del hombre. Se revela y existe sólo a través del revestimiento dentro de las formas de los objetos que serán recibidos, pues entonces existe como el sujeto, y no de un modo distinto. A esta acción la llamamos “Vida”; es decir, el Sustento del Hombre, lo cual significa que la fuerza del Deseo de Recibir se viste y actúa dentro de los objetos deseados. Y esa medida de revelación es la medida de su propia vida, como ya lo hemos explicado respecto del acto que llamamos “el Deseo”.

Dos creaciones: A) El hombre;  B) Un alma viviente

De lo anterior podemos entender claramente el verso: «Y el Señor Dios formó al hombre a partir del polvo de la tierra, e insufló dentro de las narinas el aliento de vida; y el hombre llegó a ser un alma (Nefesh) viviente (Jayah)» (Génesis 2, 7).  Aquí encontramos dos creaciones:

  1. A)     El Hombre en sí mismo,
  2. B)     El alma viviente en sí misma.

Y el verso habla respecto del momento en que el primer hombre fue creado, como el polvo de la tierra que consiste de un conjunto de partículas en el cual reside la esencia de hombre. Es decir, su «deseo de recibir». Aquel deseo de recibir está presente, como ya lo hemos clarificado, en cada partícula de la realidad de la que emanaron los cuatro tipos: inanimado, vegetativo, animado y hablante. En ese aspecto el hombre no posee ventaja alguna sobre ninguna otra parte de la creación, como lo dice el verso: «polvo de la tierra».

  1. Pero hemos visto que esta fuerza, llamada el Deseo de Recibir, no puede existir sin vestirse dentro de un objeto deseado, y actuar sobre él. A este conjunto de acciones lo llamamos “Vida”. Y según esto, vemos que antes de que el hombre haya alcanzado las formas humanas de la recepción de placer, que se diferencian de aquéllas otras de los animales, se considera una persona sin vida, una persona muerta. Y esto se debe a que su deseo de recibir no tiene ningún lugar dentro del cual vestirse y exponer sus acciones, que son las manifestaciones de la vida.

Y dice: «e insufló dentro de las narinas el aliento de vida», que es la forma general de recepción conveniente para el hombre. Las palabras «aliento de» en hebreo adquieren el significado de «valor»; y el origen de la palabra «aliento» se comprende a partir del verso: «El espíritu de Dios me ha hecho, y el aliento del Todopoderoso me ha dado la vida» (Job 33, 4). La palabra “alma” (Neshama) tiene la misma estructura sintáctica que las palabras «perdido» (Nifkad), «acusado» (Ne’esham), etc.

Y las palabras – «e insufló dentro de las narinas» significan que insertó en él un alma (Neshamá) y una apreciación de la vida, que es la suma total de las formas que son aptas para la recepción en su Deseo de Recibir. Entonces, esa fuerza, el deseo de recibir que había sido envuelto en sus partículas, ha encontrado un lugar dentro del cual vestirse, en una forma y en un acto. O sea, en aquellas formas de recepción que adquirió del Señor; y esa acción se llama “Vida”, como ya lo hemos dicho.

Y el verso termina así: «y el hombre llegó a ser un alma viviente». Es decir, que desde el momento en que el deseo de recibir comenzó a actuar de acuerdo a la medida de esas formas de recepción, la vida fue revelada instantáneamente y «llegó a ser un alma viviente». Sin embargo, previo al logro de esas formas de recepción, aunque la fuerza del Deseo de Recibir haya sido impresa en él, sigue siendo considerado un cuerpo sin vida, porque no hay lugar para que la acción llegue a ser.

Y como ya hemos visto, aunque la esencia del hombre es sólo el Deseo de Recibir, todavía es tomada como la mitad de un todo. Esto es porque debe estar revestida en una realidad que aún viene en camino. Por tal motivo, el deseo de recibir y la imagen de su posesión son en realidad uno y lo mismo, pues de lo contrario no tendría el derecho de existir ni siquiera por un instante.

Por lo tanto, cuando la máquina del cuerpo alcanza su cenit, que es al llegar a su edad madura, su «ego» se manifiesta en toda su extensión, que había sido impresa en él al momento de su nacimiento. Por eso siente una gran cantidad de ese deseo de recibir, pues quiere adquirir riqueza y honor, y todo aquello que se cruce en su camino. Esto es debido a que la perfección del «ego» del hombre atrae las formas de varias estructuras y conceptos dentro de los cuales se viste, y a través de los cuales se mantiene.

La Paz

Una investigación científica y empírica acerca de la necesidad del trabajo de Dios

“Y habitará el lobo con el cordero, y el tigre se acostará junto con el cabrito; también el becerro y el leoncillo y el cebón (andarán) juntos; y un niñito los conducirá. Y acontecerá que en aquel día tornará el Señor la segunda vez a extender Su mano para recobrar los restos de Su pueblo que aún quedaren en Ashur, y de Egipto, y de Pathrós, y de Kush, y de Elam, y de Shin’ar, y de Hamath, y de las islas del mar”. (Isaías 11:6-11)

Rabí Shimón Ben Halafta dijo: “Dios no encontró una vasija para guardar la bendición para Israel, salvo la paz, como está dicho: El Señor le da fuerza a Su pueblo; el Señor bendice a Su pueblo con la paz” (Tratado Okatzin).

Después de haber demostrado en artículos anteriores la forma general de Su trabajo, cuya esencia no es sino Su amor por los demás, determinado prácticamente como “otorgar a los otros”; esto implica que la manifestación de Su amor es otorgar bondad a los otros. Por lo tanto, debe ser determinado como otorgamiento a los demás, lo que se adapta mejor a su contenido, apuntando a asegurar que no nos olvidemos del objetivo.

Ahora que sabemos a ciencia cierta el método de Su trabajo, todavía queda por investigar si este trabajo resulta aceptable para nosotros sólo por la fe, sin ninguna base científica o empírica, o si también tenemos una base empírica para ello,  que es lo que quiero demostrar en este artículo. Pero primero debo demostrar completamente la cuestión en sí misma; es decir: ¿quién es el que acepta nuestro trabajo?

Pero dado que no soy un entusiasta de la filosofía formativa,  ya que no me gustan los estudios basados en la teoría,  y es bien sabido que la mayor parte de mis contemporáneos están de acuerdo conmigo ya que hemos experimentado con esos fundamentos, y sabemos que son enclenques, y cuando las bases se mueven, toda la construcción se derrumba. Por lo tanto, he venido aquí para hablar sólo a través de la crítica de la razón empírica, comenzando por el simple reconocimiento de aquello con lo que nadie está en desacuerdo, actuando analíticamente, hasta llegar a determinar el tópico anterior. Y esto será probado sintéticamente viendo cómo Su trabajo es confirmado y reafirmado mediante el reconocimiento simple del aspecto práctico.

Las contradicciones en la Providencia

Toda persona de mente recta que examina la realidad ante ella, halla en ésta dos contraposiciones. Cuando uno examina la estructura real de la Creación, hay un liderazgo aparente y afirmado de gran sabiduría y habilidad, tanto en lo que respecta a la formación de la realidad cuanto en asegurar su existencia general.

Tomemos como ejemplo la gestación de una persona: el amor y el placer de sus progenitores es la primera razón que garantiza que cumplan con su deber. Cuando la gota esencial es extraída del cerebro del padre, la Providencia garantiza muy sabiamente un lugar seguro para ella que la cualifica para recibir vida. La Providencia también le provee el pan de cada día en la cantidad exacta, y asimismo le prepara un lugar maravilloso en la matriz de la madre, para que nada extraño pueda dañarla.

Atiende cada una de sus necesidades, como una niñera capacitada que no la olvidaría siquiera por un momento, hasta que haya adquirido la fuerza suficiente para salir a nuestro mundo. En ese momento, la Providencia le presta la fuerza suficiente para romper las paredes que la rodean y como un guerrero entrenado y bien armado irrumpe y sale al mundo.

Luego, la Providencia tampoco la abandona. Como una madre amorosa, le trae gente amorosa y leal en la que puede confiar llamados Madre y Padre, para ayudarlo en su período de debilidad hasta que crece y es capaz de proveerse a sí misma. Igual que el hombre son los animales, las plantas y los objetos, todos son cuidados con sabiduría y misericordia para asegurar la continuidad de la especie.

Pero aquellos que examinan cómo se asegura la existencia de esa realidad pueden ver claramente grandes trastornos y confusiones, como si no hubiera allí líder ni guía. Cada hombre hace aquello que le parece correcto, se construye a sí mismo sobre la ruina de otros; el mal prospera y los  justos son  atropellados sin misericordia.

Tenga  en cuenta que esta contradicción, puesta ante los ojos de toda persona sensata, ha preocupado a la Humanidad desde sus primeros días. Muchos métodos intentan explicar estas dos aparentes oposiciones en la Providencia que tienen lugar en el mismo mundo.

El primer método: la Naturaleza

Este método es antiguo. Dado que no han hallado un camino y una salida para acercar a estos dos conspicuos opuestos, llegaron a suponer que el Creador, que creó todo esto,  que vigila poderosamente su realidad, no sea que cosa que alguno de ellos sea cancelado, es un ser sin inteligencia y sin sentido. Por lo tanto, Él crea la realidad y la vigila con sabiduría maravillosa. Sin embargo, Él mismo es negligente, lo hace en forma insensata. Ya que si existiera una mente y un sentimiento en Él, seguramente no habría dejado tales  disfunciones  en la provisión de la realidad, sin lástima ni compasión hacia el atormentado.

Por lo tanto, a Él se le llamó “Naturaleza”; es decir, un supervisor mecánico, descorazonado. Por eso, creen que no hay nadie con quien estar enfadado, o a quien rezar o ante quien justificarse.

El segundo método: dos autoridades

Otros fueron más hábiles. Hallaron difícil de aceptar el supuesto de la supervisión de la naturaleza porque vieron que la supervisión sobre la realidad, para asegurar su existencia, es una sabiduría más profunda que cualquier logro humano. No podían estar de acuerdo en que el supervisor Mismo no tuviera inteligencia, porque: ¿Cómo uno puede dar aquello que no posee? ¿Puede alguien enseñarle a su amigo si uno mismo es un necio? Y, ¿cómo puede usted decir acerca de Aquel realiza ante nosotros tales hechos agudos y sabios, que no sabe lo que hace, que Él lo hace por azar? Resulta evidente con claridad que el azar no puede organizar ningún hecho ordenado, mucho menos asegurar su existencia eterna.

En consecuencia, arribaron a un segundo supuesto, el de que existen dos supervisores, uno que crea y sostiene el bien y el segundo que crea y sostiene el mal. Y  han elaborado en gran parte ese método, con evidencias y señales a lo largo de su camino.

El tercer método: múltiples dioses

Este método nació del seno del segundo método de las dos autoridades. Esto se debe a que han dividido y separado cada acción en sí misma, es decir, la fuerza,  la abundancia, la dominación,  la belleza, el hambre, la muerte, el desorden y así sucesivamente. Y han asignado a cada una su propio supervisor y han expandido el sistema a voluntad.

El cuarto método: abandonando su operación

Por último, cuando el conocimiento fue montado y vieron la estrecha vinculación entre todas las partes de la Creación, reconocieron  que el concepto de múltiples dioses era completamente imposible. Así, otra vez volvió a surgir la cuestión de la oposición  que se percibe en la Creación.

Esto los condujo a un nuevo supuesto de que en realidad el Supervisor es sabio y cuidadoso, pero debido a Su exaltación más allá de toda concepción, nuestro mundo se considera como un grano de arena; nada ante Sus ojos. Para Él no merece la pena molestarse con nuestros asuntos insignificantes y este es el motivo por el cual nuestro modo de vida es tan desordenado y cada hombre hace lo que le parece correcto.

Junto a estos métodos, existen métodos religiosos de unidad Divina, pero este no es el lugar para examinarlos. Yo sólo quería examinar las fuentes de las cuales fueron tomados los métodos viciados y los extraños supuestos que dominaron y se propagaron enormemente en diversas épocas y lugares.

Hallamos que la base sobre la que fueron construidos todos estos métodos surgió y provino de la contradicción entre los dos tipos de providencias perceptibles en nuestro mundo. Por lo tanto, todos estos métodos se produjeron sólo para reparar esa gran rasgadura.

Pero no hay nada nuevo bajo el sol. No sólo que aquella gran rasgadura no se enmienda, sino que crece y se expande ante nuestros ojos en un terrible abismo. No vemos un refugio o una salida del mismo. Examinando todos esos supuestos que la Humanidad ha venido realizando durante varios miles de años sin ninguna utilidad, pregunto: ¿Quizás no tendríamos que buscar la reparación de esta gran rasgadura desde el punto de vista del Supervisor, sino que esta gran corrección está en nuestras propias manos?

La necesidad de actuar con prudencia con las leyes de la Naturaleza

Todos podemos ver claramente que la especie humana debe llevar una vida social, lo que significa que no puede existir y sostenerse sin la ayuda de otros. Por lo tanto, imagínese un evento donde uno se retira de la sociedad a un lugar solitario y vive allí una vida de miseria y gran dolor debido a la incapacidad de proveer las propias necesidades. Uno no tendría ningún derecho de reclamarle a la Providencia sobre su destino. Y si una persona se quejara y maldijera ese amargo destino, sólo demostraría una gran insensatez.

Esto es porque mientras la Providencia ha preparado para ella un lugar cómodo y deseable dentro de la sociedad, no tendría ninguna justificación para retirarse de ella a un lugar desolado. Esa persona no debe ser compadecida, ya que va contra la naturaleza de la Creación y tiene la opción de vivir como la Providencia lo ha dispuesto. Por lo tanto, no deberíamos compadecernos de ella. Esa frase es aceptada por toda la Humanidad sin controversia.

Y puedo agregar y enfatizarlo sobre una base religiosa y darle esta forma: ya que la Providencia se extiende desde el Creador, que indudablemente tiene un propósito en Sus actos, ya que no hay acto sin propósito, encontramos que quien rompe una de las leyes de la Naturaleza que Él ha grabado en nosotros, corrompe la meta  establecida.

Debido a que el propósito está construido indudablemente sobre todas las leyes de la Naturaleza, sin ninguna excepción, así como el trabajador hábil no agregaría ni quitaría siquiera un fino cabello de aquello que es necesario para lograr el objetivo. Así, aquel que altera incluso una simple ley, daña y perjudica el propósito de la meta que el Señor ha establecido, y será castigado por la Naturaleza. Por lo tanto, nosotros, criaturas del Señor no debemos compadecerle, porque es el objetivo del Señor lo que él mancha y profana. Esto, creo, es la forma de la sentencia.

Y creo que no es una buena idea que alguien contradiga mis palabras, la forma que le he dado a la sentencia, porque las palabras de la sentencia son una, por lo que hay una diferencia si decimos que el supervisor es llamado Naturaleza, es decir, sin inteligencia ni propósito, o si decimos que el supervisor es sabio, maravilloso, o sea, que conoce, siente y tiene un propósito en sus acciones.

Al final, todos estamos de acuerdo en que depende de nosotros observar los mandamientos de la Providencia, es decir, las leyes de la Naturaleza, y todos nosotros admitimos que quien rompe las leyes de la Providencia, es decir, las leyes de Naturaleza, debería ser castigado por Ella y no debe ser compadecido. Entonces la naturaleza de la sentencia es uniforme y la única diferencia radica en el motivo: aquellos que mantienen que esto es necesario y yo, que mantengo que esto está decidido.

Y de ahora en adelante, no tendré que usar ambas lenguas, es decir, referirme a la Naturaleza y a un Supervisor, entre los cuales, como he mostrado, no hay ninguna diferencia respecto al seguimiento de las leyes, es mejor para nosotros encontrarnos a mitad de camino y aceptar las palabras de los Cabalistas, de que la Naturaleza (Teva), tiene el mismo valor numérico (en Hebreo) que la palabra Dios (Elohim), es decir, ochenta y seis. Entonces, podré llamar a las leyes de Dios mandamientos de la Naturaleza y viceversa, ya que son uno y lo mismo, y no necesitamos discutirlo más.

Ahora es de importancia vital para nosotros observar los mandamientos de la Naturaleza y saber lo que demanda de nosotros, no sea que nos castigue en forma despiadada. Hemos dicho que la Naturaleza obliga al hombre a llevar una vida social y esto es simple. Pero necesitamos examinar los mandamientos que la Naturaleza nos exige observar a este respecto, es decir, el aspecto de la sociedad.

Cuando lo examinamos en general, encontramos que hay sólo dos preceptos sociales que observar, que pueden ser llamados “recepción” y “otorgamiento”. Es decir, que cada miembro debe, por naturaleza, recibir sus necesidades por parte de la sociedad y debe beneficiar a la sociedad a través de su trabajo por el bienestar de ésta. Y si él rompe uno de estos dos mandamientos, será castigado sin misericordia.

No necesitamos analizar en exceso el mandamiento de recepción debido a que el castigo se lleva a cabo inmediatamente, lo que previene cualquier negligencia. Pero en el otro mandamiento, el de otorgamiento a la sociedad, no sólo que el castigo no ocurre inmediatamente, sino que se da indirectamente. Por lo tanto, este mandamiento no es observado en forma apropiada.

Debido a esto la Humanidad es llevada a estrellarse en una atroz confusión y los conflictos y el hambre y sus consecuencias no cesan hasta el día de hoy. Y lo maravilloso de esto es que la Naturaleza, como un juez competente, nos castiga según nuestro desarrollo, para que podamos ver que en la medida que la Humanidad se desarrolla, crecen los dolores y los tormentos a medida que la Humanidad se desarrolla, aumentando los dolores y tormentos provistos  para nuestra existencia.

Entonces tienen frente a ustedes una base empírica y científica, de que Su providencia nos ha ordenado  que observemos con todas nuestras fuerzas el mandamiento de otorgamiento a los demás con completa precisión, de tal modo que ningún miembro de nuestra sociedad trabaje menos de la medida necesaria para asegurar la felicidad de la sociedad y su éxito. Y mientras estemos ociosos en cumplirlo al máximo, la Naturaleza no dejará de castigarnos y tomar su venganza.

Y además de los golpes que recibimos hoy, también debemos considerar tener la espada preparada para el futuro, y debemos sacar la conclusión correcta, de que finalmente la Naturaleza nos derrotará a todos y nos obligará a unir las manos en el cumplimiento de los mandamientos con toda la medida requerida.

La prueba de Su trabajo a través de la experiencia

Pero si alguien desea criticar mis palabras aún podría cuestionar: aunque haya probado lo suficiente que uno debe ayudar a los otros, ¿dónde está la prueba de que esto tiene que ser realizado en el nombre del Señor?

De hecho, la historia misma se ha intrincado a nuestro favor y ha preparado para nosotros un hecho comprobado que es suficiente para apreciar plenamente este asunto y extraer conclusiones inequívocas: todo el mundo puede ver como una sociedad grande como el Estado de Rusia, con una población de cientos de millones de personas, que tiene a su disposición más tierra que toda Europa, con una riqueza sin igual en materias primas, que ya ha acordado vivir una vida comunitaria y prácticamente ha suprimido la propiedad privada, donde cada preocupación sólo se refiere al bienestar de la sociedad, incluso cuando aparentemente ha adquirido la medida completa de la virtud del otorgamiento a los otros en toda su esencia, tanto como la mente humana puede comprender.

Sin embargo, veamos lo que ha ocurrido con ellos: en vez de crecer y superar los logros de los países capitalistas, se han deteriorado cada vez más, hasta que no sólo han fallado en beneficiar las vidas de los trabajadores que trabajan más duro que en los países capitalistas, sino que ni siquiera pueden asegurarles el pan de cada día y la vestimenta. En realidad, ese hecho nos desorienta. Porque a juzgar por la riqueza de ese país, no deberían haber llegado a tal estado. Pero ellos sólo han cometido un pecado, por el cual el Señor no les perdonará.

Ese pecado es que todo este trabajo precioso y exaltado, que es el otorgamiento a los otros, que han comenzado a realizar, tiene que ser en nombre del Señor y no por la Humanidad. Y debido a que hacen su trabajo no en Su nombre, desde el punto de vista de la Naturaleza, no tienen derecho de existir. Porque tratemos de imaginar que cada persona en esa sociedad anhelara observar la palabra de Dios al grado que está dicho: “Y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza” (Deuteronomio 6: 5), y en esa medida cada uno se apresurara a satisfacer las necesidades de su prójimo, con la misma prisa que tiene para satisfacer las propias, como está escrito: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Y si Dios mismo fuera el objetivo de cada hombre cuando trabaja por el bienestar de la sociedad; esto es, en el sentido que a través del trabajo uno espera lograr la adhesión con Él, la fuente de toda bondad y la verdad y todo lo agradable en el mundo, sin duda que dentro de pocos años crecerían   en riqueza por encima de todos los países del mundo juntos. Ello se debe a que entonces podrían utilizar las materias primas de su rico suelo y se convertirían en un ejemplo para todos los países, y serían considerados bendecidos por el Señor.

Pero cuando todo el trabajo de otorgamiento sólo está basado en el bien de la sociedad, esto es en verdad una base raquítica, porque ¿quién y qué obligaría al individuo a trabajar para la sociedad? En un principio árido, sin vida, uno no puede esperar encontrar motivación aún en individuos desarrollados. Entonces surge la pregunta: ¿dónde encontraría el trabajador o el granjero suficiente motivación para seguir trabajando?

Ya que su pan de cada día no aumentará o  disminuirá debido a sus esfuerzos, cuando no hay ninguna recompensa o un objetivo. Es bien conocido por los investigadores de la naturaleza que uno no puede realizar siquiera el mínimo movimiento sin motivación; es decir, sin algo que lo beneficie a uno.

Cuando, por ejemplo, uno mueve su mano de la silla hacia la mesa es porque piensa que poniendo la mano sobre la mesa recibirá mayor placer. Si uno no pensara así, dejaría su mano sobre la silla por el resto de la vida, sin moverla ni una pulgada, y más aún cuando se trata de esfuerzos mayores.

Y si uno dice que la solución es ponerlos bajo vigilancia para que aquel que es haragán en su trabajo sea castigado privándolo del salario, le preguntaría: dígame ¿de dónde deberían sacar estos supervisores mismos la motivación para este movimiento? Porque estar parado en cierto lugar y vigilar a otros y trabajar con ellos también constituye un gran esfuerzo, quizás mayor que el trabajo mismo.

Por lo tanto, es como si uno quisiera poner en marcha una máquina sin abastecerla de combustible.

Por lo tanto, son condenados por la naturaleza, ya que las leyes de la naturaleza los castigarán por ser incapaces de adaptarse a obedecer sus mandamientos; es decir que ellos realicen estos actos de otorgamiento como trabajo para el Señor, para llegar a través del mismo al propósito de la Creación, que es la adhesión con Él. Hemos explicado en el artículo de Matan Torá (capítulo 6) que esta adhesión llega al trabajador en la medida de Su bondad agradable y placentera, aumentando en la medida deseada, para elevarse y conocer Su validez, desarrollándose cada vez más hasta que él logre la gran exaltación implícita en las palabras: “Porque nunca jamás oyeron (los hombres) ni con los oídos percibieron, ni ojo de nadie ha visto un Dios fuera de Ti” (Isaías 64: 3).

E imagine si el granjero y el trabajador vieran ante sus ojos ese objetivo cuando trabajaban por el bien de la sociedad, seguramente no necesitarían ningún supervisor porque ya tendrían suficiente motivación para realizar un gran esfuerzo, suficiente como para elevar a la sociedad a la máxima felicidad.

En verdad comprender que de esta manera se requiere gran cuidado y una práctica confiable, pero todo aquel que puede ver que sin ello no tiene ningún derecho de existir a los ojos de la Naturaleza pertinaz y obstinada. Esto es lo que quise demostrar aquí.

Así he probado por deducción empírica, más allá de la historia práctica que se despliega ante nuestros mismos ojos, que no hay otro remedio para la Humanidad, salvo la aceptación del mandamiento de la Providencia, que es el otorgamiento a los otros para traer alegría al Señor, en la medida de los dos versículos. El primero es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, que es el atributo del trabajo en sí mismo, es decir, que la cantidad de trabajo para otorgar a los demás, para su felicidad, no debe ser menor que la medida grabada en el hombre para atender sus propias necesidades. Además, se debería colocar las necesidades del prójimo por delante de las propias, como se dice en el artículo de Matan Torá (capítulo 4).

El otro es: “Y amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza” (Deuteronomio 6: 5), que es el objetivo que debe estar ante los ojos de cada uno cuando trabaja para las necesidades de su amigo, cuya instrucción es que él trabaja sólo para complacer al Creador, para hacer Su voluntad.

Y si ustedes desean escuchar, se alimentarán con los frutos de la tierra, para que la pobreza, el tormento y la explotación ya no estén  sobre la tierra, y la felicidad de todos y cada uno se elevará aún más allá de la medida. Pero siempre que  rechacen tomar sobre ustedes el trabajo de Dios, en toda su anterior medida, la naturaleza y sus leyes estarán listas para tomar venganza y esto no cesará hasta que nos derrote y aceptemos su autoridad en todo lo que ordena.

Ahora les he dado una investigación científica práctica, examinada a través del conocimiento experimental,  en lo que respecta a la necesidad absoluta de todas las personas de tomar sobre sí mismas el trabajo de Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas.

Aclaración de la frase de la Mishná: “todo está en el depósito y una fortaleza se extiende sobre toda la vida”.

Ahora que hemos aprendido todo lo anterior, podemos entender una frase confusa de la Mishná que dice así: “Él (Rabí Akiva) diría: ‘todo está en depósito y una fortaleza se extiende sobre toda la vida. La tienda está abierta y el comerciante vende por pago diferido, el libro está abierto y la mano escribe, y todos los que quieren tomar prestado pueden venir y tomar prestado, y los cobradores regresan en forma regular y cada día se reembolsa tanto consciente como inconscientemente y ellos tienen en quien confiar y  el juicio es verdadero y todo está listo para el banquete”.

Esa frase permaneció confusa por alguna buena razón, sin siquiera un indicio en cuanto a su significado, lo que nos habla de la gran profundidad que tenemos aquí. De hecho, el conocimiento que hemos adquirido hasta el momento la aclara muy bien.

La rueda de transformación de la forma

Antes que nada déjenme presentar la opinión de nuestros sabios sobre la concatenación de las generaciones del mundo, que aunque nosotros veamos los cuerpos cambiar de una generación a la siguiente, esto sólo es el caso de los cuerpos. Pero las almas, que son el corazón de la esencia del cuerpo, no se ausentan por transitoriedad, sino que van de cuerpo en cuerpo, de generación en generación. Son las mismas almas que estaban en el momento de la gran inundación en la época de Babilonia y durante el exilio en Egipto, y así sucesivamente, hasta esta generación y hasta el final de la corrección.

Porque en nuestro mundo no hay ninguna alma nueva aunque los cuerpos sean nuevos, sino sólo una cierta cantidad de almas que encarnan sobre la rueda de transformación de la forma, porque ellas se invisten cada vez en un nuevo cuerpo y en una nueva generación.

Por lo tanto, respecto a las almas, todas las generaciones desde el principio de la Creación hasta el final de la corrección, son como una generación que ha extendido su vida a lo largo de varios miles de años hasta que se desarrolle y se  corrija como debería ser. Y el hecho de que mientras tanto cada uno ha cambiado su cuerpo varios miles de veces es completamente irrelevante, porque el corazón de la esencia del cuerpo, que es llamada alma, no sufrió en absoluto por estos cambios.

Y hay mucha evidencia que apunta a eso y una gran sabiduría llamada el secreto de la reencarnación de las almas, que aquí no vamos a desarrollar. Pero para quienes creen que es exagerado debido a su falta de conocimiento en esta sabiduría, vale la pena decir que la reencarnación ocurre en todos los objetos de la realidad tangible, que cada objeto, a su manera, vive una vida eterna.

Y aunque nuestros sentidos nos dicen que todo es transitorio, sólo se trata de una apariencia. Pero de hecho solo hay encarnaciones aquí, que cada ítem no descansa siquiera un momento sino que reencarna en la rueda de transformación de la forma sin perder nada de su esencia en su camino, como los físicos han demostrado. Y ahora vamos a aclarar las palabras: “todo está en depósito”. Esto ha sido comparado con alguien que presta dinero a su amigo para hacerlo socio en el beneficio. Y para asegurarle que no perderá su dinero se lo da como garantía, y así él se libera de cualquier incertidumbre. Lo mismo se aplica a la creación del mundo y a su existencia, que Dios ha dispuesto para que el hombre  trabaje, y finalmente gane al través de esto el exaltado objetivo de adherirse a Él, como está dicho en Matan Torá (capítulo 6). Por lo tanto, uno debe asombrarse: ¿quien hará que la Humanidad observe Su trabajo hasta que finalmente arribe a este exaltado final?

Rabí Akiva nos dice que “todo está en depósito”, es decir que  todo lo que Dios estableció en el negocio de la Creación y lo dio al pueblo, Él no se lo dio licenciosamente, sino que se aseguró con una garantía. ¿Y debería asombrarlo cuál garantía?

Él responde a esto diciendo: “y una fortaleza se extiende sobre toda la vida”, es decir que Dios ha hecho un acto inteligente y ha extendido una maravillosa fortaleza sobre toda la Humanidad, de la que nadie se escapará, sino que cada uno debe estar atrapado en esa fortaleza y aceptar necesariamente Su trabajo, hasta que logren su objetivo sublime. Esta es la garantía que Dios se aseguró para que no sobrevenga ningún daño a la obra de la Creación.

Y luego lo interpreta en detalle y dice: “la tienda está abierta”, es decir que aunque este mundo parezca una tienda abierta sin dueño, de modo que cualquiera puede llegar y tomar lo que le plazca, Rabí Akiva nos advierte acerca del tendero que vende con pago diferido. Esto significa que aunque usted no pueda ver a ningún comerciante aquí, sepa que de hecho hay uno y que la razón de que no le cobre inmediatamente se debe a que él se lo vende con pago diferido.

Y usted podría decir: ¿cómo sabe cuál es mi deuda? A lo que responde: “el libro está abierto y la mano escribe”. Lo cual significa que hay un libro en el que está escrito cada acto y ninguno se pierde, y el objetivo gira alrededor de la ley de desarrollo que Dios ha grabado en la Humanidad, la cual nos empuja constantemente hacia delante.

Esto significa que las conductas corruptas en las situaciones de la Humanidad generan las buenas situaciones, y cada buena situación no es más que el fruto del trabajo en la mala situación que la precedió. En verdad estos valores de lo bueno y lo malo no se refieren a la situación misma, sino al propósito general, que cada situación que acerca a la Humanidad al objetivo es llamada bien y aquella que la separa es llamada mal.

Y bajo ese parámetro, sólo “la ley de desarrollo” construye. Que la corrupción y el mal que toma forma en una situación se considera la causa y el generador de la buena situación, de modo que cada situación dura solamente el  tiempo suficiente para cultivar el mal en ella, hasta el punto que el público no puede soportarlo más. En ese momento deben unirse contra éste y destruirlo, y encontrar una situación mejor para la corrección de esa generación.

Y la nueva situación también dura hasta que las chispas del mal maduren en ella y crezca a un nivel en el que ya no puedan ser toleradas, momento en el que debe ser destruida y una situación más confortable es construida en su lugar. Y así las situaciones se concatenan una a una y grado a grado hasta que llegan a una situación corregida en la que no haya chispas de mal.

Y encuentran que las semillas a partir de las cuales crecen las buenas situaciones no son otra cosa que los actos corruptos mismos, es decir, que cada mal expuesto que viene de las manos de los impíos en la generación,  se unen de la mano y se acumulan en gran cantidad, hasta que el público ya no puede soportarlo. Entonces le hacen frente y la destruyen y crean una situación más deseable. Así, usted ve que cada mal específico se condiciona a la fuerza motriz por la cual se desarrollará la buena situación.

Estas son las palabras de Rabí Akiva, “el libro está abierto y la mano escribe”, porque cualquier situación en la que toda generación es colocada, es como un libro. Y todos los que hacen el mal son como manos que escriben, porque cada mal es grabado y escrito en el libro hasta que lleguen a un monto que el público ya no puede soportar por más tiempo, momento en el cual se destruye la mala situación y se organiza bajo una más deseable.

Así todos y cada uno de los actos son contabilizados y escritos en el libro, es decir, en la situación. Y él dice: “todos aquellos que quieran tomar prestado pueden venir y tomar prestado”, es decir, aquel que  cree que este mundo no es como una tienda abierta sin dueño, sino que hay un comerciante que exige el precio justo por la mercancía, es decir, que él se esforzará en su trabajo durante el tiempo que vive de esa tienda, de tal manera que tenga la certeza de llevarlo al propósito de la creación como a Él le place.

A tal persona se la considera como alguien que quiere pedir prestado, es decir que aún antes de extender su mano para tomar de este mundo, que es la tienda, él adquiere un préstamo para pagar el precio, es decir, que él toma sobre sí el  trabajar y alcanzar Su meta durante el tiempo en el que vive de la tienda, de modo que promete pagar su deuda llegando a la meta deseada. Por lo tanto, se lo considera alguien que desea tomar prestado, es decir que se compromete a devolver la deuda.

Y Rabí Akiva ilustra dos tipos de personas: el primer tipo es el de la “tienda abierta”, que consideran este mundo como una tienda abierta sin  comerciante. Sobre ellos  dice: “el libro está abierto y la mano escribe”, es decir que aunque ellos no puedan ver que hay una cuenta, sus actos son escritos en el libro, que está hecho según la ley de desarrollo grabada en la Creación contra el deseo de la Humanidad, que las acciones del mal por sí mismas instigan las buenas acciones, como hemos mostrado anteriormente.

El segundo tipo de persona son llamados los que “quieren tomar prestado, que toman en consideración al tendero y cuando toman de la tienda, lo toman como un préstamo. Estos prometen pagarle al comerciante el precio deseado, es decir, alcanzar la meta por ello. Sobre estos él dice: “aquellos que quieran tomar prestado pueden venir y tomar prestado”.

Y si ustedes dicen: ¿cuál es la diferencia entre el primer tipo, cuyo objetivo les viene  de la ley de desarrollo, y el otro tipo, cuyo objetivo les viene por la esclavitud auto impuesta a Su trabajo? ¿No son iguales en el logro del objetivo? Y él agrega: “y los cobradores vuelven con regularidad y cada día el hombre rembolsa tanto consciente como inconscientemente”, es decir que es verdad que ambos pagan su parte de la deuda diariamente.

Y así, como las fuerzas virtuosas que emergen tratando con Su trabajo son consideradas cobradores leales, quienes cada día cobran su deuda en cuotas, hasta que esté completamente cancelada, así son las fuerzas poderosas grabadas en la ley de desarrollo, consideradas también como cobradores que recogen su deuda en cuotas diariamente, hasta que sea cancelada completamente, como ellos dicen “y los cobradores retornan  regularmente y cada día el hombre cancela”.

De hecho hay una gran diferencia y una gran distancia entre ellos, es decir, “conscientemente e inconscientemente”. El primer tipo, cuya deuda es cobrada inconscientemente por los cobradores del desarrollo, pagan su deuda inconscientemente, pero las olas tempestuosas del viento del desarrollo caen sobre ellos y los empuja desde atrás, obligándolos a avanzar.

Así, su deuda es cobrada contra su voluntad y con gran dolor por el descubrimiento de las malas fuerzas que los empujan desde atrás. El segundo tipo, sin embargo, paga su deuda, que es lograr conscientemente, por propio acuerdo, repitiendo después los actos virtuosos que apresuran el desarrollo del sentido de reconocimiento del mal. Por aquel trabajo obtienen un doble beneficio:

El primero es que las fuerzas que aparecen fuera de Su trabajo son colocadas ante ellos como una fuerza magnética que tira, que les persigue por su propia y libre voluntad en el espíritu del amor. Huelga decir que están libres de cualquier tipo de sufrimiento, que sufrirá el primer tipo.

El segundo beneficio es que ellos apresuran la consecución del objetivo deseado, que son los justos y los profetas que logran el objetivo en cada generación, como se explica en el artículo “La Esencia de Cabalá”,  en el tema “Sobre qué gira esta Sabiduría”.

Así ustedes ven que hay una gran distancia entre los que pagan conscientemente y los que lo hacen inconscientemente, como la supremacía de la Luz del deleite y el placer sobre la oscuridad del dolor y la agonía. Y él dice además: “y ellos tienen que confiar en que el juicio es verdadero”, es decir que a los que pagan conscientemente y de buen grado él les promete que “tienen que confiar”, que hay una gran fuerza en Su trabajo para llevarlos  a la meta sublime y esto merece que ellos se sometan a Su carga.

Y a aquellos que pagan inconscientemente les dice: “Y el juicio es verdadero”. Aparentemente hay que preguntarse por qué la Providencia permite que existan esas corrupciones y agonías en el mundo y deja que la Humanidad se fría en ellas sin misericordia.

Acerca de esto dice que el juicio es “un juicio verdadero” porque “todo está listo para el banquete”, es decir, para la meta verdadera. Y el deleite sublime que está destinado a emerger con la revelación de Su propósito en la Creación, que todos los problemas, los trabajos, y las angustias que nos sobrevienen a lo largo del tiempo, son como un anfitrión, que se preocupa por preparar un gran banquete para los invitados. Y la meta anticipada finalmente debe ser revelada, se parece a un banquete cuyos invitados asisten con gran placer. Por lo tanto dice “y el juicio es verdadero y todo está listo para el banquete”.

Tal como ustedes encuentran en Bereshit Rabá respecto de la creación del Hombre: los ángeles preguntaron: “¿Qué viene a ser el mísero hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que le visites?” (Salmos 8:5), es decir, “¿Para qué necesitas preocuparte de él?. Él les dice, ¿Entonces por qué fueron creadas Tzona y Alafim? Hay un proverbio acerca de un rey que tenía una torre llena de bienes, pero ningún invitado. ¿Qué placer obtenía entonces de su torre llena? Ellos le dijeron: Señor del mundo, Señor, nuestro Maestro, cuán grande es Tu nombre en toda la tierra. Haz lo que te complazca.

Es decir que los ángeles vieron el dolor y la agonía que le acontecerían a la Humanidad y se asombraron, ¿Para qué necesitas este problema? Y el Señor les contestó que en efecto él tiene una torre llena de bienes, pero sólo esta Humanidad es invitada a ella. Y desde luego los ángeles sopesaron en sus mentes los placeres que esperaban a los invitados en la torre, contra la agonía y los problemas que le esperan a la Humanidad, y cuando vieron que  era preferible para la Humanidad sufrir por el bien que les espera, acordaron con la creación del hombre., tal como dijo Rabí Akiva: “Y el juicio es verdadero y todo está listo para el banquete”, así desde el principio de la Creación todo el pueblo tiene reservaciones y el pensamiento del Creador les exige venir al banquete, consciente o inconscientemente.

Y ahora  verán la verdad en las palabras del profeta: “Y habitará el lobo con el cordero, y el tigre se acostará junto con el cabrito” (Isaías 11:6). Y él razona que “la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas que cubren el mar” (Isaías 11:9). Así vemos que el profeta condiciona la paz en el mundo entero a que todo el mundo esté lleno del conocimiento de Dios, tal como hemos dicho que la resistencia dura y egoísta entre los  pueblos, junto con el deterioro en las relaciones internacionales, todo esto no cesará en el mundo por ningún consejo humano bajo ningún tipo de condiciones.

Nuestros ojos pueden ver como los pobres enfermos están envueltos en un dolor terrible, y la Humanidad ya se ha lanzado a la extrema derecha como en Alemania, o a la extrema izquierda, como en Rusia, y no sólo ocurre que no alivian el dolor, sino que han empeorado la enfermedad y la agonía y las voces se elevan hasta el cielo, como todos sabemos.

Por lo tanto, no tienen otro remedio que  llegar a la aceptación de Su carga, lo que significa enfocar sus actos a la voluntad del Señor y a Su propósito, como Él lo había planeado antes de la Creación. Y cuando hagan esto, será fácil ver que con Su trabajo toda la envidia y el odio serán eliminados de la Humanidad como lo he mostrado de sobra anteriormente, porque entonces todos los miembros de la Humanidad se unirán en un solo cuerpo con un corazón lleno del conocimiento del Señor. Entonces, la paz en el mundo y el conocimiento de Dios son una y la cosa misma.

Inmediatamente después de esto el profeta dice: “Y alzará bandera a las naciones, y recogerá a los desterrados de Israel, y congregará a los dispersos de Yehudá, de los cuatro cabos de la tierra” (Isaías 11:12)  Aprendemos que la paz mundial viene antes que la reunión de la Diáspora.

Ahora pueden entender las palabras de nuestros sabios: “El Creador no encontró una vasija para guardar la bendición para Israel, sino solo la paz”, como está dicho: “¡El Señor dará fortaleza a Su pueblo! ¡El Señor bendecirá a Su pueblo con la paz”.  (Salmos 29:11)”. Y aparentemente podría asombrarse con las palabras: “una vasija para guardar la bendición para Israel”, ¿y qué concluye uno a partir de estas palabras?

Pero estas palabras se hacen claras para ellos como la profecía de Isaías de que la paz mundial debe venir antes de la reunión de la Diáspora. Es por eso que dice: “El Señor dará fortaleza a su pueblo”. (Salmos 29:11), que en el futuro, cuando el Señor dé fortaleza a Su pueblo, es decir resurrección eterna, entonces “El Señor bendecirá a su pueblo con la paz”. (Salmos 29:11)  Esto significa que Él primero bendecirá a Su pueblo,  Israel, con la paz en el mundo entero, y luego Él, “Y acontecerá que en aquel día tornará el Señor la segunda vez a extender Su mano para recobrar los restos de Su pueblo”. (Isaías 11:11).

Nuestros sabios dijeron acerca de la razón de las palabras, por lo tanto, la bendición de la paz del mundo entero precede a la fortaleza, es decir a la redención, porque “Dios no encontró una vasija para guardar la bendición para Israel, sino la paz”. Es decir, mientras existan el amor propio y el egoísmo entre las naciones, Israel tampoco será capaz de adorar al Señor en la pureza, como otorgamiento, como se dice en la explicación de las palabras, “Y seréis para mí un reino de sacerdotes” (Éxodo 19:6), en el artículo La Adhesión. Nosotros vemos esto a partir de la experiencia, pues  la vuelta a  la Tierra y la edificación del Templo no podrían persistir y recibir la bendición que Dios ha prometido a nuestros padres.

Y eso es lo que ellos dijeron: “Dios no encontró una vasija para guardar la bendición”, es decir, hasta que Israel no tenga una vasija para guardar la bendición de los padres. Por lo tanto, el juramento que podemos heredar la tierra para toda la eternidad, aún no ha sido realizado, porque la paz mundial es la única vasija que nos permite recibir la bendición de los padres, como está dicho dice en la profecía de Isaías.

600.000 almas

Seiscientas Mil Almas

Está escrito que hay 600.000 almas, y que cada alma se divide en un número de chispas. Hay que entender, ¿cómo es posible que lo espiritual se divida? ya que desde un principio no fue creada (más que) una sola alma, i.e., la de Adam HaRishon.

Y de acuerdo a mi humilde opinión, de verdad no hay en el mundo más que una sola alma, como está escrito en Génesis, 2:7: “Y respiró en su nariz el respiro de la vida”.

Y la misma alma se encuentra en todos los miembros de Israel, en todos y cada uno en plenitud, como en Adam HaRishon,  porque lo espiritual no se puede cortar o dividir, ya que eso es propio de los materiales.

Cuando está escrito que hay 600.000 almas y chispas de almas, parece aquello se refiere a la división de la fuerza del cuerpo de cada uno. Es decir que, al principio, el cuerpo se separa y evita el resplandor del alma sobre éste por completo, y con la fuerza de la Torá y las Mitzvot se purifica el cuerpo y, de acuerdo a la medida en que se purifica, en esa misma media alumbra el alma común sobre la persona.

Por ello surgieron en el cuerpo dos discernimientos:

El Primer Discernimiento (Bejiná Alef) que siente que su alma es individual y especial, y no entiende que es el total de Israel, lo cual constituye un defecto, por lo que causa lo siguiente, junto con lo anterior.

El Segundo Discernimiento (Bejiná Bet ) que no le alumbra de verdad la luz de Israel en la totalidad de su fuerza de iluminadora, sino sólo parte de ella, es decir, de acuerdo a la medida y el alcance de su auto-purificación, en la medida de su retorno hacia el colectivo.

Y lo que indica si es que su cuerpo ha sido corregido por completo, es cuando siente que su alma se encuentra en todo el total de Israel, en todos y cada uno de ellos y, por lo tanto, no se siente también a sí mismo como un individuo, porque lo uno depende de lo otro, y entonces es puro sin defecto, y el alma (común) emana en él de verdad con todas sus fuerzas, como cuando apareció en Adam HaRishon, como está dicho, “quien respiró, desde dentro de Él respiró”.

Y este es el asunto de las tres etapas de la persona:

1) El aspecto de la chispa de un alma, en la acción por medio de las chispas, como en prohibir y permitir.

2) El alma individual, una parte de las 600.000, que es completa permanentemente, pero su defecto permanece con ella, es decir, que su cuerpo no puede alcanzar el aspecto de la totalidad de las almas, y se siente a sí misma como individual, y eso significa que todavía sufre muchas tribulaciones por amor.

Luego se acerca a la plenitud, al alma común, porque ya purificó su cuerpo y es completamente santo para el Creador, y no hace ninguna medida y ninguna pantalla, y se asimila por completo en el alma común de Israel.

Hemos aprendido que si aunque sea una persona retorna a su Amo por completo, inmediatamente llegará el rey Mesías.

Y parece que el significado es, como dijeron en el Cantar de los Cantares, capítulo 1, “La voz de Moisés equivale a las 600.000”. Y hay que entender que según eso encontramos dos veces 600.000 almas, el alma de Moisés y el alma de Israel.

Y parece que la verdad es, como lo hemos dicho anteriormente, que no hay más que un alma, como es sabido de acuerdo a la medida de todas y cada una de las almas que se purifica y se santifica a sí misma de su corrupción.

Por lo tanto, con su corrección, todas las almas atraerán hacia sí mismas todo el discernimiento del alma suprema de Atzilut hacia todas y cada una de las almas, porque lo espiritual no se divide, y entonces (Sacarías 14:9): “Entonces, El Señor será el Rey de toda la tierra”. Por lo cual, mientras a un alma le falte purificarse en plenitud, faltará esta atracción de santidad a todas y cada una de las almas de Israel.

Y también cuando se purifique un alma de Israel a sí misma de toda su impureza, entonces atraerá hacia ella todo el alma de Atzilut y, por medio de ella, se corregirán todas las almas de su generación, y ese es el motivo por el cual uno depende mucho del otro, como está escrito (Sanhedrin 11) “Era merecedor de que la Shejiná habite en él, pero su generación no lo merecía”.

Y el contenido de estas palabras es unánimemente confuso…que aquella alma que mereció purificarse, inmediatamente se esfuerza para elevar la gracia de la generación, y pide por ellos, hasta que eleva a toda su generación a su nivel.

Y ese es el significado de las palabras “El peso de Moisés equivale a 600.000” ya que, al ser su guía fiel, poseía toda la santidad que tenía toda la generación, y entiendan.

Ciertamente, en cada parte se encuentra el total, ya que al final, se unirán todas las almas en una, en el discernimiento de “su retorno a su raíz espiritual”. Por lo tanto, todos los milagros, todos los viajes que ocurrieron en todo el mundo durante seis mil años, deben ocurrir en cada alma individual, y el alma buena aspira a atraer hacia sí misma todos los discernimientos de santidad de antes y después, y el alma mala hace lo opuesto.

Y el tiempo que transcurre para la persona, son las generaciones, en las que cada generación se comporta como su juez, por la mente que lo juzga, de acuerdo a lo que recibe de la santidad en ese momento.

Por ello, cada alma está dispuesta a aspirar dentro de sí al alma de Moisés, Arón, Samuel, David y Salomón; es decir, de acuerdo al tiempo que pasa. Durante la salida de Egipto y la recepción de la Torá, el alma de Moisés, nuestro maestro, se le revela en su alma; durante las siete conquistas, las almas de Yoshuah; y durante la construcción del Templo, las almas del Rey Salomón, y entiende.

Y no se trata de las almas privadas arriba nombradas, sino de acuerdo a la regla que dice que lo espiritual no se divide, e inmediatamente cuando merece recibir un alma, recibe el alma común de Israel, de acuerdo a la medida de su purificación, y por ello, cuando alcanza los milagros arriba indicados, entonces recibe dentro de sí la plenitud del alma en esa revelación, por ello el nombre de la revelación le pertenece de verdad.

Y dijeron (Shabat 67; Baba Metzia, 113): ”Todo Israel son Hijos de reyes”. También, (Talmud Yerushalmi, Masejet Horaot 3, 5): “Un rey que muere, todos los miembros de Israel merecen el reino”, y este es un asunto muy importante, ya que en todas las previas generaciones, que fueron sólo la preparación para la Maljut, necesitaban vasijas especiales para atraer a sus jueces, como el alma de Moisés, Ismael, etc. Pero el objetivo final depende de todo Israel, ya que si falta una pequeña parte de la pequeña chispa, no se revelará el fin buscado. Por lo tanto, todo Israel merece la Maljut, porque todos son iguales en sentido verdadero, y por ello no hay ninguna vasija especial para atraer esa plenitud, a no ser quien se purifica y purifica su alma para ser merecedor de atraer la revelación de la Maljut al mundo, se llamará Rey David  en realidad.  Y este es el secreto del dicho “David, el rey de Israel, vive y existe”, porque no ha muerto para nada, y su vasija se encuentra en toda y cada una de las almas de Israel, pero el alma de Moisés no se encuentra a no ser en los estudiantes sabios de la generación, y en los profetas y en los sacerdotes, etc.

Y ese es el secreto de (Talmud Yerushalmi, Masejet Horaot 3, 5) “El rey que muere, todo  Israel merece el reinado”, y entiende. Y ese es el secreto del dicho “saca a la mayoría de su obligación”, y entiende muy bien.

Este es el significado de (Sota 49) “En la época del Mesías, el atrevimiento crecerá”, e (Isaías 3:5 ) “Los niños se comportarán insolentemente con los mayores, y los innobles con los honorables”, lo que significa que el joven y el abominable tendrán coraje en su alma, para atraer la Maljut al mundo, como si fuera un anciano noble de la generación.

Porque también el innoble, es decir, el que tiene un alma baja y corrupta de verdad desde su raíz, si tiene la intención en su corazón, y purifica sus acciones, para que sean deseadas, logrará atraer a su alma todo el alma común del pueblo santo, con todos los milagros que ha probado el pueblo santo hasta hoy, ya que todo no fue nada más que la preparación para esta plenitud. Por lo tanto, la misma alma individual debe probarlo todo, y adquiere su mundo en una hora, por causa del remedio de esa generación, que es el poder atraer la corona de Su reinado, que incluye a todo, y “Todos necesitan al dueño de las agujas, y cada elemento es necesario” (Brajot, 64; Baba Batra, 145).

Y lo que dijeron que si aunque sea una sola persona merece retornar en adhesión completa, inmediatamente llegará el Mesías, significa que sea quien fuera, incluso si una persona de la generación logra atraer por sí misma a esa alma, puede purificar a todos los miembros de su generación, ya que todo el que está obligado por el asunto, saca a la totalidad de su obligación, y podrá rezar mucho y realizar su rol con impulso, hasta que purifique a toda su generación.

Pero las otras redenciones, que fueron solamente una preparación, no incluyeron a todos y a cada uno. Por ejemplo, la entrega de la Torá le perteneció a la generación del desierto, y a Moisés su maestro, y a pesar de que todas las demás generaciones se esforzaron más, no atrajeron esta salvación, y por ello nadie más que Moisés, porque lo uno depende de lo otro.

Pero el discernimiento del Mesías está preparado para todas las generaciones, y por lo tanto para todos y cada uno. Por ello, está también lista para que todas y cada una de las personas atraigan el discernimiento del Mesías, porque todos tienen esa obligación.

Y el motivo es que el asunto de la atracción es la corrección de las vasijas, y la imagen de todas las vasijas es igual, porque toda división en ellas, es en el HBD de ellas, sus características. Por lo tanto, desde el ministro que ve la cara del Rey hasta el que se encuentra detrás de la montaña, todos son siervos iguales al causar el retorno del resplandor a su origen, y en ello no hay ningún nivel entre uno y su amigo.

No hay nada más aparte de Él

Lo escuché en Parashat Itró 1, el 1 de febrero de 1944

Está escrito: “No hay nada más que Él”. Esto significa que no existe ningún otro poder en el mundo capaz de oponerse al Creador. Y la razón por la cual uno ve que en el mundo hay cosas y poderes que niegan Su Poder Absoluto, se debe a que el Creador así lo desea.

Y este modo de corrección se llama “la mano izquierda rechaza y la derecha acerca”; es decir, aquello que la izquierda rechaza se considera una corrección. Esto significa que en el mundo existen cosas que, desde un principio, han tenido como finalidad desviar al hombre del camino correcto, y por medio de las cuales es rechazado de la Kedushá (Santidad).

Y el beneficio de estos rechazos es que, por medio de ellos, la persona recibe una necesidad y un deseo completo de que el Creador le ayude, puesto que ve que de otra manera estaría perdida ya que no sólo no progresa en su trabajo, sino que ve que retrocede, es decir, carece de la fuerza para observar la Torá y las Mitzvot[1] (preceptos), incluso en Lo Lishmá[2] (no en beneficio de la Torá). Pues sólo superando todos los obstáculos de manera genuina, por encima de la razón, pueden observarse la Torá y las Mitzvot. Pero la persona no siempre posee la fuerza para sobreponerse por encima de la razón; por el contrario, se encuentra forzada a desviarse de la senda del Creador, Dios no quiera, aun siendo Lo Lishmá.

Y aquel que siempre siente que lo fragmentado excede a lo intacto, es decir, que existen muchos más descensos que ascensos, y que no ve un final a estos estados, cree que permanecerá para siempre al margen de la Kedushá (Santidad), pues siente que es demasiado difícil para él observar la Torá en lo más mínimo, a menos de que pueda trascender por encima de la razón. Pero no siempre es capaz de conseguirlo. Por lo tanto, ¿cuál será el final de todo esto?

Entonces, finalmente determina que nadie puede ayudarle sino el Mismo Creador. Esto le lleva a realizar una sincera demanda de corazón al Creador para que le abra los ojos y el corazón y, ciertamente, le acerque más a la eterna adhesión con Dios. De esto se deduce que todos los rechazos que había experimentado, provenían del Creador.

Esto significa que no se debía a que hubiera fallado, a que no tuviera la capacidad de sobreponerse a los obstáculos. En cambio, a aquellas personas que verdaderamente desean acercarse al Creador, y con el fin de que no se contenten con poco, es decir, no permanezcan como niños ignorantes, se les brinda ayuda desde Arriba, para que no puedan decir: “Gracias a Dios, tengo Torá, Mitzvot y acciones de bien; por lo tanto, ¿qué más puedo necesitar?”

Y solamente si uno posee un deseo sincero, recibirá ayuda desde Arriba. Y constantemente se le muestra cuán carente está en su estado presente. Esto significa que se le envían pensamientos y opiniones que se oponen al trabajo con el fin de hacerle ver que no está unido al Señor. Y en la medida en que consigue sobreponerse, siempre acaba viendo que se encuentra más lejos de la Kedushá que los demás, quienes se sienten unidos al Creador.

Sin embargo, uno siempre tiene quejas y reclamos, y no consigue justificar el comportamiento del Creador, y cómo Él se comporta con uno. Esto le provoca dolor. ¿Por qué no está unificado con el Creador? Finalmente llega a sentir que no tiene parte alguna de la Kedushá.

Aunque uno en ocasiones recibe un despertar desde Arriba que le revive momentáneamente, enseguida vuelve a caer a lo más bajo. No obstante, esto es lo que lo lleva a descubrir que sólo Dios puede ayudarle y acercarle realmente.

El hombre siempre debe tratar de aferrarse al Creador. Esto significa que todos sus pensamientos deben estar orientados hacia Él, y que aun encontrándose en el peor estado, un estado del cual no pueda concebirse un mayor descenso, no debe abandonar Su dominio. Es decir, no debe concebir que exista otra autoridad que le esté impidiendo entrar en la Kedushá, y que sea capaz de causar beneficio o daño alguno.

Esto significa que no debe pensar que existe la fuerza de la Sitra Ajra (otro lado, opuesto) impidiéndole ejecutar buenas acciones y seguir la senda de Dios. En cambio, todo es llevado a cabo por el Creador.

Baal Shem Tov decía que aquel que sostiene la existencia de otra fuerza en el mundo, es decir, Klipot (cáscaras), se encuentra en un estado de “servir a otros dioses”. No es necesariamente el pensamiento herético el responsable de la transgresión. Pero si él cree que existe alguna otra autoridad y fuerza aparte del Creador, de esta forma ya está cometiendo un pecado.

Más aún, aquel que sostiene que el hombre es dueño de su propia autoridad y que afirma que fue él mismo quien ayer no deseó seguir la senda del Creador, también está pecando de hereje. Esto se debe a que no cree que sólo el Creador sea quien dirige al mundo.

Sin embargo, cuando comete una transgresión, ciertamente debe arrepentirse y lamentarse por haberla cometido. Pero también aquí debemos colocar al dolor y a la pena en el lugar que les corresponde, es decir, ¿dónde encuentra la causa de ese pecado? Pues este es el punto del que se debe lamentar.

Entonces, la persona debe arrepentirse y decir: “He cometido ese pecado, porque el Creador me arrojó de la Kedushá a un lugar de suciedad, a la letrina, al sitio de residuos”. Esto significa que el Creador le dio a uno un deseo y un anhelo para entretenerse y respirar aire en un lugar pestilente.

(Y se puede afirmar, como está escrito en los libros, que a veces uno llega encarnado en un cerdo. Debemos interpretar esto, como él dice, entendiendo que uno recibe un deseo y anhelo de extraer vida de aquellas cosas que previamente había considerado meros desperdicios, pero ahora desea nutrirse por medio de ellos).

Además, cuando uno siente que ha llegado a un estado de ascenso, y percibe un poco de  sentido en el trabajo, no debe decir: “ahora me encuentro en un estado en el cual comprendo que vale la pena servir al Creador”. En cambio, debe saber que en ese momento ha sido favorecido por el Creador, y por lo tanto, Él lo acercó más a Sí; y esta es la razón por la cual en ese momento percibe un sentido en el trabajo. Y debe cuidarse de no abandonar el dominio de la Kedushá afirmando que exista alguien más que esté actuando aparte del Creador.

(Pero esto significa que el ser favorecido por el Creador, o lo contrario, no depende de la persona misma, sino sólo del Creador. Y el hombre, con su mente externa, no puede comprender por qué razón el Señor lo ha favorecido en ese momento y no después).

Del mismo modo, cuando lamenta que el Creador no lo acerca a Él, también debe cuidar en qué sentido lamenta este distanciamiento respecto del Creador. Pues si lo hace pensando en su beneficio personal, entonces se estaría convirtiendo en un receptor para sí mismo, para su propio beneficio; y quien recibe, está separado de Él. En cambio, debería lamentar el exilio de la Shejiná (Divinidad), o sea, está causando aflicción a la Shejiná.

Uno puede tomar como ejemplo cuando algún pequeño órgano del cuerpo está dolorido, ciertamente el dolor es percibido básicamente en la mente y en el corazón. El corazón y la mente representan la totalidad del hombre. Y por supuesto, la sensación de un solo órgano no puede ser equivalente a toda la sensación de dolor en la persona, donde se siente la mayor parte del dolor.  Así es el dolor que uno siente por estar alejado del Creador, ya que uno no es más que un órgano particular de la divina Shejiná, porque esta es el alma de Israel en su totalidad. Por lo tanto, el dolor particular no se asemeja al grado de dolor general. Esto significa que existe aflicción en la Shejiná cuando los órganos son apartados de ella, y no puede sustentarlos.

(Y podríamos decir que este es el significado de lo que dijeron nuestros sabios: “Cuando un hombre se lamenta, ¿qué es lo que dice la Shejiná? ‘Oprobio a mi cabeza’”). Y si uno no vincula el pesar por estar alejado del Creador a sí mismo, se salva de caer en la trampa del deseo de recibir “para sí mismo”, que es considerado “separación de la Santidad”.

Lo mismo sucede cuando uno siente cierta cercanía con la Kedushá; cuando siente alegría por haber sido favorecido por el Creador. También entonces uno debe sostener que su gozo se debe principalmente a que ahora existe deleite Arriba, en la Sagrada Shejiná, al haber logrado acercar a Ella ese órgano particular, en vez de haberlo tenido que alejar de Su lado.

Y uno obtiene alegría del hecho de ser recompensado con poder deleitar a la Shejiná. Esto está en concordancia con el cálculo anterior que dice que, cuando hay deleite para lo individual, es sólo una parte del deleite del total. A través de estos cálculos, uno pierde su individualidad y evita ser atrapado por la Sitra Ajra, que es el deseo de recibir “en beneficio propio”.

Si bien el deseo de recibir es imprescindible, pues de él está compuesto el hombre en su totalidad,, se debe a que cualquier cosa que exista en la persona aparte del deseo de recibir, no pertenece al creado, sino que se le atribuye al Creador. Pero el deseo de recibir placer debe ser corregido invirtiéndolo con el fin de otorgar.

Esto significa que el placer y el deleite que el deseo de recibir consigue, deben corresponder con la intención de brindar deleite Arriba cada vez que el creado sienta placer, puesto que este fue el propósito de la creación: beneficiar a Sus creaciones. Y esto se llama “el deleite de la Shejiná Arriba”.

Por esta razón uno debe hallar consejo sobre cómo causar deleite Arriba. Y por cierto, si uno recibe placer, también Arriba se sentirá contento y satisfacción. Por eso, el individuo anhela estar siempre  en el palacio del Rey, y poder divertirse con los tesoros del Rey. Y eso, por supuesto, provocará contento y satisfacción Arriba. De esto se desprende que todo el anhelo debe estar orientado exclusivamente  en beneficio del Creador.

 


[1] También Mandamientos.

[2] En traducción literal “no en Su Nombre”.