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La Libertad
«Tallado (jarut) en las piedras»;
no lo pronuncie «tallado» (jarut), sino más bien «libertad» (jerut),
para demostrar que ellos son liberados del ángel de la muerte.
(Midrash Shmot Raba, 41)
Estas palabras necesitan ser esclarecidas, porque ¿cómo se relaciona la cuestión de la recepción de la Torá con la liberación del hombre de la muerte? Además, una vez que alcanzaron un cuerpo eterno que no puede morir, gracias a la recepción de la Torá, ¿cómo llegaron a perderlo nuevamente? ¿Puede lo eterno llegar a desaparecer?
El libre albedrío
Para poder entender el significado sublime: «libertad del ángel de la muerte «, primero debemos comprender el concepto, tal como normalmente lo entiende la humanidad.
Desde un punto de vista general, consideramos que la libertad es una ley natural, que se aplica a todo lo que está vivo. Así podemos ver que los animales que caen en cautiverio mueren cuando se les niega la libertad. Y es un testimonio verdadero que la providencia no acepta la esclavitud de ninguna criatura. No en vano la humanidad ha luchado durante los siglos pasados para lograr cierta cantidad de libertad para el individuo.
Aun así el concepto expresado en la palabra «libertad» no queda claro. Y si profundizamos en el corazón de la palabra misma, no quedará casi nada. Esto se debe a que antes de ir tras ella, se debe asumir que este atributo que llamamos “libertad” es poseído por todo individuo intrínsecamente. O sea que puede actuar según su propio libre albedrío.
El placer y el dolor
Sin embargo, cuando examinamos los actos de un individuo, encontramos que sus acciones le han sido impuestas y que ha sido obligado a actuar sin posibilidad de libertad de elección. En cierto modo, se parece a un guisado que se cocina sobre una estufa; no tiene ninguna elección aparte de cocinarse. La providencia ha apresado la vida con dos cadenas: el placer y el dolor.
Todas las criaturas vivientes carecen de libre albedrío como para elegir el dolor o rechazar el placer. Y la única ventaja que el hombre posee sobre los animales, es que puede hacer proyectos a largo plazo. Es decir, que puede aceptar una cierta cantidad de dolor a cambio de la esperanza de algún beneficio o placer futuro, a ser adquirido luego de cierto tiempo.
Pero de hecho no existe aquí más que un cálculo aparentemente comercial. Es decir que el beneficio o placer futuro será más grande que el dolor o la agonía que se ha accedido a asumir en el presente. Se trata sólo de un asunto de sustracción. Se sustrae el dolor del placer esperado, y como resultado queda aún una cierta cantidad de placer excedente.
Es así que sólo se busca el placer. Y a veces sucede que uno sufre porque finalmente no encontró el placer esperado del resultado de dicho cálculo, y se encuentra en déficit, puesto que el sufrimiento fue mayor que el placer obtenido. Todo esto se realiza al modo de los comerciantes.
Y estando todo dicho y hecho, no existe diferencia alguna entre el hombre y el animal. Y si éste es el caso, no existe libre albedrío alguno, sino meramente una fuerza de atracción que lleva hacia cualquier fuente de placer y que rechaza las circunstancias dolorosas. Y la Providencia los conduce a cada lugar que elige por medio de estas dos fuerzas, sin pedirles su opinión sobre el asunto.
Incluso la determinación del tipo de placer o beneficio se encuentra absolutamente fuera del alcance del libre albedrío de uno. Por el contrario, obedece al deseo de otros. Por ejemplo: me siento, me visto, hablo, como. No hago todo esto porque quiera sentarme de tal forma, o conversar de tal otra; o vestirme así, o comer así. Lo hago porque otros quieren que me siente, me vista, hable y coma de esa forma. Todo se realiza de conformidad con los deseos de la sociedad, y no de mi libre albedrío.
Además, en la mayoría de los casos incluso hago estas cosas contra mi voluntad, puesto que me sentiría más cómodo comportándome de una manera sencilla y sin llevar un yugo. Pero en cada movimiento estoy encadenado a los gustos y modos de los demás que constituyen la sociedad.
Entonces díganme dónde está mi libre albedrío. Por otra parte si asumimos que la voluntad carece de libertad, entonces somos todos como máquinas que operan y crean por medio de fuerzas externas, que las obligan a actuar de tal manera. Eso significa que estamos encarcelados en la prisión de la providencia, la cual usando estas dos cadenas, placer y dolor, nos empuja y nos jala según su voluntad a donde sea que considere conveniente.
Entonces resulta que al parecer no existe tal cosa en el mundo como el egoísmo, ya que nadie es verdaderamente libre ni actúa por cuenta propia; y no soy yo dueño de mis actos; y no los llevo a cabo porque los quiera ejecutar, sino porque estoy siendo operado forzosamente, sin participación alguna de mi propio parecer. Por lo tanto el castigo y la recompensa desaparecen.
Y esto es bastante extraño no sólo para el ortodoxo que cree en Su providencia, y que confía en Él sabiendo que cada uno de Sus actos está dirigido exclusivamente para hacer el mayor bien. Es aún más extraño para aquéllos que creen en la naturaleza, ya que según lo antedicho, estamos todos encarcelados por las cadenas de la naturaleza ciega; sin conocimiento ni responsabilidad algunos. ¿Y acaso nosotros, que somos la especie elegida, cuya mente y conocimiento nos distinguen, nos habremos convertido en un mero juguete en manos de la naturaleza ciega que nos extravía quién sabe adónde?
La ley de causalidad
Vale la pena tomarse un momento para comprender algo tan importante. Es decir, observar cómo existimos en el mundo en términos de «egoísmo», ya que todos y cada uno de nosotros nos consideramos como seres únicos, actuando por cuenta propia, independiente de fuerzas exteriores, ajenas y desconocidas. ¿Y de qué manera se nos revela este estado de egoísmo?
Es un hecho que existe una conexión general entre todas las piezas de la realidad que se encuentran bajo la ley de causalidad a modo de causa y efecto. Y al igual que el todo, así también cada una de las piezas en sí mismas. O sea que todas las criaturas de este mundo, comprendiendo los cuatro reinos: inanimado, vegetativo, animado y hablante, están sujetas a la ley de causalidad por la vía de causa y efecto.
Más aún, cada forma particular de comportamiento, al cual se aferra alguna criatura de este mundo, es impulsada por causas ancestrales que la fuerzan a asumir un determinado cambio de comportamiento, y no otro. Y esto resulta evidente para todo aquél que analice los comportamientos de la naturaleza desde un punto de vista puramente científico y sin prejuicios. En verdad debemos analizarlo para permitirnos poder examinarlo desde todos los ángulos.
Cuatro factores
Se debe tener presente que cada nuevo estado que aparece en los seres de este mundo, debe ser entendido no como “existencia que surge de la ausencia”, sino como “existencia que surge de la existencia”. O sea, de una entidad real que ha sido despojada de su forma anterior para asumir su forma actual.
Por lo tanto debemos entender que en cada surgimiento de este mundo existen cuatro factores; y que de estos cuatro factores juntos surge ese nuevo estado. Estos son:
- La base.
- La relación de causa y efecto. Esto está relacionado con el atributo mismo de la base, la cual permanece inalterada.
- La relación causa-efecto interna, que cambia como consecuencia del contacto con fuerzas externas.
- La causa y efecto de fuerzas ajenas, que actúan sobre ella desde afuera.
Y los aclararé uno por uno:
El primer factor: La base, la materia prima
- La «base», es decir, la materia prima. Está relacionada con el mismo ser, pues «no hay nada nuevo bajo el sol»; y cualquier acontecimiento que ocurra en nuestro mundo, no es “existencia que surge de la ausencia”, sino más bien “existencia que surge de la existencia”. Es una entidad que se ha despojado de su forma anterior y que ha tomado otra diferente. Y esta entidad es la que llamamos «base». En ella radica la fuerza destinada a ser revelada y determinada al final de la formación de ese nuevo estado o surgimiento. Por lo tanto, es por cierto considerada su causa principal.
El segundo factor: La relación causa-efecto que resulta de sí mismo
- Es una relación de causa-efecto que está relacionada con el propio atributo de la base, que no cambia. Tomen, por ejemplo, una espiga de trigo que se descompone en la tierra y como consecuencia de lo cual brotarán muchas espigas más. Así, esa fase de descomposición es lo que consideramos la «base». Es decir, que la esencia del trigo se ha despojado de su antigua forma, que es la forma del trigo, y ha tomado la forma del trigo descompuesto, que es la semilla que llamamos «base», y que ahora carece de forma alguna. Ahora, después de haberse descompuesto en la tierra se ha vuelto apta de vestirse en otra forma, que es la forma de muchas espigas de trigo, destinadas a crecer a partir de esa base que es la semilla.
Y es bien conocido por todos que esta base no está destinada a convertirse ni en cebada ni en avena, sino que sólo puede ser comparada con su antigua forma, de la cual se ha despojado: un mero tallo de trigo. Y si bien es cierto que ha cambiado en cierto grado, tanto en calidad como en cantidad, puesto que en la forma anterior había solamente un tallo y ahora hay diez o veinte, en cuanto al gusto y al aspecto la esencia de la forma del trigo permanece inalterada.
Así, vemos que existe una relación de “causa y efecto” atribuida al propio atributo de la base, la cual nunca cambia. Pues jamás surgirá cebada de una espiga de trigo, como ya hemos mencionado. Esto representa el segundo factor.
El tercer factor: La relación interna de causa y efecto
- Es la consecuencia de la relación interna de “causa y efecto” de la base la que cambia al entrar en contacto con fuerzas externas a su ambiente. Es decir, que vemos que a partir de una semilla de trigo, que se descompone en la tierra, crecen muchas espigas, a veces incluso más grandes y mejores que la que era antes de la siembra.
Por consiguiente debe haber factores adicionales implicados, que han colaborado con la fuerza oculta del ambiente, es decir, la «base». Y gracias a esto, las añadiduras en calidad y en cantidad que estaban ausentes en la forma anterior del trigo, ahora se han manifestado. Estos factores son los minerales y los materiales de la tierra, la lluvia y el sol. Todos ellos operan prestando sus fuerzas y participando con la fuerza de la base misma. Y conjuntamente con la relación de “causa y efecto”, han mejorado tanto la cantidad como la calidad en ese siguiente estado.
Debemos entender que este tercer factor se une al proceso interno de la base, pues es la fuerza oculta en ésta la que controla. Que al final de cuentas todos estos cambios pertenecen al trigo y no a alguna otra planta. Por lo tanto los definimos como factores internos. Sin embargo se diferencian en todo sentido del inmutable segundo factor, pues este tercer factor cambia tanto en calidad como en cantidad.
El cuarto factor: La relación causa-efecto a través de fuerzas ajenas
Es la relación de “causa y efecto” a través de factores ajenos que actúan sobre la base desde afuera. Esto significa que no se trata de factores que tengan una relación directa con el trigo, tales como los minerales, la lluvia y el sol; sino que son factores ajenos a él, tales como las plantas cercanas; o acontecimientos externos como el granizo, el viento, etc.
Y pueden ver que esos cuatro factores se combinan en el trigo a lo largo de todo su crecimiento. Y en cada situación particular por la que el trigo pasa en el transcurso de ese período, está condicionado por estos cuatro factores. La calidad y la cantidad de cada estado son determinadas por ellos. Y tal como lo hemos descrito para el trigo, esta regla se aplica a toda aparición o cambio de estado en el mundo; incluso a los pensamientos e ideas.
Si por ejemplo nos imaginamos un estado conceptual cualquiera en un cierto individuo, tal como un determinado estado de religiosidad en alguna persona, o un ultra-ortodoxo, o menos ortodoxo, o intermedio; entenderemos que ese estado existe y ha sido determinado en el hombre a través de los cuatro factores explicados.
Posesiones hereditarias
El primer factor es la «base», que es la primera sustancia; pues el hombre es creado a modo de “existencia a partir de la existencia”, es decir de las mentes de sus progenitores. Resulta, por lo tanto, que hasta cierto punto es como copiar de un libro a otro. Es decir, que casi todas las cuestiones que eran aceptadas y que habían sido alcanzadas por sus antepasados, han sido copiadas en él.
Pero la diferencia está en que se encuentra en una forma abstracta. Muy parecida a la del trigo que fue sembrado y que es considerado aún una semilla hasta que se haya descompuesto y se haya despojado de su forma previa. Ocurre lo mismo con la gota de semen, de la cual nace el hombre. No existe en ella nada de las formas de sus antepasados, sino únicamente fuerza abstracta.
Pues las mismas ideas que eran conceptos en sus antepasados, se han convertido en meras tendencias en él, llamadas instintos o hábitos, que lo impulsan a actuar incluso sin saber por qué. Y son, en efecto, fuerzas ocultas que ha heredado de sus antepasados. De modo que no sólo se nos transmiten, a modo de herencia de nuestros antepasados, los bienes materiales; sino que las posesiones espirituales y todos los conceptos que nuestros padres habían abordado, también llegan a nosotros a modo de herencia de generación a generación.
Y de aquí surgen varias tendencias que encontramos en la gente: una tendencia a creer o una a criticar; una tendencia a conformarse con una vida material, o un deseo en pos de ideales; o despreciando una vida de conformismo; o siendo tacaño, o condescendiente, o insolente, o tímido.
Pues todas estas tendencias que aparecen en la gente no han sido adquiridas por ellas, sino que más bien son la herencia que sus antepasados les han legado. Es sabido que en la mente humana existe un lugar particular en donde residen estas tendencias. Se llama «médula oblongata» (cerebro alargado) o subconsciente; y todas las tendencias se encuentran allí.
Pero debido a que los conceptos de nuestros antepasados, fruto de sus experiencias, se han convertido en nosotros en simples tendencias, se considera que es igual al trigo sembrado que se ha despojado de su forma anterior y que ha quedado desnudo, pero poseyendo fuerzas potenciales que habrán de adquirir formas nuevas. Y en nuestro caso estas tendencias están destinadas a asumir la forma de ideas, que por lo tanto son consideradas la primera sustancia. Y este es el primer factor, llamado “base”. En ella residen todas las fuerzas de las tendencias particulares que el hombre ha heredado de sus progenitores, y que definimos como “herencia ancestral”.
Debe ser tomado en cuenta que algunas de estas tendencias se manifiestan de forma negativa; es decir, opuestas a aquéllas que se encontraban en los antepasados. Es por eso que se ha dicho: «Todo lo que está oculto en el corazón del padre, se hace evidente en el hijo».
La razón para esto es que la «base» se despoja de su forma anterior para revestirse en una nueva. Por lo tanto es similar a rechazar las formas de los conceptos de sus antepasados, como el trigo que se descompone en la tierra y pierde enteramente la forma del grano. Sin embargo, todavía depende de los otros tres factores.
La influencia del entorno
El segundo factor es el efecto directo de la relación de “causa y efecto” relacionada con el atributo mismo de la base, que no cambia. Esto quiere decir, como lo hemos explicado con el trigo que se descompone en la tierra, que el entorno en el cual descansa la base, tales como el suelo, los minerales y la lluvia, el aire y el sol; actúa sobre la siembra, como ya lo hemos dicho, a través de una larga cadena de causa y efecto por medio de un proceso largo y progresivo, paso a paso, hasta que madura.
Y la base ha vuelto a tomar su forma anterior; es decir, la forma del trigo, pero con una calidad y cantidad diferentes. Y su aspecto general permanece completamente inalterado, pues no crecerán de ella ni cebada ni avena. Cambian en cuanto a su aspecto particular en cantidad, pues de una espiga salen una docena o dos docenas de espigas; y cambian en cuanto a su calidad, que es mejor o peor que la forma anterior del trigo.
Ocurre lo mismo aquí, pues el hombre, como una «base», es colocado en el entorno; o sea, en la sociedad. Y está forzado a ser influido por ella, al igual que el trigo por su ambiente, pues la base no es más que una forma en bruto. Así, a través del contacto con su entorno y con el ambiente, absorbe las impresiones de los demás a través de un proceso gradual, o través de una cadena de situaciones; una por una, como una relación de causa y efecto.
En ese momento las tendencias incluidas en su base toman la forma de conceptos. Si por ejemplo el individuo hereda de sus ancestros una tendencia a la tacañería, entonces cuando crezca construirá conceptos e ideas que lo predispondrán a ser tacaño y a ver las ventajas en ello. Así, aunque su padre hubiera sido generoso, él podría heredar de él la tendencia negativa; o sea, la tacañería, pues lo ausente es tan hereditario como la presente.
O si uno hereda de sus ancestros una tendencia a ser de mente abierta, construirá para sí mismo ideas de las que derivará conclusiones que confirmen que es bueno ser así. ¿Pero de dónde provienen todas esas conclusiones y razones? Uno las toma de su entorno, inconscientemente, ya que éste implanta sus opiniones y gustos en él mediante un desarrollo progresivo de relación causa y efecto.
Y todo esto se realiza de tal suerte que el hombre las considera como propias; como si las hubiera adquirido a través de su libertad de pensamiento. Aquí también, al igual que con el grano del trigo, existe una parte inmutable de la base, que corresponde a las tendencias heredadas que permanecerán inalteradas respecto de las de sus ancestros.
Éste es el segundo factor.
EL hábito se vuelve segunda naturaleza
El tercer factor es el resultado directo de la ley de causa y efecto, por la cual atraviesa la base hasta alterarse. Pues debido a que, gracias al entorno, las tendencias heredadas en el hombre se han convertido en conceptos, vemos que aquéllas trabajan en la dirección que estos conceptos definen. Por ejemplo, un hombre de naturaleza tacaña, cuya tendencia se ha convertido en un concepto a través de la sociedad, podrá ahora comprender la tacañería desde un punto de vista razonable.
Supongamos que este comportamiento le sirve de mecanismo de defensa, para evitar depender de otros. Vemos que esta persona se encuentra en una escala de tacañería; y si desapareciera ese temor del cual se está defendiendo, podría abandonar este rasgo por algún tiempo. Así resulta que habría cambiado para bien respecto de la tendencia original que había heredado de sus antepasados. A veces uno incluso logra extirpar totalmente una mala tendencia. Esto se obtiene a través del hábito, que puede llegar a convertirse en una segunda naturaleza.
En cuanto a esto, la fuerza del hombre es mayor que la de una planta, ya que el grano de trigo no puede cambiar más que en su parte interna; mientras que el hombre posee la facultad de cambiar a través del poder de la relación de causa y efecto del entorno, incluso en las partes generales. Esto quiere decir extirpar totalmente una tendencia y volcarse a la opuesta.
Factores externos
El cuarto factor es el comportamiento de la ley de causa y efecto que afecta la base por medio de fuerzas que son completamente ajenas a ella, y que actúan sobre ella desde afuera. Es decir, que estas fuerzas no están relacionadas con el proceso de crecimiento de la base, actuando directamente sobre ella; sino que en cambio operan sobre ella indirectamente. Por ejemplo: los problemas económicos, la dura carga de la vida diaria, los vientos, etc., que en sí mismos desencadenan un completo, lento y gradual orden de situaciones a través de la ley de causa y efecto, que transforman los conceptos del hombre para bien o para mal.
Así pues, he presentado los cuatro factores naturales de los cuales cada uno de los pensamientos e ideas que vienen a nuestras mentes son sus productos. Y aunque el hombre se sentara a meditar el día entero, no sería capaz de agregar o de cambiar nada a lo que esos cuatro factores le proporcionan. Cualquier adición que pueda realizar, será en cantidad: ya se trate de una inteligencia mayor o de una menor, no podrá agregar lo más mínimo en cuanto a la calidad. Esto se debe a que estos factores determinan en nosotros el tipo y forma de la idea y de la conclusión de una manera contundente. Así, pues, estamos en manos de estos cuatro factores, como la arcilla en las manos de un alfarero.
Libre albedrío
Sin embargo, cuando examinamos estos cuatro factores, encontramos que aunque nuestra fuerza no alcance para enfrentar el primer factor, que es la «base», aún disponemos de la capacidad y del libre albedrío para protegernos de los otros tres factores mediante los cuales la base cambia en sus partes individuales. A veces también cambia en su parte general por medio del hábito, que lo dota de una segunda naturaleza.
El ambiente como un factor
Esa protección implica que siempre podemos agregar algo al elegir nuestro entorno, que está comprendido por los amigos, los libros, los maestros, etcétera. Al igual que una persona que ha heredado de su padre unas pocas espigas de trigo; que puede hacer crecer, a partir de esta pequeña cantidad, docenas de espigas por medio de su elección del ambiente adecuado para su «base», que sería la tierra fértil, con todos los minerales necesarios y los recursos necesarios y materias primas para nutrirla de manera abundante.
Existe también la cuestión del trabajo de mejorar las condiciones ambientales para satisfacer las necesidades de la planta y de su crecimiento, pues el sabio hará bien en elegir las mejores condiciones, y encontrará bendición en su trabajo. En cambio el necio tomará lo que sea que encuentre ante sí, y así hará de su siembra una maldición, en lugar de una bendición.
Así, todo su mérito y su espíritu dependen de la elección del ambiente en el cual sembrar el trigo. Pero una vez que ha sido sembrado en el lugar elegido, su forma entera estará determinada por la medida de lo que el ambiente pueda proveerle.
Tal es el caso con el tema en cuestión, pues es cierto que la voluntad no es libre, sino que está marcada por los cuatro factores anteriores. Y uno se ve forzado a pensar y a examinar como ellos sugieren, desprovisto de cualquier posibilidad de escrutinio o de cambio, al igual que el grano de trigo en su ambiente.
Sin embargo existe libre albedrío para elegir, al principio, un entorno que le provea buenos conceptos: libros y otras guías de este tipo. Y si uno no lo hace, y en cambio prefiere introducirse en cualquier ambiente y leer cualquier libro que caiga en sus manos, estará sujeto a caer en un mal ambiente, o a desperdiciar su tiempo en libros inútiles, que son abundantes y más fáciles de encontrar, y que lo obligan a incurrir en concepciones desviadas que lo llevarán a pecar y a condenar. Ciertamente será castigado; no debido a sus pensamientos y acciones malvados, respecto de los cuales no tiene elección alguna, sino porque no escogió el ambiente adecuado, ya que como hemos visto, en eso definitivamente existe una elección.
Por lo tanto, quien se continuamente esfuerza en escoger un ambiente mejor, es digno de alabanza y de recompensa. Pero también aquí, no debido a sus buenas acciones o pensamientos, los cuales se manifiestan en él sin que los elija, sino por su esfuerzo de conseguir un buen ambiente que le brinde estos pensamientos y acciones buenos. Como el Rabí Yehoshua Ben Perajia dijo: «Hazte de un maestro y cómprate un amigo».
El deber de elegir un buen ambiente
Ahora se pueden comprender las palabras de Rabí Yosi Ben Kisma (Avot 86), quien en respuesta a una oferta de mudarse a otra ciudad, pagándosele por ello miles de monedas de oro, contestó: «Aunque me diera todo el oro y la plata, y todas las joyas del mundo, viviré sólo en un lugar de Torá».
Estas palabras suenan demasiado sublimes para nuestra mentes simples, pues ¿cómo puede ser que haya renunciado a miles de monedas de oro por algo tan trivial como vivir en una lugar donde no haya discípulos de la Torá, cuando él mismo era un gran sabio que no necesitaba aprender de nadie? ¡De verdad, un gran misterio!
Pero, como hemos visto, es algo sencillo que debe ser observado por todos y cada uno de nosotros. Pues aunque cada uno posea «su propia base», las fuerzas no se revelan abiertamente, sino a través del ambiente en el cual uno se encuentra. Ocurre lo mismo con el trigo sembrado en la tierra, cuyas fuerzas no se manifiestan, sino a través del ambiente, que está comprendido por la tierra, la lluvia y la luz del sol.
De este modo el Rabí Yosi Ben Kisma asumió correctamente que si abandonaba el buen ambiente que había elegido e iba a parar a un ambiente dañino, es decir, a un lugar sin discípulos de la Torá, no solamente se verían comprometidos sus conceptos previos, sino que todas las demás fuerzas ocultas en su base, que aún no había revelado en acción, permanecerían ocultas. Esto se debe a que no estarían circunscriptas al ambiente adecuado que las pudiera activar.
Y como lo hemos explicado antes, sólo en lo referente a la elección del ambiente se mide el control que un hombre tiene sobre sí mismo, y por esto se hace digno de alabanza o de castigo. Por eso uno no debería sorprenderse al ver a un hombre sabio como el Rabí Yosi Ben Kisma elegir el bien y rechazar el mal; y por no haberse tentado con cosas materiales y corporales, como se deduce aquí: «Cuando uno muere no se lleva consigo plata u oro, o joyas, sino sólo las buenas acciones y la Torá». Y entonces nuestros sabios nos advirtieron: «Hazte de un maestro y cómprate un amigo», así como elegir los libros adecuados, como ya ha sido mencionado. Pues sólo por esto puede uno ser reprendido o elogiado. O sea, por la elección del entorno. Pero una vez que ha elegido ese entorno, está en sus manos como la arcilla en las manos del alfarero.
El control de la mente sobre el Cuerpo
Algunos sabios hombres contemporáneos, luego de haber meditado sobre el tema anterior, y viendo cómo la mente del hombre no es más que el fruto que crece a partir de los acontecimientos de la vida, concluyeron que el cerebro no posee control alguno sobre el cuerpo, sino que son solamente los acontecimientos de la vida, grabados en la corteza del cerebro, los que controlan y activan al hombre. Y la mente de un hombre se asemeja a un espejo que refleja las formas que están delante de sí, pues aunque el espejo sea el portador de estas formas, no puede activarlas ni moverlas.
Lo mismo ocurre con la mente. Aunque ésta pueda observar y reconocer los acontecimientos de la vida en todos sus niveles de causa y efecto, en última instancia sigue siendo incapaz de controlar al cuerpo para ponerlo en movimiento Es decir, acercarlo más al bien o alejarlo más del mal, porque lo espiritual y lo físico están completamente alejados uno del otro. Y no puede existir ningún instrumento intermediario entre ellos para permitir a la mente activar al cuerpo y actuar sobre él, como lo hemos explicado en profundidad.
Pero allí donde ellos aciertan, también yerran. Porque la imaginación del hombre le sirve como el microscopio sirve al ojo, sin el cual no podría observar ninguna cosa dañina debido a su minúsculo tamaño. Pero en cuanto ha observado el factor dañino a través del microscopio, se distancia del mismo.
Resulta que es el microscopio el que lleva al hombre a distanciarse del elemento dañino, y no el sentido en sí mismo, pues el sentido no lo había detectado en un principio. Y en ese grado el cerebro controla totalmente el cuerpo del hombre para distanciarlo del mal y acercarlo al bien. Esto quiere decir que en todos aquellos campos en los cuales el atributo del cuerpo falla en reconocer al factor como benéfico o como dañino, allí necesita del ingenio de la mente.
Además, ya que el hombre conoce su mente, que es un resultado verdadero de las experiencias de la vida, puede tomar la inteligencia y el conocimiento de una persona de confianza, y aceptarlos como una ley, aunque los acontecimientos de su vida aún no le hayan revelado estos conceptos. Ocurre lo mismo con la persona que pide consejo a un médico, y que le obedece aun cuando no entienda nada con su propia mente. De este modo uno usa la mente de otros tanto como usa la suya propia.
Como lo hemos aclarado antes, existen dos caminos a través de los cuales la providencia se asegura de que el hombre llegue a ese objetivo resuelto. Estos son:
- El camino del sufrimiento
- El camino de Torá
Toda la claridad en el camino de la Torá se deriva de eso. Pues respecto de estos claros conceptos que fueron revelados y reconocidos luego de una larga cadena de acontecimientos en las vidas de los profetas y de otros hombres de Dios, finalmente llega un hombre que los utiliza plenamente y se beneficia de ellos como si estos conceptos provinieran de los acontecimientos de su propia vida. Así, puede verse que uno se libera de todas las dificultades que debe experimentar antes de poder desarrollar esa mente clara por sí mismo. De este modo se ahorra tiempo y sufrimiento.
Esto puede compararse con un hombre enfermo que no desea obedecer las órdenes del médico sin antes entender cómo aquel tratamiento lo podría curar, y comienza a estudiar medicina. Podría morir por su enfermedad antes de llegar a entender la sabiduría de la medicina.
Así es el camino del sufrimiento, en oposición al camino de la Torá. Pues quien no cree en los conceptos que la Torá y las profecías le aconsejan adoptar sin entendimiento previo, deberá alcanzarlos por sí mismo. Es decir, sólo siguiendo la cadena de causa y efecto ligada a los acontecimientos de su vida, que son experiencias que aceleran el proceso y capaces de desarrollar el sentido del conocimiento del mal en sí mismo, como lo hemos visto, y sin pedirle su opinión, pero porque se esfuerza en conseguir un ambiente bueno que lo llevará a reconocer esos buenos pensamientos y acciones.
La libertad del individuo
Ahora hemos llegado a un entendimiento minucioso de la libertad del individuo. Sin embargo, esto se relaciona solamente con el primer factor, que es la «base», la materia prima de cada hombre. Es decir, todas las características que heredamos de nuestros antepasados, y por las que nos diferenciamos unos de otros.
Porque incluso cuando miles de personas compartan el mismo ambiente, de tal modo que los otros tres factores actúen igualmente sobre ellas, no se encontrarán a dos personas que compartan el mismo atributo. Esto se debe a que cada una de ellas tiene su propia «base», que es única. Ocurre lo mismo que con la base del trigo, pues aunque éste cambie mucho por el poder de los tres factores restantes, aun así conservará la forma preliminar del trigo, y jamás adoptará otra forma.
La forma general del progenitor jamás se pierde
Así es que cada «base» que se había despojado de la forma preliminar del progenitor, y que había adoptado una forma nueva como consecuencia de los tres factores que le habían sido agregados, y como consecuencia de lo cual había cambiado sustancialmente, aún conserva la forma general del progenitor y jamás adoptará la forma de otra persona que se le parezca, de mismo modo que la avena nunca se parecerá al trigo.
Así, todas y cada una de las bases son, en sí mismas, una larga cadena que comprende varios cientos de generaciones. Y la base incluye las ideas de todas ellas. Pero éstas no se revelan en uno de la misma manera en que lo hicieron en sus ancestros, que es en la forma de ideas; sino sólo como formas abstractas. Por lo tanto existen en uno bajo la forma de fuerzas abstractas, llamadas «tendencias» «e «instintos», sin que uno conozca la razón o el porqué de cada cosa que hace. Así, nunca pueden existir dos personas con el mismo atributo.
La necesidad de preservar la libertad del individuo
Se debe saber que ésta es la única posesión verdadera del individuo, que no debe ser dañada o alterada. Pues finalmente estas tendencias que existen en la base se materializarán y adoptarán la forma de ideas cuando ese individuo crezca y alcance una mente propia, como resultado de la ley de evolución que controla esa cadena y la empuja siempre hacia adelante. También aprenderemos que todas y cada una de las tendencias están destinadas a convertirse en conceptos sublimes de inmensurable valor.
Resulta que quien erradica alguna tendencia de algún individuo, y la desarraiga, ocasiona la pérdida para el mundo de aquel sublime y maravilloso concepto destinado a materializarse al final de esa cadena. La razón para esto es que esa tendencia jamás volverá a existir en ningún otro cuerpo, excepto ese cuerpo particular.
De este modo entendemos que cuando una tendencia particular adopta la forma de un concepto, deja de ser posible distinguirla como buena o mala. En cambio, tales distinciones sólo pueden existir cuando son todavía tendencias o conceptos inmaduros; y de ningún modo puede reconocerse esto cuando adoptan la forma de verdaderos conceptos.
De lo anterior aprendemos cuan grave es el error que infligen aquellas naciones que fuerzan su reinado sobre minorías, privándolas de libertad, de la capacidad de vivir sus vidas por medio de las tendencias que han heredado de sus antepasados. Ellas son consideradas no menos que como asesinas.
Incluso aquéllos que no creen en la religión ni en la providencia, pueden comprender el deber de conservar la libertad del individuo, observando los sistemas de naturaleza. Pues podemos ver que cada nación que alguna vez cayó, llegó a ello a causa de la opresión de las minorías y de los individuos, que por tal motivo se rebelaron contra ella y ocasionaron su ruina. Por lo tanto queda claro que la paz no puede existir en el mundo si no tomamos en consideración la libertad del individuo. Sin ésta, la paz jamás podrá llegar a ser, y la ruina prevalecerá.
De este modo hemos definido la esencia del individuo con exactitud extrema, después de la deducción de todo lo que él absorbe del público general. Pero ahora nos enfrentamos con la siguiente pregunta: ¿Dónde se encuentra el individuo en sí mismo, después de todo? Pues todo lo que hemos dicho hasta ahora es tomado como la característica del individuo, heredada de sus antepasados. Pero, ¿dónde está el individuo en sí mismo? ¿Dónde está aquél que es el heredero, y que exige que protejamos su propiedad?
Pero de todo lo que ha sido dicho hasta ahora, aún no hemos encontrado el punto del ego, o el «yo» en el hombre, que lo posicionaría ante nuestros ojos como una unidad independiente. Pero finalmente, ¿qué debo hacer con el primer factor, que es una larga cadena comprendida por miles de personas, una tras otra, de generación en generación, y que determinan la imagen en el individuo como a un heredero? Y ¿qué es lo que debo hacer con los otros tres factores, comprendidos por miles de personas puestas unas frente a otras en una generación? Lo esencial es que cada individuo es sólo una máquina pública esperando ser usada por los demás como éstos consideren oportuno. Es decir, que como resultado de todo lo anterior está sujeto a dos tipos de público:
- Desde la perspectiva del primer factor, y como resultado de éste, está sujeto a un público extenso de generaciones pasadas, sucediéndose unos tras otros.
- Desde la perspectiva de los otros tres factores, y como resultado de ellos, está sujeto a su generación contemporánea.
Y esto es, en verdad, una cuestión universal. Por eso hay muchos que se oponen al método anterior, natural; aunque reconocen su validez. Y a cambio adoptan métodos metafísicos, o dualistas, o trascendentalistas, para así crear para sí mismos alguna imagen de algún objeto espiritual, y cómo éste se asienta dentro del cuerpo o del alma. Y ésa es el alma que aprende y que maneja al cuerpo; y ésa es la esencia del hombre, su «yo».
Y quizás estas interpretaciones puedan aliviar la mente de uno; pero el problema es que no tienen ninguna solución científica en cuanto a cómo es posible que un objeto espiritual pueda tener algún tipo de contacto con átomos físicos, para así inducirlos a algún tipo de movimiento. Y su sabiduría no les ha ayudado a encontrar un puente para atravesar esa amplia y profunda grieta que se extiende entre la entidad espiritual y el átomo corporal. Así, vemos que la ciencia no ha ganado nada de todos estos métodos metafísicos.
El deseo de recibir – existencia a partir de la ausencia
Sólo necesitamos la sabiduría de la Cabalá para avanzar un paso hacia adelante de una manera científica, pues toda la sabiduría de los mundos está incluida en la sabiduría de la Cabalá. Aprendemos, en el tema de «las luces y vasijas espirituales», que la principal novedad desde el punto de vista de la Creación, donde Él ha creado existencia a partir de la ausencia, implica un único aspecto, definido como el «deseo de recibir». Todos los demás aspectos de la Creación entera, definitivamente no constituyen novedad alguna, ya que no son existencia a partir de la ausencia, sino existencia a partir de la existencia. Es decir, que son extraídos directamente de Su esencia, como la luz que se extiende del sol. Aquí tampoco existe nada nuevo, puesto que la sustancia del sol se extiende hacia afuera.
Pero el deseo de recibir, sin embargo, es absolutamente novedoso. Es decir, que antes de la Creación tal cosa no existía en realidad, porque Él no posee ningún aspecto del deseo de recibir, ya que Él precede a todo. Por tal motivo, ¿de quién podría Él recibir? Por lo tanto, ese deseo de recibir que Él extrajo como existencia a partir de la ausencia, es absolutamente nuevo. Pero todo el resto no tiene novedad alguna, como para ser considerado «creación». Así, todas las vasijas y los cuerpos, tanto de mundos espirituales como de físicos, son considerados sustancia material o espiritual, de una naturaleza de «desear recibir».
Dos fuerzas en el deseo de recibir: la fuerza de atracción y la fuerza de rechazo
Y es necesario ver más lejos, pues en esa fuerza, llamada el «deseo de recibir», distinguimos dos fuerzas más:
- La fuerza de atracción.
- La fuerza de rechazo.
Esto se debe a que cada cuerpo o vasija, definida por el deseo de recibir, realmente está limitado en cuanto a la calidad y la cantidad que recibirá. Por lo tanto, toda la cantidad y la calidad que están fuera de sus límites, parecen ir contra su naturaleza, y por lo tanto los rechaza. Así, aunque ese «deseo de recibir» sea considerado una fuerza de atracción, está determinado a convertirse también en una fuerza de rechazo.
Una única ley para todos los mundos
Aunque la sabiduría de la Cabalá no hace ninguna mención de nuestro mundo corpóreo, existe solamente una única ley para todos los mundos. Por lo tanto todas las entidades corpóreas de nuestro mundo, es decir, todo lo que hay dentro de ese espacio, sea inanimado, vegetativo, animado, espiritual o un objeto corpóreo; si queremos distinguir el aspecto único y propio de cada uno de ellos, cómo se distinguen el uno del otro hasta en la más pequeña de las partículas, se reduce meramente a un «deseo de recibir» que determina toda su forma particular, desde el punto de vista de la creación renovada, limitándola tanto en cantidad como en calidad, e induciendo la presencia de la fuerza de atracción y de la de rechazo.
Pero todo lo demás, aparte de esas dos fuerzas, es considerado la Abundancia de Su esencia. Y esta Abundancia es igual para todas las criaturas, puesto que no se le atribuye novedad alguna a través de la creación, siendo meramente una extensión de lo ya existente. Y no puede ser atribuida a ninguna unidad en particular, sino sólo a cosas que sean común a todas las partes de la creación, pequeña o grande. Cada una de éstas recibe esa abundancia según su deseo de recibir. Y de acuerdo con esta limitación se define cada individuo y cada unidad.
De este modo he probado, de una forma evidente y científica, el yo (ego) de todo individuo, a prueba de críticas desde todos los aspectos, incluso con respecto al sistema de los materialistas fanáticos automáticos. De ahora en adelante no necesitamos aquellos métodos tullidos, imbuidos en la metafísica.
Y desde luego no hace diferencia alguna que esta fuerza, que es el deseo de recibir, sea el resultado y fruto de la estructura que se había manifestado a través de la química, o que la estructura sea resultado y fruto de esa fuerza. Pues sabemos que lo principal es que sólo esta fuerza, impresa en cada ser y en cada átomo del «deseo de recibir» dentro de sus límites, es considerada la unidad, a partir de lo cual es separada de su entorno. Y esto es verdad tanto para un átomo solo como para un grupo de átomos, llamados un cuerpo.
Y todos los demás aspectos donde existe algún excedente de esa fuerza, no están relacionados de modo alguno con esa partícula o grupo de partículas, ya sea del aspecto de su «yo» o solamente en general, lo cual es la abundancia extendida a ellos de Dios. Esto es común para todas las partes de la Creación, sin distinguir ningún cuerpo creado en particular.
Ahora entenderemos el asunto de “la libertad del individuo» según la definición del primer factor, al que llamamos la «base», sobre la cual todas las generaciones anteriores, que son los antepasados de aquel individuo, han impreso su naturaleza. Y, como ya hemos aclarado, el significado de la palabra “individuo” significa meramente las fronteras del «deseo de recibir» impreso en su grupo de partículas.
Así, se puede ver que todas las tendencias que la persona ha heredado de sus antepasados son ciertamente nada más que las fronteras de su «deseo de recibir», ya sea del lado de la fuerza de atracción, o del lado de la fuerza del rechazo que está en él, y que aparece ante nosotros como tendencias para la tacañería o la generosidad; una tendencia a integrarse o a quedarse aislado, etc.
Por esto, aquéllos son realmente su «yo» (el ego) que está luchando por su existencia. Así, si erradicamos aunque sea una sola tendencia de un individuo particular, se considera como si estuviéramos amputando un órgano real de su esencia. Y esto también es considerado una pérdida real para la Creación entera, pues no hay ni habrá jamás ninguna otra como aquélla en el mundo entero.
Luego de haber clarificado a fondo el justo derecho del individuo según la ley natural, volteemos a mirar cuán práctica es ésta, sin comprometer la teoría de la ética y la diplomacia. Y lo más importante: cuán apropiadamente se aplica esto por nuestra santa Torá.
Seguir a la colectividad
Nuestras escrituras dicen: «Sigue a la colectividad». Esto significa que dondequiera que surja una discusión entre la colectividad y el individuo, estamos obligados a regirnos según la voluntad de la primera. Así, se puede ver que la colectividad posee un derecho de expropiar la libertad al individuo.
Pero aquí nos enfrentamos con una pregunta diferente; aún más seria que la primera, pues esta ley hace retroceder a la humanidad en vez de hacerla avanzar. Porque mientras que la mayor parte de humanidad se encuentra aún subdesarrollada, y los desarrollados son siempre apenas una pequeña minoría, resulta que si se siguiera la voluntad de la colectividad, compuesta por los subdesarrollados y por aquéllos de corazón precipitado, entonces las opiniones y los deseos de los sabios y desarrollados, que son siempre la minoría, nunca serán tenidos en cuenta. Así, pues, se estará sellando el destino de la humanidad a la regresión, ya que ésta no será capaz de dar ni un sólo paso hacia adelante.
Sin embargo, como dice en el ”Ensayo de La Paz» acerca de la » obligación de prudencia para con las leyes de la naturaleza», puesto que estamos ordenados por la Providencia a llevar una vida social, estamos obligados a observar todas las reglas que tratan acerca del mantenimiento de la sociedad. Y si subestimáramos su importancia aunque fuera en el más mínimo grado, la naturaleza se vengaría de nosotros, independientemente de nuestro entendimiento de la razón que subyace en la ley.
Y podemos ver que no existe ningún otro arreglo respecto de cómo vivir dentro de nuestra sociedad, sino a través de «Seguir a la mayoría», que pone orden a cada discusión y tribulación que surja en la sociedad. Así, esta ley es el único instrumento que provee un derecho de existir a la sociedad. Por lo tanto se considera uno de los preceptos naturales de la providencia, y debemos aceptarla y obedecerla meticulosamente, independientemente de nuestro entendimiento.
Es igual a todos los demás preceptos (Mitzvot) de la Torá que comprenden todos las leyes de la naturaleza y Su providencia, y que nos llegan de arriba hacia abajo. Y ya he descrito cómo toda la obstinación que observamos en el comportamiento de la naturaleza en este mundo, se debe sólo a que este comportamiento se extiende y es tomado de leyes y conductas de mundos espirituales superiores a éste.
Por lo tanto también puede entenderse que las Mitzvot en la Torá no son más que leyes y conductas puestas en mundos superiores, que son las raíces de todas las conductas de la naturaleza en este mundo. Así, las leyes de la Torá siempre corresponden con las leyes de la naturaleza en este mundo, cual dos gotas en un estanque. De este modo hemos demostrado que la ley de «Seguir a la mayoría» es la ley de la providencia y de la naturaleza.
Un camino de Torá y un camino de sufrimiento
La pregunta acerca del retroceso que se había producido como consecuencia de aquella ley, aún no está resuelta. Y ciertamente es nuestra preocupación encontrar un modo de reparar esto. Pero la providencia, en sí, no carece de nada a causa de esto, pues ya ha envuelto profundamente a la humanidad dentro dos caminos: el «Camino de la Torá» y el «Camino del Sufrimiento». De modo tal, que es una garantía del desarrollo continuo de la humanidad, y del progreso hacia el final, sin ninguna reserva. De verdad, obedecer esta ley es un compromiso natural y necesario.
El derecho de la colectividad de expropiar la libertad del individuo
Y debemos ir más allá al preguntar, pues las cosas se justifican cuando los asuntos giran en torno de los problemas entre dos personas. Entonces podemos aceptar la ley de «Seguir a la colectividad «, a través de la obligación de la providencia, que nos instruye a velar por el bienestar y la felicidad de mis amigos. Pero la ley de «Seguir a la colectividad» es válida para la Torá en asuntos que refieren a discusiones entre el hombre y Dios, aunque estos asuntos parezcan ser irrelevantes para la existencia de la sociedad.
Por lo tanto, la pregunta sigue en pie: ¿Cómo podemos justificar esa ley que nos obliga a aceptar la opinión de la colectividad, siendo ésta, como hemos dicho, subdesarrollada; y rechazar y anular la opinión de aquéllos más desarrollado, que son siempre una pequeña minoría?
Pero, como hemos mostrado, las Mitzvot y la Torá no fueron entregadas sino para purificar a Israel. Es decir, para desarrollar en nosotros el sentido de reconocimiento del mal, impreso en nosotros desde nuestro nacimiento, y que generalmente se define como nuestro amor propio. Y también fueron entregadas para alcanzar el bien en pureza, definido como «Amor al Prójimo», y que es el único camino hacia el amor de Dios.
Y los preceptos entre el hombre y Dios caen dentro de este criterio, pues son los instrumentos de la virtud que separan al hombre del amor propio, el cual es dañino para la sociedad. Por lo tanto queda en evidencia que los temas de discusión en cuanto a los preceptos entre el hombre y Dios, se relacionan con el problema del derecho a existir de la sociedad. Así, éstos también caen dentro del marco de «seguir a la colectividad».
Ahora podemos comprender el modo de discriminar entre la Halaja (ley judía) y la Aggadá (un tipo de literatura judía). Pues sólo en la Halaja existe la ley de «el individuo y la colectividad, siendo la Halaja la colectividad». Y esto no se da en la Aggadá, porque los asuntos de la ésta trascienden aquéllos que conciernen a la existencia de la sociedad. Esto se debe a que trata exactamente del tema de la conducta de la gente en asuntos relacionados con el hombre y con Dios, en ese mismo ámbito donde no hay punto de contacto con la existencia y la felicidad física de la sociedad.
Así, no existe justificación alguna para que la colectividad anule la opinión del individuo y «cada hombre hizo aquello que estaba bien a sus propios ojos». Mientras que, en cuanto a las Halajot (leyes rituales judías que tratan de algún asunto específico), que tratan de la observación de los preceptos de la Torá, todos caen bajo la supervisión de la sociedad, ya que no puede existir ningún orden, salvo a través de la ley de «seguir a la mayoría».
La sociedad debería seguir la ley de «Seguir a la colectividad»
Ahora hemos alcanzado una clara comprensión acerca de la sentencia de la libertad del individuo. Porque de veras surge la siguiente pregunta: ¿de dónde adquirió, la colectividad, el derecho de expropiar la libertad del individuo y negarle lo más preciado de la vida, que es la libertad? Aparentemente no existe aquí más que fuerza bruta.
Pero como claramente ya hemos explicado antes, es una ley natural y el decreto de la providencia que debido a que ésta nos fuerza a llevar una vida social, es obvio que cada persona está obligada a asegurar la existencia y el bienestar de la sociedad. Y esto no puede procurarse, sino imponiendo la conducta de «Seguir a la colectividad», e ignorando la opinión del individuo.
Así, puede verse que éste es el origen de cada derecho y cada justificación que la colectividad tiene para expropiar la libertad del individuo contra su voluntad, colocándolo bajo su autoridad. Por lo tanto se entiende que con respecto a todos aquellos asuntos que no conciernen a la existencia de la vida material de la sociedad, no existe justificación alguna para que la colectividad robe y abuse de la libertad del individuo en modo alguno. Y si lo hace, los responsables de ello serán ladrones que prefieren la fuerza bruta a cualquier derecho y justicia en el mundo, porque aquí no aplica la obligación del individuo respecto de obedecer la voluntad de la colectividad.
«Seguir a la colectividad» en el ámbito de la espiritualidad
Resulta que, en cuanto concierne a la vida espiritual, no existe obligación natural alguna para el individuo, de atenerse a la sociedad en modo alguno. Por el contrario, aquí aplica una ley natural sobre la colectividad, de someterse a la autoridad del individuo. Y esto está clarificado en el artículo de «La Paz», donde explica que hay dos caminos en los cuales la providencia nos ha envuelto y cercado, para traernos hasta el final a través de ellos. Éstos son:
- Un Camino de Sufrimiento, que nos impone ese desarrollo independientemente de nuestra opinión.
- Un Camino de Torá, que nos desarrolla conscientemente, sin sufrimiento ni coerción.
Y ya que en cada generación el mayor desarrollo corresponde definitivamente al individuo, resulta que cuando la gente común desea liberarse de su terrible agonía y asumir el desarrollo consciente, que es el Camino de la Torá, no tiene otra alternativa más que someterse a sí misma y a su libertad física, a la disciplina del individuo, y obedecer las órdenes y remedios que éste le ofrezca.
De este modo vemos que en asuntos espirituales no rige la autoridad de la colectividad, y en cambio se aplica la ley de «Seguir al Individuo (desarrollado)», pues es vemos claramente que los más desarrollados y educados en cada sociedad conforman siempre una pequeña minoría. Por lo tanto resulta que el éxito y el bienestar espiritual de la sociedad, quedan sellados y determinados por las manos de unos pocos.
Por lo tanto la colectividad está obligada a observar meticulosamente la opinión de la minoría para que ésta no desaparezca del mundo, pues debe tener bien claro, y absoluta certeza, que las opiniones más desarrolladas y más acertadas nunca están en manos de la autoridad colectiva, sino por el contrario están en manos de los más débiles, es decir, en manos de una minoría indistinguible. Porque toda sabiduría y todo aquello que es preciado, llega al mundo en pequeñas cantidades. Por eso se nos advierte de preservar las opiniones de cada individuo, debido a la incapacidad de la colectividad para determinar el bien y el mal en cada uno.
La crítica conduce al éxito. La falta de ella conduce a la degeneración
Debemos agregar, que la realidad nos ofrece una visión extremadamente contradictoria en los asuntos físicos, en cuanto a los conceptos e ideas planteados en el tema anterior. Esto se debe a que el asunto de la unidad social, que puede ser una fuente de toda alegría y todo éxito, se practica únicamente entre cuerpos y cuestiones corporales en las personas; y la separación entre ellos es el origen de toda calamidad y desgracia.
Pero en cuanto a los conceptos e ideas sucede completamente lo opuesto. Es decir, porque la unidad y la falta de crítica son consideradas la fuente de todo el fracaso, y el mayor obstáculo a todo progreso y a la fertilización didáctica. Pues llegar a la conclusión correcta depende principalmente de la multiplicidad de desacuerdos y de la separación entre opiniones. Cuantas más contradicciones haya entre las opiniones, y cuanta más crítica haya, más aumentarán el conocimiento y la sabiduría; y los asuntos se tornarán más aptos para el examen crítico.
La degeneración y el fracaso de la inteligencia derivan sólo de la falta de crítica y de desacuerdo. Vemos claramente que la base para el éxito físico es la medida de la unidad de la sociedad, y la base para el éxito de la inteligencia y del conocimiento es la separación y el desacuerdo entre las personas.
Por lo tanto resulta, que cuando la humanidad triunfe en lo referente al éxito de los cuerpos, o sea llevándolos al grado del amor absoluto hacia el prójimo, todos los cuerpos del mundo se unirán en un solo cuerpo y un solo corazón. Y sólo entonces será revelada, en toda su gloria, toda la felicidad que desde el principio estaba destinada para la humanidad. Pero debemos cuidar de no juntar demasiado las opiniones de gente, ya que esto podría terminar con el desacuerdo y la crítica entre los sabios; pues el amor del cuerpo trae consigo el amor de la mente. Y si desapareciesen del mundo la crítica y el desacuerdo, todo el progreso en conceptos y en ideas desaparecerían también; y la fuente del conocimiento en el mundo se secaría.
Ésta es la prueba de la obligación velar por la libertad del individuo en cuanto a conceptos e ideas, pues todo el desarrollo de la sabiduría está basado en esta misma libertad del individuo. Por eso se nos advierte de preservarla con mucho cuidado. En cierto modo, todas y cada una de las formas dentro de nosotros, a las que llamamos “el individuo», conforman nuestra fuerza particular, generalmente llamada “el deseo de recibir».
La herencia ancestral
Todos los detalles que incluye este deseo de recibir, al que hemos definido como la «base» o Primer Factor, que comprende todas las tendencias y costumbres heredadas de sus antepasados y que nos representamos como una larga cadena que consiste de miles de personas que alguna vez estuvieron con vida, uno tras otro, cada uno de ellos constituye una gota esencial de sus antepasados. Y esa gota que cada uno de nosotros recibe, trae consigo las posesiones espirituales de sus antepasados, ahora ubicadas en su «medulla oblongata» (el cerebro alargado), también llamada subconsciente. Así el individuo adopta, en su subconsciente, todas las miles de herencias espirituales de todos aquellos individuos representados en esa cadena, que son sus antepasados.
Así, del mismo modo que difieren entre sí los rostros de las personas, también difieren sus opiniones. No existen dos personas sobre la tierra cuyas opiniones sean idénticas, porque cada persona nace con una posesión grande y sublime, que ha heredado de sus antepasados, y respecto de la cual los demás no poseen el más mínimo fragmento.
Por lo tanto, todas aquellas posesiones mencionadas son consideradas la característica del individuo. Y la sociedad es advertida acerca de la preservación de su sabor y espíritu, y de impedir que el ambiente la enturbie, así como de preservar la integridad de la herencia de cada individuo. Así, la contradicción y la diferencia entre ellos permanecerán por siempre para asegurar el sentido crítico y el progreso de la sabiduría para toda la eternidad, para el bien de la humanidad y de sus verdaderos y eternos deseos.
Y luego de alcanzada una cierta cantidad de reconocimiento del ego del hombre, al que hemos determinado como una fuerza y un «deseo de recibir», y siendo éste el punto esencial del ser mismo, también hemos aclarado, marcando todos sus límites, la medida de la posesión original de cada cuerpo que ya hemos definido como la «herencia ancestral». Esto implica todo el poder de las tendencias y los atributos que han entrado en su «base» a modo de herencia, y consiste en la primera sustancia de cada hombre, del mismo modo que una gota preliminar de semen de sus antepasados. Ahora clarificaremos los dos aspectos del deseo de recibir.
Dos aspectos: A) La fuerza potencial; B) La fuerza real
Para empezar, debemos entender que este “Yo” que hemos definido como el «deseo de recibir», aunque representa la esencia misma del hombre, no puede existir en la realidad ni por un solo segundo.
Pues eso es lo que llamamos una Fuerza Potencial. Es decir que, antes de haberse realizado sólo existe en nuestro pensamiento, y sólo el pensamiento puede definirla.
Pero de hecho no puede existir ninguna fuerza real en el mundo que esté latente e inactiva. La fuerza sólo existe en el mundo cuando se manifiesta en acción. Del mismo modo, no se puede decir acerca de un niño que éste posee una gran fuerza, cuando ni siquiera puede levantar el peso más ligero. En cambio se puede decir que se ve, en aquel niño, que cuando crezca poseerá una gran fuerza.
Sin embargo, definitivamente decimos que la fuerza que encontremos en el hombre cuando éste ya es adulto, se encontraba presente en sus órganos y en su cuerpo incluso cuando era apenas un niño; pero que esta fuerza estaba oculta y no era evidente.
Es cierto que en nuestra mente lo podríamos determinar así (la fuerza futura), porque la mente así lo afirma. Sin embargo, en el cuerpo real del niño ciertamente no existe fuerza alguna, pues ésta aún no se ha revelado en sus acciones.
Y así es con el apetito. Éste no surgirá en la realidad del cuerpo de un hombre cuando los órganos no puedan comer; es decir, cuando éste esté saciado. Pero, incluso cuando uno está satisfecho, existe la fuerza del apetito aunque ésta esté oculta dentro su cuerpo. Después de algún tiempo, cuando el alimento haya sido digerido, reaparecerá y pasará de su estado potencial a un estado real.
Sin embargo, tal sentencia de determinar una fuerza potencial que aún no ha sido revelada, pertenece al proceso del pensamiento instruido. Pero en realidad ésta no existe, porque cuando estamos satisfechos, tenemos la certeza de que la fuerza del apetito ha desaparecido. Y si se insiste en buscarla, no se la encontrará en ninguna parte.
Resulta que no podemos presentar una fuerza potencial como un sujeto que existe por sí mismo, sino sólo como mero predicado. Es decir, cuando se ejecuta una acción en la realidad, en ese momento la fuerza es revelada dentro de la misma acción.
Y por la vía de la deducción encontramos aquí un sujeto y un predicado, que corresponden a una fuerza real y una fuerza potencial respectivamente. De este modo, el apetito corresponde al sujeto, y la imagen del plato corresponde al predicado y la acción. Sin embargo, en realidad ambos aparecen juntos. Nunca puede suceder que una persona sienta hambre sin representarse el plato que desea comer. Así, éstos representan dos caras de la misma moneda. La fuerza del apetito debe vestirse de aquella imagen. Por ende, vemos que el sujeto y el predicado surgen conjuntamente, y luego desaparecen también conjuntamente.
Ahora vemos que el deseo de recibir, que habíamos presentado como egoísmo, no implica que exista en una persona, como si se tratase de una fuerza de anhelo que desea recibir todo bajo la forma de un predicado pasivo. En cambio, esto pertenece al sujeto, el cual se viste en la imagen del objeto a comer, cuya operación aparece bajo la forma de la cosa que es comida y dentro de la cual se viste. A esta acción la llamamos “deseo”. O sea, a la fuerza del apetito revelada en la acción de la imaginación.
Y así ocurre con nuestro tema, el deseo general de recibir, que es la verdadera esencia del hombre. Se revela y existe sólo a través del revestimiento dentro de las formas de los objetos que serán recibidos, pues entonces existe como el sujeto, y no de un modo distinto. A esta acción la llamamos “Vida”; es decir, el Sustento del Hombre, lo cual significa que la fuerza del Deseo de Recibir se viste y actúa dentro de los objetos deseados. Y esa medida de revelación es la medida de su propia vida, como ya lo hemos explicado respecto del acto que llamamos “el Deseo”.
Dos creaciones: A) El hombre; B) Un alma viviente
De lo anterior podemos entender claramente el verso: «Y el Señor Dios formó al hombre a partir del polvo de la tierra, e insufló dentro de las narinas el aliento de vida; y el hombre llegó a ser un alma (Nefesh) viviente (Jayah)» (Génesis 2, 7). Aquí encontramos dos creaciones:
- A) El Hombre en sí mismo,
- B) El alma viviente en sí misma.
Y el verso habla respecto del momento en que el primer hombre fue creado, como el polvo de la tierra que consiste de un conjunto de partículas en el cual reside la esencia de hombre. Es decir, su «deseo de recibir». Aquel deseo de recibir está presente, como ya lo hemos clarificado, en cada partícula de la realidad de la que emanaron los cuatro tipos: inanimado, vegetativo, animado y hablante. En ese aspecto el hombre no posee ventaja alguna sobre ninguna otra parte de la creación, como lo dice el verso: «polvo de la tierra».
- Pero hemos visto que esta fuerza, llamada el Deseo de Recibir, no puede existir sin vestirse dentro de un objeto deseado, y actuar sobre él. A este conjunto de acciones lo llamamos “Vida”. Y según esto, vemos que antes de que el hombre haya alcanzado las formas humanas de la recepción de placer, que se diferencian de aquéllas otras de los animales, se considera una persona sin vida, una persona muerta. Y esto se debe a que su deseo de recibir no tiene ningún lugar dentro del cual vestirse y exponer sus acciones, que son las manifestaciones de la vida.
Y dice: «e insufló dentro de las narinas el aliento de vida», que es la forma general de recepción conveniente para el hombre. Las palabras «aliento de» en hebreo adquieren el significado de «valor»; y el origen de la palabra «aliento» se comprende a partir del verso: «El espíritu de Dios me ha hecho, y el aliento del Todopoderoso me ha dado la vida» (Job 33, 4). La palabra “alma” (Neshama) tiene la misma estructura sintáctica que las palabras «perdido» (Nifkad), «acusado» (Ne’esham), etc.
Y las palabras – «e insufló dentro de las narinas» significan que insertó en él un alma (Neshamá) y una apreciación de la vida, que es la suma total de las formas que son aptas para la recepción en su Deseo de Recibir. Entonces, esa fuerza, el deseo de recibir que había sido envuelto en sus partículas, ha encontrado un lugar dentro del cual vestirse, en una forma y en un acto. O sea, en aquellas formas de recepción que adquirió del Señor; y esa acción se llama “Vida”, como ya lo hemos dicho.
Y el verso termina así: «y el hombre llegó a ser un alma viviente». Es decir, que desde el momento en que el deseo de recibir comenzó a actuar de acuerdo a la medida de esas formas de recepción, la vida fue revelada instantáneamente y «llegó a ser un alma viviente». Sin embargo, previo al logro de esas formas de recepción, aunque la fuerza del Deseo de Recibir haya sido impresa en él, sigue siendo considerado un cuerpo sin vida, porque no hay lugar para que la acción llegue a ser.
Y como ya hemos visto, aunque la esencia del hombre es sólo el Deseo de Recibir, todavía es tomada como la mitad de un todo. Esto es porque debe estar revestida en una realidad que aún viene en camino. Por tal motivo, el deseo de recibir y la imagen de su posesión son en realidad uno y lo mismo, pues de lo contrario no tendría el derecho de existir ni siquiera por un instante.
Por lo tanto, cuando la máquina del cuerpo alcanza su cenit, que es al llegar a su edad madura, su «ego» se manifiesta en toda su extensión, que había sido impresa en él al momento de su nacimiento. Por eso siente una gran cantidad de ese deseo de recibir, pues quiere adquirir riqueza y honor, y todo aquello que se cruce en su camino. Esto es debido a que la perfección del «ego» del hombre atrae las formas de varias estructuras y conceptos dentro de los cuales se viste, y a través de los cuales se mantiene.
La elección del entorno
Lección N° 4 Unidad 1 – ¿Tenemos Libre Albedrío?
En esta lección estudiaremos: ¿ Tenemos libre albedrío? / El “programa” del deseo de recibir / Influencia del entorno sobre el individuo .
Confusiones Cerebrales
Marcus Peter Francis du Sautoy es profesor de matemática en la Universidad de Oxford. En el año 2008, emprendió du Sautoy un viaje televisivo hacia sí mismo. Acompañado por las cámaras del canal de TV BBC, el profe- sor fue sometido a una serie de numerosos y diferentes exámenes cerebrales, cuyo objetivo era explorar los límites de su conciencia y resolver de una vez por todas la sencilla y aún inexplicable pregunta: ¿Quién es realmente el Profesor Marcus du Sautoy?
En uno de los experimentos se colocó al profesor, respetuosamente, dentro de un escáner de ondas cerebrales, y se le pidió presionar aleatoriamente uno de los dos botones que sostenía en sus manos. El escáner registró cuándo se recibió en la mente del profesor la decisión de presionar el botón, y la computadora registró cuándo se presionó el botón realmente. El propósito del experimento, era comprobar cuánto tiempo transcurre, si en realidad transcurre, desde el momento en que se toma la decisión en el cerebro, hasta que se realiza la acción en la práctica.
Los resultados deslumbraron al profesor. No pasaron menos de seis segundos desde el momento en el que se recibió en el cerebro la decisión de presionar un botón determinado, y hasta que su mano presionó el botón. “El saber que John (el investigador que dirigió el experimento) observa mi cerebro y sabe 6 segundos antes qué estoy por hacer, antes de que yo sea consciente de lo que voy a hacer”, dijo el profesor ante las cámaras de la BBC con un asombro muy bien actuado, “es sencillamente sorprendente».
No menos sorprendente, e incluso más, es la siguiente pregunta que surge también a partir del experimento: si la decisión de presionar el botón se tomó inconscientemente, sin preguntarle al profesor, 6 segundos antes de decidir realmente presionar el botón, ¿quién presionó el botón en definitiva? En otras palabras, ¿tenemos libre albedrío o somos el resultado de reacciones neurológicas previstas de antemano?
El Contador
En la segunda parte de esta unidad de estudio, nos ocuparemos del tema del libre albedrío. Un tema de suma importancia en el estudio de la sabiduría de la Cabalá y en la vida de la persona. También si a primera vista el tema tiende a escucharse filosófico o alejado de la realidad cotidiana, en poco tiempo ve- remos que se trata de lo contrario.
Para el recién nacido no existe el libre albedrío. Él solo es capaz de realizar acciones simples, como alimentarse, dormir y evacuar, y todas las realiza automáticamente. Si tiene hambre, llora; si está cansado, se duerme. Está manejado, sin ser consciente de ello, por un sistema de atributos internos con los que nació (sin elección alguna) de modo permanente y predeterminado.
Cuando el niño crece, adquiere nuevas capacidades. Puede gatear, y pasado un tiempo, también puede caminar; desea ciertos juguetes y no se interesa por otros. Aparentemente, ya comienza a realizar elecciones conscientes. Pero una mirada más profunda revelará, que en realidad, nada ha cambiado. El niño, que aún está en crecimiento, está manejado por un sistema de atributos internos innatos (sin elección de su parte). Y debido a que comenzó a estar consciente del entorno, también el entorno comienza a influir sobre él (también esto sin elección de su parte).
Y, ¿ qué pasa con la persona adulta? Intuitivamente, tendemos a pensar que la persona adulta tiene libre albedrío, que tiene sus propios deseos y pensamientos. Pero también aquí, si observamos más profundamente, descubrimos que también el adulto está manejado exactamente de la misma forma que el niño. La diferencia radica en el hecho que el sistema que toma sus decisiones es mucho más complejo, y esta complejidad, genera una ilusión de libre albedrío.
Nadie elige cuándo nacer y de quién nacer. Nadie elige sus genes, que de acuerdo a ellos se determinan nuestros atributos internos, que definen nuestro carácter e inclinaciones, y que en definitiva, influyen indiscutiblemente en nuestras decisiones. Ninguno de nosotros eligió el entorno en el que creció y se educó, el entorno que verdaderamente nos forma como personas adultas, según sus atributos internos. Resulta, que la respuesta a la pregunta: ¿sobre qué nosotros decidimos?, no está clara en absoluto.
Si esto no fuera suficiente, ninguno de nosotros eligió seguramente nacer con la naturaleza del deseo de recibir, que de hecho, nos dirige desde nuestro interior de manera determinante, de acuerdo a un simple cálculo: máximo placer y mínimo esfuerzo. Como una mano dentro de un guante, el deseo de recibir hace de nosotros lo que quiere. De acuerdo a su naturaleza, quiere llenarse de placer, y sin preguntar su origen, siempre elegirá la acción que le asegure el máximo placer con el mínimo esfuerzo.
En el entrenamiento militar básico nos dijeron: “Si te dan algo, tómalo; si te golpean, escapa”. Ciertamente este es un cliché, pero como todos los clichés, tiene algo de verdad. La búsqueda de placeres y el escape de los sufrimientos, son dos características básicas en todo ser humano. Si bien es cierto, que a veces pareciera que hay personas que persiguen el sufrimiento, o que ningún placer les interesa, pero eso es sólo en apariencia.
En cada uno de nosotros existe un pequeño contador, llamado “deseo de recibir”, y una calculadora. Para cada acción, incluso la más pequeña, siempre saca la cuenta de ganancia o pérdida: el nivel de inversión requerido (sufrimiento) contra el nivel de ganancia esperado (placer). Cuando la cuenta es positiva, el contador ordena la acción; cuando la cuenta es negativa, ordena abandonar la acción.
A veces, las cuentas pueden ser complejas. En ciertas circunstancias, el tenedor de libros está dispuesto a considerar una pérdida por un tiempo determinado a cambio de una ganancia futura. Por ejemplo, impulsa a la persona a estudiar ingeniería en el Instituto de Tecnología durante cuatro años, realizar trabajos ocasionales y vivir en un departamento de estudiantes. Pero al final de los estudios, tendrá una profesión respetada y más adelante – altos ingresos, honor y reputación para toda la vida. En definitiva, parece un negocio lucrativo. Resumen intermedio: no elegimos nuestros atributos internos; no elegimos el entorno en el que crecimos y nos educamos; no elegimos nuestra naturaleza del deseo de recibir, que nos maneja desde adentro. En tal caso, surge una gran duda respecto a si tenemos realmente libre albedrío. Así escribe Baal HaSulam en el artículo “La Libertad”: “Ese concepto que se manifiesta a través de la palabra ‘libertad’, es muy difuso para nosotros. Y si profundizamos en el interior de esta palabra, no quedará casi nada de ella”.
Y a pesar de todo, una persona sin libre albedrío es como un pájaro sin alas. Debe haber un punto de elección, de lo contrario, ¿qué sentido tiene todo este alboroto llamado “vida”?! Si una fuerza buena y benefactora nos creó – según escriben los cabalistas, que alcanzaron esa fuerza – es imposible que nos creara como marionetas, sin la posibilidad de liberarnos. Esto no es un beneficio.
En definitiva, este no es un asunto sencillo, o como bien lo describe el conocido escritor judío Isaac Bashevis Singer, que dice: “Nosotros debemos creer en el libre albedrío. No tenemos alternativa”.
Ponte a prueba:
- Indicar tres factores que influyen, sin saberlo, en nuestra toma de decisiones.
Dime con Quién Andas y Te Diré Quién Eres
Los músicos callejeros, que ofrecen su mercancía musical a todo el que le interese, son un espectáculo común. Por lo general, no les prestamos atención. Raramente tiramos una moneda dentro de sus cajas como muestra de agradecimiento. Así sucedió también en una estación de metro de Washington en una mañana de enero de 2007, cuando un joven, con una gorra de visera, se paró en la entrada de la estación y se puso a tocar el violín. Miles de personas pasaron frente a él, apurados hacia sus trabajos. La mayoría ni siquiera le prestó atención. Muy pocos se detuvieron por un momento para escuchar atentamente los sonidos. Algunos de ellos, pusieron la mano en el bolsillo y arrojaron una moneda en el estuche abierto del violín.
Ninguna de las miles de personas que pasaron por la estación de trenes sabía que el joven que tocaba el violín era Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo. Sus ingresos anuales por tocar este instrumento alcanzan varias decenas de millones de dólares. El violín que sostenía en sus manos está cotizado en tres millones y medio de dólares. Unos días antes del “concierto” que dio en la estación del metro, se concentró gran cantidad de público en una de las salas más prestigiosas de la ciudad para escuchar a Bell. Durante el concierto, el público se puso varias veces de pie para aplaudirle largamente.
La actitud hacia Bell en la estación del metro fue totalmente diferente. Durante la hora en que Bell tocó en el metro, arrojaron en el estuche del violín 32 dólares y varios centavos. Nadie lo alentó, a pesar de que las obras ejecutadas eran las más complejas para violín.
El espectáculo de Joshua Bell en el metro, fue parte de un experimento encabezado por uno de los redactores del “Washington Post”, para demostrar hasta qué punto influye la opinión pública en nuestra actitud referente al arte prestigioso. La respuesta es clara: la influencia de la opinión pública es decisiva. La presentación de Bell en la estación del metro, es un magnífico ejemplo para el tema que tocaremos en esta parte de la lección: la influencia del entorno sobre la persona, en relación al libre albedrío.
En la parte anterior de la lección, aprendimos que la persona es el resultado de los atributos con los que nació y del entorno en el que creció y se educó. También aprendimos, que el deseo de recibir es semejante a un programa interno, que dirige a la persona de acuerdo a un cálculo simple: máximo placer con mínimo esfuerzo.
Uno no puede elegir sus atributos; no puede elegir el entorno en el que nació; por supuesto que no puede elegir ser manejado por el deseo de recibir, el cual siempre preferirá el máximo de placer con el mínimo esfuerzo. No podemos elegir nada de eso, pero al menos, podemos decidir qué es placentero para nosotros, qué es bueno y qué es malo. ¿Es ese nuestro libre albedrío?
Para recibir una respuesta, recordaremos nuevamente cómo se desarrolla un niño. Los padres lo ponen sobre el vientre para que desarrolle el tono muscular. Luego le colocan enfrente distintos juguetes para inducirlo a gatear. Cuando se para, ellos aplauden con entusiasmo para animarlo. Los padres, todo el tiempo utilizan diferentes medios para desarrollar al niño. Sin ellos, y sin los estímulos ambientales, el niño no desarrollaría su potencial.
Los padres son quienes deciden por el niño qué es bueno y qué es malo para él. Ciertamente, el niño se esfuerza por sí mismo para gatear y él solo aprende a pararse, pero sin la intervención del entorno, sin su aliento y apoyo, no se desarrollaría adecuadamente.
¿Y cómo se desarrolla un adulto? ¿Cómo determina los valores del bien y el mal? Exactamente de la misma manera, por medio del entorno. Si el entorno considera que algo es bueno, nosotros también lo consideraremos bueno. Y si el entorno no aprecia algo como bueno (aunque sea realmente el mismo objeto) tampoco lo haremos nosotros. Una prueba decisiva de esto, (una de muchas) es la actitud de la mayoría en la estación de metro, respecto a los acordes del violín de Joshua Bell.
Baal HaSulam explica, que la sociedad humana (Artículo «La Libertad») es para el individuo como la tierra para la semilla de trigo. Así como la semilla contiene en su interior todas las cualidades posibles del vegetal, y la tierra que la nutre es la que determina cómo crecerá, así, la carga genética del individuo contiene todos los atributos e inclinaciones de la persona, y la sociedad, o más precisamente, la escala de valores de la sociedad, es quien determina cómo desarrollará sus atributos. Por ejemplo, un individuo con tendencia a pintar, que nace en una sociedad que no aprecia a los pintores, probablemente no será pintor. La persona desarrolla sus inclinaciones de acuerdo a los valores del bien y el mal en la sociedad.
Siendo así, uno tampoco tiene elección en la determinación de los valores del bien y el mal. El entorno humano en el que vive el individuo es el que determina los valores del bien y del mal (ver Gráfico Nº 2). Baal HaSulam describe esto muy bien en el artículo “La Libertad”:
“Yo me siento, me visto, camino, como, todo eso – no porque quiero sentarme así, y quiero vestirme de ese modo, o hablar o comer así, sino porque los demás quieren que me siente o me vista o hable o coma de ese modo. Todo esto lo hago de acuerdo al deseo y gusto de la sociedad – y no por mi libre albedrío. Es más, todo esto lo hago en contra de mi voluntad, porque me resulta más cómodo comportarme con simpleza, sin ninguna carga, pero estoy oprimido en todos mis movimientos y encadenado con grilletes de hierro, a los gustos y modales de los demás, que son la sociedad”.
Nuevas investigaciones revelan que la influencia de la sociedad sobre la persona es mucho mayor de lo que suponemos. En el libro “Conectados”, los profesores Nicholas Christakis y James Fowler, investigadores expertos de las universidades de Harvard y California, describen que existe un sistema de comunicación íntimo y extenso entre todas las personas del mundo. Sistema que nos obliga, sin nuestro conocimiento, a comportarnos, pensar y actuar de una manera determinada.
Ambos científicos, investigaron, entre otras cosas, fenómenos relacionados con la salud y el comportamiento en las redes de comunicaciones sociales, y descubrieron, que la probabilidad de que una persona gane peso es mayor, si su amigo cercano lo hace. Los investigadores hallaron, que la decisión de comenzar a fumar que tomó el amigo de un amigo de un amigo, es decir una persona absolutamente desconocida, aumenta por encima de un diez por ciento la posibilidad de que comencemos a fumar. Otra prueba, demostró que también la felicidad es contagiosa: cuando una persona se halla entre personas felices – sube su nivel de felicidad.
De allí, los investigadores continuaron examinando redes mayores, compuestas por millones de personas, y llegaron a una conclusión tomada del mundo animal: la humanidad, como red social, se comporta como un súper-organismo, como una criatura que crece y se desarrolla, en donde diversos y distintos contenidos fluyen en su interior e influyen sobre todos los miembros de la red. Parece ser que nuestro entorno tiene una influencia decisiva sobre nuestra evolución y nuestra toma de decisiones.
Conclusión: Pareciera, que en nuestro mundo la persona no tiene elección. No elegimos los atributos con los que nacemos; ni el entorno en el que nacemos y nos educamos; no elegimos el deseo de recibir, que nos dirige interna- mente de acuerdo al cálculo de máximo placer con el mínimo esfuerzo (ver Gráfico Nº 2). Y si eso no fuera suficiente, tampoco elegimos los valores de lo bueno y lo malo. El entorno lo hace por nosotros.
Ponte a prueba:
- ¿Con qué compara Baal HaSulam la influencia del entorno sobre la per- sona, y por qué?
Ironía del Destino
Antes de explicar en detalle en dónde sí hallamos el libre albedrío, aclararemos otro tema importante, concerniente a la libertad de elección en nuestro mundo – la cuestión del destino.
La sensación de que todos los acontecimientos en nuestras vidas son predeterminados, acompaña a la humanidad probablemente desde los albores de la historia. La cuestión del destino, ocupó a filósofos, pensadores y religiosos, a la ciencia y la cultura en todas las generaciones, y mucho se escribió sobre ello. Hay quienes argumentaron que el destino de cada persona está predeterminado y no puede cambiarse, y hay quienes infirieron, que le fue dada a la persona la posibilidad de determinar su destino, al menos en algunos puntos de elección.
¿Qué opina al respecto la sabiduría de la Cabalá? En grandes rasgos, siete palabras (Talmud Bavlí, Pirkey Avot, 3): “Todo está predeterminado y el permiso concedido”. Es cierto que para la mayoría de nosotros, esta expresión de Rabí Akiva enfatiza la contradicción entre la predestinación y el libre albedrío, pero según lo explica la sabiduría de la Cabalá, las palabras de Rabí Akiva, colosal cabalista por sí mismo, describen exactamente la combinación correcta entre ellos. Para comprender sobre qué estamos hablando, primero explicaremos cuál es el significado cabalístico de las palabras “Todo está predestinado” y luego, aclararemos cuál es el propósito de Rabí Akiva al decir “el permiso concedido”.
Según la sabiduría de la Cabalá, la creación completa, y en ella se incluye también nuestro mundo, está incluida en un solo pensamiento que generó la creación– el plan de beneficiar a sus creados. Cada criatura, pensamiento o acontecimiento, que sucedió, sucede o sucederá en nuestro mundo o en los mundos espirituales – todos, se desprenden y provienen del Plan de la Creación, como parte de la realización del programa.
Cada etapa del desprendimiento del deseo, desde el Plan de la Creación hasta nuestro mundo, es conocida de antemano. Todas las etapas de la evolución del deseo en nuestro mundo a lo largo de miles de millones de años, están predeterminadas, como así también, todas las etapas del ascenso de abajo hacia arriba, en la corrección de la intención hasta el final de la corrección. Es imposible omitir alguna de ellas. Es evidente, que también la meta final está predeterminada y no existe otra meta (Ver Gráfico Nº 3).
El Creador, a diferencia de nosotros, no necesita de tiempo para implementar Sus planes. Por lo tanto, por extraño que parezca, cuando surge el Plan de la Creación para beneficiar a sus creados, este se hace realidad inmediatamente. Los cabalistas escriben, que de hecho, ya nos hallamos en el final de la corrección, y todo lo que debemos hacer es descubrirlo. Y no sólo existe el estado final, sino que también existen las etapas para su implementación ya ahora, sólo que debemos descubrirlas.
He aquí otra explicación al fenómeno desde un punto de vista diferente: nosotros estamos acostumbrados a captar nuestro mundo según un orden cronológico. Por ejemplo, ahora surge en mí el deseo de cruzar hacia el otro lado de la habitación, pronto cruzaré la habitación y entonces, estaré parado del otro lado. La perspectiva de la sabiduría de la Cabalá es completamente diferente. De acuerdo a esta sabiduría, la situación de encontrarme al otro lado de la habitación ya existe y ella despierta en mí el deseo de cruzar la habitación y estar del otro lado.
Otro ejemplo: estamos acostumbrados a pensar que nuestro padre y madre se conocieron, se casaron, decidieron traer un niño al mundo y aquí estamos ahora. Según la sabiduría de la Cabalá, la situación en la que nos hallamos en el mundo, como hijos de nuestros padres, ya existe, y el hecho de que eso debe realizarse, es lo que motivó que nuestro padre y madre se encontraran, se casaran y nos trajeran al mundo.
Todos los estados evolutivos, desde el Plan de la Creación hasta el final de la corrección, están predeterminados. A nosotros nos parece que causamos que algo suceda. En realidad, un programa evolutivo, conocido de antemano, es el causante de la revelación de las diferentes situaciones, una tras otra.
El total de nuestros estados de desarrollo, ordenados y revelados unos tras otros, de acuerdo a un programa predeterminado, se llaman en la sabiduría de la Cabalá “Reshimot” (reminiscencias). En otras palabras, las Reshimot, son datos informativos en los cuales se define el programa evolutivo personal de cada uno de nosotros. Cada “Reshimó” define un estado evolutivo determinado que debemos pasar. En todo momento se despierta en nosotros un nuevo Reshimó, que produce una nueva sensación. Toda nuestra vida, toda la realidad, son Reshimot que vienen a nosotros y se implementan, de acuerdo al Plan de la Creación.
Conclusión: Todos los acontecimientos en la realidad están predeterminados, como etapas de un programa que debe realizarse. En realidad, ellos ya existen, nosotros sólo debemos descubrirlos. Todo lo que aconteció en nuestras vidas, y en la vida de cada persona, cada pensamiento, cada deseo que se despierta en nosotros o en cualquier otro creado, todos, son sabidos de antemano y serán implementados necesariamente como parte del programa de realización de las Reshimot. Como dijo Rabí Akiva: “Todo está predeterminado”.
Siendo así, ¿qué significa “el permiso concedido”? La respuesta es simple: todas las etapas de nuestra evolución, hasta el final de la corrección, están predeterminadas. Lo que no se sabe es de qué modo las atravesaremos, si lo cumplimos lentamente y con sufrimiento o aceleradamente y con alegría. Ese es el permiso que nos fue dado. En este punto se encuentra nuestro libre albedrío.
¿Cómo, exactamente, aceleramos la evolución y la convertimos de una travesía en andas a una aventura gozosa? Esto lo trataremos en la próxima lección.
Ponte a prueba:
- Según la sabiduría de la Cabalá, ¿qué está predeterminado y qué se nos ha concedido?
Resumen de la lección
Puntos principales
- Nuestros atributos innatos, el entorno en el que nacimos y nos educamos, y el deseo de recibir, que siempre preferirá el máximo de placer con el mínimo de esfuerzo, influyen en cada decisión que tomamos, sin ser conscientes de
- La escala de valores de la sociedad, influye sobre la persona, inconscientemente, en la determinación de su escala de valores personal, y por lo tanto, también influye en la toma de
- Cada etapa evolutiva del deseo de recibir está Cada pensamiento, deseo o suceso que ocurre en este mundo, están escritos en el programa de evolución del deseo de recibir, y se revelan de acuerdo al programa de evolución predestinado en un orden dispuesto de antemano. El permiso que se nos ha dado, es de elegir cómo se revelarán los estados de nuestra evolución en el ascenso desde nuestro mundo hasta el mundo espiritual: con sufrimiento y lentitud o con alegría y rapidez.
- El total de nuestros estados evolutivos ordenados que se revelan uno tras otro según un programa predeterminado, en la sabiduría de la Cabalá se llaman “Reshimot ”(reminiscencias o registros).
Términos
Reshimot – Datos informativos en los cuales se define el programa de desarrollo personal de cada uno de nosotros. Cada “Reshimó” delimita un estado evolutivo determinado que debemos atravesar.
Preguntas y respuestas
Pregunta: Indique tres factores que influyen en nuestra toma de decisiones sin que seamos conscientes.
Respuesta: a) Nuestros atributos innatos; b) El entorno; c) El cálculo del deseo de recibir: máximo placer con el mínimo esfuerzo.
Pregunta: ¿Con qué compara Baal HaSulam la influencia del entorno sobre la persona, y por qué?
Respuesta: Baal HaSulam compara la influencia del entorno sobre la persona con el efecto de la calidad de la tierra sobre el crecimiento del vegetal. Así como la calidad de la tierra determina cómo se desarrolla el vegetal, así también, la escala de valores de la sociedad determina cómo la persona desarrollará los atributos innatos y realizará sus deseos.
Pregunta: Según la sabiduría de la Cabalá, ¿qué está predeterminado y qué nos fue dado?
Respuesta: Todas las etapas de la evolución del deseo de recibir están predeterminadas, en su desprendimiento de arriba hacia abajo, en su evolución en nuestro mundo, y en su ascenso de abajo hacia arriba hasta el final de la corrección. Se nos ha dado la elección del modo de desarrollarnos en el ascenso de abajo hacia arriba: con sufrimiento y lentitud o con alegría y rapidez.
Lección No. 4 Unidad 2 – Elección del Entorno
Es esta lección estudiaremos sobre: los factores que forman nuestra evolución
/ La importancia del entorno en la evolución espiritual de la persona / Cómo elegimos el entorno adecuado para el desarrollo espiritual / Qué significa “libertad del Ángel de la muerte”
Cuatro Factores
Después de aprender que el libre albedrío se encuentra en la forma en que participamos en el proceso de nuestra evolución – con sufrimiento y lentitud o con alegría y rapidez – llegó el momento de precisar aún más la descripción del punto de elección, y explicar cómo aceleramos la evolución de hecho y la convertimos en una aventura.
Para describir con mayor precisión dónde se halla el punto del libre albedrío, nos detendremos en principio sobre cuatro factores que rigen la evolución de todas las criaturas, según los describe Baal HaSulam en el artículo “La Libertad”. El modelo de desarrollo presentado arriba, es válido para todas las formas de existencia en la realidad: inanimada, vegetal, animal y humana. Familiarizarnos con estos cuatro factores, nos facilitará comprender en qué exactamente tenemos libre albedrío.
Primer factor – Plataforma. En nuestro mundo no existe nada que haya sido creado de la nada. Nuestro mundo es el mundo de los resultados (mientras que el mundo espiritual, es el mundo de las causas), y por esta razón, cada cosa en nuestro mundo se forma a partir de otra. El hielo se forma a partir de moléculas de agua, el vegetal a partir de la semilla y nosotros,
La formación de una cosa a partir de otra es, en realidad, el proceso en el cual una sustancia se despoja de su forma anterior y recibe una nueva forma. Así por ejemplo, las moléculas de agua (la esencia) se convierten de líquido (agua) a sólido (hielo). La esencia que pierde su forma anterior y se reviste de una nueva forma, es semejante a una unidad de información, que contiene en su interior toda la información de las futuras etapas de evolución del ser creado, que se desarrolla a partir de ella hasta su estado final. Por ejemplo, la semilla del tomate, contiene en su interior toda la información sobre la planta y el fruto que se desarrollarán a partir de ella. Este fundamento, que se encuentra en la base de todo proceso de desarrollo, y lo define, se denomina “plataforma”
Nuestra plataforma como seres humanos, es la carga genética que recibimos de nuestros padres, abuelos y bisabuelos. El “paquete”, que adquirimos como regalo de nuestros padres, define no sólo nuestra forma exterior, sino también la estructura de nuestra personalidad. Todas las ideas, pensamientos, opiniones y conocimientos que recibieron nuestros padres, pierden sus formas anteriores, y aparecen en nosotros como potencial que espera su realización, como tendencias interiores que con el tiempo, se convertirán, también ellas, en la percepción de nuestra vida.
Segundo factor – Atributos invariables. Cada plataforma, es, en realidad, un compendio de atributos determinados, destinados a salir a la práctica. Parte de estos atributos son imposibles de cambiar; su programa de evolución, está predeterminado, y define precisamente la forma que adquirirán en el futuro. Por ejemplo, la semilla de trigo, crecerá y se convertirá inevitablemente en trigo, jamás en avena. Y el feto de una jirafa, se convertirá en jirafa y no en león.
Así como lo inanimado, vegetal y animado, también las inclinaciones interiores que recibimos como herencia de nuestros padres se desarrollarán necesariamente en una percepción de vida compatible, y no en dirección diferente. Por ejemplo, una persona que nace con tendencia a escribir música, no evolucionará, en virtud de esta tendencia, a ser político. Puede ser, que cuando crezca sea finalmente músico, o puede ser que no, puede ser un músico exitoso, o tal vez no, pero una cosa es clara, su vocación por la música no lo empujará a la carrera política. El desarrollo de un atributo determinado en nuestra forma de vida, depende principalmente del entorno en que la persona crece y evoluciona. Similar a una semilla de trigo que fue plantada en la tierra: es claro que de ella sólo crecerá trigo, pero la calidad y cantidad del trigo, depende necesariamente del entorno en que se desarrolla, es decir, de la calidad del suelo. Lo mismo sucede con el hombre. Las tendencias con las que nacemos, se desarrollarán en una sola dirección. Una inclinación al conformismo, por ejemplo, desarrollará en el individuo una percepción de vida moderada y tolerante, pero su desarrollo, depende directamente del entorno en el que crecemos y nos educamos. Y esta dependencia, nos conduce directamente al tercer factor.
Tercer factor – Atributos variables. Así como en toda plataforma existen atributos cuyo programa evolutivo está determinado de antemano y no es posible modificar, así en toda plataforma existen también atributos cuyo programa evolutivo no está predeterminado, y pueden cambiar en el transcurso de su evolución, como consecuencia de la influencia del entorno sobre ellos. Por ejemplo, la altura o calidad del trigo que crece a partir de la semilla, puede variar de acuerdo al entorno en el que crece la planta, es decir, según la calidad del suelo, la cantidad de agua, la luz del sol, etc.
Como hemos dicho, también las inclinaciones internas que recibimos como herencia de nuestros padres, pueden desarrollarse de diferentes formas o no desarrollarse en absoluto, como resultado de la influencia del medio sobre ellas. Por ejemplo, si una persona determinada nace con tendencia a la avaricia, el entorno en el que crece, puede desarrollar en ella diferentes tipos de avaricia y modelarla como una persona más o menos avara.
Pero uno es más capaz que eso. A diferencia de cualquier otra criatura, el hombre puede también erradicar completamente una inclinación determinada. Por ejemplo, esta persona que nació con tendencia a la avaricia, puede erradicarla, con la condición de que la sociedad en la que crece le proporcione suficiente seguridad para su existencia, y no aprecie la avaricia como característica positiva.
Cuarto Factor – Factores externos. Otro factor que determina el desarrollo y las etapas evolutivas de cada ser, es la influencia de factores externos en el desarrollo de la plataforma. Cada plataforma se desarrolla en un entorno determinado que influye directamente en su desarrollo. Así aprendimos al enumerar los factores anteriores. Pero el entorno inmediato de la plataforma en desarrollo, se encuentra también dentro de un entorno más amplio que influye sobre él, y como consecuencia, también en el desarrollo de la plataforma misma. Así por ejemplo, el cambio climático como resultado del calentamiento global, puede dañar el desarrollo correcto de la semilla de trigo.
También nosotros, los seres humanos, estamos expuestos desde luego a la influencia de nuestro entorno inmediato, que a su vez, también está expuesto a un entorno más amplio, que influye de modo indirecto en nuestro desarrollo. Por ejemplo, la situación económica mundial o las diferentes modalidades de costumbre en el público, pueden influir sobre el desarrollo de las tendencias que recibimos como herencia de nuestros padres. La inclinación a la avaricia, que trajimos como ejemplo, puede pronunciarse en tiempos de crisis económica.
Estos son los cuatro factores que determinan el desarrollo y las etapas evolutivas de cada ser. Con respecto al primer factor, la plataforma, no tenemos elección alguna. Nuestra plataforma está grabada en nosotros aún antes de nacer, y nadie nos pregunta si estamos de acuerdo. En los otros tres factores, que se resumen todos en la elección del entorno adecuado para el desarrollo, tenemos libre albedrío. Podemos elegir el entorno apropiado para nuestro desarrollo, y convertirlo en una aventura apasionante en lugar de un camino de sufrimientos.
¿Cómo elegimos exactamente el entorno, y en qué condiciones? Sobre eso tratan las siguientes partes de la Unidad.
Ponte a prueba
- Detallar los cuatro factores que moldean el desarrollo de cada
El Camino Hacia el Placer
Ocurrió en horas tempranas de la noche, cuando la oscuridad comenzaba a descender sobre la costa oriental de Estados Unidos. Esos fueron los años dorados de la radio – fin de los años ’30 del Siglo XX. Las voces que se escuchaban esa tarde de las emisiones de la estación de radio de la CBS, sonaban al principio como otro soñoliento noticiero, transmitido según las reglas de ceremonia, con una voz un poco más dramática de lo necesario. Aparentemente, esa noche era como todas las demás, pero a medida que el locutor continuaba con su informe, el miedo y la alarma se propagaban por todo Estados Unidos, y una noche aparentemente cándida, se convertía en uno de los acontecimientos más importantes de la historia del pueblo americano.
¿Qué sucedió esa noche? La estación de radio CBS emitía el montaje de una serie radial sobre una invasión particularmente violenta de extraterrestres provenientes de Marte. El radioteatro, fue transmitido como una serie de flashes informativos, que se escuchaban tan creíbles, que la audiencia se convenció de su autenticidad. El resultado fue el de una alarma masiva. Muchos ciudadanos fueron presa del terror por los inesperados invasores y comenzaron a huir de sus hogares. Las mujeres se desmayaban al oír las noticias. En muchas ciudades, los residentes salían a las calles pidiendo ayuda desesperadamente. En Nueva York, corría el rumor de que los extraterrestres están por atacar la ciudad con gases, y toda la ciudad estaba atacada de pánico. No pasó una hora, y la historia se propagó como un reguero de pólvora por todo el continente. Aun cuando la radio anunció (de acuerdo al guión escrito de antemano) que los extraterrestres habían sido exterminados por gérmenes, no se calmó la conmoción. Sólo después de varias horas, al aclararse que las noticias eran ficticias, la vida volvió gradualmente a la normalidad.
Las noticias fraguadas, transmitidas por Orson Welles como parte de una obra radiofónica basada en “La Guerra de los Mundos”, es presentada hasta hoy como ejemplo del poder de los medios de comunicación masiva y la contagiosa influencia del entorno sobre la persona. Si el medio en el que vivimos difunde pánico, sin alternativa alguna, también nosotros seremos víctimas del pánico. Y por el contrario, si el entorno creara un ambiente de alegría, estaríamos “sentenciados” a estar alegres.
Hemos ampliado mucho en esta parte de la unidad de estudio sobre el poder del entorno, , sobre la manera en que el entorno influye de modo decisivo en el desarrollo espiritual del humano. En realidad, nuestro libre albedrío se halla en la elección del entorno. Sólo por medio de él podremos cambiar el proceso evolutivo en el que nos encontramos, de un largo camino de sufrimientos a otro desafiante y placentero. Todo lo demás está predestinado, y no hay lugar para el libre albedrío. Así estudiamos en las clases anteriores. Mientras no se despierte en el individuo el punto en el corazón, este será manejado hasta el nivel del átomo por el deseo de recibir, y no es consciente de ello; persigue placeres que el entorno define como valiosos. Sólo después que se despierta en él, el punto en el corazón, este comienza a desarrollar en su interior el deseo de conectarse con el Creador, se le abre una brecha para comenzar a trabajar en la implementación del libre albedrío. Con el despertar del punto en el corazón, se le revela un espacio vacío que no tiene la capacidad de llenar. Todos los placeres que el deseo de recibir ha perseguido hasta el momento, ya no le son suficientes. Busca algo más allá de eso. ¿Qué precisamente? Todavía no le es claro. Aunque la sensación de vacío que se le revela con el punto en el corazón no es agradable, pero precisamente, esta sensación infunde la posibilidad de implementar por primera vez el libre albedrío, liberarse del dominio del deseo de recibir.
El punto en el corazón borra todos los valores previos que la sociedad inculcó al individuo. Todo lo que en su entorno se estimaba como bueno, no es suficientemente bueno para él. En cierta forma, él se asemeja a un niño que acaba de nacer, “una hoja en blanco” preparada para absorber en su interior nuevos valores de su entorno. Solo que ahora, por primera vez en su vida, en contra de todo lo que ocurrió anteriormente, se abre ante él la posibilidad de determinar por sí mismo los nuevos valores conforme a los cuales se desempeñará. La única posibilidad de hacerlo, es eligiendo un entorno en donde el logro espiritual sea su valor supremo. De aquí se comprende por qué nuestro libre albedrío es la elección de un entorno.
En una sociedad que determina que recepción = placer, y otorgamiento = dolor, no tenemos dominio sobre nuestra vida, porque es exactamente lo que nos dice el deseo de recibir. No existe quien pueda contrariar esas determinaciones. En una sociedad como ésa, que se halla en una carrera sin fin tras los placeres físicos, reemplazan placer por placer y corren inconscientemente detrás de cada placer que determine la sociedad.
Cuando la sociedad dice que otorgamiento = placer, se crea una controversia entre el deseo de recibir, que se opone a esa determinación, y los valores de la sociedad. Es una buena controversia, porque ahora, la persona tiene dos opciones. Aquel que estaba sometido como un esclavo a su deseo de recibir, ahora está frente a una posibilidad adicional: preferir el otorgamiento a la recepción. Ese conflicto, crea el lugar de nuestra independencia, el lugar del libre albedrío. En ese espacio, cada uno es libre de expresar dentro de sí, su deseo de otorgar.
Imaginen que reciben un auto nuevo. Suben a la carretera y comienzan a viajar. En la ruta, hay señales que orientan hacia el “placer” o el “vacío”, de manera natural, eligen solamente los caminos que conducen al “placer”. Para ustedes, es inconcebible visitar el “vacío”. También, todos los demás automóviles, eligen visitar el “placer”. Ninguno se dirige hacia el “vacío”.
Después de haber estado años viajando tras las señales del “placer”, llegan a la conclusión, de que no existe hay en esos lares un verdadero placer. Ustedes buscan una solución. Pero como todos los vehículos de la carretera continúan eligiendo el camino del “placer”, y al no ver otro camino hacia dónde dirigirse, deben elegir igual que ellos. Ustedes se hallan en un punto muerto. En “placer” no hay verdaderamente placer, y no tienen la posibilidad de viajar a “vacío”.
La única manera de irrumpir en ese punto muerto es cambiando el entorno. Si pudieras encontrar un entorno en donde otros conductores se dirijan a “vacío” y les explicasen que las señales que apuntan hacia “vacío” son una ilusión, y de hecho, se dirigen hacia un lugar maravilloso, nuevo y especial, que no hay otro igual, un lugar de placer infinito, entonces, también ustedes tendrían la opción de llegar allí.
Ponte a prueba:
- ¿A partir de qué momento se abre ante la persona la opción del libre albedrío? Expliquen por qué.
Porque Estamos en un Entorno
La parábola que selló la parte anterior de la lección, ilustra muy bien la situación en la que nos hallamos con el despertar del punto en el corazón, pero en todo lo atinente a la elección del entorno, puede crear confusiones. La parábola indica que la persona debe cambiar el entorno en el que se halla y elegir uno nuevo. La verdad es – y en este caso es muy importante destacarlo que no tenemos que cambiar nada.
Para elegir un entorno correcto, no debemos trasladar nuestra casa a un nuevo lugar, o desconectarnos de ninguna manera del medio cercano a nosotros. Nuestro trabajo está en construir paralelamente al entorno en el que vivimos, uno adicional, cuyo valor más importante sea la espiritualidad. Tal como un trozo de hierro es atraído hacia el imán, así la persona que se despierta en ella el punto en el corazón, es atraída hacia el entorno de otras personas que también desean la espiritualidad, hacia los libros correctos y hacia el maestro, que le guiará en la manera de estudiar. Esta persona aun no eligió ese entorno y seguramente, no se ocupa de su construcción; fue encaminada hacia él sin que se lo preguntaran. Solo que ahora, después de llegar al lugar donde puede desarrollarse, se le otorga la posibilidad de construir su entorno espiritual y hacerlo crecer, dentro de su libre albedrío.
El trabajo de construir un entorno espiritual se divide en dos niveles:
- La construcción de un entorno interno.
- La construcción de un entorno externo.
Como en cualquier otro terreno del estudio de la sabiduría de la Cabalá, el trabajo interior es más importante que el trabajo exterior, pero el exterior es necesario para tener éxito en el interior. En primer lugar, describiremos el trabajo que debemos hacer en la construcción del entorno interno, y a continuación, describiremos el trabajo externo.
Conforme a la sabiduría de la Cabalá, cada persona es, en su esencia, deseo de recibir, y el grupo social en el que nos encontramos no es ni más ni menos que una recopilación de deseos. Nuestro objetivo, al construir el entorno espiritual, es acrecentar nuestro deseo por la espiritualidad. En la medida que nuestro deseo por la espiritualidad sea mayor, podremos elevar la importancia por lo espiritual en relación a lo material. El tema es, que cada uno de nosotros comienza su viaje espiritual con el punto en el corazón, que como su nombre lo dice, es un punto pequeño, un pequeño deseo. Para agrandarlo y construir en nuestro interior el anhelo y la importancia por la espiritualidad, debemos adquirir los deseos de los demás; construir en nuestro interior un entorno espiritual, que prefiera lo espiritual a lo material.
Es un trabajo sutil, que exige mucha atención. Debemos localizar al deseo interno que guía a nuestros amigos hacia el camino espiritual e impresionarse justamente de él, elevar la importancia de ese deseo por encima de la imagen externa que es captada por nuestros cinco sentidos. Ese trabajo se realiza totalmente en nuestro interior. Para implementarlo, no se nos exige ninguna acción externa, sino mucha sensibilidad, que se va adquiriendo con el estudio de la sabiduría de la Cabalá.
En resumen: debemos acumular en nuestro interior un gran deseo por la espiritualidad, y lo vamos construyendo al conectarnos con los deseos de los amigos en el camino espiritual. De esa manera, erigimos el entorno espiritual en nuestro interior, y elegimos el entorno correcto.
Y existe también un trabajo en la elección del entorno exterior. El aumento del deseo por la espiritualidad lo podemos adquirir también con el estudio ordenado de la sabiduría de la Cabalá, en cada uno de los marcos de estudio de “Cabalá Laam”, con la lectura de los libros de Cabalá, mirando el canal de televisión “Cabalá Laam”, en la página web. Tanto los libros, como la televisión y la página web, son partes de nuestro entorno espiritual. Y en las horas libres, tenemos la posibilidad de optar por ellos.
Sobre la importancia de la elección del entorno, escribe Baal HaSulam (artículo “La libertad”) con sus palabras precisas: “Quien se esfuerza durante su vida, y elige cada vez un entorno mejor – es digno de alabanza y recompensa… no por sus buenos pensamientos ni acciones, que surgen inevitablemente, sin elegirlos, sino por su empeño en adquirir un buen entorno para esos pensamientos y prácticas. Y esto es lo que dijo Rabí Yeoshua ben Perahia: Hazte de un maestro y cómprate un amigo”. Otro de los caminos para la construcción de un entorno espiritual es la participación en la diseminación de la sabiduría de la Cabalá. Está escrito: “en la multitud del pueblo resplandece el Rey”(Proverbios 11:28). Cuánto más cuantioso sea nuestro entorno espiritual, más aumentará su influencia sobre nosotros, y paralelamente, aumentará nuestra importancia por la espiritualidad. La participación en la diseminación de la sabiduría de la Cabalá como medio para el avance espiritual, es exclusiva para nuestra generación, por primera vez en la historia, la humanidad entera tiene que comenzar a elevarse hacia la espiritualidad.
Sobre la importancia de la diseminación de la sabiduría de la Cabalá para el desarrollo espiritual, ampliaremos en las próximas lecciones.
Ponte a prueba:
- Describe brevemente el trabajo en la elección del entorno, tanto interno como
Sobre la Vida y la Muerte
Al final de la lección, algunas palabras sobre nuestro famoso amigo, cuya cabeza es un cráneo con hendiduras de ojos, sus manos sostienen una guadaña y lleva un turbante en su cabeza – Resulta que él también está relacionado con el libre albedrío.
Para evitar malentendidos innecesarios, comenzaremos inmediatamente por el final: “el Ángel de la muerte” conforme a la sabiduría de la Cabalá, es, ni más ni menos, que “el deseo de recibir”. El famoso personaje que viene a quitarnos nuestra vida vestido con una larga túnica, puede tener cabida, tal vez, en películas de terror, pero no la tiene en la sabiduría de la Cabalá.
“Ángel”, de acuerdo a la sabiduría de la Cabalá, es una fuerza que con su ayuda el Creador dirige la Creación. “Vida”, de acuerdo a la sabiduría de la Cabalá, es la sensación de la espiritualidad, y la “muerte”, que nos aparta de la sensación de la vida verdadera, es, como se ha dicho, el deseo de recibir, o con mayor exactitud, la intención con el fin de recibir.
¿Qué relación hay entre la intención con el fin de recibir (el ángel de la muerte) y el libre albedrío? La relación es simple: nuestra verdadera libertad de elección se encuentra en la salida a la libertad del control de la intención con el fin de recibir. En otras palabras, nuestra verdadera libertad es la liberación de manos del ángel de la muerte. Siempre que estemos bajo el dominio de la intención con el fin de recibir, ella nos manejará desde nuestro interior, sin preguntarnos, como una mano dentro de un guante, y no tendremos libre albedrío. Sólo corrigiendo la intención con el fin de recibir nos hacemos capaces de elegir.
La corrección de la intención con el fin de recibir y la adquisición de la intención con el fin de otorgar, dependen directamente de la elección del entorno, es decir, del entorno espiritual que debemos construir. Con esto se comprende por qué nuestro libre albedrío está en la elección del entorno. En realidad, durante el estudio de la sabiduría de la Cabalá, descubriremos que la elección del entorno no sólo es una condición para adquirir la espiritualidad, sino que ese es el propio trabajo espiritual; que en la elección del entorno se halla nuestro libre albedrío.
Las palabras “libertad de manos del ángel de la muerte”, sería correcto interpretarlas también de manera literal, como la ascensión por encima de la existencia temporaria y sin valor en nuestro mundo, al nivel de la existencia eterna. ¿A qué se refiere esto? Baal HaSulam (Talmud Eser Sefirot, parte A, Introspección, fascículo 21.) escribe, que el método con el cual trabajamos con el deseo de recibir en nuestro mundo, con la intención con el fin de recibir para nosotros mismos, provoca que el placer que se recibe dentro del deseo, anule el deseo. El ejemplo más afortunado para representarlo, es la comida (placer), que anula el apetito (deseo). Pero también el placer conseguido luego de un gran trabajo, como por ejemplo, el placer de un auto nuevo o un trabajo respetable, se disipa después de cierto tiempo, porque el placer anula el deseo, y sin deseo no se siente placer.
Este modelo fijo del placer, que entra en el deseo y lo anula, conduce finalmente a una desesperación general en búsqueda del placer. Como resultado, el deseo de recibir se va apagando gradualmente y nosotros nos extinguimos con él, hasta que él muere y nosotros con él.
Como los niños, estamos llenos de curiosidad, cargados de una inagotable energía para descubrir este mundo. Cada cosa es nueva, todo es emocionante. Como adolescentes queremos devorarlo todo, escalar todas las cumbres, obtener todos los logros, cambiar al mundo. Pero a medida que la persona envejece, llena parte de sus deseos y se desespera por lograr otros. En el sentido espiritual, la persona envejece, es decir sus deseos se debilitan y desaparecen gradualmente, hasta que no le queda deseo ninguno. Así suena en las palabras de Baal HaSulam (artículo “La libertad”, Libertad del ángel de la muerte): “Quizás, cuando pase la mitad de sus años (de la persona), entonces, comenzarán los días de descenso de acuerdo a los días de la muerte, porque la persona no muere hasta que recibe la forma final de la vida, en un instante, pero su candela , es decir su “ego” se va apagando lentamente… porque comienza a renunciar a muchas pertenencias con las cuales ha soñado durante su juventud… hasta que en los días de su verdadera vejez, cuando la sombra de la muerte va flotando por encima, uno se encuentra en momentos en los que no tiene ningún deseo, porque su deseo de recibir, que es el “ego”, se apagó y se le fue.”
La liberación del dominio del ángel de la muerte, es decir, el trabajo con la intención con el fin de otorgar, en lugar de la intención con el fin de recibir, cambia el cuadro totalmente. En vez que el deseo se llene de placer por corto tiempo y el placer apague el deseo, el placer pasa a través del deseo con intención de otorgarlo al prójimo. Con este método de trabajo, podemos pasar a través de nosotros todos los placeres que existen en el mundo, y el deseo no se apagará nunca. Nosotros podemos recibir sin límite, y la corriente de Luz en nuestro interior nos eleva al estado de vida eterna.
La persona que corrigió su intención de recibir, y se encuentra en espiritualidad, ya no identifica su existencia con la existencia de su cuerpo físico. Uno continúa existiendo en el cuerpo físico, pero la espiritualidad que alcanzó significa para él un nivel mucho más alto de existencia, que no depende de su cuerpo físico, y con él se identifica. El individuo continúa viviendo en ese nivel aún después de la muerte física. El Rabino Baruj Ashlag solía decir, que la muerte es similar a cambiarse de camisa, tú te sacas la camisa usada (el cuerpo físico) y te pones una nueva (si tu alma necesita reencarnar nuevamente en este mundo, en un nuevo cuerpo).
Ponte a prueba:
- ¿Qué significa liberarse del ángel de la muerte?
Resumen de la Lección
Puntos Principales
- Cuatro factores son los que determinan el desarrollo de toda criatura: plataforma, factores invariables en la plataforma, factores variables en la plataforma y factores
- Nuestro libre albedrío es la elección del entorno que influye de manera positiva sobre nuestro desarrollo (desarrollo de la plataforma).
- La posibilidad del libre albedrío se abre ante la persona con la revelación del punto en el corazón. El nuevo deseo de espiritualidad, borra los valores que la sociedad imprimió en el individuo y le posibilita determinar por sí mismo, mediante el entorno, una gama de nuevos valores, donde el otorgamiento es más importante que la recepción.
- Elección del entorno, significa acrecentar el deseo de espiritualidad impresionándose de los deseos de los demás por lo espiritual, así también establecer un marco de estudio permanente, la lectura de libros de Cabalá, y ver programas televisivos sobre el tema,
- Nuestra verdadera libertad de elegir, se halla en librarse del dominio del deseo de Y esto depende directamente del entorno en el que elegimos estar.
Términos
Vida –Sensación de la Luz dentro del Kli (vasija).
Ángel – Fuerza mediante la cual el Creador dirige la Creación.
Ángel de la muerte – La intención con el fin de recibir que no nos permite sentir la espiritualidad – la verdadera vida.
Preguntas y Respuestas
Pregunta: Enumere los cuatro factores que determinan el desarrollo de toda criatura.
Respuesta: A) Plataforma – parte informativa que clasifica todas las etapas del desarrollo del creado; B) Atributos invariables- características en la plataforma que no están sujetas a cambios; C) Atributos variables – características en la plataforma que están sujetas a cambios; D) Factores extraños – influencia del entorno lejano sobre el desarrollo de la plataforma.
Pregunta: ¿En qué momento se abre a la persona la posibilidad del libre albedrío? Expliquen por qué.
Respuesta: La posibilidad del libre albedrío, se le abre a la persona con el despertar del punto en el corazón. El nuevo deseo por la espiritualidad, borra todos los valores que la sociedad marcó en el individuo y le posibilita determinar por sí mismo, mediante el entorno, una gama de nuevos valores donde el otorgamiento es más importante que la recepción.
Pregunta: Describe brevemente el trabajo de elegir un entorno en su sentido interno y externo.
Respuesta: La elección del entorno en su sentido interno, es la ampliación del deseo espiritual por la impresión recibida de los demás respecto al deseo de espiritualidad. La elección del entorno en sentido externo, es la determinación de un marco de estudio fijo, la lectura de libros de Cabalá y ver programas relevantes, etc.
Pregunta: ¿Qué significa “liberarse del ángel de la muerte”?
Respuesta: La liberación de la intención con el fin de recibir. La intención con el fin de recibir, es la que nos impide tener la sensación de la vida real, la vida espiritual, por lo tanto, se llama en la sabiduría de la Cabalá “ángel de la muerte”. La corrección de la intención de recepción a otorgamiento, nos libera por consiguiente del dominio del “ángel de la muerte” y nos da la sensación de la vida espiritual.
Secuencia Lógica
(Orden del Desarrollo del Curso)
Aprendimos que la sabiduría de la Cabalá es el método para la revelación del Creador a los creados en este mundo.
Aprendimos que para descubrir al Creador debemos cambiar la intención de “con el fin de recibir” a “con el fin de otorgar”.
Aprendimos que en los libros de Cabalá se oculta una fuerza espiritual es- pecial llamada “Luz que reforma”, que tiene el poder de cambiar nuestra intención, de con el fin de recibir a con el fin de otorgar.
Aprendimos que solo esclareciendo nuestra relación respecto al prójimo, podemos crear en nuestro interior una actitud verdadera hacia la Luz que reforma.
Estudiamos, que solo eligiendo el entorno correcto para el desarrollo espiritual, podemos aclarar exactamente nuestra relación con el prójimo.
En la próxima parte estudiaremos las raíces espirituales de la elección del entorno.