Nosotros y la Naturaleza

Nos conviene aceptar las palabras de los cabalistas que dicen que el valor numérico de la “naturaleza” es equivalente a “Dios”.

Baal HaSulam, artículo “La Paz”

 

El Libro del Zóhar nos enseña que nos encontramos en un gran sistema llamado “Naturaleza” o “Dios”, solo que nosotros sentimos únicamente una pequeña parte dentro de este sistema, una parte que se denomina “este mundo”.

La meta de nuestra existencia es elevarnos por encima de los límites de este mundo y sentir todo el sistema de la naturaleza, la fuerza superior. Cuando lleguemos a ese peldaño, nos llenaremos de abundancia, placer y luz infinitos, de comprensión y sensación suprema, de sensaciones de equilibrio, de perfección y de armonía como las que existen en la naturaleza general.

Para entender lo que debemos hacer para llegar a todo este bienestar, nos recomienda el Zóhar observar el comportamiento de la naturaleza de manera un tanto más amplia de lo común.

Nuestro mundo es un mundo cerrado. Nosotros nos encontramos en un solo sistema general que todas sus partes están conectadas entre ellas. No podemos pensar que estamos por encima de todo, por encima de la naturaleza, y que podemos hacer todo lo que se nos antoja. Esta es una receta segura para la auto-destrucción. No podemos tampoco escaparnos de la naturaleza ya que somos parte inseparable de ésta. Por ello, debemos aprender la ley general de la naturaleza, y obrar según esta.

Nuestro impulso de desarrollarnos es maravilloso, pero debemos hacerlo de manera correcta, en dirección a una conexión sana entre nosotros y el resto de las partes de la naturaleza, de una manera que no intervenga en la armonía y el equilibrio general. Este es, de hecho, el fundamento de la sabiduría de la Cabalá.

El observar la naturaleza nos enseña que todos los cuerpos vivientes están construidos según el principio de la preocupación por el prójimo. Las células en el cuerpo vivo se unen unas a otras a través de una entrega mutua a favor de la vitalidad del cuerpo entero. Una célula que no considera su entorno y lo esclaviza para su propio beneficio, es una célula cancerosa. Una actividad egoísta de este tipo provoca, al final de cuentas, la muerte del cuerpo entero.

Al nivel inanimado, vegetal y animal, el individuo actúa para el bienestar general, y con ello encuentra su integridad. Sin actividad armónica de esta índole no es posible la existencia. Sólo la sociedad humana se maneja diferente… ¿Por qué? Porque a diferencia de los demás niveles en los que la ley de la naturaleza impone el equilibrio y la armonía, la naturaleza le ha dejado al hombre lugar para el libre albedrío, lugar para una participación consciente en la armonía general del sistema de la naturaleza.

Si participamos en el sistema incorrectamente, la corrupción que creamos en él vuelve a nosotros y es percibida como sufrimiento. Y así, de a poco, durante miles de generaciones, la naturaleza nos hace avanzar hacia la comprensión de que debemos aprender su ley general. Aprender, y al final, obrar según esta ley.

El problema está en que nosotros no sentimos la fuerza general de la naturaleza que obra sobre nosotros, la fuerza de amor y entrega llamada también “Creador”. Si bien en nuestra época, la ciencia está avanzando gradualmente hacia la revelación de que la naturaleza tiene intelecto y sentimiento, potencia de una sabiduría inmensa que sostiene y maneja todo, y de todas formas, dentro de nuestro ego, no queremos reconocerlo.

Pero el estado en el que está el mundo hoy demuestra que esta ceguera e insensibilidad del sistema general no pueden continuar. Baal HaSulam escribió sobre esto ya hace ochenta años: “es muy importante para nosotros, observar el comando de la naturaleza, saber qué nos exige, para que no nos castigue sin piedad.6

“Es muy importante para nosotros, observar el mandato de la naturaleza, saber qué nos exige, para que no nos castigue sin piedad”

(Baal HaSulam, artículo “La Paz”)

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