Jacob, Esaú, Laban y Bil’am

 

Nosotros nos investigamos y queremos encontrar en nuestro interior todos los discernimientos que están en las palabras del Zóhar:

“Le dirás a mi señor, a Esaú: “esto ha dicho tu siervo, Jacob: ´He vivido con Laban´ “. De inmediato dijo Jacob de convertirse en un esclavo ante él para que Esaú no note las bendiciones que le dio su padre, ya que Jacob lo dejó al final de sus días.

¿Qué vio Jacob que mandó a buscar a Esaú y dijo, “He vivido con Laban”? ¿Fue esto, acaso, parte de una misión de Esau? No obstante, Laban el arameo, una voz que caminaba en el mundo, y no había hombre que se salvara de sus manos, porque él era el hechicero y mago más grande, y el padre de Be´or, y Be´or era el padre de Balaam, así como está escrito – Balaam hijo de Be´or. Y Laban era muy sabio en hechicerías y magias más que ellos. Y con todo, no pudo prevalecer por encima de Jacob. Y él quiso destruir a Jacob en varias formas, así como está escrito: “Mi padre era un arameo errante”, y por eso le mandó a llamar y dijo: “Con Laban viví”, para informarle de su fuerza.

Todo el mundo sabía que Laban era el más destacado de los sabios y hechiceros y magos. Y aquel que Laban quería destruir, no lograba salvarse. Y todo lo que sabía Balaam, era de parte de Laban. Está escrito sobre Balaam, “porque yo sé que quien bendigas será bendecido”. Y más aun con Laban. Y todo el mundo le temía a Laban y sus magias. Ende que la primera palabra que le envió Jacob a Esaú dijo, “con Laban viví”. Y no un tiempo corto sino veinte años estuve con él hospedado”.

Zóhar para todos, Parashat VaYeshlaj, puntos 21-23

 

Si nos proyectamos a nuestra vista todas las formas y explicaciones que hemos escuchado en la escuela y en la vida en general sobre los cuentos bíblicos, sobre Jacob, Esaú y el resto de los personajes conocidos – y con esto nos dirigimos al estudio del Zóhar, entraríamos en una gran confusión, y no nos concentraríamos en lo que el Zóhar nos cuenta realmente. [1].

Durante la lectura debemos hacer como si saliéramos al espacio, como si no existiera el planeta Tierra, como si sólo nos pareciera que todo lo que sucedió en él alguna vez hubiera realmente ocurrido. Es que el tiempo, el movimiento y el lugar son cosas imaginarias que se encuentran únicamente en nuestra percepción actual.

El hecho de que nos imaginamos que algo ocurrió aquí hace miles de años e incluso cavan y encuentran descubrimientos arqueológicos – todo eso está en nuestra mente y lo denominamos “realidad”. Pero ahora queremos cambiar esta percepción, queremos ver todo ese mundo como si estuviera dentro de nuestro deseo, porque en realidad es allí donde se encuentra.

Desde que nacimos, nos acostumbramos a ver esta película así – como si hubiese algo fuera de nosotros – pero toda esta película ocurre dentro de nuestro deseo. Debemos luchar contra nuestra costumbre y convencernos una y otra vez que de hecho, todo ocurre dentro del deseo.

Este enfoque no borra la realidad, porque el deseo es la realidad. Aun ahora, cuando nos topamos con algo, nos topamos con un deseo. También la sensación de que suceden cosas ahora en nuestro alrededor- son deseos, fuerzas que se proyectan de este modo a nuestra vista.

Cuanto más intentemos vivir esta imagen interna por medio del Zóhar, y no nos hundamos en las imágenes históricas de los cuentos bíblicos a los cuales nos acostumbramos, el Zóhar nos adelantará hacia la interioridad de la Torá, hacia la “Torá de la verdad” – hacia la verdadera percepción de la realidad.

Gradualmente, comenzaremos a ver todo como fuerzas y atributos, y a la fuerza general que los activa – al Creador. Esta es la revelación a la cual aspira- mos, que sucede dentro de nuestro deseo según la medida de la equivalencia entre nosotros y el Creador. Hacia esta revelación nos dirige el Zóhar.

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Nota

[1] “Sin embargo, hay una condición estricta durante la participación en esta sabiduría, que no se materialicen los asuntos con problemas imaginarios y corporales, que violan de este modo: “No harás imagen o semejanza” (Baal HaSulam, “Introducción al Estudio de las Diez Sefirot”, punto 156).

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