Entradas

ego

¿Qué es el ego?

La naturaleza humana es el deseo de disfrutar. El ego es la intención de disfrutar a expensas de los demás.

Nuestro deseo de disfrutar se divide en deseos individuales, sociales y espirituales:

  • · Deseos individuales: comida, sexo, familia y cobijo.
  • · Deseos sociales:  dinero, honor, poder y conocimiento.
  • · Deseo espiritual: o más exactamente, el núcleo de un deseo espiritual (llamado «punto en el corazón») que cuestiona el significado y el propósito de la vida. Comienza a emerger cuando comenzamos a sentirnos cada vez menos satisfechos con nuestros deseos individuales y sociales, y puede convertirse en un deseo espiritual completo.

Cuando hablamos de ego, es decir, de la intención de disfrutar a expensas de los demás, no nos referimos a nuestros deseos individuales de comida, sexo, familia y refugio. Estos son deseos puramente animales que operan en nosotros para preservar nuestra supervivencia como individuos y como especie humana. Es similar a la fuerza que existe en los objetos inertes para que puedan mantener su forma.

El ego se activa en el nivel de nuestros deseos sociales. Comenzando con el deseo por dinero, es un deseo que, fundamentalmente, quiere lo que tiene el otro.

Si consideramos la evolución humana como una sucesión de los deseos antes mencionados, entonces podemos ver cómo, en los primeros días de la evolución humana, es decir, nuestros “días de cavernícolas”, vivíamos y trabajábamos solamente para satisfacer nuestros deseos individuales de comida, sexo, familia y cobijo.

Después de cierto período, comenzamos a querer lo que otros poseían. El deseo de dinero nos instó a separarnos unos de otros, diferenciando nuestra propiedad de la propiedad de otros y desarrollando sistemas de intercambio entre nosotros. Este es el comienzo de la expresión del ego en la sociedad humana.

Cuanto más crece el ego, más queremos disfrutar a expensas de los demás.

Por lo tanto, cuanto más se iba desarrollando la humanidad, más personas asumían posiciones de poder, honor, fama y sobresalían en las ciencias, las filosofías y las artes.

Hoy, hemos llegado a un punto donde nuestros deseos individuales y sociales están saciados. Cada vez sentimos menos satisfacción al operar de acuerdo con el ego y esto es debido al siguiente nivel de deseo espiritual que comienza a despertar en nosotros.

El deseo espiritual está por encima del ego. La naturaleza nos guía a través de un proceso de desarrollo en el que experimentamos muchos años de desarrollo pre-egoísta satisfaciendo solamente las necesidades para la supervivencia y después, miles de años de desarrollo egoísta a través de los deseos de dinero, honor, poder y conocimiento.

En la etapa final del desarrollo de la humanidad, que comienza ahora, en nuestra era, experimentamos la “revelación del mal” en nuestro desarrollo egoísta –ya no podemos llenarnos por medio del disfrute individual a expensas de los demás– y comenzamos a implementar el nuevo deseo espiritual que emerge.

En este período de transición entre el punto máximo del desarrollo egoísta y el desarrollo espiritual, como sociedad, experimentamos crecientes fenómenos negativos, como la depresión, el estrés, la ansiedad o la soledad como individuos; y como sociedad, experimentamos división, conflicto, xenofobia, divorcio, intimidación, abuso, explotación y manipulación. Tales fenómenos aparecen para mostrarnos que ya no podemos satisfacernos y realizarnos, y que nos sentiremos desesperados e indefensos al intentar hacerlo, de acuerdo con nuestra inclinación egoísta innata natural.

Por lo tanto, como los cabalistas han estado debatiendo durante generaciones, en nuestros tiempos actuales, necesitamos experimentar una transformación fundamental de nuestro egoísmo e implementar nuestro nuevo deseo espiritual.

Y realizar ese nuevo deseo espiritual significa elevarse por encima del ego, es decir, aspirar a beneficiar a los demás en lugar de a nosotros mismos. En otras palabras, al cambiar nuestra innata intención egoísta de beneficiarnos a nosotros mismos por una intención altruista para beneficiar a los demás, nos damos cuenta de nuestro deseo espiritual y, por lo tanto, entramos en un equilibrio con la siguiente etapa de evolución hacia la que nos está guiando la naturaleza.

Y cuando entramos en equilibrio con esta nueva etapa de nuestra evolución, la experimentamos como un nuevo estado armonioso y perfecto.

Si no atravesamos esta transición y seguimos obstinadamente tratando de llenarnos a nosotros mismos a expensas de los demás, entonces, continuaremos sintiendo dolores y presiones, lo cual finalmente nos llevará a un mayor sufrimiento y desesperación.

Por lo tanto, espero que nos demos cuenta del método que nos ha sido entregado, la sabiduría de la Cabalá, y entremos en equilibrio con la naturaleza, adquiriendo sabiduría para definir con precisión quiénes y qué somos, qué es este ego que trabaja furtivamente en todo momento en cada uno de nosotros, y aprendamos a elevarnos por encima de él para experimentar una nueva plenitud y perfección.

El problema no es el cambio climático: Es la ausencia de cambio en la humanidad.

 

Recientemente la naturaleza nos ha enviado imponentes advertencias de su inmenso poder.

Dos serios terremotos –los más fuertes en décadas– sacudieron el sur de California días atrás. Una tormenta extrema de granizo golpeó México. Mientras tanto, Alaska experimentó temperaturas récord en verano y gran parte de Europa atravesó una ola de calor sin precedentes provocando incendios forestales y alertas sanitarias de emergencia.

Si bien los humanos nos sentimos impotentes ante estas adversidades, es precisamente en el nivel humano –el más grande e influyente dentro de todo el sistema de la naturaleza– donde es posible lograr un equilibrio en el planeta. ¿Cómo? Mejorando la calidad de las relaciones humanas. Tendría un impacto mucho más positivo sobre nuestro planeta que los acuerdos climáticos y las campañas ecológicas.

La retirada de Estados Unidos del Acuerdo Climático de París ha sido criticada por la comunidad internacional que sostiene que esa acción desoye la extrema urgencia de abordar el problema del cambio climático.

Pero estoy de acuerdo con el presidente Trump en que purificar el ecosistema no es el quid de la cuestión, aunque son muchos los que creen que esa puede ser la panacea. Se han asignado miles de millones de dólares para llevar a cabo medidas que no tendrán ningún efecto positivo en la ecología. Más bien, esos fondos deberían destinarse a una educación que nos ayude a establecer relaciones más armoniosas entre las personas: eso es lo que nos llevaría a un mundo mejor en todos los aspectos.

¿Cómo es posible que una mejora en las relaciones humanas pueda tener un efecto positivo en la ecología? Podremos entenderlo si observamos brevemente los cuatro niveles de la naturaleza: inerte, vegetal, animal y humano. Cada nivel inmediatamente superior es más poderoso que el anterior y controla el nivel que hay por debajo de él. Por lo tanto, que la naturaleza en su conjunto vire hacia un desarrollo positivo solo puede lograrse desde el nivel más desarrollado y significativo de todos: el nivel humano. Por el momento, los impactos humanos en el sistema son negativos, pero pueden transformarse en positivos. Debemos entender que modificar el sistema de la naturaleza no se lleva a cabo como comúnmente se piensa, esto es, con acciones para preservar el equilibrio ecológico, ya sea salvando árboles o ciertas especies animales, frenando la contaminación de los océanos o del aire, y otras tantas medidas que podríamos idear para tratar de ser más amables con el medio ambiente. Ninguna de estas acciones ayudará al medio ambiente porque no atacan la causa fundamental del problema.

¿Dónde está entonces la raíz del problema ecológico? El problema está en los seres humanos. Para ser más precisos, está en cómo nos relacionamos unos con otros.

Debido a nuestro inherente ego humano –nuestro deseo de beneficiarnos a costa de los demás– pasamos por encima de todos y de todo, incluida la naturaleza, con tal de beneficiarnos. Por lo tanto, si queremos llegar a un nuevo nivel de equilibrio ecológico, en lo único que debemos centrarnos es en reparar nuestras conexiones a nivel humano.

Incluso si mañana mismo toda la humanidad dejara de contaminar, dejara de quemar combustibles fósiles o evitara el uso de pesticidas, continuaríamos presenciando desastres naturales en todas partes porque, por encima de todos los niveles de la naturaleza, las relaciones humanas, que son el aspecto más influyente en la naturaleza, seguirían estando rotas. Nuestras relaciones –basadas en la explotación, la manipulación y el abuso entre personas– seguirán causando un efecto negativo en todos los niveles de la naturaleza. Seguirán creando un círculo de retroalimentación negativa que se volverá sobre nosotros como reacción de la naturaleza al factor humano.

Si, por el contrario, lográramos establecer unas conexiones emocionales positivas para lograr un equilibrio entre nosotros y la naturaleza, ¿tendríamos que poner en práctica paralelamente las medidas ecológicas que se nos recomiendan?

Puede sonar sorprendente, pero la respuesta es no. ¿Por qué? Porque la propia naturaleza, desde un nivel superior, se encargaría de equilibrar todos estos fenómenos. El principio es el siguiente: el nivel superior que rige la naturaleza es capaz de corregir todas las corrupciones de los niveles inferiores. En la sabiduría de la Cabalá, este principio es llamado “el amor cubre todas las transgresiones”.

Actualmente tenemos actitudes tóxicas hacia los demás: nos relacionamos sistemáticamente a través de un prisma egoísta –beneficio propio a expensas de los demás– y por eso no podemos reparar nada en los niveles inerte, vegetal o animal porque simplemente introducimos nuestra actitud egoísta en el sistema y eso regresa a nosotros en forma negativa. Centrarnos exclusivamente en el nivel humano ­–conseguir unas conexiones humanas positivas– activará el cambio más inmediato y dinámico: en cuanto demos un cambio a positivo en las relaciones humanas, inmediatamente los niveles más bajos de la naturaleza experimentarán los efectos beneficiosos.

¿Cuán rápido y hasta qué punto debemos activarnos para salvar al planeta y a nosotros mismos? ¿Necesitamos todos alcanzar unas relaciones armoniosas de inmediato? ¿O basta con que tengamos una inclinación hacia las conexiones positivas? Con solamente empezar a moverme hacia la meta de “ama a los demás como a ti mismo”, por muy inalcanzable que parezca, tan solo dando el primer paso hacia ello, ya estoy propiciando un cambio en todo el sistema de la naturaleza. ¿Por qué? Porque mi actitud ha cambiado.

Si cambio mi actitud hacia la naturaleza, es decir, si deseo relacionarme global e integralmente con ella, como con un sistema unitario, con una actitud de atención y preocupación, entonces, aunque parezca que solo estoy fomentando esa nueva dirección, también estoy activando todo el sistema y dirigiéndolo hacia la unificación positiva. No se nos pide más que eso.

Solo tenemos que ocuparnos de las relaciones humanas. Los niveles inferiores de la naturaleza se ajustarán y se equilibrarán junto con nosotros cuando armonicemos las conexiones entre seres humanos. En suma, lo único que necesitamos es una educación y unas influencias que nos lleven a lograr unas conexiones humanas positivas. Y de ese modo podremos disfrutar de una vida en armonía con todo el sistema de la naturaleza.

Artículo de Michael Laitman.
[/av_textblock]

Conexión de los fenómenos

Hoy una pequeña iluminación llena el deseo del ego, el mundo y la ciencia están en un callejón sin salida, hay crisis, no se avanza. Sólo nos queda aclarar la conexión de los fenómenos. Esto nos permite reconocer los límites del mundo y la interconexión total de sus partes.