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Paz en el mundo

Paz en el mundo

Rabí Yehuda Leib HaLevi Ashlag

“El amor y la verdad se han dado cita; justicia y paz se abrazan. La verdad brotará de la tierra yde los cielos se asomará la justicia. El Señor mismo dará la dicha y nuestra tierra su cosecha dará”. (Salmos 85,11)

Todo es evaluado no de acuerdo con lo que parece en cierto momento, sino por su grado de desarrollo.

Todo lo que hay en la realidad, lo bueno, lo malo y aún lo más pernicioso en el mundo tiene derecho a existir. Esto significa que no debe ser destruido por ningún medio. Nuestra tarea es simplemente corregirlo y retornarlo a la Fuente.

Es suficiente con echar una mirada atenta al proceso de la Creación para darse cuenta de la grandeza y la perfección del acto y de Aquel que lo realiza. Por lo tanto, debemos comprender y ser sumamente cuidadosos en despreciar cualquier parte de la Creación y decir que es superflua e innecesaria. Porque es una calumnia respecto del acto de la Creación.

Sin embargo, es bien conocido que el Creador no completó la Creación en el momento de su formación. Vemos que nuestra realidad está gobernada por las leyes del desarrollo gradual, que se inicia en la etapa que precede a la concepción y continúa hasta que finaliza el crecimiento. Por este motivo no percibimos que el sabor amargo de una fruta sea un defecto en el comienzo de su crecimiento.

Lo mismo es aplicable a los otros elementos de la realidad: si algo parece malo y perjudicial, sólo significa que este elemento se encuentra en una etapa de transición en su desarrollo. Por lo tanto no tenemos derecho de definirlo como malo y desecharlo, ya que es poco sensato.

Quienes «corrigen el mundo» se equivocan.

Esta conclusión nos permite  entender que las personas que han tratado de «corregir el mundo» en cada generación, perciben erróneamente al hombre como una máquina que no funciona de manera apropiada y requiere una mejora, es decir, reemplazar las partes defectuosas por otras mejores.

Todos sus esfuerzos estuvieron enfocados a destruir el mal que existe en la raza humana. A decir verdad, si el Creador no se hubiera opuesto a ellos, seguramente habrían tenido éxito en «cernir a la Humanidad a través de un cernidor» y dejar en ella sólo lo bueno y útil.

Sin embargo, el Creador tiene el máximo cuidado con cada partícula diminuta de Su Creación, impidiendo que alguien destruya algo en Su dominio. De acuerdo con esto, todos los “correctores” desaparecerán, mientras  que el mal permanecerá en el mundo. Éste existe y cuenta las etapas en el desarrollo de cada elemento de la Creación hasta que alcanza su estado final.

Entonces las malas propiedades se convertirán en buenas y útiles, de la forma que el Creador las concibió inicialmente. Esto se asemeja a una fruta colgando de la rama del árbol durante días y meses, hasta que  madura para que cada persona descubra su sabor y su fragancia.

Acelerando la corrección de la naturaleza

Sin embargo, la mencionada ley de desarrollo se extiende a toda la realidad y garantiza la transformación de todos los actos malos en buenos y útiles sin preguntar la opinión de la gente. Al mismo tiempo, el Creador dotó al hombre con poder y le permitió controlar esta ley acelerando el proceso de desarrollo por  su propia voluntad, libremente y sin importar que el tiempo fluya.

Se desprende que  hay dos clases de poder actuando en el proceso antes mencionado:

El «Poder Celestial» que garantiza que todo lo malo y dañino se convierta en bueno y útil. Sin embargo, esto ocurrirá «a su debido tiempo», en forma lenta y dolorosa, ya que el «objeto en desarrollo» atraviesa terribles sufrimientos, aplastado implacablemente por la aplanadora de la evolución.

El «Poder Terrenal» que representa a las personas, que tomaron el control sobre la mencionada ley de desarrollo, que pueden liberarse de las ataduras del tiempo. Estas aceleran en forma considerable el proceso para alcanzar la etapa final. En otras palabras, completan su propia evolución y corrección.

Si lo merecen, serán capaces de tomar la ley de desarrollo en sus propias manos. Esta ley está destinada a transformar sus propiedades negativas en otras positivas. Esto significa que deben empezar a trabajar con sus propiedades negativas y corregirlas. Esto los liberará de los límites del tiempo, y el logro del más alto nivel de desarrollo sólo dependerá de su propio deseo, es decir, de la calidad de sus acciones y pensamientos.  De esta manera acelerarán el proceso para alcanzar la etapa final.

Aún si no merecen controlar el desarrollo de sus propiedades negativas y las dejan en manos de la Providencia, la corrección final y la redención todavía  les están garantizadas. En este caso el proceso será completado a término y condicionado al tiempo.

De acuerdo con la ley del desarrollo gradual, el proceso de  corrección debe incluir muchos niveles diferentes. Es un proceso lento,  difícil y sumamente largo. Debido a que los «objetos en desarrollo» en cuestión viven y sienten, en consecuencia, mientras avanzan a través de las etapas son obligados a experimentar sufrimientos enormes y horribles. El poder que  compele a la persona a pasar de un nivel al siguiente es nada más que la fuerza de la angustia y el dolor. Los sufrimientos se acumulan en el nivel inferior y llegan a un grado tan insoportable que la persona es obligada a  abandonarlo y elevarse hasta el nivel superior.

Tal es el final garantizado basado en la ley del desarrollo gradual y el desarrollo dependiente del tiempo, «a su debido tiempo».  El completamiento del proceso es inevitable, porque la persona está destinada a tomar el desarrollo de sus propiedades en sus propias manos (esto es llamado «Me apuraré»).

El bien y el mal son evaluados de acuerdo con las acciones de un individuo  respecto de la sociedad.

Antes de empezar a investigar la corrección del mal en la raza humana, debemos determinar primero el valor de nociones abstractas tales  como “bien” y “mal”. En otras palabras, mientras analizamos las acciones o propiedades de bien y mal, debemos aclarar con respecto a quiénes pueden ser considerados como tales. Comprender que se debe conocer el valor relativo de lo particular en comparación con el todo, es decir, del individuo con respecto a la sociedad en la que vive y de la cual recibe tanto el sustento material como espiritual.

La realidad demuestra claramente que un individuo no tiene derecho a existir si se aísla de la sociedad, que le serviría y satisfaría sus necesidades. De esto sigue que el hombre fue inicialmente creado para vivir dentro de una sociedad. Cada individuo es como un pequeño engranaje dentro de un mecanismo. Ningún engranaje individual tiene libertad de movimiento. Está implicado en el movimiento general de todos los engranajes en una cierta dirección para que todo el mecanismo pueda completar la tarea asignada. Si uno de los engranajes se rompe, no es considerado como el daño de un engranaje particular. Es estimado desde el punto de vista de su rol en el mecanismo total.

De manera similar, el valor de cada individuo en la sociedad está determinado no por lo bueno que es en sí mismo, sino en  la medida de su contribución a la sociedad como un todo. Y viceversa, no evaluamos el grado de mal de cada individuo. En cambio estimamos el daño que causa a su sociedad.

Resulta claro como el mediodía, tanto desde el punto de vista de la verdad como de la bondad, porque el todo contiene sólo aquello que está presente  en lo particular y el beneficio de la sociedad es el beneficio de cada individuo. Quien causa daño a la sociedad se daña a sí mismo. Quien beneficia a la sociedad recibe su parte, ya que lo particular siempre forma parte de la totalidad. El valor del todo es la suma total de sus partes.

De esto se desprende que la sociedad y el individuo son uno y lo mismo. No hay nada negativo en el hecho de que un individuo esté subordinado a la sociedad, porque  la libertad del individuo y la de la sociedad son una misma cosa. Las propiedades y acciones del bien o el mal únicamente son estimadas de acuerdo con su utilidad a la sociedad.

Huelga decir que lo mencionado anteriormente sólo se refiere a los individuos que cumplen con su deber en la sociedad, reciben mucho más de lo que necesitan y no se apropian de la parte de sus compañeros. Sin embargo, si ciertos miembros de la sociedad actúan en forma diferente, causan daño tanto a la sociedad como a sí mismos.

Todo lo mencionado anteriormente sólo subraya el punto débil que requiere corrección. De esta manera cada uno puede comprender que su beneficio personal y el beneficio de la sociedad son la misma cosa y de esta manera el mundo alcanzará su corrección completa.

Cuatro categorías: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz con respecto al individuo y a la sociedad

Ahora que hemos descubierto el significado verdadero de la bondad, debemos examinar de cerca los medios a nuestra disposición para alcanzar más rápidamente la felicidad.

Tenemos a nuestra disposición cuatro categorías para lograr este fin: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz. Todos aquellos que han tratado de corregir el mundo utilizaron estas categorías. Mejor dicho, la Humanidad se ha desarrollado hasta hoy dentro de estas cuatro categorías,  la Providencia Divina ha conducido a las personas a su estado actual.

Como hemos dicho anteriormente, posiblemente lo mejor que podemos hacer sea tomar la ley del desarrollo bajo nuestro control. Nos liberaremos entonces de los sufrimientos que la historia nos depara para nuestro futuro.

De acuerdo con esto, vamos a investigar y analizar estas cuatro categorías para comprender qué nos han proporcionado hasta ahora y hallar en consecuencia qué ayuda  podemos recibir de ellas en el futuro.

Dificultades prácticas para establecer la «verdad»

Cuando revisamos “teóricamente” las propiedades positivas, naturalmente no tenemos nada mejor que la “Verdad”. La Bondad, que  hemos definido anteriormente, toma en consideración la interdependencia entre el individuo y la sociedad,  cuando uno otorga y funciona apropiadamente dentro de ésta, recibe su parte correspondiente,  no es nada más que «Verdad». Está siempre en demanda, porque en la práctica esta cualidad no es aceptada por la sociedad. En la práctica esta falta de Verdad está predeterminada por esta. Hay cierta imperfección o factor, que impide a la sociedad aceptarla, y debemos descubrir cuál es. Si investigamos profundamente el significado práctico de la Verdad, descubriremos sin duda que es oscuro y sumamente difícil de visualizar.

La verdad nos obliga a equiparar a todos los individuos en la sociedad, para que cada uno reciba su parte de acuerdo con su esfuerzo, nada más ni nada menos. Ésta es la única base legítima que no plantea ninguna duda. Obviamente, las acciones de la persona que quiere beneficiarse con el esfuerzo de otra contradicen tanto el sentido común como la categoría de la Verdad.

¿Pero cómo podemos imaginar y comprender esta categoría para que sea aceptada por la sociedad? Por ejemplo, si obligamos a que todo el mundo trabaje igual  número de horas, la categoría de Verdad todavía permanecería oculta de nosotros. Además, descubriremos la mentira manifiesta respecto del estado físico y moral del trabajador.

Muy naturalmente, todos nosotros no podemos trabajar equitativamente. Siempre habrá alguien, que debido a su debilidad realiza en una hora un esfuerzo mayor que su compañero en dos horas o más.

También existe un problema psicológico, porque la persona lenta emplea más energía en una hora que aquella otra que trabaja durante dos horas. Desde el punto de vista de la Verdad absoluta no podemos obligar a una parte de la sociedad a trabajar para proveer las necesidades vitales más que a la otra.

En la práctica sucede que los miembros fuertes y emprendedores de la sociedad se benefician de los esfuerzos de otras personas y por lo tanto los explotan con mala intención, lo cual indudablemente contradice la categoría de la Verdad. Comparado con los miembros débiles y lentos de la sociedad, ellos mismos hacen muy poco esfuerzo.

Si tenemos en cuenta el derecho natural de «seguir a la mayoría», veremos que esa clase de Verdad basada en el número real de horas de trabajo es completamente irreal e imposible de implementar. La voluntad débil y lenta siempre representa la mayor parte de la sociedad y nunca permitirá que la minoría poderosa e industriosa disfrute de los frutos de su trabajo.

Entonces resulta claro que el principio basado en los esfuerzos individuales es totalmente impracticable. Se desprende que la categoría de la Verdad no puede ser el factor clave que determine el desarrollo del individuo y de la sociedad. Éste carece de algo que pueda proveer las condiciones de vida en el mundo totalmente corregido.

Más aún, nos encontramos con dificultades incluso más grandes viendo que no hay Verdad más clara que en la naturaleza. Cada persona muy naturalmente siente que es la única regla en el mundo del Creador. Está muy seguro de que todo y todos fueron creados con el único propósito de hacer le la vida más fácil y más cómoda. Por eso no siente obligación de dar algo a cambio.

Francamente hablando, la naturaleza de dada uno es usar la vida de todas las criaturas del mundo para el propio beneficio. Todo lo que la persona  le da a su vecino solo es realizado forzadamente, bajo coacción. Pero aún así obtiene ventaja de  su prójimo. Simplemente recurre a la astucia para que otra persona lo deje obtener lo que quiere.

Esto quiere decir que la naturaleza de cada rama está estrechamente relacionada con su raíz. Debido a que el alma del hombre emana del Creador Uno y Único, la persona siente que todas las criaturas del mundo fueron creadas para servirlo y deben someterse a su regla. Esta ley es indisputable e inviolable.

Las personas sólo difieren por las elecciones que realizan. Unos deciden usar la Creación para recibir los placeres más básicos, otros anhelan el poder y los terceros buscan honor y respeto. Además, a menos que les costara mucho, todos estarían de acuerdo en usar el mundo para conseguir todo eso junto: la riqueza, el poder y el reconocimiento. Sin embargo, la persona es forzada a realizar su elección de acuerdo con sus habilidades.

Esta ley puede ser llamada la «ley de la singularidad»; está grabada en el corazón del hombre. Posiblemente nadie puede escapar de su influencia; todos reciben su parte, el grande de acuerdo con su grandeza, el pequeño de acuerdo con su pequeñez. Esta ley no es ni buena ni mala; representa la realidad de la naturaleza y tiene derecho de existir como cualquier otra parte de la Creación. No existe la mínima esperanza de revocar o aún mitigarla ligeramente, ya que no hay chance de destruir la totalidad de la raza humana. De acuerdo con esto, no actuaremos contra nuestra conciencia diciendo que esta ley representa  la «verdad absoluta».

¿Cómo podemos convencer a un individuo prometiéndole  absoluta igualdad entre todos los miembros de la sociedad, cuando todo a lo que naturalmente aspira es a elevarse por encima de la sociedad? Después de todo lo que ha sido dicho, no cabe duda de que nada en la naturaleza del hombre puede estar más opuesto a esto.

Ahora entendemos que es absolutamente irreal que el individuo o a la sociedad  sean felices de acuerdo con la categoría de la Verdad, para que todos estén completamente de acuerdo con ella, como debe ocurrir en el estado de Corrección Final.

El uso de otras categorías en lugar de la categoría de la Verdad

Estudiemos ahora las tres categorías restantes: Misericordia, Justicia y Paz. A primera vista, inicialmente no fueron creadas para soportar la Verdad, que es muy débil y frágil en nuestro mundo. A partir de este punto la historia comenzó su movimiento lento y gradual hacia la organización de la vida de la sociedad.

En teoría todos los miembros de la sociedad aceptaron incondicionalmente la regla de la Verdad, pero en la práctica se opusieron a ésta violando el acuerdo. La Verdad ha estado destinada a ser usada por las personas más embusteras desde entonces. No se encuentra entre los débiles y los justos, porque ellos la usarían aún en pequeña medida.

En tanto no podían conducirse de acuerdo con la categoría de la Verdad, el número de débiles y explotados creció. Esto condujo al desarrollo de categorías tales como la Misericordia y la Justicia, porque el fundamento de la existencia de la sociedad obliga al fuerte y afortunado a ayudar al débil y miserable para no dañar a la sociedad como un todo.

Sin embargo la naturaleza de las cosas es tal que, en estas condiciones, el número de los débiles y miserables crece tanto que empiezan a amenazar a los fuertes, lo que conduce en consecuencia a discordias y choques. Esto sirvió como razón para la aparición de la categoría de la Paz en el mundo. Así que todas estas categorías: Misericordia, Justicia y Paz se originaron y desarrollaron debido a la debilidad de la Verdad.

Esto llevó a la separación de la sociedad en grupos. Algunos de ellos adoptaron la categoría de la Misericordia y la Compasión, esto es, donando parte de su propia propiedad a los menos afortunados; otros adoptaron la categoría de la Verdad, esto es, aceptaron el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo «.

Hablando claramente, estos dos grupos pueden ser categorizados como «constructores» y «destructores». Los constructores son aquellos que se preocupan por el bienestar de la sociedad y por ello están dispuestos a compartir su propiedad con otros. Aquellos que son naturalmente propensos a la destrucción encuentran mucho más conveniente la categoría de la Verdad (es decir, el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo»). No estando preparados en absoluto para sacrificar nada por los demás, tales personas prefieren proteger su propiedad aún si amenaza la existencia de la sociedad.

Esperanza de paz

Cuando las condiciones externas colocaron en oposición a estos dos grupos y los dejaron al borde de la ruina,  aparecieron en la sociedad los «constructores de la paz». Estas personas rechazaron el poder de la agresión y ofrecieron principios nuevos y justos (desde su punto de vista) para la coexistencia dentro de la sociedad.

Sin embargo, como regla estos «constructores de la paz» se originan en la categoría de los «destructores», partidarios de la Verdad y del principio «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo». Esto se debe a que siendo fuertes y emprendedores sacrificarán sus propias vidas y la vida de la sociedad si ésta no coincide con sus opiniones.

Al mismo tiempo los «constructores» compasivos y misericordiosos, que creen que su vida y la vida de la sociedad están  por encima de todo, no están listos para colocarse a sí mismos y a la sociedad en peligro para forzar a la sociedad a que coincida con su opinión. Ellos son la parte débil de la sociedad usualmente aludida como cobarde y pobre de corazón. Es lógico que el valiente que está preparado para tomar riesgos gana siempre, por lo tanto se trata de algo natural que los «constructores de la paz» tengan su origen en el medio de los «destructores».

A partir de lo dicho anteriormente queda claro que la esperanza de paz a la que aspira nuestra generación con tanta impaciencia, es inútil tanto en relación con el «sujeto» como con el «objeto».

Los «constructores de la paz» de cada generación son sujetos, es decir personas que se supone establecen la paz en el mundo. Debido a que están hechos del material humano llamado «destructores», adhieren a la Verdad, es decir, viven de acuerdo con el principio «Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo».

Naturalmente, estas personas defienden su opinión con tal fervor que están preparados para poner en peligro su propia vida y la de la sociedad. Esto les proporciona fuerza suficiente como para prevalecer sobre los «constructores», adherentes de la Misericordia y la Compasión, quienes en su cobardía están listos para compartir sus posesiones con otros con tal de preservar la paz.

Esto da como resultado que las demandas por la paz y la destrucción del mundo son las mismas, mientras que la necesidad de Misericordia y la construcción de la Paz también son idénticas. Por eso es imposible esperar que los destructores establezcan la paz.

La esperanza de paz es completamente infundada respecto del «objeto» (es decir, las condiciones para la existencia de la paz), porque las condiciones para que una persona viva feliz todavía no han sido creadas de acuerdo con la categoría de la Verdad. Siempre es y será una parte no muy numerosa  pero importante de la sociedad la que está insatisfecha con las condiciones actuales. Siempre son material dispuesto para nuevos constructores de la paz, cuyas generaciones se reemplazarán infinitamente unas a otras.

Paz para una sociedad particular y paz para el mundo entero

No nos debe sorprender el hecho de que mezcle las nociones de paz en una sociedad particular y paz en el mundo entero, ya que en realidad hemos llegado al nivel en el que todo el mundo puede ser considerado como un pueblo, una sociedad. En otras palabras, en tanto cada persona es sostenida por toda la especie humana, está obligada a servirle y cuidar del bienestar del mundo entero.

Ya hemos demostrado la dependencia del individuo respecto de la sociedad comparándolo con un pequeño engranaje en una inmensa máquina. Por lo tanto, resulta que el bienestar individual y el social son la misma cosa. Sin embargo lo opuesto también es verdad. En la medida que la persona se preocupa por su propio bienestar, ciertamente se preocupa por el bienestar de la sociedad.

¿Cuál es el alcance de esta sociedad? Está determinado por el espacio en el que un individuo recibe lo que necesita. Por ejemplo, en la historia antigua este espacio estaba limitado al círculo familiar. En otras palabras, la persona no necesitaba ninguna otra ayuda sino que era provista por los miembros de la familia. Por consiguiente, no tenía que depender de nadie más que de su propia familia.

En una época posterior, cuando las familias se asociaron para instalarse en pequeños pueblos y ciudades, la persona se hizo dependiente de su municipio. Más tarde, cuando los poblados y las ciudades se fusionaron en países, empezó a depender de los ciudadanos de su país.

En nuestra generación también el bienestar de cada individuo  es provisto por prácticamente todos los países del mundo. Asemejándose a un pequeño engranaje en un mecanismo enorme, la persona depende del mundo entero.

De acuerdo con esto, la posibilidad de establecer pacíficamente un orden bueno y feliz en un país particular es inimaginable. No hay forma de hacer esto antes de que sea obtenido en cada país del mundo, y vice versa. Debido a que hoy los países ya están conectados para proveerse unos a otros para las necesidades de la vida, no tiene sentido hablar sólo de las formas de establecer la paz dentro de un país o nación. Estas formas deben ser buscadas para  el mundo entero.

Aunque es sabido y adecuadamente sentido,  la humanidad misma no se da cuenta en absoluto de ello. ¿Por qué es así? Porque de acuerdo con el proceso de desarrollo en la naturaleza, una acción siempre precede a la comprensión del fenómeno. Sólo la realidad demostrará todo e impulsará a la especie humana hacia adelante.

En realidad las cuatro categorías se contradicen entre sí

Las cuatro categorías mencionadas: Misericordia y Verdad, Justicia y Paz inherentes a cada uno de nosotros y ocultas de las otras personas se separan en la naturaleza del hombre como resultado tanto del desarrollo cuanto de la educación y se contradicen entre sí. Entonces, si tomamos por ejemplo la categoría de la Misericordia en su forma abstracta, descubriremos que su poder suprime todas las otras categorías. Es decir que de acuerdo con las leyes de la Misericordia, las otras categorías no tienen cabida en nuestro mundo.

La Misericordia constituye la condición «lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo». A menos que la Humanidad actúe de acuerdo con esta categoría, toda la magnificencia y el valor de la Verdad y la Paz resultarán vanos. Si cada uno estuviera preparado para dar  todo lo que tiene a su prójimo sin recibir nada a cambio, el factor que fuerza a la persona a mentirle a su compañero desaparecería.

Debido a que la Verdad y la Mentira son interdependientes, en principio seríamos incapaces de decir algo acerca de la categoría de la Verdad. A menos que hubiera “falsedad” en el mundo, no existiría una noción como “Verdad”, sin mencionar que también desaparecerían  las otras categorías que surgieron para sostener la Verdad.

En realidad el principio definido como «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo» contradice la categoría de Misericordia y no puede tolerarla ya que,  desde el punto de vista de la Verdad, el principio » trabajar y ayudar a tu prójimo » está equivocado, porque corrompe a la persona, enseñándole a explotar a otros. Además, la Verdad sostiene que todos deben ser salvados  de los malos tiempos para no convertirse en una carga para alguien cuando los tiempos se hacen difíciles.

Por otra parte, no hay nadie que no tenga parientes o herederos de sus bienes, quienes de acuerdo con el principio de la Verdad tienen derecho prioritario antes que todos los demás. Así se desprende naturalmente que la persona que distribuye su propiedad entre otras personas queda como un mentiroso frente a sus relaciones y herederos si no les deja nada.

La Paz y la Justicia también se contradicen entre sí, porque para que se establezca la paz en la sociedad deben cubrirse cierto número de condiciones. Ellas permitirían que las personas inteligentes e industriosas se hagan ricas, mientras que las perezosas  y poco prácticas permanecerían pobres. Por lo tanto, la persona trabajadora recibiría su propia parte y la del perezoso. Estaría disfrutando de la buena vida, hasta que el perezoso se convirtiera en un mendigo.

Por supuesto que no es justo castigar a las personas ociosas e imprácticas tan severamente, porque no robaron nada a nadie. ¿Qué crimen cometieron estas personas miserables, si la Providencia Divina no las dotó con rapidez e inteligencia? ¿Deben ser castigados y sujetos a un sufrimiento que es peor que la muerte? Entonces, si la Justicia es una condición para establecer la Paz, la Paz es contraria a la Justicia.

La Justicia también contradice a la Paz, porque si el orden de división de la propiedad se corresponde con el principio de Justicia (es decir, dar objetos de valor considerables a personas ociosas e imprácticas). Huelga decir que los fuertes e industriosos no descansarán hasta que revoquen esta práctica que domina al fuerte y permite que el débil los explote. Por lo tanto no hay esperanza para la paz en la sociedad, porque la Justicia es opuesta a la Paz.

La propiedad de Singularidad en el egoísmo conduce a la destrucción y el exterminio

Podemos ver claramente cómo nuestras propiedades chocan y luchan una contra otra no sólo entre grupos de personas sino también en el interior de la persona. Las cuatro categorías rigen sobre la persona en forma simultánea y alternativa, y libran una guerra tal que el sentido común no puede establecer orden y armonía entre ellas.

A decir  verdad, el origen de todas nuestras confusiones no es sino la propiedad de la «singularidad» presente en cada uno de nosotros.

Aunque sabemos que esta propiedad magnífica y exaltada nos fue dada por el Creador (la fuente de toda la Creación), cuando este sentimiento de singularidad se asocia con nuestro egoísmo estrecho, se convierte en destructor. Es la fuente de todas las desgracias en el mundo, tanto pasadas como futuras. Está dicho que no hay nadie en el mundo que esté libre de esta propiedad. Todas las diferencias entre las personas solo están determinada por la manera en que es usada: para ganar poder, estima, etcétera.

Sin embargo, hay algo en común entre todas las criaturas: cada uno de nosotros aspira a utilizar a  los demás para su propio beneficio, usando todos los medios disponibles e ignorando el hecho de que construye su propia felicidad destruyendo la de su prójimo.

Es irrelevante cómo justifica cada uno sus acciones, porque «nuestros deseos controlan nuestros pensamientos» y no viceversa. Además, cuanto más grande y más importante es la persona, más siente su singularidad.

El uso de la singularidad como medio para el desarrollo del individuo y la sociedad. Ahora tratemos de comprender cuáles son las condiciones que serán aceptadas por toda la Humanidad cuando la paz prevalezca en el mundo, cuál es el poder  positivo de estas condiciones que proveerán una vida feliz al individuo y a la sociedad. Además, trataremos de encontrar cómo es realmente esta preparación de la especie humana para cubrir todas las condiciones especiales.

Pero primero regresemos al sentimiento de  singularidad en el corazón de cada persona, que despierta el deseo de aprovecharse de todo y de todos para el propio bien. La raíz de esta sensación proviene de la singularidad del Creador y se extiende a Sus ramas, las personas. Aquí surge una pregunta que exige respuesta: ¿por qué esta sensación se revela en nosotros de manera tan perversa que deviene en una base de todo el daño y la destrucción en el mundo? Es imposible dejar sin responder esta pregunta.

El hecho es que la singularidad tiene dos lados. Si lo miramos del punto de vista del Creador, es decir, desde el punto de alcanzar la semejanza con Su singularidad, esto solo compele a “dar”, porque tal es la propiedad del Creador. No hay propiedad de recepción en Él, ya que no carece de nada y no necesita recibir nada de sus criaturas. Por lo tanto, la singularidad (continuación de la propiedad del Creador en nosotros) está destinada a ser realizada en nosotros en la forma de “otorgamiento”, altruismo y recepción no egoísta.

Por otro lado, desde el punto de vista de la acción práctica de esta propiedad en nosotros, encontramos que funciona de una manera totalmente opuesta. Se manifiesta como recepción egoísta, es decir, como el deseo de ser la persona más rica, la más fuerte y única en el mundo. Por lo tanto, estos dos lados están tan opuestos y alejados entre sí como el Este del Oeste.

Esto nos proporciona  una respuesta a la pregunta anterior: ¿cómo la singularidad que emana del Creador, la Fuente de la vida en la Tierra se manifiesta, en nosotros como fuente de destrucción? Esto ocurre, porque usamos estos medios preciosos con una intención equivocada y opuesta, recibir para nosotros mismos.

La singularidad nunca actuará en nosotros como otorgamiento y altruismo. No podemos negar que entre nosotros hay personas en quienes la singularidad actúa en la forma de otorgamiento. Estas comparten su propiedad y logros con la sociedad.

Sin embargo, se trata de las dos caras de una misma moneda. Solamente hablan de dos aspectos del desarrollo de la Creación conduciendo a todo a la perfección. Empezando por la etapa que precede a la concepción, la Creación gradualmente asciende los niveles de desarrollo, uno tras otro, hasta que alcanza su máxima predestinación – la  perfección eterna inicialmente predestinada.

El orden en el desarrollo de estos dos aspectos o puntos es como sigue: el primer punto constituye el origen de la evolución,  el nivel más bajo, que se encuentra muy cerca de la inexistencia. Corresponde al segundo lado de la propiedad de  singularidad. El segundo punto es un nivel predeterminado, que la Creación alcanzará y en el que descansará y permanecerá eternamente. Corresponde al primer lado de la propiedad de singularidad.

Sin embargo, el período en el que estamos viviendo es tan avanzado que este ascendió por sobre muchos niveles. Superó el nivel más bajo (el segundo lado de la singularidad) y se acercó claramente  al primer lado. Por lo tanto, entre nosotros hay personas que usan su singularidad en la forma de otorgamiento. Hay pocos de ellos que hayan llegado tan lejos, porque nosotros todavía estamos en mitad de nuestro desarrollo.

Cuando alcancemos el punto más alto de la «escalera”, todos nosotros utilizaremos solamente nuestra singularidad en la forma de otorgamiento, y nadie jamás pensará en usarlo para la recepción egoísta.

De acuerdo con lo antedicho, hallamos la oportunidad de echar un vistazo a las condiciones de vida de la última generación, cuando la paz prevalezca en el mundo entero y la especie humana alcance el punto más alto del primer lado. Entonces utilizará su singularidad en la forma de otorgamiento.

Debemos copiar esta forma de existencia en una extensión tal que nos servirá como patrón  y penetrará nuestra conciencia en medio de la agitación de nuestra vida.

Las condiciones de vida de la última generación

… Antes que nada, todos deben comprender apropiadamente y explicárselo a su círculo inmediato de relaciones que existe una interdependencia total entre la paz en la sociedad (que significa paz en el Estado) y la paz en el planeta. Mientras las leyes sociales no satisfagan a todos y mientras exista una minoría que esté insatisfecha con la forma en que es gobernado el Estado, tratará de desafiar la regla estatal y demandará un cambio de gobierno.

En caso de que esta minoría no sea lo suficientemente fuerte como para luchar abiertamente contra el régimen, hay una manera alternativa e indirecta de librarse de ella. Por ejemplo, dos estados pueden ser provocados y conducidos a la guerra, ya que muy naturalmente habrá muchas más personas insatisfechas durante la guerra. El disidente minoritario tendrá entonces una oportunidad de convertirse en una mayoría decisiva, de  derrocar al gobierno y de organizar uno nuevo que sirva mejor a sus propias necesidades. Entonces la paz para un individuo se convierte en un factor que afecta en forma directa la paz en el Estado.

Además, si tenemos en cuenta la parte siempre presente de la sociedad, para la cual la guerra es un negocio y una esperanza para ascender en la carrera, es decir, militares profesionales y expertos en armamentos con mucha influencia y agreguémosle otra minoría insatisfecha con las leyes existentes, tendremos una mayoría incontenible siempre lista, que aspira a la guerra y al derramamiento de sangre.

Debido a que la Paz en el mundo y la Paz  en un estado particular son interdependientes, incluso aquellos ciudadanos (inteligentes y emprendedores) que actualmente están satisfechos con el status quo están interesados seriamente en su propia seguridad debido a la tensión que mantienen los elementos destructivos de la sociedad. Entonces si pudieran comprender el valor de la paz, seguramente estarían serían de adoptar el modo de vida de la última generación.

Sufrimiento versus placer mientras recibimos para uno mismo.

Si miramos de cerca el concepto anterior, veremos que todas las dificultades consisten en transformar nuestra naturaleza desde el deseo de recibir para nosotros mismos hacia el deseo de otorgar, ya que uno contradice al otro.

En presencia de esto el concepto parece completamente increíble. Sin embargo, si lo analizamos apropiadamente, comprenderemos que la contradicción entre la recepción egoísta y el otorgamiento no es nada más que un factor psicológico, porque en la práctica todas nuestras acciones son otorgamiento sin recibir ningún beneficio para nosotros mismos.

Aunque percibimos la recepción egoísta en diferentes formas, tales como la posesión de propiedad y todo lo que  deleita al ojo, el corazón y el estómago, es definido con una palabra: «placer». Entonces la esencia de la recepción egoísta no es nada más que la voluntad de recibir placer.

Y ahora imagine lo siguiente: si una persona pudiera ver todos los placeres combinados que recibe durante sus 70 años y todos los sufrimientos amargos y las privaciones que le suceden, probablemente preferiría no haber nacido en absoluto.

Siendo esto así, ¿qué gana el hombre en nuestro mundo, si solo disfruta el veinte por ciento del placer, comparado con el ochenta por ciento de sufrimiento? Si comparamos uno con el otro, el resultado será sesenta por ciento de angustia sin ninguna compensación.

Sin embargo, todo lo antedicho es un cálculo personal que hacemos mientras trabajamos en nuestro propio beneficio. A escala global una persona da mucho más de lo que recibe para su existencia y placer. Disponiendo que nuestra intención cambie de recepción a otorgamiento, podremos ser capaces de recibir el deleite en su total medida sin sufrimiento interminable.

Paz en el mundo

“El amor y la verdad se han dado cita; justicia y paz se abrazan. La verdad brotará de la tierra y de los cielos se asomará la justicia. El Señor mismo dará la dicha y nuestra tierra su cosecha dará”. (Salmos 85,11)

Todo es evaluado no de acuerdo con lo que parece en cierto momento, sino por su grado de desarrollo.

Todo lo que hay en la realidad, lo bueno, lo malo y aún lo más pernicioso en el mundo tiene derecho a existir. Esto significa que no debe ser destruido por ningún medio. Nuestra tarea es simplemente corregirlo y retornarlo a la Fuente.

Es suficiente con echar una mirada atenta al proceso de la Creación para darse cuenta de la grandeza y la perfección del acto y de Aquel que lo realiza. Por lo tanto, debemos comprender y ser sumamente cuidadosos en despreciar cualquier parte de la Creación y decir que es superflua e innecesaria. Porque es una calumnia respecto del acto de la Creación.

Sin embargo, es bien conocido que el Creador no completó la Creación en el momento de su formación. Vemos que nuestra realidad está gobernada por las leyes del desarrollo gradual, que se inicia en la etapa que precede a la concepción y continúa hasta que finaliza el crecimiento. Por este motivo no percibimos que el sabor amargo de una fruta sea un defecto en el comienzo de su crecimiento.

Lo mismo es aplicable a los otros elementos de la realidad: si algo parece malo y perjudicial, sólo significa que este elemento se encuentra en una etapa de transición en su desarrollo. Por lo tanto no tenemos derecho de definirlo como malo y desecharlo, ya que es poco sensato.

Quienes «corrigen el mundo» se equivocan.

Esta conclusión nos permite  entender que las personas que han tratado de «corregir el mundo» en cada generación, perciben erróneamente al hombre como una máquina que no funciona de manera apropiada y requiere una mejora, es decir, reemplazar las partes defectuosas por otras mejores.

Todos sus esfuerzos estuvieron enfocados a destruir el mal que existe en la raza humana. A decir verdad, si el Creador no se hubiera opuesto a ellos, seguramente habrían tenido éxito en «cernir a la Humanidad a través de un cernidor» y dejar en ella sólo lo bueno y útil.

Sin embargo, el Creador tiene el máximo cuidado con cada partícula diminuta de Su Creación, impidiendo que alguien destruya algo en Su dominio. De acuerdo con esto, todos los “correctores” desaparecerán, mientras  que el mal permanecerá en el mundo. Éste existe y cuenta las etapas en el desarrollo de cada elemento de la Creación hasta que alcanza su estado final.

Entonces las malas propiedades se convertirán en buenas y útiles, de la forma que el Creador las concibió inicialmente. Esto se asemeja a una fruta colgando de la rama del árbol durante días y meses, hasta que  madura para que cada persona descubra su sabor y su fragancia.

Acelerando la corrección de la naturaleza

Sin embargo, la mencionada ley de desarrollo se extiende a toda la realidad y garantiza la transformación de todos los actos malos en buenos y útiles sin preguntar la opinión de la gente. Al mismo tiempo, el Creador dotó al hombre con poder y le permitió controlar esta ley acelerando el proceso de desarrollo por  su propia voluntad, libremente y sin importar que el tiempo fluya.

Se desprende que  hay dos clases de poder actuando en el proceso antes mencionado:

El «Poder Celestial» que garantiza que todo lo malo y dañino se convierta en bueno y útil. Sin embargo, esto ocurrirá «a su debido tiempo», en forma lenta y dolorosa, ya que el «objeto en desarrollo» atraviesa terribles sufrimientos, aplastado implacablemente por la aplanadora de la evolución.

El «Poder Terrenal» que representa a las personas, que tomaron el control sobre la mencionada ley de desarrollo, que pueden liberarse de las ataduras del tiempo. Estas aceleran en forma considerable el proceso para alcanzar la etapa final. En otras palabras, completan su propia evolución y corrección.

Si lo merecen, serán capaces de tomar la ley de desarrollo en sus propias manos. Esta ley está destinada a transformar sus propiedades negativas en otras positivas. Esto significa que deben empezar a trabajar con sus propiedades negativas y corregirlas. Esto los liberará de los límites del tiempo, y el logro del más alto nivel de desarrollo sólo dependerá de su propio deseo, es decir, de la calidad de sus acciones y pensamientos.  De esta manera acelerarán el proceso para alcanzar la etapa final.

Aún si no merecen controlar el desarrollo de sus propiedades negativas y las dejan en manos de la Providencia, la corrección final y la redención todavía  les están garantizadas. En este caso el proceso será completado a término y condicionado al tiempo.

De acuerdo con la ley del desarrollo gradual, el proceso de  corrección debe incluir muchos niveles diferentes. Es un proceso lento,  difícil y sumamente largo. Debido a que los «objetos en desarrollo» en cuestión viven y sienten, en consecuencia, mientras avanzan a través de las etapas son obligados a experimentar sufrimientos enormes y horribles. El poder que  compele a la persona a pasar de un nivel al siguiente es nada más que la fuerza de la angustia y el dolor. Los sufrimientos se acumulan en el nivel inferior y llegan a un grado tan insoportable que la persona es obligada a  abandonarlo y elevarse hasta el nivel superior.

Tal es el final garantizado basado en la ley del desarrollo gradual y el desarrollo dependiente del tiempo, «a su debido tiempo».  El completamiento del proceso es inevitable, porque la persona está destinada a tomar el desarrollo de sus propiedades en sus propias manos (esto es llamado «Me apuraré»).

El bien y el mal son evaluados de acuerdo con las acciones de un individuo  respecto de la sociedad.

Antes de empezar a investigar la corrección del mal en la raza humana, debemos determinar primero el valor de nociones abstractas tales  como “bien” y “mal”. En otras palabras, mientras analizamos las acciones o propiedades de bien y mal, debemos aclarar con respecto a quiénes pueden ser considerados como tales. Comprender que se debe conocer el valor relativo de lo particular en comparación con el todo, es decir, del individuo con respecto a la sociedad en la que vive y de la cual recibe tanto el sustento material como espiritual.

La realidad demuestra claramente que un individuo no tiene derecho a existir si se aísla de la sociedad, que le serviría y satisfaría sus necesidades. De esto sigue que el hombre fue inicialmente creado para vivir dentro de una sociedad. Cada individuo es como un pequeño engranaje dentro de un mecanismo. Ningún engranaje individual tiene libertad de movimiento. Está implicado en el movimiento general de todos los engranajes en una cierta dirección para que todo el mecanismo pueda completar la tarea asignada. Si uno de los engranajes se rompe, no es considerado como el daño de un engranaje particular. Es estimado desde el punto de vista de su rol en el mecanismo total.

De manera similar, el valor de cada individuo en la sociedad está determinado no por lo bueno que es en sí mismo, sino en  la medida de su contribución a la sociedad como un todo. Y viceversa, no evaluamos el grado de mal de cada individuo. En cambio estimamos el daño que causa a su sociedad.

Resulta claro como el mediodía, tanto desde el punto de vista de la verdad como de la bondad, porque el todo contiene sólo aquello que está presente  en lo particular y el beneficio de la sociedad es el beneficio de cada individuo. Quien causa daño a la sociedad se daña a sí mismo. Quien beneficia a la sociedad recibe su parte, ya que lo particular siempre forma parte de la totalidad. El valor del todo es la suma total de sus partes.

De esto se desprende que la sociedad y el individuo son uno y lo mismo. No hay nada negativo en el hecho de que un individuo esté subordinado a la sociedad, porque  la libertad del individuo y la de la sociedad son una misma cosa. Las propiedades y acciones del bien o el mal únicamente son estimadas de acuerdo con su utilidad a la sociedad.

Huelga decir que lo mencionado anteriormente sólo se refiere a los individuos que cumplen con su deber en la sociedad, reciben mucho más de lo que necesitan y no se apropian de la parte de sus compañeros. Sin embargo, si ciertos miembros de la sociedad actúan en forma diferente, causan daño tanto a la sociedad como a sí mismos.

Todo lo mencionado anteriormente sólo subraya el punto débil que requiere corrección. De esta manera cada uno puede comprender que su beneficio personal y el beneficio de la sociedad son la misma cosa y de esta manera el mundo alcanzará su corrección completa.

Cuatro categorías: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz con respecto al individuo y a la sociedad

Ahora que hemos descubierto el significado verdadero de la bondad, debemos examinar de cerca los medios a nuestra disposición para alcanzar más rápidamente la felicidad.

Tenemos a nuestra disposición cuatro categorías para lograr este fin: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz. Todos aquellos que han tratado de corregir el mundo utilizaron estas categorías. Mejor dicho, la Humanidad se ha desarrollado hasta hoy dentro de estas cuatro categorías,  la Providencia Divina ha conducido a las personas a su estado actual.

Como hemos dicho anteriormente, posiblemente lo mejor que podemos hacer sea tomar la ley del desarrollo bajo nuestro control. Nos liberaremos entonces de los sufrimientos que la historia nos depara para nuestro futuro.

De acuerdo con esto, vamos a investigar y analizar estas cuatro categorías para comprender qué nos han proporcionado hasta ahora y hallar en consecuencia qué ayuda  podemos recibir de ellas en el futuro.

Dificultades prácticas para establecer la «verdad»

Cuando revisamos “teóricamente” las propiedades positivas, naturalmente no tenemos nada mejor que la “Verdad”. La Bondad, que  hemos definido anteriormente, toma en consideración la interdependencia entre el individuo y la sociedad,  cuando uno otorga y funciona apropiadamente dentro de ésta, recibe su parte correspondiente,  no es nada más que «Verdad». Está siempre en demanda, porque en la práctica esta cualidad no es aceptada por la sociedad. En la práctica esta falta de Verdad está predeterminada por esta. Hay cierta imperfección o factor, que impide a la sociedad aceptarla, y debemos descubrir cuál es. Si investigamos profundamente el significado práctico de la Verdad, descubriremos sin duda que es oscuro y sumamente difícil de visualizar.

La verdad nos obliga a equiparar a todos los individuos en la sociedad, para que cada uno reciba su parte de acuerdo con su esfuerzo, nada más ni nada menos. Ésta es la única base legítima que no plantea ninguna duda. Obviamente, las acciones de la persona que quiere beneficiarse con el esfuerzo de otra contradicen tanto el sentido común como la categoría de la Verdad.

¿Pero cómo podemos imaginar y comprender esta categoría para que sea aceptada por la sociedad? Por ejemplo, si obligamos a que todo el mundo trabaje igual  número de horas, la categoría de Verdad todavía permanecería oculta de nosotros. Además, descubriremos la mentira manifiesta respecto del estado físico y moral del trabajador.

Muy naturalmente, todos nosotros no podemos trabajar equitativamente. Siempre habrá alguien, que debido a su debilidad realiza en una hora un esfuerzo mayor que su compañero en dos horas o más.

También existe un problema psicológico, porque la persona lenta emplea más energía en una hora que aquella otra que trabaja durante dos horas. Desde el punto de vista de la Verdad absoluta no podemos obligar a una parte de la sociedad a trabajar para proveer las necesidades vitales más que a la otra.

En la práctica sucede que los miembros fuertes y emprendedores de la sociedad se benefician de los esfuerzos de otras personas y por lo tanto los explotan con mala intención, lo cual indudablemente contradice la categoría de la Verdad. Comparado con los miembros débiles y lentos de la sociedad, ellos mismos hacen muy poco esfuerzo.

Si tenemos en cuenta el derecho natural de «seguir a la mayoría», veremos que esa clase de Verdad basada en el número real de horas de trabajo es completamente irreal e imposible de implementar. La voluntad débil y lenta siempre representa la mayor parte de la sociedad y nunca permitirá que la minoría poderosa e industriosa disfrute de los frutos de su trabajo.

Entonces resulta claro que el principio basado en los esfuerzos individuales es totalmente impracticable. Se desprende que la categoría de la Verdad no puede ser el factor clave que determine el desarrollo del individuo y de la sociedad. Éste carece de algo que pueda proveer las condiciones de vida en el mundo totalmente corregido.

Más aún, nos encontramos con dificultades incluso más grandes viendo que no hay Verdad más clara que en la naturaleza. Cada persona muy naturalmente siente que es la única regla en el mundo del Creador. Está muy seguro de que todo y todos fueron creados con el único propósito de hacer le la vida más fácil y más cómoda. Por eso no siente obligación de dar algo a cambio.

Francamente hablando, la naturaleza de dada uno es usar la vida de todas las criaturas del mundo para el propio beneficio. Todo lo que la persona  le da a su vecino solo es realizado forzadamente, bajo coacción. Pero aún así obtiene ventaja de  su prójimo. Simplemente recurre a la astucia para que otra persona lo deje obtener lo que quiere.

Esto quiere decir que la naturaleza de cada rama está estrechamente relacionada con su raíz. Debido a que el alma del hombre emana del Creador Uno y Único, la persona siente que todas las criaturas del mundo fueron creadas para servirlo y deben someterse a su regla. Esta ley es indisputable e inviolable.

Las personas sólo difieren por las elecciones que realizan. Unos deciden usar la Creación para recibir los placeres más básicos, otros anhelan el poder y los terceros buscan honor y respeto. Además, a menos que les costara mucho, todos estarían de acuerdo en usar el mundo para conseguir todo eso junto: la riqueza, el poder y el reconocimiento. Sin embargo, la persona es forzada a realizar su elección de acuerdo con sus habilidades.

Esta ley puede ser llamada la «ley de la singularidad»; está grabada en el corazón del hombre. Posiblemente nadie puede escapar de su influencia; todos reciben su parte, el grande de acuerdo con su grandeza, el pequeño de acuerdo con su pequeñez. Esta ley no es ni buena ni mala; representa la realidad de la naturaleza y tiene derecho de existir como cualquier otra parte de la Creación. No existe la mínima esperanza de revocar o aún mitigarla ligeramente, ya que no hay chance de destruir la totalidad de la raza humana. De acuerdo con esto, no actuaremos contra nuestra conciencia diciendo que esta ley representa  la «verdad absoluta».

¿Cómo podemos convencer a un individuo prometiéndole  absoluta igualdad entre todos los miembros de la sociedad, cuando todo a lo que naturalmente aspira es a elevarse por encima de la sociedad? Después de todo lo que ha sido dicho, no cabe duda de que nada en la naturaleza del hombre puede estar más opuesto a esto.

Ahora entendemos que es absolutamente irreal que el individuo o a la sociedad  sean felices de acuerdo con la categoría de la Verdad, para que todos estén completamente de acuerdo con ella, como debe ocurrir en el estado de Corrección Final.

El uso de otras categorías en lugar de la categoría de la Verdad

Estudiemos ahora las tres categorías restantes: Misericordia, Justicia y Paz. A primera vista, inicialmente no fueron creadas para soportar la Verdad, que es muy débil y frágil en nuestro mundo. A partir de este punto la historia comenzó su movimiento lento y gradual hacia la organización de la vida de la sociedad.

En teoría todos los miembros de la sociedad aceptaron incondicionalmente la regla de la Verdad, pero en la práctica se opusieron a ésta violando el acuerdo. La Verdad ha estado destinada a ser usada por las personas más embusteras desde entonces. No se encuentra entre los débiles y los justos, porque ellos la usarían aún en pequeña medida.

En tanto no podían conducirse de acuerdo con la categoría de la Verdad, el número de débiles y explotados creció. Esto condujo al desarrollo de categorías tales como la Misericordia y la Justicia, porque el fundamento de la existencia de la sociedad obliga al fuerte y afortunado a ayudar al débil y miserable para no dañar a la sociedad como un todo.

Sin embargo la naturaleza de las cosas es tal que, en estas condiciones, el número de los débiles y miserables crece tanto que empiezan a amenazar a los fuertes, lo que conduce en consecuencia a discordias y choques. Esto sirvió como razón para la aparición de la categoría de la Paz en el mundo. Así que todas estas categorías: Misericordia, Justicia y Paz se originaron y desarrollaron debido a la debilidad de la Verdad.

Esto llevó a la separación de la sociedad en grupos. Algunos de ellos adoptaron la categoría de la Misericordia y la Compasión, esto es, donando parte de su propia propiedad a los menos afortunados; otros adoptaron la categoría de la Verdad, esto es, aceptaron el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo «.

Hablando claramente, estos dos grupos pueden ser categorizados como «constructores» y «destructores». Los constructores son aquellos que se preocupan por el bienestar de la sociedad y por ello están dispuestos a compartir su propiedad con otros. Aquellos que son naturalmente propensos a la destrucción encuentran mucho más conveniente la categoría de la Verdad (es decir, el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo»). No estando preparados en absoluto para sacrificar nada por los demás, tales personas prefieren proteger su propiedad aún si amenaza la existencia de la sociedad.

Esperanza de paz

Cuando las condiciones externas colocaron en oposición a estos dos grupos y los dejaron al borde de la ruina,  aparecieron en la sociedad los «constructores de la paz». Estas personas rechazaron el poder de la agresión y ofrecieron principios nuevos y justos (desde su punto de vista) para la coexistencia dentro de la sociedad.

Sin embargo, como regla estos «constructores de la paz» se originan en la categoría de los «destructores», partidarios de la Verdad y del principio «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo». Esto se debe a que siendo fuertes y emprendedores sacrificarán sus propias vidas y la vida de la sociedad si ésta no coincide con sus opiniones.

Al mismo tiempo los «constructores» compasivos y misericordiosos, que creen que su vida y la vida de la sociedad están  por encima de todo, no están listos para colocarse a sí mismos y a la sociedad en peligro para forzar a la sociedad a que coincida con su opinión. Ellos son la parte débil de la sociedad usualmente aludida como cobarde y pobre de corazón. Es lógico que el valiente que está preparado para tomar riesgos gana siempre, por lo tanto se trata de algo natural que los «constructores de la paz» tengan su origen en el medio de los «destructores».

A partir de lo dicho anteriormente queda claro que la esperanza de paz a la que aspira nuestra generación con tanta impaciencia, es inútil tanto en relación con el «sujeto» como con el «objeto».

Los «constructores de la paz» de cada generación son sujetos, es decir personas que se supone establecen la paz en el mundo. Debido a que están hechos del material humano llamado «destructores», adhieren a la Verdad, es decir, viven de acuerdo con el principio «Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo».

Naturalmente, estas personas defienden su opinión con tal fervor que están preparados para poner en peligro su propia vida y la de la sociedad. Esto les proporciona fuerza suficiente como para prevalecer sobre los «constructores», adherentes de la Misericordia y la Compasión, quienes en su cobardía están listos para compartir sus posesiones con otros con tal de preservar la paz.

Esto da como resultado que las demandas por la paz y la destrucción del mundo son las mismas, mientras que la necesidad de Misericordia y la construcción de la Paz también son idénticas. Por eso es imposible esperar que los destructores establezcan la paz.

La esperanza de paz es completamente infundada respecto del «objeto» (es decir, las condiciones para la existencia de la paz), porque las condiciones para que una persona viva feliz todavía no han sido creadas de acuerdo con la categoría de la Verdad. Siempre es y será una parte no muy numerosa  pero importante de la sociedad la que está insatisfecha con las condiciones actuales. Siempre son material dispuesto para nuevos constructores de la paz, cuyas generaciones se reemplazarán infinitamente unas a otras.

Paz para una sociedad particular y paz para el mundo entero

No nos debe sorprender el hecho de que mezcle las nociones de paz en una sociedad particular y paz en el mundo entero, ya que en realidad hemos llegado al nivel en el que todo el mundo puede ser considerado como un pueblo, una sociedad. En otras palabras, en tanto cada persona es sostenida por toda la especie humana, está obligada a servirle y cuidar del bienestar del mundo entero.

Ya hemos demostrado la dependencia del individuo respecto de la sociedad comparándolo con un pequeño engranaje en una inmensa máquina. Por lo tanto, resulta que el bienestar individual y el social son la misma cosa. Sin embargo lo opuesto también es verdad. En la medida que la persona se preocupa por su propio bienestar, ciertamente se preocupa por el bienestar de la sociedad.

¿Cuál es el alcance de esta sociedad? Está determinado por el espacio en el que un individuo recibe lo que necesita. Por ejemplo, en la historia antigua este espacio estaba limitado al círculo familiar. En otras palabras, la persona no necesitaba ninguna otra ayuda sino que era provista por los miembros de la familia. Por consiguiente, no tenía que depender de nadie más que de su propia familia.

En una época posterior, cuando las familias se asociaron para instalarse en pequeños pueblos y ciudades, la persona se hizo dependiente de su municipio. Más tarde, cuando los poblados y las ciudades se fusionaron en países, empezó a depender de los ciudadanos de su país.

En nuestra generación también el bienestar de cada individuo  es provisto por prácticamente todos los países del mundo. Asemejándose a un pequeño engranaje en un mecanismo enorme, la persona depende del mundo entero.

De acuerdo con esto, la posibilidad de establecer pacíficamente un orden bueno y feliz en un país particular es inimaginable. No hay forma de hacer esto antes de que sea obtenido en cada país del mundo, y vice versa. Debido a que hoy los países ya están conectados para proveerse unos a otros para las necesidades de la vida, no tiene sentido hablar sólo de las formas de establecer la paz dentro de un país o nación. Estas formas deben ser buscadas para  el mundo entero.

Aunque es sabido y adecuadamente sentido,  la humanidad misma no se da cuenta en absoluto de ello. ¿Por qué es así? Porque de acuerdo con el proceso de desarrollo en la naturaleza, una acción siempre precede a la comprensión del fenómeno. Sólo la realidad demostrará todo e impulsará a la especie humana hacia adelante.

En realidad las cuatro categorías se contradicen entre sí

Las cuatro categorías mencionadas: Misericordia y Verdad, Justicia y Paz inherentes a cada uno de nosotros y ocultas de las otras personas se separan en la naturaleza del hombre como resultado tanto del desarrollo cuanto de la educación y se contradicen entre sí. Entonces, si tomamos por ejemplo la categoría de la Misericordia en su forma abstracta, descubriremos que su poder suprime todas las otras categorías. Es decir que de acuerdo con las leyes de la Misericordia, las otras categorías no tienen cabida en nuestro mundo.

La Misericordia constituye la condición «lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo». A menos que la Humanidad actúe de acuerdo con esta categoría, toda la magnificencia y el valor de la Verdad y la Paz resultarán vanos. Si cada uno estuviera preparado para dar  todo lo que tiene a su prójimo sin recibir nada a cambio, el factor que fuerza a la persona a mentirle a su compañero desaparecería.

Debido a que la Verdad y la Mentira son interdependientes, en principio seríamos incapaces de decir algo acerca de la categoría de la Verdad. A menos que hubiera “falsedad” en el mundo, no existiría una noción como “Verdad”, sin mencionar que también desaparecerían  las otras categorías que surgieron para sostener la Verdad.

En realidad el principio definido como «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo» contradice la categoría de Misericordia y no puede tolerarla ya que,  desde el punto de vista de la Verdad, el principio » trabajar y ayudar a tu prójimo » está equivocado, porque corrompe a la persona, enseñándole a explotar a otros. Además, la Verdad sostiene que todos deben ser salvados  de los malos tiempos para no convertirse en una carga para alguien cuando los tiempos se hacen difíciles.

Por otra parte, no hay nadie que no tenga parientes o herederos de sus bienes, quienes de acuerdo con el principio de la Verdad tienen derecho prioritario antes que todos los demás. Así se desprende naturalmente que la persona que distribuye su propiedad entre otras personas queda como un mentiroso frente a sus relaciones y herederos si no les deja nada.

La Paz y la Justicia también se contradicen entre sí, porque para que se establezca la paz en la sociedad deben cubrirse cierto número de condiciones. Ellas permitirían que las personas inteligentes e industriosas se hagan ricas, mientras que las perezosas  y poco prácticas permanecerían pobres. Por lo tanto, la persona trabajadora recibiría su propia parte y la del perezoso. Estaría disfrutando de la buena vida, hasta que el perezoso se convirtiera en un mendigo.

Por supuesto que no es justo castigar a las personas ociosas e imprácticas tan severamente, porque no robaron nada a nadie. ¿Qué crimen cometieron estas personas miserables, si la Providencia Divina no las dotó con rapidez e inteligencia? ¿Deben ser castigados y sujetos a un sufrimiento que es peor que la muerte? Entonces, si la Justicia es una condición para establecer la Paz, la Paz es contraria a la Justicia.

La Justicia también contradice a la Paz, porque si el orden de división de la propiedad se corresponde con el principio de Justicia (es decir, dar objetos de valor considerables a personas ociosas e imprácticas). Huelga decir que los fuertes e industriosos no descansarán hasta que revoquen esta práctica que domina al fuerte y permite que el débil los explote. Por lo tanto no hay esperanza para la paz en la sociedad, porque la Justicia es opuesta a la Paz.

La propiedad de Singularidad en el egoísmo conduce a la destrucción y el exterminio

Podemos ver claramente cómo nuestras propiedades chocan y luchan una contra otra no sólo entre grupos de personas sino también en el interior de la persona. Las cuatro categorías rigen sobre la persona en forma simultánea y alternativa, y libran una guerra tal que el sentido común no puede establecer orden y armonía entre ellas.

A decir  verdad, el origen de todas nuestras confusiones no es sino la propiedad de la «singularidad» presente en cada uno de nosotros.

Aunque sabemos que esta propiedad magnífica y exaltada nos fue dada por el Creador (la fuente de toda la Creación), cuando este sentimiento de singularidad se asocia con nuestro egoísmo estrecho, se convierte en destructor. Es la fuente de todas las desgracias en el mundo, tanto pasadas como futuras. Está dicho que no hay nadie en el mundo que esté libre de esta propiedad. Todas las diferencias entre las personas solo están determinada por la manera en que es usada: para ganar poder, estima, etcétera.

Sin embargo, hay algo en común entre todas las criaturas: cada uno de nosotros aspira a utilizar a  los demás para su propio beneficio, usando todos los medios disponibles e ignorando el hecho de que construye su propia felicidad destruyendo la de su prójimo.

Es irrelevante cómo justifica cada uno sus acciones, porque «nuestros deseos controlan nuestros pensamientos» y no viceversa. Además, cuanto más grande y más importante es la persona, más siente su singularidad.

El uso de la singularidad como medio para el desarrollo del individuo y la sociedad. Ahora tratemos de comprender cuáles son las condiciones que serán aceptadas por toda la Humanidad cuando la paz prevalezca en el mundo, cuál es el poder  positivo de estas condiciones que proveerán una vida feliz al individuo y a la sociedad. Además, trataremos de encontrar cómo es realmente esta preparación de la especie humana para cubrir todas las condiciones especiales.

Pero primero regresemos al sentimiento de  singularidad en el corazón de cada persona, que despierta el deseo de aprovecharse de todo y de todos para el propio bien. La raíz de esta sensación proviene de la singularidad del Creador y se extiende a Sus ramas, las personas. Aquí surge una pregunta que exige respuesta: ¿por qué esta sensación se revela en nosotros de manera tan perversa que deviene en una base de todo el daño y la destrucción en el mundo? Es imposible dejar sin responder esta pregunta.

El hecho es que la singularidad tiene dos lados. Si lo miramos del punto de vista del Creador, es decir, desde el punto de alcanzar la semejanza con Su singularidad, esto solo compele a “dar”, porque tal es la propiedad del Creador. No hay propiedad de recepción en Él, ya que no carece de nada y no necesita recibir nada de sus criaturas. Por lo tanto, la singularidad (continuación de la propiedad del Creador en nosotros) está destinada a ser realizada en nosotros en la forma de “otorgamiento”, altruismo y recepción no egoísta.

Por otro lado, desde el punto de vista de la acción práctica de esta propiedad en nosotros, encontramos que funciona de una manera totalmente opuesta. Se manifiesta como recepción egoísta, es decir, como el deseo de ser la persona más rica, la más fuerte y única en el mundo. Por lo tanto, estos dos lados están tan opuestos y alejados entre sí como el Este del Oeste.

Esto nos proporciona  una respuesta a la pregunta anterior: ¿cómo la singularidad que emana del Creador, la Fuente de la vida en la Tierra se manifiesta, en nosotros como fuente de destrucción? Esto ocurre, porque usamos estos medios preciosos con una intención equivocada y opuesta, recibir para nosotros mismos.

La singularidad nunca actuará en nosotros como otorgamiento y altruismo. No podemos negar que entre nosotros hay personas en quienes la singularidad actúa en la forma de otorgamiento. Estas comparten su propiedad y logros con la sociedad.

Sin embargo, se trata de las dos caras de una misma moneda. Solamente hablan de dos aspectos del desarrollo de la Creación conduciendo a todo a la perfección. Empezando por la etapa que precede a la concepción, la Creación gradualmente asciende los niveles de desarrollo, uno tras otro, hasta que alcanza su máxima predestinación – la  perfección eterna inicialmente predestinada.

El orden en el desarrollo de estos dos aspectos o puntos es como sigue: el primer punto constituye el origen de la evolución,  el nivel más bajo, que se encuentra muy cerca de la inexistencia. Corresponde al segundo lado de la propiedad de  singularidad. El segundo punto es un nivel predeterminado, que la Creación alcanzará y en el que descansará y permanecerá eternamente. Corresponde al primer lado de la propiedad de singularidad.

Sin embargo, el período en el que estamos viviendo es tan avanzado que este ascendió por sobre muchos niveles. Superó el nivel más bajo (el segundo lado de la singularidad) y se acercó claramente  al primer lado. Por lo tanto, entre nosotros hay personas que usan su singularidad en la forma de otorgamiento. Hay pocos de ellos que hayan llegado tan lejos, porque nosotros todavía estamos en mitad de nuestro desarrollo.

Cuando alcancemos el punto más alto de la «escalera”, todos nosotros utilizaremos solamente nuestra singularidad en la forma de otorgamiento, y nadie jamás pensará en usarlo para la recepción egoísta.

De acuerdo con lo antedicho, hallamos la oportunidad de echar un vistazo a las condiciones de vida de la última generación, cuando la paz prevalezca en el mundo entero y la especie humana alcance el punto más alto del primer lado. Entonces utilizará su singularidad en la forma de otorgamiento.

Debemos copiar esta forma de existencia en una extensión tal que nos servirá como patrón  y penetrará nuestra conciencia en medio de la agitación de nuestra vida.

Las condiciones de vida de la última generación

… Antes que nada, todos deben comprender apropiadamente y explicárselo a su círculo inmediato de relaciones que existe una interdependencia total entre la paz en la sociedad (que significa paz en el Estado) y la paz en el planeta. Mientras las leyes sociales no satisfagan a todos y mientras exista una minoría que esté insatisfecha con la forma en que es gobernado el Estado, tratará de desafiar la regla estatal y demandará un cambio de gobierno.

En caso de que esta minoría no sea lo suficientemente fuerte como para luchar abiertamente contra el régimen, hay una manera alternativa e indirecta de librarse de ella. Por ejemplo, dos estados pueden ser provocados y conducidos a la guerra, ya que muy naturalmente habrá muchas más personas insatisfechas durante la guerra. El disidente minoritario tendrá entonces una oportunidad de convertirse en una mayoría decisiva, de  derrocar al gobierno y de organizar uno nuevo que sirva mejor a sus propias necesidades. Entonces la paz para un individuo se convierte en un factor que afecta en forma directa la paz en el Estado.

Además, si tenemos en cuenta la parte siempre presente de la sociedad, para la cual la guerra es un negocio y una esperanza para ascender en la carrera, es decir, militares profesionales y expertos en armamentos con mucha influencia y agreguémosle otra minoría insatisfecha con las leyes existentes, tendremos una mayoría incontenible siempre lista, que aspira a la guerra y al derramamiento de sangre.

Debido a que la Paz en el mundo y la Paz  en un estado particular son interdependientes, incluso aquellos ciudadanos (inteligentes y emprendedores) que actualmente están satisfechos con el statu quo están interesados seriamente en su propia seguridad debido a la tensión que mantienen los elementos destructivos de la sociedad. Entonces si pudieran comprender el valor de la paz, seguramente estarían serían de adoptar el modo de vida de la última generación.

Sufrimiento versus placer mientras recibimos para uno mismo.

Si miramos de cerca el concepto anterior, veremos que todas las dificultades consisten en transformar nuestra naturaleza desde el deseo de recibir para nosotros mismos hacia el deseo de otorgar, ya que uno contradice al otro.

En presencia de esto el concepto parece completamente increíble. Sin embargo, si lo analizamos apropiadamente, comprenderemos que la contradicción entre la recepción egoísta y el otorgamiento no es nada más que un factor psicológico, porque en la práctica todas nuestras acciones son otorgamiento sin recibir ningún beneficio para nosotros mismos.

Aunque percibimos la recepción egoísta en diferentes formas, tales como la posesión de propiedad y todo lo que  deleita al ojo, el corazón y el estómago, es definido con una palabra: «placer». Entonces la esencia de la recepción egoísta no es nada más que la voluntad de recibir placer.

Y ahora imagine lo siguiente: si una persona pudiera ver todos los placeres combinados que recibe durante sus 70 años y todos los sufrimientos amargos y las privaciones que le suceden, probablemente preferiría no haber nacido en absoluto.

Siendo esto así, ¿qué gana el hombre en nuestro mundo, si solo disfruta el veinte por ciento del placer, comparado con el ochenta por ciento de sufrimiento? Si comparamos uno con el otro, el resultado será sesenta por ciento de angustia sin ninguna compensación.

Sin embargo, todo lo antedicho es un cálculo personal que hacemos mientras trabajamos en nuestro propio beneficio. A escala global una persona da mucho más de lo que recibe para su existencia y placer. Disponiendo que nuestra intención cambie de recepción a otorgamiento, podremos ser capaces de recibir el deleite en su total medida sin sufrimiento interminable.

La Paz

Una investigación científica y empírica acerca de la necesidad del trabajo de Dios

“Y habitará el lobo con el cordero, y el tigre se acostará junto con el cabrito; también el becerro y el leoncillo y el cebón (andarán) juntos; y un niñito los conducirá. Y acontecerá que en aquel día tornará el Señor la segunda vez a extender Su mano para recobrar los restos de Su pueblo que aún quedaren en Ashur, y de Egipto, y de Pathrós, y de Kush, y de Elam, y de Shin’ar, y de Hamath, y de las islas del mar”. (Isaías 11:6-11)

Rabí Shimón Ben Halafta dijo: “Dios no encontró una vasija para guardar la bendición para Israel, salvo la paz, como está dicho: El Señor le da fuerza a Su pueblo; el Señor bendice a Su pueblo con la paz” (Tratado Okatzin).

Después de haber demostrado en artículos anteriores la forma general de Su trabajo, cuya esencia no es sino Su amor por los demás, determinado prácticamente como “otorgar a los otros”; esto implica que la manifestación de Su amor es otorgar bondad a los otros. Por lo tanto, debe ser determinado como otorgamiento a los demás, lo que se adapta mejor a su contenido, apuntando a asegurar que no nos olvidemos del objetivo.

Ahora que sabemos a ciencia cierta el método de Su trabajo, todavía queda por investigar si este trabajo resulta aceptable para nosotros sólo por la fe, sin ninguna base científica o empírica, o si también tenemos una base empírica para ello,  que es lo que quiero demostrar en este artículo. Pero primero debo demostrar completamente la cuestión en sí misma; es decir: ¿quién es el que acepta nuestro trabajo?

Pero dado que no soy un entusiasta de la filosofía formativa,  ya que no me gustan los estudios basados en la teoría,  y es bien sabido que la mayor parte de mis contemporáneos están de acuerdo conmigo ya que hemos experimentado con esos fundamentos, y sabemos que son enclenques, y cuando las bases se mueven, toda la construcción se derrumba. Por lo tanto, he venido aquí para hablar sólo a través de la crítica de la razón empírica, comenzando por el simple reconocimiento de aquello con lo que nadie está en desacuerdo, actuando analíticamente, hasta llegar a determinar el tópico anterior. Y esto será probado sintéticamente viendo cómo Su trabajo es confirmado y reafirmado mediante el reconocimiento simple del aspecto práctico.

Las contradicciones en la Providencia

Toda persona de mente recta que examina la realidad ante ella, halla en ésta dos contraposiciones. Cuando uno examina la estructura real de la Creación, hay un liderazgo aparente y afirmado de gran sabiduría y habilidad, tanto en lo que respecta a la formación de la realidad cuanto en asegurar su existencia general.

Tomemos como ejemplo la gestación de una persona: el amor y el placer de sus progenitores es la primera razón que garantiza que cumplan con su deber. Cuando la gota esencial es extraída del cerebro del padre, la Providencia garantiza muy sabiamente un lugar seguro para ella que la cualifica para recibir vida. La Providencia también le provee el pan de cada día en la cantidad exacta, y asimismo le prepara un lugar maravilloso en la matriz de la madre, para que nada extraño pueda dañarla.

Atiende cada una de sus necesidades, como una niñera capacitada que no la olvidaría siquiera por un momento, hasta que haya adquirido la fuerza suficiente para salir a nuestro mundo. En ese momento, la Providencia le presta la fuerza suficiente para romper las paredes que la rodean y como un guerrero entrenado y bien armado irrumpe y sale al mundo.

Luego, la Providencia tampoco la abandona. Como una madre amorosa, le trae gente amorosa y leal en la que puede confiar llamados Madre y Padre, para ayudarlo en su período de debilidad hasta que crece y es capaz de proveerse a sí misma. Igual que el hombre son los animales, las plantas y los objetos, todos son cuidados con sabiduría y misericordia para asegurar la continuidad de la especie.

Pero aquellos que examinan cómo se asegura la existencia de esa realidad pueden ver claramente grandes trastornos y confusiones, como si no hubiera allí líder ni guía. Cada hombre hace aquello que le parece correcto, se construye a sí mismo sobre la ruina de otros; el mal prospera y los  justos son  atropellados sin misericordia.

Tenga  en cuenta que esta contradicción, puesta ante los ojos de toda persona sensata, ha preocupado a la Humanidad desde sus primeros días. Muchos métodos intentan explicar estas dos aparentes oposiciones en la Providencia que tienen lugar en el mismo mundo.

El primer método: la Naturaleza

Este método es antiguo. Dado que no han hallado un camino y una salida para acercar a estos dos conspicuos opuestos, llegaron a suponer que el Creador, que creó todo esto,  que vigila poderosamente su realidad, no sea que cosa que alguno de ellos sea cancelado, es un ser sin inteligencia y sin sentido. Por lo tanto, Él crea la realidad y la vigila con sabiduría maravillosa. Sin embargo, Él mismo es negligente, lo hace en forma insensata. Ya que si existiera una mente y un sentimiento en Él, seguramente no habría dejado tales  disfunciones  en la provisión de la realidad, sin lástima ni compasión hacia el atormentado.

Por lo tanto, a Él se le llamó “Naturaleza”; es decir, un supervisor mecánico, descorazonado. Por eso, creen que no hay nadie con quien estar enfadado, o a quien rezar o ante quien justificarse.

El segundo método: dos autoridades

Otros fueron más hábiles. Hallaron difícil de aceptar el supuesto de la supervisión de la naturaleza porque vieron que la supervisión sobre la realidad, para asegurar su existencia, es una sabiduría más profunda que cualquier logro humano. No podían estar de acuerdo en que el supervisor Mismo no tuviera inteligencia, porque: ¿Cómo uno puede dar aquello que no posee? ¿Puede alguien enseñarle a su amigo si uno mismo es un necio? Y, ¿cómo puede usted decir acerca de Aquel realiza ante nosotros tales hechos agudos y sabios, que no sabe lo que hace, que Él lo hace por azar? Resulta evidente con claridad que el azar no puede organizar ningún hecho ordenado, mucho menos asegurar su existencia eterna.

En consecuencia, arribaron a un segundo supuesto, el de que existen dos supervisores, uno que crea y sostiene el bien y el segundo que crea y sostiene el mal. Y  han elaborado en gran parte ese método, con evidencias y señales a lo largo de su camino.

El tercer método: múltiples dioses

Este método nació del seno del segundo método de las dos autoridades. Esto se debe a que han dividido y separado cada acción en sí misma, es decir, la fuerza,  la abundancia, la dominación,  la belleza, el hambre, la muerte, el desorden y así sucesivamente. Y han asignado a cada una su propio supervisor y han expandido el sistema a voluntad.

El cuarto método: abandonando su operación

Por último, cuando el conocimiento fue montado y vieron la estrecha vinculación entre todas las partes de la Creación, reconocieron  que el concepto de múltiples dioses era completamente imposible. Así, otra vez volvió a surgir la cuestión de la oposición  que se percibe en la Creación.

Esto los condujo a un nuevo supuesto de que en realidad el Supervisor es sabio y cuidadoso, pero debido a Su exaltación más allá de toda concepción, nuestro mundo se considera como un grano de arena; nada ante Sus ojos. Para Él no merece la pena molestarse con nuestros asuntos insignificantes y este es el motivo por el cual nuestro modo de vida es tan desordenado y cada hombre hace lo que le parece correcto.

Junto a estos métodos, existen métodos religiosos de unidad Divina, pero este no es el lugar para examinarlos. Yo sólo quería examinar las fuentes de las cuales fueron tomados los métodos viciados y los extraños supuestos que dominaron y se propagaron enormemente en diversas épocas y lugares.

Hallamos que la base sobre la que fueron construidos todos estos métodos surgió y provino de la contradicción entre los dos tipos de providencias perceptibles en nuestro mundo. Por lo tanto, todos estos métodos se produjeron sólo para reparar esa gran rasgadura.

Pero no hay nada nuevo bajo el sol. No sólo que aquella gran rasgadura no se enmienda, sino que crece y se expande ante nuestros ojos en un terrible abismo. No vemos un refugio o una salida del mismo. Examinando todos esos supuestos que la Humanidad ha venido realizando durante varios miles de años sin ninguna utilidad, pregunto: ¿Quizás no tendríamos que buscar la reparación de esta gran rasgadura desde el punto de vista del Supervisor, sino que esta gran corrección está en nuestras propias manos?

La necesidad de actuar con prudencia con las leyes de la Naturaleza

Todos podemos ver claramente que la especie humana debe llevar una vida social, lo que significa que no puede existir y sostenerse sin la ayuda de otros. Por lo tanto, imagínese un evento donde uno se retira de la sociedad a un lugar solitario y vive allí una vida de miseria y gran dolor debido a la incapacidad de proveer las propias necesidades. Uno no tendría ningún derecho de reclamarle a la Providencia sobre su destino. Y si una persona se quejara y maldijera ese amargo destino, sólo demostraría una gran insensatez.

Esto es porque mientras la Providencia ha preparado para ella un lugar cómodo y deseable dentro de la sociedad, no tendría ninguna justificación para retirarse de ella a un lugar desolado. Esa persona no debe ser compadecida, ya que va contra la naturaleza de la Creación y tiene la opción de vivir como la Providencia lo ha dispuesto. Por lo tanto, no deberíamos compadecernos de ella. Esa frase es aceptada por toda la Humanidad sin controversia.

Y puedo agregar y enfatizarlo sobre una base religiosa y darle esta forma: ya que la Providencia se extiende desde el Creador, que indudablemente tiene un propósito en Sus actos, ya que no hay acto sin propósito, encontramos que quien rompe una de las leyes de la Naturaleza que Él ha grabado en nosotros, corrompe la meta  establecida.

Debido a que el propósito está construido indudablemente sobre todas las leyes de la Naturaleza, sin ninguna excepción, así como el trabajador hábil no agregaría ni quitaría siquiera un fino cabello de aquello que es necesario para lograr el objetivo. Así, aquel que altera incluso una simple ley, daña y perjudica el propósito de la meta que el Señor ha establecido, y será castigado por la Naturaleza. Por lo tanto, nosotros, criaturas del Señor no debemos compadecerle, porque es el objetivo del Señor lo que él mancha y profana. Esto, creo, es la forma de la sentencia.

Y creo que no es una buena idea que alguien contradiga mis palabras, la forma que le he dado a la sentencia, porque las palabras de la sentencia son una, por lo que hay una diferencia si decimos que el supervisor es llamado Naturaleza, es decir, sin inteligencia ni propósito, o si decimos que el supervisor es sabio, maravilloso, o sea, que conoce, siente y tiene un propósito en sus acciones.

Al final, todos estamos de acuerdo en que depende de nosotros observar los mandamientos de la Providencia, es decir, las leyes de la Naturaleza, y todos nosotros admitimos que quien rompe las leyes de la Providencia, es decir, las leyes de Naturaleza, debería ser castigado por Ella y no debe ser compadecido. Entonces la naturaleza de la sentencia es uniforme y la única diferencia radica en el motivo: aquellos que mantienen que esto es necesario y yo, que mantengo que esto está decidido.

Y de ahora en adelante, no tendré que usar ambas lenguas, es decir, referirme a la Naturaleza y a un Supervisor, entre los cuales, como he mostrado, no hay ninguna diferencia respecto al seguimiento de las leyes, es mejor para nosotros encontrarnos a mitad de camino y aceptar las palabras de los Cabalistas, de que la Naturaleza (Teva), tiene el mismo valor numérico (en Hebreo) que la palabra Dios (Elohim), es decir, ochenta y seis. Entonces, podré llamar a las leyes de Dios mandamientos de la Naturaleza y viceversa, ya que son uno y lo mismo, y no necesitamos discutirlo más.

Ahora es de importancia vital para nosotros observar los mandamientos de la Naturaleza y saber lo que demanda de nosotros, no sea que nos castigue en forma despiadada. Hemos dicho que la Naturaleza obliga al hombre a llevar una vida social y esto es simple. Pero necesitamos examinar los mandamientos que la Naturaleza nos exige observar a este respecto, es decir, el aspecto de la sociedad.

Cuando lo examinamos en general, encontramos que hay sólo dos preceptos sociales que observar, que pueden ser llamados “recepción” y “otorgamiento”. Es decir, que cada miembro debe, por naturaleza, recibir sus necesidades por parte de la sociedad y debe beneficiar a la sociedad a través de su trabajo por el bienestar de ésta. Y si él rompe uno de estos dos mandamientos, será castigado sin misericordia.

No necesitamos analizar en exceso el mandamiento de recepción debido a que el castigo se lleva a cabo inmediatamente, lo que previene cualquier negligencia. Pero en el otro mandamiento, el de otorgamiento a la sociedad, no sólo que el castigo no ocurre inmediatamente, sino que se da indirectamente. Por lo tanto, este mandamiento no es observado en forma apropiada.

Debido a esto la Humanidad es llevada a estrellarse en una atroz confusión y los conflictos y el hambre y sus consecuencias no cesan hasta el día de hoy. Y lo maravilloso de esto es que la Naturaleza, como un juez competente, nos castiga según nuestro desarrollo, para que podamos ver que en la medida que la Humanidad se desarrolla, crecen los dolores y los tormentos a medida que la Humanidad se desarrolla, aumentando los dolores y tormentos provistos  para nuestra existencia.

Entonces tienen frente a ustedes una base empírica y científica, de que Su providencia nos ha ordenado  que observemos con todas nuestras fuerzas el mandamiento de otorgamiento a los demás con completa precisión, de tal modo que ningún miembro de nuestra sociedad trabaje menos de la medida necesaria para asegurar la felicidad de la sociedad y su éxito. Y mientras estemos ociosos en cumplirlo al máximo, la Naturaleza no dejará de castigarnos y tomar su venganza.

Y además de los golpes que recibimos hoy, también debemos considerar tener la espada preparada para el futuro, y debemos sacar la conclusión correcta, de que finalmente la Naturaleza nos derrotará a todos y nos obligará a unir las manos en el cumplimiento de los mandamientos con toda la medida requerida.

La prueba de Su trabajo a través de la experiencia

Pero si alguien desea criticar mis palabras aún podría cuestionar: aunque haya probado lo suficiente que uno debe ayudar a los otros, ¿dónde está la prueba de que esto tiene que ser realizado en el nombre del Señor?

De hecho, la historia misma se ha intrincado a nuestro favor y ha preparado para nosotros un hecho comprobado que es suficiente para apreciar plenamente este asunto y extraer conclusiones inequívocas: todo el mundo puede ver como una sociedad grande como el Estado de Rusia, con una población de cientos de millones de personas, que tiene a su disposición más tierra que toda Europa, con una riqueza sin igual en materias primas, que ya ha acordado vivir una vida comunitaria y prácticamente ha suprimido la propiedad privada, donde cada preocupación sólo se refiere al bienestar de la sociedad, incluso cuando aparentemente ha adquirido la medida completa de la virtud del otorgamiento a los otros en toda su esencia, tanto como la mente humana puede comprender.

Sin embargo, veamos lo que ha ocurrido con ellos: en vez de crecer y superar los logros de los países capitalistas, se han deteriorado cada vez más, hasta que no sólo han fallado en beneficiar las vidas de los trabajadores que trabajan más duro que en los países capitalistas, sino que ni siquiera pueden asegurarles el pan de cada día y la vestimenta. En realidad, ese hecho nos desorienta. Porque a juzgar por la riqueza de ese país, no deberían haber llegado a tal estado. Pero ellos sólo han cometido un pecado, por el cual el Señor no les perdonará.

Ese pecado es que todo este trabajo precioso y exaltado, que es el otorgamiento a los otros, que han comenzado a realizar, tiene que ser en nombre del Señor y no por la Humanidad. Y debido a que hacen su trabajo no en Su nombre, desde el punto de vista de la Naturaleza, no tienen derecho de existir. Porque tratemos de imaginar que cada persona en esa sociedad anhelara observar la palabra de Dios al grado que está dicho: “Y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza” (Deuteronomio 6: 5), y en esa medida cada uno se apresurara a satisfacer las necesidades de su prójimo, con la misma prisa que tiene para satisfacer las propias, como está escrito: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Y si Dios mismo fuera el objetivo de cada hombre cuando trabaja por el bienestar de la sociedad; esto es, en el sentido que a través del trabajo uno espera lograr la adhesión con Él, la fuente de toda bondad y la verdad y todo lo agradable en el mundo, sin duda que dentro de pocos años crecerían   en riqueza por encima de todos los países del mundo juntos. Ello se debe a que entonces podrían utilizar las materias primas de su rico suelo y se convertirían en un ejemplo para todos los países, y serían considerados bendecidos por el Señor.

Pero cuando todo el trabajo de otorgamiento sólo está basado en el bien de la sociedad, esto es en verdad una base raquítica, porque ¿quién y qué obligaría al individuo a trabajar para la sociedad? En un principio árido, sin vida, uno no puede esperar encontrar motivación aún en individuos desarrollados. Entonces surge la pregunta: ¿dónde encontraría el trabajador o el granjero suficiente motivación para seguir trabajando?

Ya que su pan de cada día no aumentará o  disminuirá debido a sus esfuerzos, cuando no hay ninguna recompensa o un objetivo. Es bien conocido por los investigadores de la naturaleza que uno no puede realizar siquiera el mínimo movimiento sin motivación; es decir, sin algo que lo beneficie a uno.

Cuando, por ejemplo, uno mueve su mano de la silla hacia la mesa es porque piensa que poniendo la mano sobre la mesa recibirá mayor placer. Si uno no pensara así, dejaría su mano sobre la silla por el resto de la vida, sin moverla ni una pulgada, y más aún cuando se trata de esfuerzos mayores.

Y si uno dice que la solución es ponerlos bajo vigilancia para que aquel que es haragán en su trabajo sea castigado privándolo del salario, le preguntaría: dígame ¿de dónde deberían sacar estos supervisores mismos la motivación para este movimiento? Porque estar parado en cierto lugar y vigilar a otros y trabajar con ellos también constituye un gran esfuerzo, quizás mayor que el trabajo mismo.

Por lo tanto, es como si uno quisiera poner en marcha una máquina sin abastecerla de combustible.

Por lo tanto, son condenados por la naturaleza, ya que las leyes de la naturaleza los castigarán por ser incapaces de adaptarse a obedecer sus mandamientos; es decir que ellos realicen estos actos de otorgamiento como trabajo para el Señor, para llegar a través del mismo al propósito de la Creación, que es la adhesión con Él. Hemos explicado en el artículo de Matan Torá (capítulo 6) que esta adhesión llega al trabajador en la medida de Su bondad agradable y placentera, aumentando en la medida deseada, para elevarse y conocer Su validez, desarrollándose cada vez más hasta que él logre la gran exaltación implícita en las palabras: “Porque nunca jamás oyeron (los hombres) ni con los oídos percibieron, ni ojo de nadie ha visto un Dios fuera de Ti” (Isaías 64: 3).

E imagine si el granjero y el trabajador vieran ante sus ojos ese objetivo cuando trabajaban por el bien de la sociedad, seguramente no necesitarían ningún supervisor porque ya tendrían suficiente motivación para realizar un gran esfuerzo, suficiente como para elevar a la sociedad a la máxima felicidad.

En verdad comprender que de esta manera se requiere gran cuidado y una práctica confiable, pero todo aquel que puede ver que sin ello no tiene ningún derecho de existir a los ojos de la Naturaleza pertinaz y obstinada. Esto es lo que quise demostrar aquí.

Así he probado por deducción empírica, más allá de la historia práctica que se despliega ante nuestros mismos ojos, que no hay otro remedio para la Humanidad, salvo la aceptación del mandamiento de la Providencia, que es el otorgamiento a los otros para traer alegría al Señor, en la medida de los dos versículos. El primero es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, que es el atributo del trabajo en sí mismo, es decir, que la cantidad de trabajo para otorgar a los demás, para su felicidad, no debe ser menor que la medida grabada en el hombre para atender sus propias necesidades. Además, se debería colocar las necesidades del prójimo por delante de las propias, como se dice en el artículo de Matan Torá (capítulo 4).

El otro es: “Y amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza” (Deuteronomio 6: 5), que es el objetivo que debe estar ante los ojos de cada uno cuando trabaja para las necesidades de su amigo, cuya instrucción es que él trabaja sólo para complacer al Creador, para hacer Su voluntad.

Y si ustedes desean escuchar, se alimentarán con los frutos de la tierra, para que la pobreza, el tormento y la explotación ya no estén  sobre la tierra, y la felicidad de todos y cada uno se elevará aún más allá de la medida. Pero siempre que  rechacen tomar sobre ustedes el trabajo de Dios, en toda su anterior medida, la naturaleza y sus leyes estarán listas para tomar venganza y esto no cesará hasta que nos derrote y aceptemos su autoridad en todo lo que ordena.

Ahora les he dado una investigación científica práctica, examinada a través del conocimiento experimental,  en lo que respecta a la necesidad absoluta de todas las personas de tomar sobre sí mismas el trabajo de Dios con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas.

Aclaración de la frase de la Mishná: “todo está en el depósito y una fortaleza se extiende sobre toda la vida”.

Ahora que hemos aprendido todo lo anterior, podemos entender una frase confusa de la Mishná que dice así: “Él (Rabí Akiva) diría: ‘todo está en depósito y una fortaleza se extiende sobre toda la vida. La tienda está abierta y el comerciante vende por pago diferido, el libro está abierto y la mano escribe, y todos los que quieren tomar prestado pueden venir y tomar prestado, y los cobradores regresan en forma regular y cada día se reembolsa tanto consciente como inconscientemente y ellos tienen en quien confiar y  el juicio es verdadero y todo está listo para el banquete”.

Esa frase permaneció confusa por alguna buena razón, sin siquiera un indicio en cuanto a su significado, lo que nos habla de la gran profundidad que tenemos aquí. De hecho, el conocimiento que hemos adquirido hasta el momento la aclara muy bien.

La rueda de transformación de la forma

Antes que nada déjenme presentar la opinión de nuestros sabios sobre la concatenación de las generaciones del mundo, que aunque nosotros veamos los cuerpos cambiar de una generación a la siguiente, esto sólo es el caso de los cuerpos. Pero las almas, que son el corazón de la esencia del cuerpo, no se ausentan por transitoriedad, sino que van de cuerpo en cuerpo, de generación en generación. Son las mismas almas que estaban en el momento de la gran inundación en la época de Babilonia y durante el exilio en Egipto, y así sucesivamente, hasta esta generación y hasta el final de la corrección.

Porque en nuestro mundo no hay ninguna alma nueva aunque los cuerpos sean nuevos, sino sólo una cierta cantidad de almas que encarnan sobre la rueda de transformación de la forma, porque ellas se invisten cada vez en un nuevo cuerpo y en una nueva generación.

Por lo tanto, respecto a las almas, todas las generaciones desde el principio de la Creación hasta el final de la corrección, son como una generación que ha extendido su vida a lo largo de varios miles de años hasta que se desarrolle y se  corrija como debería ser. Y el hecho de que mientras tanto cada uno ha cambiado su cuerpo varios miles de veces es completamente irrelevante, porque el corazón de la esencia del cuerpo, que es llamada alma, no sufrió en absoluto por estos cambios.

Y hay mucha evidencia que apunta a eso y una gran sabiduría llamada el secreto de la reencarnación de las almas, que aquí no vamos a desarrollar. Pero para quienes creen que es exagerado debido a su falta de conocimiento en esta sabiduría, vale la pena decir que la reencarnación ocurre en todos los objetos de la realidad tangible, que cada objeto, a su manera, vive una vida eterna.

Y aunque nuestros sentidos nos dicen que todo es transitorio, sólo se trata de una apariencia. Pero de hecho solo hay encarnaciones aquí, que cada ítem no descansa siquiera un momento sino que reencarna en la rueda de transformación de la forma sin perder nada de su esencia en su camino, como los físicos han demostrado. Y ahora vamos a aclarar las palabras: “todo está en depósito”. Esto ha sido comparado con alguien que presta dinero a su amigo para hacerlo socio en el beneficio. Y para asegurarle que no perderá su dinero se lo da como garantía, y así él se libera de cualquier incertidumbre. Lo mismo se aplica a la creación del mundo y a su existencia, que Dios ha dispuesto para que el hombre  trabaje, y finalmente gane al través de esto el exaltado objetivo de adherirse a Él, como está dicho en Matan Torá (capítulo 6). Por lo tanto, uno debe asombrarse: ¿quien hará que la Humanidad observe Su trabajo hasta que finalmente arribe a este exaltado final?

Rabí Akiva nos dice que “todo está en depósito”, es decir que  todo lo que Dios estableció en el negocio de la Creación y lo dio al pueblo, Él no se lo dio licenciosamente, sino que se aseguró con una garantía. ¿Y debería asombrarlo cuál garantía?

Él responde a esto diciendo: “y una fortaleza se extiende sobre toda la vida”, es decir que Dios ha hecho un acto inteligente y ha extendido una maravillosa fortaleza sobre toda la Humanidad, de la que nadie se escapará, sino que cada uno debe estar atrapado en esa fortaleza y aceptar necesariamente Su trabajo, hasta que logren su objetivo sublime. Esta es la garantía que Dios se aseguró para que no sobrevenga ningún daño a la obra de la Creación.

Y luego lo interpreta en detalle y dice: “la tienda está abierta”, es decir que aunque este mundo parezca una tienda abierta sin dueño, de modo que cualquiera puede llegar y tomar lo que le plazca, Rabí Akiva nos advierte acerca del tendero que vende con pago diferido. Esto significa que aunque usted no pueda ver a ningún comerciante aquí, sepa que de hecho hay uno y que la razón de que no le cobre inmediatamente se debe a que él se lo vende con pago diferido.

Y usted podría decir: ¿cómo sabe cuál es mi deuda? A lo que responde: “el libro está abierto y la mano escribe”. Lo cual significa que hay un libro en el que está escrito cada acto y ninguno se pierde, y el objetivo gira alrededor de la ley de desarrollo que Dios ha grabado en la Humanidad, la cual nos empuja constantemente hacia delante.

Esto significa que las conductas corruptas en las situaciones de la Humanidad generan las buenas situaciones, y cada buena situación no es más que el fruto del trabajo en la mala situación que la precedió. En verdad estos valores de lo bueno y lo malo no se refieren a la situación misma, sino al propósito general, que cada situación que acerca a la Humanidad al objetivo es llamada bien y aquella que la separa es llamada mal.

Y bajo ese parámetro, sólo “la ley de desarrollo” construye. Que la corrupción y el mal que toma forma en una situación se considera la causa y el generador de la buena situación, de modo que cada situación dura solamente el  tiempo suficiente para cultivar el mal en ella, hasta el punto que el público no puede soportarlo más. En ese momento deben unirse contra éste y destruirlo, y encontrar una situación mejor para la corrección de esa generación.

Y la nueva situación también dura hasta que las chispas del mal maduren en ella y crezca a un nivel en el que ya no puedan ser toleradas, momento en el que debe ser destruida y una situación más confortable es construida en su lugar. Y así las situaciones se concatenan una a una y grado a grado hasta que llegan a una situación corregida en la que no haya chispas de mal.

Y encuentran que las semillas a partir de las cuales crecen las buenas situaciones no son otra cosa que los actos corruptos mismos, es decir, que cada mal expuesto que viene de las manos de los impíos en la generación,  se unen de la mano y se acumulan en gran cantidad, hasta que el público ya no puede soportarlo. Entonces le hacen frente y la destruyen y crean una situación más deseable. Así, usted ve que cada mal específico se condiciona a la fuerza motriz por la cual se desarrollará la buena situación.

Estas son las palabras de Rabí Akiva, “el libro está abierto y la mano escribe”, porque cualquier situación en la que toda generación es colocada, es como un libro. Y todos los que hacen el mal son como manos que escriben, porque cada mal es grabado y escrito en el libro hasta que lleguen a un monto que el público ya no puede soportar por más tiempo, momento en el cual se destruye la mala situación y se organiza bajo una más deseable.

Así todos y cada uno de los actos son contabilizados y escritos en el libro, es decir, en la situación. Y él dice: “todos aquellos que quieran tomar prestado pueden venir y tomar prestado”, es decir, aquel que  cree que este mundo no es como una tienda abierta sin dueño, sino que hay un comerciante que exige el precio justo por la mercancía, es decir, que él se esforzará en su trabajo durante el tiempo que vive de esa tienda, de tal manera que tenga la certeza de llevarlo al propósito de la creación como a Él le place.

A tal persona se la considera como alguien que quiere pedir prestado, es decir que aún antes de extender su mano para tomar de este mundo, que es la tienda, él adquiere un préstamo para pagar el precio, es decir, que él toma sobre sí el  trabajar y alcanzar Su meta durante el tiempo en el que vive de la tienda, de modo que promete pagar su deuda llegando a la meta deseada. Por lo tanto, se lo considera alguien que desea tomar prestado, es decir que se compromete a devolver la deuda.

Y Rabí Akiva ilustra dos tipos de personas: el primer tipo es el de la “tienda abierta”, que consideran este mundo como una tienda abierta sin  comerciante. Sobre ellos  dice: “el libro está abierto y la mano escribe”, es decir que aunque ellos no puedan ver que hay una cuenta, sus actos son escritos en el libro, que está hecho según la ley de desarrollo grabada en la Creación contra el deseo de la Humanidad, que las acciones del mal por sí mismas instigan las buenas acciones, como hemos mostrado anteriormente.

El segundo tipo de persona son llamados los que “quieren tomar prestado, que toman en consideración al tendero y cuando toman de la tienda, lo toman como un préstamo. Estos prometen pagarle al comerciante el precio deseado, es decir, alcanzar la meta por ello. Sobre estos él dice: “aquellos que quieran tomar prestado pueden venir y tomar prestado”.

Y si ustedes dicen: ¿cuál es la diferencia entre el primer tipo, cuyo objetivo les viene  de la ley de desarrollo, y el otro tipo, cuyo objetivo les viene por la esclavitud auto impuesta a Su trabajo? ¿No son iguales en el logro del objetivo? Y él agrega: “y los cobradores vuelven con regularidad y cada día el hombre rembolsa tanto consciente como inconscientemente”, es decir que es verdad que ambos pagan su parte de la deuda diariamente.

Y así, como las fuerzas virtuosas que emergen tratando con Su trabajo son consideradas cobradores leales, quienes cada día cobran su deuda en cuotas, hasta que esté completamente cancelada, así son las fuerzas poderosas grabadas en la ley de desarrollo, consideradas también como cobradores que recogen su deuda en cuotas diariamente, hasta que sea cancelada completamente, como ellos dicen “y los cobradores retornan  regularmente y cada día el hombre cancela”.

De hecho hay una gran diferencia y una gran distancia entre ellos, es decir, “conscientemente e inconscientemente”. El primer tipo, cuya deuda es cobrada inconscientemente por los cobradores del desarrollo, pagan su deuda inconscientemente, pero las olas tempestuosas del viento del desarrollo caen sobre ellos y los empuja desde atrás, obligándolos a avanzar.

Así, su deuda es cobrada contra su voluntad y con gran dolor por el descubrimiento de las malas fuerzas que los empujan desde atrás. El segundo tipo, sin embargo, paga su deuda, que es lograr conscientemente, por propio acuerdo, repitiendo después los actos virtuosos que apresuran el desarrollo del sentido de reconocimiento del mal. Por aquel trabajo obtienen un doble beneficio:

El primero es que las fuerzas que aparecen fuera de Su trabajo son colocadas ante ellos como una fuerza magnética que tira, que les persigue por su propia y libre voluntad en el espíritu del amor. Huelga decir que están libres de cualquier tipo de sufrimiento, que sufrirá el primer tipo.

El segundo beneficio es que ellos apresuran la consecución del objetivo deseado, que son los justos y los profetas que logran el objetivo en cada generación, como se explica en el artículo “La Esencia de Cabalá”,  en el tema “Sobre qué gira esta Sabiduría”.

Así ustedes ven que hay una gran distancia entre los que pagan conscientemente y los que lo hacen inconscientemente, como la supremacía de la Luz del deleite y el placer sobre la oscuridad del dolor y la agonía. Y él dice además: “y ellos tienen que confiar en que el juicio es verdadero”, es decir que a los que pagan conscientemente y de buen grado él les promete que “tienen que confiar”, que hay una gran fuerza en Su trabajo para llevarlos  a la meta sublime y esto merece que ellos se sometan a Su carga.

Y a aquellos que pagan inconscientemente les dice: “Y el juicio es verdadero”. Aparentemente hay que preguntarse por qué la Providencia permite que existan esas corrupciones y agonías en el mundo y deja que la Humanidad se fría en ellas sin misericordia.

Acerca de esto dice que el juicio es “un juicio verdadero” porque “todo está listo para el banquete”, es decir, para la meta verdadera. Y el deleite sublime que está destinado a emerger con la revelación de Su propósito en la Creación, que todos los problemas, los trabajos, y las angustias que nos sobrevienen a lo largo del tiempo, son como un anfitrión, que se preocupa por preparar un gran banquete para los invitados. Y la meta anticipada finalmente debe ser revelada, se parece a un banquete cuyos invitados asisten con gran placer. Por lo tanto dice “y el juicio es verdadero y todo está listo para el banquete”.

Tal como ustedes encuentran en Bereshit Rabá respecto de la creación del Hombre: los ángeles preguntaron: “¿Qué viene a ser el mísero hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que le visites?” (Salmos 8:5), es decir, “¿Para qué necesitas preocuparte de él?. Él les dice, ¿Entonces por qué fueron creadas Tzona y Alafim? Hay un proverbio acerca de un rey que tenía una torre llena de bienes, pero ningún invitado. ¿Qué placer obtenía entonces de su torre llena? Ellos le dijeron: Señor del mundo, Señor, nuestro Maestro, cuán grande es Tu nombre en toda la tierra. Haz lo que te complazca.

Es decir que los ángeles vieron el dolor y la agonía que le acontecerían a la Humanidad y se asombraron, ¿Para qué necesitas este problema? Y el Señor les contestó que en efecto él tiene una torre llena de bienes, pero sólo esta Humanidad es invitada a ella. Y desde luego los ángeles sopesaron en sus mentes los placeres que esperaban a los invitados en la torre, contra la agonía y los problemas que le esperan a la Humanidad, y cuando vieron que  era preferible para la Humanidad sufrir por el bien que les espera, acordaron con la creación del hombre., tal como dijo Rabí Akiva: “Y el juicio es verdadero y todo está listo para el banquete”, así desde el principio de la Creación todo el pueblo tiene reservaciones y el pensamiento del Creador les exige venir al banquete, consciente o inconscientemente.

Y ahora  verán la verdad en las palabras del profeta: “Y habitará el lobo con el cordero, y el tigre se acostará junto con el cabrito” (Isaías 11:6). Y él razona que “la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas que cubren el mar” (Isaías 11:9). Así vemos que el profeta condiciona la paz en el mundo entero a que todo el mundo esté lleno del conocimiento de Dios, tal como hemos dicho que la resistencia dura y egoísta entre los  pueblos, junto con el deterioro en las relaciones internacionales, todo esto no cesará en el mundo por ningún consejo humano bajo ningún tipo de condiciones.

Nuestros ojos pueden ver como los pobres enfermos están envueltos en un dolor terrible, y la Humanidad ya se ha lanzado a la extrema derecha como en Alemania, o a la extrema izquierda, como en Rusia, y no sólo ocurre que no alivian el dolor, sino que han empeorado la enfermedad y la agonía y las voces se elevan hasta el cielo, como todos sabemos.

Por lo tanto, no tienen otro remedio que  llegar a la aceptación de Su carga, lo que significa enfocar sus actos a la voluntad del Señor y a Su propósito, como Él lo había planeado antes de la Creación. Y cuando hagan esto, será fácil ver que con Su trabajo toda la envidia y el odio serán eliminados de la Humanidad como lo he mostrado de sobra anteriormente, porque entonces todos los miembros de la Humanidad se unirán en un solo cuerpo con un corazón lleno del conocimiento del Señor. Entonces, la paz en el mundo y el conocimiento de Dios son una y la cosa misma.

Inmediatamente después de esto el profeta dice: “Y alzará bandera a las naciones, y recogerá a los desterrados de Israel, y congregará a los dispersos de Yehudá, de los cuatro cabos de la tierra” (Isaías 11:12)  Aprendemos que la paz mundial viene antes que la reunión de la Diáspora.

Ahora pueden entender las palabras de nuestros sabios: “El Creador no encontró una vasija para guardar la bendición para Israel, sino solo la paz”, como está dicho: “¡El Señor dará fortaleza a Su pueblo! ¡El Señor bendecirá a Su pueblo con la paz”.  (Salmos 29:11)”. Y aparentemente podría asombrarse con las palabras: “una vasija para guardar la bendición para Israel”, ¿y qué concluye uno a partir de estas palabras?

Pero estas palabras se hacen claras para ellos como la profecía de Isaías de que la paz mundial debe venir antes de la reunión de la Diáspora. Es por eso que dice: “El Señor dará fortaleza a su pueblo”. (Salmos 29:11), que en el futuro, cuando el Señor dé fortaleza a Su pueblo, es decir resurrección eterna, entonces “El Señor bendecirá a su pueblo con la paz”. (Salmos 29:11)  Esto significa que Él primero bendecirá a Su pueblo,  Israel, con la paz en el mundo entero, y luego Él, “Y acontecerá que en aquel día tornará el Señor la segunda vez a extender Su mano para recobrar los restos de Su pueblo”. (Isaías 11:11).

Nuestros sabios dijeron acerca de la razón de las palabras, por lo tanto, la bendición de la paz del mundo entero precede a la fortaleza, es decir a la redención, porque “Dios no encontró una vasija para guardar la bendición para Israel, sino la paz”. Es decir, mientras existan el amor propio y el egoísmo entre las naciones, Israel tampoco será capaz de adorar al Señor en la pureza, como otorgamiento, como se dice en la explicación de las palabras, “Y seréis para mí un reino de sacerdotes” (Éxodo 19:6), en el artículo La Adhesión. Nosotros vemos esto a partir de la experiencia, pues  la vuelta a  la Tierra y la edificación del Templo no podrían persistir y recibir la bendición que Dios ha prometido a nuestros padres.

Y eso es lo que ellos dijeron: “Dios no encontró una vasija para guardar la bendición”, es decir, hasta que Israel no tenga una vasija para guardar la bendición de los padres. Por lo tanto, el juramento que podemos heredar la tierra para toda la eternidad, aún no ha sido realizado, porque la paz mundial es la única vasija que nos permite recibir la bendición de los padres, como está dicho dice en la profecía de Isaías.