Aquel que anula, lo hace desde su propio defecto
Talmud Babilónico, Kidushin 70, 72
No es casualidad que hayamos sido creados como criaturas que perciben la realidad como si ésta fuera dividida en dos partes – yo y lo que está por fuera de mí. Si nuestra percepción fuera solamente interna, no podríamos jamás elevarnos sobre nuestro ego hacia el atributo de amor y otorgamiento. Nos quedaríamos estancados en un solo sitio, dando vueltas alrededor de nuestro propio rabo.
He aquí un ejemplo: cada uno de nosotros tenemos tendencias egoístas como dominio y soberbia, de algún nivel. Cuando se trata de nosotros, no nos percatamos de estas tendencias, pero cuando vemos a otros actuando desde ese impulso de dominar o de soberbia, generalmente nos indigna mucho, y siempre tendremos algo para decir al respecto.
De un principio, llevamos el rechazo y el odio hacia los demás como algo impreso en nosotros. Esto es para permitirnos ser imparciales y definir sabiamente y por medio de la crítica, nuestra actitud respecto a estas tendencias. Nuestro ego, tal como un estricto y astuto juez, nos ayuda a investigar el mal que se revela a nuestra vista en los demás, juzgarlo con mucha precisión y profundidad, llegar a cada uno de sus detalles.
La primera percepción externa nos abre los ojos, nos permite identificar cosas malas primeramente fuera de nosotros, y sólo después comprender que en realidad todo se encuentra en nuestro interior. De esto se dice: “Aquel que anula, lo hace desde su propio defecto”. Pero estamos destinados a revelar que no es que “aquel es dominante y aquella soberbia”, etc., sino que nosotros los vemos así por nuestro deseo corrupto.
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El propósito de los deseos de la creación es de otorgar a Sus criaturas, para que puedan conocer su autenticidad y grandeza, y recibir todo el gozo y el placer que Él ha preparado para ellas,
Baal HaSulam, “Introducción al Libro del Zóhar, punto 39
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Lo dicho, el deseo es la causa que forma en nosotros la percepción de la realidad. Ahora intentaremos entender de qué partes está compuesto el deseo, por qué hemos sido creados precisamente así, y cómo podremos cambiar nuestra realidad para bien.
En el proceso, descubriremos por qué se despiertan en nosotros sentimientos como el odio y el amor por los que nos rodean, qué nos provoca alegrarnos cuando a alguien le va mal y qué nos hace envidiar al vecino cuando compra un vehículo nuevo… Y en general, si el propósito de la Creación es acercarnos al bien, ¿por qué nos parece todo el tiempo que todo va empeorando?
El Libro del Zóhar explica que, en realidad, nos encontramos en un sistema perfecto que fue creado por el Creador. Toda la materia de la Creación es deseo de recibir, y el sistema perfecto es realmente el deseo general que fue creado. Este deseo se llama también “alma general” o “alma de Adam Rishón (primer hombre)”. Pero el alma general ha sido rota por el Creador en muchas partículas. En cada uno de nosotros se encuentra sólo una partícula rota del alma general.
Antes del rompimiento, todos sentíamos este sistema como miembros de un solo cuerpo. Todo era perfecto e ilimitado, y por eso el sistema se llamaba entonces “Ein Sof” (Infinidad). En el mundo de Ein Sof están todas las partes del sistema unidas en amor y llenas de luz. Solo que el Creador proyectó sobre el sistema 125 “filtros” (ocultamientos, encubrimientos), de forma tal que ahora no es posible sentir que allí hay luz. Es como una linda imagen sobre la que se ha puesto un nailon manchado, y sobre este otro nailon con otras manchas, y otro nailon, de forma tal que la imagen original se va desvaneciendo.
Nosotros nos encontramos en la capa más exterior y no podemos sentir en absoluto las capas anteriores, y por eso es que el contacto entre nosotros está completamente desbaratado. En vez de sentir el amor que nos conecta al mundo de Ein Sof, hay entre nosotros odio y rechazo. No sentimos la conexión general entre nosotros, estamos desconectados y separados.
El Creador desea que volvamos por nuestros propios medios por todos esos filtros al estado bueno e iluminado, al mundo de Ein Sof. Este es el plan de desarrollo de la Creación, y está dividido en tres estados:
- Estado A – el estado primario (mundo de Ein Sof)
- Estado B – el estado del rompimiento (este mundo)
- Estado C – el estado perfecto que debemos crear nosotros mismos (regreso al mundo de Ein Sof)
Esto es muy parecido a lo que hacemos con nuestros niños – dibujamos una imagen, la cortamos en partes, y entonces se las damos para que compongan el rompecabezas. Ese proceso de armar desarrolla al niño.
Como resultado del rompimiento, en nuestro mundo, el deseo (el “Kli” – vasija) de cada persona se divide en dos partes principales:
- Kelim (plural de vasija) internos – raíz, alma y cuerpo
- Kelim externos – vestimenta y palacio (templo)
Yo siento mis Kelim internos como mi propio “yo”, y por eso me preocupo por ellos. Los Kelim externos los percibo como extraños, o sea que no me pertenecen. Los Kelim internos y los externos son opuestos unos a otros, y por eso, cuanto más amo mis Kelim internos, más odio mis Kelim externos.
¿Por qué? Porque entre estos dos tipos de Kelim pasa el “límite del rompimiento” – como una división que me provoca mirar hacia afuera sólo pensando “¿qué puedo llevarme de allí para beneficiarme a mí mismo?, ¿qué recibo de esto?” Esta división me obliga a referirme a los demás de manera egoísta, desde el deseo de explotarlos.
Yo siempre evalúo mi estado según la diferencia entre mí y todo el mundo. Y por eso – aunque pareciera raro y sorprendente – cuanto más mal haya en el mundo, mejor me sentiré, con la condición de que esto no sea un peligro para mi seguridad personal.
Yo no puedo tolerar el llenado en los Kelim exteriores. Yo no puedo permanecer indiferente ante los demás o comportarme como si no me importara de ellos; y el éxito de los demás me duele demasiado, realmente me devasta. Todo el tiempo hago comparaciones.
Por ejemplo, si yo gano 2,000 dólares al mes y los que me rodean ganan 1,000 dólares al mes, siento una gran satisfacción. Pero si alguien ganara 4,000 dólares al mes – sentiría una gran desilusión. No puedo desconectarme de este pensamiento y contentarme con lo que tengo, porque es muy importante para mí que los demás tengan menos.
No podemos, simplemente, ignorar estos Kelim externos, porque nosotros sí los sentimos como nuestros. Sería comprensible si no hubiera entre nosotros una conexión, pero el rompimiento creó entre nosotros una conexión negativa, que aunque no hagamos nada malo uno al otro, la fuerza del rompimiento nos convierte, en realidad, en enemigos.
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Lo semejante en todas las creaturas del mundo es que cada uno de nosotros está a punto de explotar a cada una de las creaturas para su beneficio personal, por todos los medios que están a nuestro alcance, y sin considerar absolutamente que uno está por construir- se sobre la destrucción de otro.
Baal HaSulam, artículo “Paz en el mundo”
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La comprensión de cómo marchan estas cosas es muy importante, porque nos sirve de herramienta para el cambio, como palanca para el desarrollo. Veremos otros ejemplos, que justamente por ser tan extremos, podremos mediante ellos, enfatizar la comprensión del asunto.
El terrorista que planeó la explosión de las torres gemelas, después de enterarse del resultado de sus actos, siente más o menos algo así: “¿Sólo murieron 3,000 personas? Qué pena que no fueron más. ¡Y se lo merecen, estos americanos!” ¿Qué le sucedió? Él vació todos sus Kelim exteriores, y se lleno internamente de una gran ganancia, de celebración.
Todas las personas hostiles en la humanidad actuaron desde un impulso interior de crear una diferencia entre sus Kelim internos y los externos. La Alemania nazi, por ejemplo, no se hubiera podido contentar con la realización del alto potencial humano del pueblo alemán de crear una nación fructífera por sí misma. En absoluto. Se creó en ella un impulso de estar por encima de los demás, dominarlos, destruirlos. Sólo así se sentía realmente grande.
El egoísmo del individuo siente que matar al otro, quemarlo, explotarlo, dominarlo, es un placer para él. Éste es el resultado de la fuerza del rompimiento – el individuo se hace daño a sí mismo, a sus Kelim externos, pero no lo sabe. Cuando más tarde descubra que todo el mal que trató de hacer a los demás fue, en realidad, un mal que se provocó a sí mismo, se despertarán en él fuertes dolores y desilusiones. Pero precisamente estos dolores y desilusiones son los que le ayudarán a realizar la verdadera corrección.
No acostumbramos a hablar de estas cosas y tendemos a ocultarlas, pero es algo muy evidente a nivel político. Incluso hemos inventado un nombre honorable para el mundo de la mentira – Diplomacia. Cada lado anhela dominar al otro, pero al no tener alternativa, crean una alianza.
En la sociedad humana, hemos construido diversos sistemas que nos permiten vivir mínimos choques entre los Kelim internos y los externos de cada uno de nosotros, porque comprendemos que de no ser así, nos haremos daño. Servicio social, sistemas de asistencia y apoyo de los necesitados, y demás. Todos tememos que el día de mañana también nosotros estemos en ese estado, y por eso preferimos prevenir el golpe.
El odio entre Kelim internos y Kelim externos es un fenómeno humano, que no existe entre los animales. Un lobo que devora un ciervo, por ejemplo, no odia al ciervo ni este odia al lobo. El lobo ve al ciervo como alimento. Naturalmente, éste se le opone, pero no hay entre ellos odio. La naturaleza los maneja a los dos de manera perfecta. Si no hubiera entre nosotros ninguna conexión, no podríamos descubrir la razón de la maldad en nuestra vida. Gracias a ello descubrimos que la conexión entre nosotros es mala, y podemos convertirla en buena.
Observemos el estado de la humanidad en nuestros días – anteriormente, las relaciones entre los países eran bastante flojas, y cada país se conectaba únicamente con algunos países. Cuando estábamos lejos unos de otros, no había realmente una relación, y por eso el mal no era tan expuesto. Pero con el tiempo, el mundo se convirtió en global, así como una pequeña aldea, y de pronto todos están conectados a todos, influyendo a todos. No hay donde escapar, no tenemos otro planeta… y por eso se revela el odio entre nosotros. Precisamente este odio es el que nos obligará a corregir las relaciones entre nosotros.
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A pesar de que, en realidad, vemos todo frente a nosotros, de todas formas, toda persona inteligente sabe claramente, que todo lo que se nos proyecta está únicamente en el interior de nuestra mente.
Baal HaSulam, “Prefacio al Libro del Zóhar”
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Ahora, cuando la imagen de las relaciones entre nosotros y el prójimo es un poco más clara, continuemos. Como ya se ha mencionado, la fuerza que divide la imagen de nuestra realidad en dos partes, interna y externa, es la fuerza del rompimiento.
Después del rompimiento, la parte de nuestro deseo (nuestros Kelim exteriores, “Vestimenta” y “Palacio”), ya no es percibida como nuestra. Es similar a una persona que le han inyectado anestesia local a su pierna, y mientras se la amputan, se ríe, habla y se comporta como si su vida fuera normal, como si no le estuviera sucediendo nada, porque no siente nada.
En estas partes del deseo, “vestimentas y palacios”, en realidad sentimos todo lo que no es nosotros, es decir – el mundo exterior. Hay a nuestro alrededor personas y un gran mundo, procesos que suceden y en realidad, todos estos son parte de nuestro deseo.
Nosotros vivimos en una película de largometraje, en el que se nos proyectan nuestros deseos a nuestros ojos. ¿Qué determina cual será la imagen que se nos proyectará ahora en la película? Las Reshimot (listas – reminiscencias, registros)
– datos informativos en los que se define el plan personal de desarrollo de cada uno de nosotros.
Hagamos un poco de orden. La realidad está compuesta de tres componentes:
- La Luz, la fuerza de amor y entrega (el Creador)
- El deseo de recibir (el creado)
- Las Reshimot (el plan de desarrollo del creado)
En principio el Creador crea al creado como deseo de recibir, deseo de gozar. Luego el Creador rompe el deseo en una parte interna (raíz, alma y cuerpo) y en una parte externa (vestimenta y palacio), y se crea la sensación egoísta de “Yo y el mundo”.
Dentro del deseo se oculta el plan de desarrollo del individuo, y éste está compuesto de Reshimot. Cada uno de estos Reshimó (singular de Reshimot) define cierto estado que el creado debe pasar hasta que llegue la corrección del rompimiento – entonces se equiparará al Creador en sus cualidades y cumplirá la Meta de la Creación.
Volvemos a la película. Lo que yo veo ahora es la realización del Reshimó que siento en mis cinco partes del deseo. Y fuera de esto no hay nada más.
En cada momento, se despiertan nuevas Reshimot dentro de mi deseo y me provocan nuevos entusiasmos. Esto significa que yo veo otro mundo de inmediato. Toda mi vida, toda la realidad, son Reshimot que pasan por mí y se cristalizan. La Luz obra en mí, en mi deseo – a través del cual comienzan las Reshimot a pasar en cadena como una película de cine.
Yo siento que ésta es mi vida, la cual yo vivo. Pero, ¿soy realmente “yo” quién “la” vive? Si miro unos años hacia atrás, ¿puedo creer que ése era yo? Me parece como si una película hubiera pasado por mí. Muchas personas sienten esto – como si la vida hubiera pasado a través de ellos como en un sueño, que no han sido ellos los que actuaban, no fueron ellos los que hicieron, no fueron ellos los que pasaron por eso… Hubo un rayo de luz, una película fue transmitida y yo hice en ella mi papel.
El Zóhar explica que no hay nada más fuera de Reshimot, Luz y deseo. Cada Reshimó que pasa por nosotros divide el deseo en dos: interno y externo, y nosotros nos sentimos a nosotros mismos en esta película y algo más que nos parece que está por fuera de nosotros – árboles, sol, luna, personas. Traemos hijos al mundo, estamos en el trabajo… siempre estamos “nosotros” y algo más. ¿Qué? La sensación de la realidad que está dividida en dos nos da, eventualmente, la oportunidad de conocer que fuera de nosotros existe otra fuerza – la Luz, el Creador – y ésta nos obliga a buscarlo.
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Todos los mundos superiores e inferiores están incluidos en el hombre.
Baal HaSulam, “Introducción a la Apertura de la Sabiduría de la Cabalá”, punto 1
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El Libro del Zóhar es oculto en el sentido de que las personas no saben cómo leer y entender lo escrito en él, dado a que la clave de la lectura pasa a través de la percepción de la realidad. El Zóhar nos exige comprender que la realidad que nosotros sentimos ocurre en nuestro interior, y no fuera de nosotros.
También al mundo superior, al cual nos dirige el Zóhar, lo sentiremos en nuestro interior. No tenemos que buscar la salida al mundo superior más allá del horizonte, sino en el cambio de nuestras cualidades interiores.
El Zóhar habla de la realidad que se encuentra “por encima” de lo que sentimos en este momento. “Encima” del tiempo, del movimiento y del sitio. Esta realidad exterior que se nos describe y nos parece como externa – no está. Todo se encuentra dentro de nuestro deseo. Todos los fenómenos, las sensaciones del pasado, el presente y el futuro se proyectan en nuestro interior. La historia es un proceso que nosotros nos describimos como algo que sucedió en tiempo pasado, pero la realidad es que no hay un tiempo, no hay un movimiento y no hay un sitio ficticio. Hay sólo un lugar en el que ocurre todo – el deseo.
Naturalmente, las distintas partes de nuestro deseo (interno y externo, yo y el prójimo) se chocan entre sí. El Libro del Zóhar nos ayuda a corregir la relación entre ellos, a unir entre ellos hasta que se conviertan en uno, y no sintamos diferencia entre ellos. Este es el cambio esperado en la percepción de la realidad. Así descubrimos aquí y ahora el mundo superior, que se denomina también “próximo mundo”.
No es que nosotros nos preparamos aquí y luego llegaremos a algún sitio diferente. Cuanto más amor revelamos respecto al prójimo en vez de odio, precisamente en la misma medida comenzamos a sentir el estado que se llama “mundo superior” o “próximo mundo”. Todos los mundos existen aquí, en la relación entre nosotros y entre lo que nos parece ahora como fuera de nosotros, alejado de nosotros.
Los deseos que me parecen como prójimo se dividen en varios círculos en relación a nuestro ego. En el círculo más próximo se encuentra la familia, los parientes y los amigos. En el próximo círculo se encuentran las personas que nos son útiles y nos hace bien que existan, como médicos. Luego están aquellos que sólo queremos usarlos, dañarlos, pero que queden en vida. Y en el círculo más alejado se encuentran las personas que odiamos realmente e incluso estamos dispuestos a matarlos. Pero todos son deseos nuestros… cuando los unamos a nosotros nuevamente, pasaremos a ser el alma general que el Creador creó, volveremos al mundo de Ein-Sof. Esta es la patente que se define con la expresión: “El mundo fue creado para mí”.
Es importante enfatizar que el proceso de corrección de la percepción de la realidad no es para realizar de manera artificial. Si mañana mi vecino me grita, no le voy a responder: “¿Qué gritas?, no eres más que mi deseo”… no es un simple deseo superficial de “hacia adentro en vez de hacia afuera” – se trata de una gran y profunda revolución. Para realizarla necesitamos del Libro del Zóhar que nos ayude a construir en nuestro interior la nueva percepción, y de una sociedad de personas que nos apoye en el proceso de la corrección.
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El secreto de los secretos, es entregado a los sabios de corazón.
Zóhar para todos, Parashat Lej Lejá, punto 96
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