Seremos como los que sueñan
– Salmos, 126:1
El tema más complicado y fascinante relacionado al Libro del Zóhar y a la vida misma, es la percepción de la realidad.
A nuestro alrededor existen muchas ondas que no percibimos ahora, pero existe también un campo integral de información. Se trata de un campo de información superior llamado “Naturaleza Superior” o “Creador”. Nosotros podemos conectarnos a ese campo y recibir todo de él – sensación y comprensión, conocimientos, amor, sensación de vida eterna, la sensación de integridad existente en ese campo, que llena todo a nuestro alrededor.
El propósito de la sabiduría de la Cabalá en su totalidad es enseñarnos cómo desarrollar en nosotros una vasija de captación para ese campo de información superior. Esto se puede hacer únicamente por medio de un cambio interno, y por eso cuando lo conseguimos nos convertimos en ese mismo campo – como el Creador
No hay nada más fácil que eso. El campo está aquí, alrededor nuestro, solo que nosotros estamos aislados de él. No lo captamos.
No hay nada más natural que conseguir el contacto con nuestro Creador, porque Él es el autor de la naturaleza. Y en realidad, todo creado tiene contacto con su Creador, así como está escrito – “toda la tierra está llena de Su gloria”, solo que no lo sabe ni lo siente. Y aquel que obtiene el contacto con Él, no sólo se le agrega el conocimiento, como un individuo que tiene un tesoro en su bolsillo y no se entera, y entonces viene otro y le cuenta sobre lo que tiene en su bolsillo – recién entonces siente que enriqueció.
Baal HaSulam, “Escritos de la última generación”, 2ª parte
Nosotros nos encontramos en un estado de falta de consciencia respecto al Creador, respecto a la realidad verdadera. Así como el individuo que se encuentra en un sueño, experimenta todo tipo de eventos y le parece estar despierto, así estamos nosotros en este mundo.
En la “Introducción al Libro del Zóhar”, Baal HaSulam compara este estado al de una lombriz que nace dentro de un rábano y cree que todo el mundo es el rábano en el cual nació. Así nosotros, vivimos dentro de nuestro mundo y no sentimos que existe un mundo más grande, más intelectual, inmenso y hermoso alrededor nuestro. Allí se encuentran los cabalistas, personas que ya se han despertado del sueño a una realidad verdadera. Según lo que ellos cuentan, lo que nosotros sentimos ahora se considera como “el mundo ficticio”, y sólo cuando nos elevemos de él podremos realmente entender que antes “fuimos como los que sueñan”.
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Las experiencias de los tiempos y la expansión de las ciencias, refinaron demasiado el espíritu del hombre.
Rav Kuk, “Luces de Fe”, página 67
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El Libro del Zóhar se revela para explicarnos cómo percibir correctamente la realidad, y no es para nada casual que también la ciencia nos de señales de que la realidad es mucho más grande y abundante de lo que podemos percibir ahora. Los científicos dicen que existe una energía negra, que hay todo tipo de man- chas blancas o negras en el Universo, que hay otras dimensiones que nosotros no podemos sentir con nuestros sentidos o no podemos desarrollar aparatos que puedan captarlas.
Nosotros también investigamos otras criaturas y vemos cuán diferente es su percepción de la realidad a la nuestra. Abejas, moscas, osos, ranas, serpientes e incluso los perros y gatos que viven a nuestro lado, captan la realidad de forma diferente. Un perro, por ejemplo, capta el mundo principalmente como manchas de olor. La imagen de una abeja es la suma de las visiones que son captadas en cada una de las muchas unidades que comprenden sus ojos.
Distintas criaturas perciben la realidad de manera distinta, pero todas perciben la realidad, eventualmente. ¿Cuál realidad? Esta es una buena pregunta… y otra más: si le falta a la persona uno de los sentidos, ésta captará la realidad en menor capacidad – y si no le falta ningún sentido sino que tiene un sentido adicional – ¿verá entonces una realidad más grande y amplia? Puede que así fuera, la pregunta es – ¿qué sentido?
Ahora sentimos el mundo, y podemos decir que nos faltan lentes o un aparato auditivo, porque sabemos qué significa ver o escuchar bien, más o menos. Pero si no sabemos cual sentido adicional nos falta, ¿cómo podremos adquirirlo? Así como no sentimos que nos falta un sexto dedo en la mano, tampoco podemos sentir que nos falta un sexto sentido, y por eso vivimos en nuestro mundo sin necesidad de sentir la realidad verdadera.
Pero, hagamos una pausa y mirémonos de un costado: vivimos en el mundo unas cuantas decenas de años. ¿Qué había anteriormente? – no lo sabemos. ¿Qué sucederá después? – tampoco lo sabemos. Y tampoco sabemos qué sucede en el ínterin – durante nuestra vida. No tenemos idea qué sucederá en un minuto, ni de dónde llegan nuestros deseos y pensamientos. Se puede decir que nos encontramos en cierta penumbra, solo que en ella tenemos cierta sensación ficticia de que entendemos y controlamos lo que sucede.
En las generaciones anteriores la vida del hombre era más simple. Las personas se preocupaban por la comida, trataban de pasar la vida en la mejor comodidad posible, tenían hijos y les heredaban todas sus obras. Los hijos continuaban en el mismo trayecto y así era de generación en generación. Cuando vivíamos de esta forma, realmente no había necesidad de saber qué sucede en nuestro rededor.
Pero hoy se despiertan en nosotros preguntas sobre la vida. Estas preguntas nos agitan desde dentro hasta que ya no podemos tranquilizarnos y seguir la corriente de la vida como antes. Nosotros comenzamos a sentir que si no sabemos para qué vivimos, nada tiene sentido, y eso es lo que nos exige descubrir la realidad verdadera.
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Para poder dar aquí un paso más hacia adelante científicamente – ¡necesitamos sólo la sabiduría de la Cabalá! Porque todas las sabidurías del mundo, están ya incluidas en la sabiduría de la Cabalá.
Baal HaSulam, Artículo “La libertad”
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Para poder entender más fácilmente la novedad de la sabiduría de la Cabalá sobre el tema de la percepción de la realidad, analicemos brevemente la forma en la que se ha desarrollado con los años la referencia de la ciencia a este tema.
El enfoque clásico representado por Newton clamó que el mundo existe por sí mismo, sin relación al hombre, y que su forma es constante. Luego llegó Einstein y descubrió que el mundo es mucho más amplio de lo que percibimos. Nuestra percepción es relativa y depende de nuestros sentidos, y por eso no podemos decir con exactitud cuál es el mundo que está por fuera de nosotros. Todo depende del observador que investiga la realidad.
El enfoque de la ciencia moderna sobre la percepción de la realidad, basada en la física cuántica, opina que el hombre afecta al mundo y como resultado de ello, afecta a la imagen que capta. La imagen de la realidad es como un promedio entre las cualidades del observador y las del objeto o el fenómeno que es captado.
Para entender mejor las cosas, observemos un ejemplo conocido. En un am- plio salón se sube un orador al escenario y dicta una conferencia a sus oyentes. Estos escuchan sus palabras a través de ondas que llegan de los parlantes a sus oídos y a través de éstos, al tímpano. Luego, las ondas pasan a través de un mecanismo eléctrico y un mecanismo químico. Luego se realiza una búsqueda en el cerebro de algo similar que se encuentre ya en la memoria y de acuerdo a esto, el cerebro interpreta este fenómeno electro-químico.
Entonces, según el enfoque de la ciencia moderna, la imagen de la realidad se crea en nuestro interior. No tenemos posibilidad de decir nada respecto a lo que se encuentra fuera de nosotros, porque nunca captamos lo que está fuera de nosotros. La sabiduría de la Cabalá nos lleva un paso más adelante. Ya hace miles de años que los cabalistas descubrieron que el mundo no tiene, en realidad, ninguna imagen.
En la “Introducción al Libro del Zóhar” comenta Baal HaSulam: “Por ejem- plo, nuestro sentido de la vista, que vemos ante nosotros un mundo grande e inmenso, y todo él lleno de maravillas, resulta que no vemos realmente todo esto sino sólo en nuestro interior mismo. Es decir, en nuestro cerebro trasero, hay como una máquina fotográfica que nos ilustra allí todo lo que se nos presenta, y nada que esté fuera de nosotros”. Él explica que dentro de nuestra mente existe “como un espejo pulido, que nos invierte todo lo que se proyecta allí, para que lo veamos fuera de nuestra mente, frente a nuestra vista”. [1]
Para demonstrar estas cosas, imaginemos que la persona se asemeja a una caja cerrada y en ella hay cinco canales de entrada: ojos, oídos, nariz, boca y manos. Estos órganos representan los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, por los cuales capta la persona algo que está, supuestamente, fuera de ella.
A través de estas cinco aberturas en la caja, entran a su interior todo tipo de estímulos. Todos ellos se concentran y pasan por distintas elaboraciones en relación a la información que se encuentra en la memoria del individuo y en relación a su deseo. El resultado es cualquier imagen de la realidad, la cual es proyectada sobre un tipo de “pantalla de cine” que se encuentra en la parte posterior del cerebro.
Hemos sido creados premeditadamente de manera tal que nuestros sentidos nos crean una imagen falsa del mundo que se encuentra, supuestamente, fuera de nosotros. ¿Por qué? Para permitirnos aprender gradualmente cuál es realmente la imagen exterior.
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Estaba observando ese mundo eterno, y concluí que éste no se basa sino sobre aquellos justos que gobiernan sobre el deseo de sus corazones.
Zóhar para todos, Parashat VaYerá, punto 239
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Si queremos comenzar a avanzar a partir de nuestro presente estado, ampliar nuestra realidad, saber dónde estamos y para qué, debemos ocuparnos sólo de lo que se encuentra en nuestro interior – el deseo. Profundamente dentro, se encuentra el deseo y él es el que activa todas nuestras vasijas de recepción, así como el intelecto y el pensamiento.
A veces nos encontramos en un estado en el que pareciera que no vemos al mundo, caminamos dentro de nosotros mismos, aislados, no ponemos atención a lo que sucede en nuestro alrededor. ¿Qué nos sucede? Nuestro deseo está desconectado, como inconsciente. A veces nuestro deseo es tan grande, que nos provoca realmente devorar con los ojos todo el mundo, y a veces nuestro deseo se apaga.
¿Por qué envejece la gente? Porque ya no desean captar el mundo. Es difícil para ellos, y como resultado de ello, el cuerpo deja de funcionar. La verdad es que ya a partir de la mitad de nuestra vida comenzamos a decaer, a morir gradualmente. Es nuestro deseo el que se desvanece y pierde fuerza de avanzar, no el cuerpo. Aquellos que comienzan a desarrollarse espiritualmente, reciben energía y deseo de avanzar, y se sienten como niños – siempre llenos de deseos, se levantan cada día con fuerzas renovadas.
El deseo es el que despierta en nosotros las necesidades y determina lo que veremos o no veremos en nuestro entorno. Por ejemplo, una persona que se convierte en padre, comienza a poner atención a la presencia de negocios de productos para pequeños en todas las esquinas. Estos negocios ya estaban allí antes, por supuesto, pero al no tener necesidad de ellos, la persona no notó su existencia realmente.
Naturalmente, nuestro deseo es egoísta y nos dirige a captar sólo lo que es bueno para nosotros (o lo que puede ser nocivo). Cuanto más se desarrolla el ego, y con éste el cerebro, comprendemos más, captamos más, dominamos más, y de acuerdo a esto se expande la percepción de nuestra realidad.
Pero no importa cuánto se expanda, al final de cuentas, esta percepción es muy limitada, ya que depende, en definitiva, de los cinco sentidos que nos dan la sensación de la vida corporal. Nuestro cuerpo no es distinto al de los animales, y por eso, esta percepción se define como percepción de grado animal.
¿Cómo podemos captar la realidad más amplia, que no está limitada por nuestro ego? De esto, precisamente, se ocupa el Libro del Zóhar – de la percepción de la realidad a nivel humano.
Lo que nosotros captamos ahora por medio de nuestro deseo, nuestra memoria y nuestros cinco sentidos, se llama “este mundo”. Dado a que el deseo y la memoria son únicamente nuestros, estamos limitados como células aisladas. Para poder sentir la realidad completa, el campo de información superior, debemos conectarnos a los deseos de los demás, que supuestamente se encuentran “fuera de nosotros”, pero en realidad, son partes nuestras. En otras palabras, para captar la realidad verdadera debemos cambiar el deseo – pasar de nuestro deseo interno-egoísta al deseo externo.
Y respecto a la ley “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” – no se trata de una ley moral que viene a exigirnos amar a alguien, sino que es un simple medio que con su ayuda unimos a nosotros toda la realidad.
Generalmente, amamos a alguien específico, a un segundo lo amamos menos y a un tercero lo odiamos – esta actitud proviene de la sensación de que ellos están fuera de nosotros – pero cuando logramos conectar a nosotros a todas esas partes, nos convertimos en integrales y sentimos la verdadera realidad.
¿Por qué hemos sido creados de esta forma, de estar desconectados de la verdadera realidad? Para que nosotros mismos unamos, lentamente, todas nuestras partes. En este proceso aprendemos leyes y fenómenos que se encuentran dentro de la verdadera realidad, y a través de eso nos vamos asemejando al Creador.
Esta idea fue expresada por Baal HaSulam con estas palabras:
Y no te falta nada, sino juntar todos esos órganos flácidos que se han aflojado de tu alma, y fundirlos en un solo cuerpo. Y en ese cuerpo completo residirá Dios, Su Divinidad en su interior, constantemente y sin cesar. Y la emanación de tanta sabiduría, y los ríos superiores de luz, serán como un manantial que no cesa. Y cada sitio en el que poses tus ojos, será bendecido.
Baal HaSulam, Carta nº 4
Es muy importante el que tengamos la percepción correcta de la realidad. No se trata de otro tema teorético que viene a proveernos de una sabrosa infor- mación para conversaciones de sala. Lo que vemos, no es más que la copia de nuestras características interiores. El Baal Shem Tov (Rabí Israel Ben Eliezer) hablaba mucho sobre el mundo como un espejo del hombre:
«Quien ve algún mal en su compañero, es como quien se mira al espejo. Si su cara está sucia, así la ve también al espejo. Y si su cara está limpia, no verá en el espejo ningún defecto. Así como es, así lo ve. Y esto es “Ama a tu prójimo como a ti mismo.» [2]
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«La ley de hierro para todo sabio de la Cabalá es: “todo lo que no está a nuestro alcance, no podremos definirlo por nombre o palabra alguna”.
Baal HaSulam, Artículo “La esencia de la Sabiduría de la Cabalá”
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La percepción de la realidad es un tema que enfatiza bien la diferencia entre la sabiduría de la Cabalá y la filosofía, la religión y la ciencia.
La sabiduría de la Cabalá es un método de estudio práctico que conduce al hombre, paso a paso, a lo largo de su desarrollo personal. Al igual que cualquier otro método científico, la Cabalá le demuestra al investigador qué debe realizar, qué resultados debe recibir y también le explica las razones de ello. No se ocupa en absoluto de descripciones de estados teoréticos, estados que el hombre no podrá realizar por sus propios medios, de hecho y con plena consciencia.
Las maneras de conocer la realidad están divididas en la “Introducción al Libro del Zóhar” [3] en cuatro grados: materia, forma en la materia, forma abstracta y esencia. También están definidos los límites entre los cuales podrá uno percibir la realidad de forma correcta – la percepción en la materia y en la forma vestida en la materia.
Los discernimientos respecto a la forma abstracta y la esencia no se pueden captar de forma clara y controlada, y por eso el Zóhar no se ocupa de ellas en absoluto. Sin embargo, la filosofía sí discute la forma abstracta, y la religión se ocupa de la esencia. La sabiduría de la Cabalá se diferencia, entonces, de la filosofía y la religión, de forma absoluta al ocuparse únicamente de lo que puede ser alcanzado de manera real-científica [4].
¿Y qué tienen en común la Cabalá y la ciencia? Hay similitud y hay diferencia. La similitud está en que uno no se imagina lo que entra al deseo, sino que lo investiga. La diferencia está en el tipo de deseo: la ciencia terrenal, la ciencia de este mudo, investiga lo que entra al deseo interior-egoísta, mientras que la sabiduría de la Cabalá investiga lo que entra al deseo exterior.
En la Cabalá, la investigación comienza solamente después que uno se une a los deseos de los demás. La sabiduría de la Cabalá se conoce también como la sabiduría de la verdad, por investigar la verdadera realidad y no la ficticia, la cual depende y es limitada por medio de nuestro deseo.
En la ciencia terrenal, puede haber una persona que es muy cruel y a la par el científico más grande, mientras que en la Cabalá la investigación depende en la medida en la que vamos cambiando. Cuanto más logremos salir del amor propio al amor al prójimo, más lograremos investigar lo que se encuentra por fuera de nosotros.
No se puede diferenciar entre nuestra corrección y el logro de la sabiduría, y sólo en la medida en la que la persona logre corregirse, así captará toda la realidad. Los 125 peldaños del alcance espiritual son, en realidad, 125 peldaños de corrección del contacto entre uno y los demás.
Esta puede ser una persona que no sabe ni leer ni escribir o un brillante científico, un completo tonto o un gran licenciado – esto no es realmente relevante– sólo la persona que se corrige en relación al prójimo, es quien se convierte en verdaderamente sabio. Y no es que no se necesita intelecto para la sabiduría de la Cabalá, pero se trata de otro tipo de intelecto, uno que es conseguido como resultado de la corrección del deseo.
Para percibir la verdadera realidad, el mundo de la verdad, debemos salir de nosotros mismos hacia afuera, y comenzar a conocer lo que realmente existe. Entonces descubriremos que la vida no depende del cuerpo humano, de sus sentidos, de su deseo egoísta interno o su memoria. La vida depende únicamente de la medida en la que uno añade a sí mismo, le atribuye a sí mismo, todo lo que se encuentra supuestamente por fuera de sí, los deseos ajenos.
Por medio del Libro del Zóhar, el cual nos suministra fuerzas para llevar a cabo la ley de la naturaleza que se llama “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, nosotros nos elevamos por encima de esta realidad ficticia, a una percepción verdadera del mundo. Y entonces, nuestro cuerpo terrenal puede morir y no nos molestará para continuar viviendo en el mundo real. Nuestra vida espiritual continúa, porque ya estamos viviendo en el mundo real. Nuestra vida espiritual continúa, porque ya estamos viviendo con un deseo mayor, y allí está en realidad nuestro “yo”.
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Ya se revelará en el mundo el tamaño del valor de la fuerza de deseo del hombre, y desde su escalón se sabrá cuán determinante es la realidad por medio de los secretos de la Torá. Este descubrimiento será la corona de toda la ciencia.
Rav Kuk, “Luces de la Santidad”, parte III, página 80
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