Recientemente la naturaleza nos ha enviado imponentes advertencias de su inmenso poder.
Dos serios terremotos –los más fuertes en décadas– sacudieron el sur de California días atrás. Una tormenta extrema de granizo golpeó México. Mientras tanto, Alaska experimentó temperaturas récord en verano y gran parte de Europa atravesó una ola de calor sin precedentes provocando incendios forestales y alertas sanitarias de emergencia.
Si bien los humanos nos sentimos impotentes ante estas adversidades, es precisamente en el nivel humano –el más grande e influyente dentro de todo el sistema de la naturaleza– donde es posible lograr un equilibrio en el planeta. ¿Cómo? Mejorando la calidad de las relaciones humanas. Tendría un impacto mucho más positivo sobre nuestro planeta que los acuerdos climáticos y las campañas ecológicas.
La retirada de Estados Unidos del Acuerdo Climático de París ha sido criticada por la comunidad internacional que sostiene que esa acción desoye la extrema urgencia de abordar el problema del cambio climático.
Pero estoy de acuerdo con el presidente Trump en que purificar el ecosistema no es el quid de la cuestión, aunque son muchos los que creen que esa puede ser la panacea. Se han asignado miles de millones de dólares para llevar a cabo medidas que no tendrán ningún efecto positivo en la ecología. Más bien, esos fondos deberían destinarse a una educación que nos ayude a establecer relaciones más armoniosas entre las personas: eso es lo que nos llevaría a un mundo mejor en todos los aspectos.
¿Cómo es posible que una mejora en las relaciones humanas pueda tener un efecto positivo en la ecología? Podremos entenderlo si observamos brevemente los cuatro niveles de la naturaleza: inerte, vegetal, animal y humano. Cada nivel inmediatamente superior es más poderoso que el anterior y controla el nivel que hay por debajo de él. Por lo tanto, que la naturaleza en su conjunto vire hacia un desarrollo positivo solo puede lograrse desde el nivel más desarrollado y significativo de todos: el nivel humano. Por el momento, los impactos humanos en el sistema son negativos, pero pueden transformarse en positivos. Debemos entender que modificar el sistema de la naturaleza no se lleva a cabo como comúnmente se piensa, esto es, con acciones para preservar el equilibrio ecológico, ya sea salvando árboles o ciertas especies animales, frenando la contaminación de los océanos o del aire, y otras tantas medidas que podríamos idear para tratar de ser más amables con el medio ambiente. Ninguna de estas acciones ayudará al medio ambiente porque no atacan la causa fundamental del problema.
¿Dónde está entonces la raíz del problema ecológico? El problema está en los seres humanos. Para ser más precisos, está en cómo nos relacionamos unos con otros.
Debido a nuestro inherente ego humano –nuestro deseo de beneficiarnos a costa de los demás– pasamos por encima de todos y de todo, incluida la naturaleza, con tal de beneficiarnos. Por lo tanto, si queremos llegar a un nuevo nivel de equilibrio ecológico, en lo único que debemos centrarnos es en reparar nuestras conexiones a nivel humano.
Incluso si mañana mismo toda la humanidad dejara de contaminar, dejara de quemar combustibles fósiles o evitara el uso de pesticidas, continuaríamos presenciando desastres naturales en todas partes porque, por encima de todos los niveles de la naturaleza, las relaciones humanas, que son el aspecto más influyente en la naturaleza, seguirían estando rotas. Nuestras relaciones –basadas en la explotación, la manipulación y el abuso entre personas– seguirán causando un efecto negativo en todos los niveles de la naturaleza. Seguirán creando un círculo de retroalimentación negativa que se volverá sobre nosotros como reacción de la naturaleza al factor humano.
Si, por el contrario, lográramos establecer unas conexiones emocionales positivas para lograr un equilibrio entre nosotros y la naturaleza, ¿tendríamos que poner en práctica paralelamente las medidas ecológicas que se nos recomiendan?
Puede sonar sorprendente, pero la respuesta es no. ¿Por qué? Porque la propia naturaleza, desde un nivel superior, se encargaría de equilibrar todos estos fenómenos. El principio es el siguiente: el nivel superior que rige la naturaleza es capaz de corregir todas las corrupciones de los niveles inferiores. En la sabiduría de la Cabalá, este principio es llamado “el amor cubre todas las transgresiones”.
Actualmente tenemos actitudes tóxicas hacia los demás: nos relacionamos sistemáticamente a través de un prisma egoísta –beneficio propio a expensas de los demás– y por eso no podemos reparar nada en los niveles inerte, vegetal o animal porque simplemente introducimos nuestra actitud egoísta en el sistema y eso regresa a nosotros en forma negativa. Centrarnos exclusivamente en el nivel humano –conseguir unas conexiones humanas positivas– activará el cambio más inmediato y dinámico: en cuanto demos un cambio a positivo en las relaciones humanas, inmediatamente los niveles más bajos de la naturaleza experimentarán los efectos beneficiosos.
¿Cuán rápido y hasta qué punto debemos activarnos para salvar al planeta y a nosotros mismos? ¿Necesitamos todos alcanzar unas relaciones armoniosas de inmediato? ¿O basta con que tengamos una inclinación hacia las conexiones positivas? Con solamente empezar a moverme hacia la meta de “ama a los demás como a ti mismo”, por muy inalcanzable que parezca, tan solo dando el primer paso hacia ello, ya estoy propiciando un cambio en todo el sistema de la naturaleza. ¿Por qué? Porque mi actitud ha cambiado.
Si cambio mi actitud hacia la naturaleza, es decir, si deseo relacionarme global e integralmente con ella, como con un sistema unitario, con una actitud de atención y preocupación, entonces, aunque parezca que solo estoy fomentando esa nueva dirección, también estoy activando todo el sistema y dirigiéndolo hacia la unificación positiva. No se nos pide más que eso.
Solo tenemos que ocuparnos de las relaciones humanas. Los niveles inferiores de la naturaleza se ajustarán y se equilibrarán junto con nosotros cuando armonicemos las conexiones entre seres humanos. En suma, lo único que necesitamos es una educación y unas influencias que nos lleven a lograr unas conexiones humanas positivas. Y de ese modo podremos disfrutar de una vida en armonía con todo el sistema de la naturaleza.
Artículo de Michael Laitman.
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