Paz en el mundo
“El amor y la verdad se han dado cita; justicia y paz se abrazan. La verdad brotará de la tierra y de los cielos se asomará la justicia. El Señor mismo dará la dicha y nuestra tierra su cosecha dará”. (Salmos 85,11)
Todo es evaluado no de acuerdo con lo que parece en cierto momento, sino por su grado de desarrollo.
Todo lo que hay en la realidad, lo bueno, lo malo y aún lo más pernicioso en el mundo tiene derecho a existir. Esto significa que no debe ser destruido por ningún medio. Nuestra tarea es simplemente corregirlo y retornarlo a la Fuente.
Es suficiente con echar una mirada atenta al proceso de la Creación para darse cuenta de la grandeza y la perfección del acto y de Aquel que lo realiza. Por lo tanto, debemos comprender y ser sumamente cuidadosos en despreciar cualquier parte de la Creación y decir que es superflua e innecesaria. Porque es una calumnia respecto del acto de la Creación.
Sin embargo, es bien conocido que el Creador no completó la Creación en el momento de su formación. Vemos que nuestra realidad está gobernada por las leyes del desarrollo gradual, que se inicia en la etapa que precede a la concepción y continúa hasta que finaliza el crecimiento. Por este motivo no percibimos que el sabor amargo de una fruta sea un defecto en el comienzo de su crecimiento.
Lo mismo es aplicable a los otros elementos de la realidad: si algo parece malo y perjudicial, sólo significa que este elemento se encuentra en una etapa de transición en su desarrollo. Por lo tanto no tenemos derecho de definirlo como malo y desecharlo, ya que es poco sensato.
Quienes «corrigen el mundo» se equivocan.
Esta conclusión nos permite entender que las personas que han tratado de «corregir el mundo» en cada generación, perciben erróneamente al hombre como una máquina que no funciona de manera apropiada y requiere una mejora, es decir, reemplazar las partes defectuosas por otras mejores.
Todos sus esfuerzos estuvieron enfocados a destruir el mal que existe en la raza humana. A decir verdad, si el Creador no se hubiera opuesto a ellos, seguramente habrían tenido éxito en «cernir a la Humanidad a través de un cernidor» y dejar en ella sólo lo bueno y útil.
Sin embargo, el Creador tiene el máximo cuidado con cada partícula diminuta de Su Creación, impidiendo que alguien destruya algo en Su dominio. De acuerdo con esto, todos los “correctores” desaparecerán, mientras que el mal permanecerá en el mundo. Éste existe y cuenta las etapas en el desarrollo de cada elemento de la Creación hasta que alcanza su estado final.
Entonces las malas propiedades se convertirán en buenas y útiles, de la forma que el Creador las concibió inicialmente. Esto se asemeja a una fruta colgando de la rama del árbol durante días y meses, hasta que madura para que cada persona descubra su sabor y su fragancia.
Acelerando la corrección de la naturaleza
Sin embargo, la mencionada ley de desarrollo se extiende a toda la realidad y garantiza la transformación de todos los actos malos en buenos y útiles sin preguntar la opinión de la gente. Al mismo tiempo, el Creador dotó al hombre con poder y le permitió controlar esta ley acelerando el proceso de desarrollo por su propia voluntad, libremente y sin importar que el tiempo fluya.
Se desprende que hay dos clases de poder actuando en el proceso antes mencionado:
El «Poder Celestial» que garantiza que todo lo malo y dañino se convierta en bueno y útil. Sin embargo, esto ocurrirá «a su debido tiempo», en forma lenta y dolorosa, ya que el «objeto en desarrollo» atraviesa terribles sufrimientos, aplastado implacablemente por la aplanadora de la evolución.
El «Poder Terrenal» que representa a las personas, que tomaron el control sobre la mencionada ley de desarrollo, que pueden liberarse de las ataduras del tiempo. Estas aceleran en forma considerable el proceso para alcanzar la etapa final. En otras palabras, completan su propia evolución y corrección.
Si lo merecen, serán capaces de tomar la ley de desarrollo en sus propias manos. Esta ley está destinada a transformar sus propiedades negativas en otras positivas. Esto significa que deben empezar a trabajar con sus propiedades negativas y corregirlas. Esto los liberará de los límites del tiempo, y el logro del más alto nivel de desarrollo sólo dependerá de su propio deseo, es decir, de la calidad de sus acciones y pensamientos. De esta manera acelerarán el proceso para alcanzar la etapa final.
Aún si no merecen controlar el desarrollo de sus propiedades negativas y las dejan en manos de la Providencia, la corrección final y la redención todavía les están garantizadas. En este caso el proceso será completado a término y condicionado al tiempo.
De acuerdo con la ley del desarrollo gradual, el proceso de corrección debe incluir muchos niveles diferentes. Es un proceso lento, difícil y sumamente largo. Debido a que los «objetos en desarrollo» en cuestión viven y sienten, en consecuencia, mientras avanzan a través de las etapas son obligados a experimentar sufrimientos enormes y horribles. El poder que compele a la persona a pasar de un nivel al siguiente es nada más que la fuerza de la angustia y el dolor. Los sufrimientos se acumulan en el nivel inferior y llegan a un grado tan insoportable que la persona es obligada a abandonarlo y elevarse hasta el nivel superior.
Tal es el final garantizado basado en la ley del desarrollo gradual y el desarrollo dependiente del tiempo, «a su debido tiempo». El completamiento del proceso es inevitable, porque la persona está destinada a tomar el desarrollo de sus propiedades en sus propias manos (esto es llamado «Me apuraré»).
El bien y el mal son evaluados de acuerdo con las acciones de un individuo respecto de la sociedad.
Antes de empezar a investigar la corrección del mal en la raza humana, debemos determinar primero el valor de nociones abstractas tales como “bien” y “mal”. En otras palabras, mientras analizamos las acciones o propiedades de bien y mal, debemos aclarar con respecto a quiénes pueden ser considerados como tales. Comprender que se debe conocer el valor relativo de lo particular en comparación con el todo, es decir, del individuo con respecto a la sociedad en la que vive y de la cual recibe tanto el sustento material como espiritual.
La realidad demuestra claramente que un individuo no tiene derecho a existir si se aísla de la sociedad, que le serviría y satisfaría sus necesidades. De esto sigue que el hombre fue inicialmente creado para vivir dentro de una sociedad. Cada individuo es como un pequeño engranaje dentro de un mecanismo. Ningún engranaje individual tiene libertad de movimiento. Está implicado en el movimiento general de todos los engranajes en una cierta dirección para que todo el mecanismo pueda completar la tarea asignada. Si uno de los engranajes se rompe, no es considerado como el daño de un engranaje particular. Es estimado desde el punto de vista de su rol en el mecanismo total.
De manera similar, el valor de cada individuo en la sociedad está determinado no por lo bueno que es en sí mismo, sino en la medida de su contribución a la sociedad como un todo. Y viceversa, no evaluamos el grado de mal de cada individuo. En cambio estimamos el daño que causa a su sociedad.
Resulta claro como el mediodía, tanto desde el punto de vista de la verdad como de la bondad, porque el todo contiene sólo aquello que está presente en lo particular y el beneficio de la sociedad es el beneficio de cada individuo. Quien causa daño a la sociedad se daña a sí mismo. Quien beneficia a la sociedad recibe su parte, ya que lo particular siempre forma parte de la totalidad. El valor del todo es la suma total de sus partes.
De esto se desprende que la sociedad y el individuo son uno y lo mismo. No hay nada negativo en el hecho de que un individuo esté subordinado a la sociedad, porque la libertad del individuo y la de la sociedad son una misma cosa. Las propiedades y acciones del bien o el mal únicamente son estimadas de acuerdo con su utilidad a la sociedad.
Huelga decir que lo mencionado anteriormente sólo se refiere a los individuos que cumplen con su deber en la sociedad, reciben mucho más de lo que necesitan y no se apropian de la parte de sus compañeros. Sin embargo, si ciertos miembros de la sociedad actúan en forma diferente, causan daño tanto a la sociedad como a sí mismos.
Todo lo mencionado anteriormente sólo subraya el punto débil que requiere corrección. De esta manera cada uno puede comprender que su beneficio personal y el beneficio de la sociedad son la misma cosa y de esta manera el mundo alcanzará su corrección completa.
Cuatro categorías: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz con respecto al individuo y a la sociedad
Ahora que hemos descubierto el significado verdadero de la bondad, debemos examinar de cerca los medios a nuestra disposición para alcanzar más rápidamente la felicidad.
Tenemos a nuestra disposición cuatro categorías para lograr este fin: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz. Todos aquellos que han tratado de corregir el mundo utilizaron estas categorías. Mejor dicho, la Humanidad se ha desarrollado hasta hoy dentro de estas cuatro categorías, la Providencia Divina ha conducido a las personas a su estado actual.
Como hemos dicho anteriormente, posiblemente lo mejor que podemos hacer sea tomar la ley del desarrollo bajo nuestro control. Nos liberaremos entonces de los sufrimientos que la historia nos depara para nuestro futuro.
De acuerdo con esto, vamos a investigar y analizar estas cuatro categorías para comprender qué nos han proporcionado hasta ahora y hallar en consecuencia qué ayuda podemos recibir de ellas en el futuro.
Dificultades prácticas para establecer la «verdad»
Cuando revisamos “teóricamente” las propiedades positivas, naturalmente no tenemos nada mejor que la “Verdad”. La Bondad, que hemos definido anteriormente, toma en consideración la interdependencia entre el individuo y la sociedad, cuando uno otorga y funciona apropiadamente dentro de ésta, recibe su parte correspondiente, no es nada más que «Verdad». Está siempre en demanda, porque en la práctica esta cualidad no es aceptada por la sociedad. En la práctica esta falta de Verdad está predeterminada por esta. Hay cierta imperfección o factor, que impide a la sociedad aceptarla, y debemos descubrir cuál es. Si investigamos profundamente el significado práctico de la Verdad, descubriremos sin duda que es oscuro y sumamente difícil de visualizar.
La verdad nos obliga a equiparar a todos los individuos en la sociedad, para que cada uno reciba su parte de acuerdo con su esfuerzo, nada más ni nada menos. Ésta es la única base legítima que no plantea ninguna duda. Obviamente, las acciones de la persona que quiere beneficiarse con el esfuerzo de otra contradicen tanto el sentido común como la categoría de la Verdad.
¿Pero cómo podemos imaginar y comprender esta categoría para que sea aceptada por la sociedad? Por ejemplo, si obligamos a que todo el mundo trabaje igual número de horas, la categoría de Verdad todavía permanecería oculta de nosotros. Además, descubriremos la mentira manifiesta respecto del estado físico y moral del trabajador.
Muy naturalmente, todos nosotros no podemos trabajar equitativamente. Siempre habrá alguien, que debido a su debilidad realiza en una hora un esfuerzo mayor que su compañero en dos horas o más.
También existe un problema psicológico, porque la persona lenta emplea más energía en una hora que aquella otra que trabaja durante dos horas. Desde el punto de vista de la Verdad absoluta no podemos obligar a una parte de la sociedad a trabajar para proveer las necesidades vitales más que a la otra.
En la práctica sucede que los miembros fuertes y emprendedores de la sociedad se benefician de los esfuerzos de otras personas y por lo tanto los explotan con mala intención, lo cual indudablemente contradice la categoría de la Verdad. Comparado con los miembros débiles y lentos de la sociedad, ellos mismos hacen muy poco esfuerzo.
Si tenemos en cuenta el derecho natural de «seguir a la mayoría», veremos que esa clase de Verdad basada en el número real de horas de trabajo es completamente irreal e imposible de implementar. La voluntad débil y lenta siempre representa la mayor parte de la sociedad y nunca permitirá que la minoría poderosa e industriosa disfrute de los frutos de su trabajo.
Entonces resulta claro que el principio basado en los esfuerzos individuales es totalmente impracticable. Se desprende que la categoría de la Verdad no puede ser el factor clave que determine el desarrollo del individuo y de la sociedad. Éste carece de algo que pueda proveer las condiciones de vida en el mundo totalmente corregido.
Más aún, nos encontramos con dificultades incluso más grandes viendo que no hay Verdad más clara que en la naturaleza. Cada persona muy naturalmente siente que es la única regla en el mundo del Creador. Está muy seguro de que todo y todos fueron creados con el único propósito de hacer le la vida más fácil y más cómoda. Por eso no siente obligación de dar algo a cambio.
Francamente hablando, la naturaleza de dada uno es usar la vida de todas las criaturas del mundo para el propio beneficio. Todo lo que la persona le da a su vecino solo es realizado forzadamente, bajo coacción. Pero aún así obtiene ventaja de su prójimo. Simplemente recurre a la astucia para que otra persona lo deje obtener lo que quiere.
Esto quiere decir que la naturaleza de cada rama está estrechamente relacionada con su raíz. Debido a que el alma del hombre emana del Creador Uno y Único, la persona siente que todas las criaturas del mundo fueron creadas para servirlo y deben someterse a su regla. Esta ley es indisputable e inviolable.
Las personas sólo difieren por las elecciones que realizan. Unos deciden usar la Creación para recibir los placeres más básicos, otros anhelan el poder y los terceros buscan honor y respeto. Además, a menos que les costara mucho, todos estarían de acuerdo en usar el mundo para conseguir todo eso junto: la riqueza, el poder y el reconocimiento. Sin embargo, la persona es forzada a realizar su elección de acuerdo con sus habilidades.
Esta ley puede ser llamada la «ley de la singularidad»; está grabada en el corazón del hombre. Posiblemente nadie puede escapar de su influencia; todos reciben su parte, el grande de acuerdo con su grandeza, el pequeño de acuerdo con su pequeñez. Esta ley no es ni buena ni mala; representa la realidad de la naturaleza y tiene derecho de existir como cualquier otra parte de la Creación. No existe la mínima esperanza de revocar o aún mitigarla ligeramente, ya que no hay chance de destruir la totalidad de la raza humana. De acuerdo con esto, no actuaremos contra nuestra conciencia diciendo que esta ley representa la «verdad absoluta».
¿Cómo podemos convencer a un individuo prometiéndole absoluta igualdad entre todos los miembros de la sociedad, cuando todo a lo que naturalmente aspira es a elevarse por encima de la sociedad? Después de todo lo que ha sido dicho, no cabe duda de que nada en la naturaleza del hombre puede estar más opuesto a esto.
Ahora entendemos que es absolutamente irreal que el individuo o a la sociedad sean felices de acuerdo con la categoría de la Verdad, para que todos estén completamente de acuerdo con ella, como debe ocurrir en el estado de Corrección Final.
El uso de otras categorías en lugar de la categoría de la Verdad
Estudiemos ahora las tres categorías restantes: Misericordia, Justicia y Paz. A primera vista, inicialmente no fueron creadas para soportar la Verdad, que es muy débil y frágil en nuestro mundo. A partir de este punto la historia comenzó su movimiento lento y gradual hacia la organización de la vida de la sociedad.
En teoría todos los miembros de la sociedad aceptaron incondicionalmente la regla de la Verdad, pero en la práctica se opusieron a ésta violando el acuerdo. La Verdad ha estado destinada a ser usada por las personas más embusteras desde entonces. No se encuentra entre los débiles y los justos, porque ellos la usarían aún en pequeña medida.
En tanto no podían conducirse de acuerdo con la categoría de la Verdad, el número de débiles y explotados creció. Esto condujo al desarrollo de categorías tales como la Misericordia y la Justicia, porque el fundamento de la existencia de la sociedad obliga al fuerte y afortunado a ayudar al débil y miserable para no dañar a la sociedad como un todo.
Sin embargo la naturaleza de las cosas es tal que, en estas condiciones, el número de los débiles y miserables crece tanto que empiezan a amenazar a los fuertes, lo que conduce en consecuencia a discordias y choques. Esto sirvió como razón para la aparición de la categoría de la Paz en el mundo. Así que todas estas categorías: Misericordia, Justicia y Paz se originaron y desarrollaron debido a la debilidad de la Verdad.
Esto llevó a la separación de la sociedad en grupos. Algunos de ellos adoptaron la categoría de la Misericordia y la Compasión, esto es, donando parte de su propia propiedad a los menos afortunados; otros adoptaron la categoría de la Verdad, esto es, aceptaron el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo «.
Hablando claramente, estos dos grupos pueden ser categorizados como «constructores» y «destructores». Los constructores son aquellos que se preocupan por el bienestar de la sociedad y por ello están dispuestos a compartir su propiedad con otros. Aquellos que son naturalmente propensos a la destrucción encuentran mucho más conveniente la categoría de la Verdad (es decir, el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo»). No estando preparados en absoluto para sacrificar nada por los demás, tales personas prefieren proteger su propiedad aún si amenaza la existencia de la sociedad.
Esperanza de paz
Cuando las condiciones externas colocaron en oposición a estos dos grupos y los dejaron al borde de la ruina, aparecieron en la sociedad los «constructores de la paz». Estas personas rechazaron el poder de la agresión y ofrecieron principios nuevos y justos (desde su punto de vista) para la coexistencia dentro de la sociedad.
Sin embargo, como regla estos «constructores de la paz» se originan en la categoría de los «destructores», partidarios de la Verdad y del principio «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo». Esto se debe a que siendo fuertes y emprendedores sacrificarán sus propias vidas y la vida de la sociedad si ésta no coincide con sus opiniones.
Al mismo tiempo los «constructores» compasivos y misericordiosos, que creen que su vida y la vida de la sociedad están por encima de todo, no están listos para colocarse a sí mismos y a la sociedad en peligro para forzar a la sociedad a que coincida con su opinión. Ellos son la parte débil de la sociedad usualmente aludida como cobarde y pobre de corazón. Es lógico que el valiente que está preparado para tomar riesgos gana siempre, por lo tanto se trata de algo natural que los «constructores de la paz» tengan su origen en el medio de los «destructores».
A partir de lo dicho anteriormente queda claro que la esperanza de paz a la que aspira nuestra generación con tanta impaciencia, es inútil tanto en relación con el «sujeto» como con el «objeto».
Los «constructores de la paz» de cada generación son sujetos, es decir personas que se supone establecen la paz en el mundo. Debido a que están hechos del material humano llamado «destructores», adhieren a la Verdad, es decir, viven de acuerdo con el principio «Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo».
Naturalmente, estas personas defienden su opinión con tal fervor que están preparados para poner en peligro su propia vida y la de la sociedad. Esto les proporciona fuerza suficiente como para prevalecer sobre los «constructores», adherentes de la Misericordia y la Compasión, quienes en su cobardía están listos para compartir sus posesiones con otros con tal de preservar la paz.
Esto da como resultado que las demandas por la paz y la destrucción del mundo son las mismas, mientras que la necesidad de Misericordia y la construcción de la Paz también son idénticas. Por eso es imposible esperar que los destructores establezcan la paz.
La esperanza de paz es completamente infundada respecto del «objeto» (es decir, las condiciones para la existencia de la paz), porque las condiciones para que una persona viva feliz todavía no han sido creadas de acuerdo con la categoría de la Verdad. Siempre es y será una parte no muy numerosa pero importante de la sociedad la que está insatisfecha con las condiciones actuales. Siempre son material dispuesto para nuevos constructores de la paz, cuyas generaciones se reemplazarán infinitamente unas a otras.
Paz para una sociedad particular y paz para el mundo entero
No nos debe sorprender el hecho de que mezcle las nociones de paz en una sociedad particular y paz en el mundo entero, ya que en realidad hemos llegado al nivel en el que todo el mundo puede ser considerado como un pueblo, una sociedad. En otras palabras, en tanto cada persona es sostenida por toda la especie humana, está obligada a servirle y cuidar del bienestar del mundo entero.
Ya hemos demostrado la dependencia del individuo respecto de la sociedad comparándolo con un pequeño engranaje en una inmensa máquina. Por lo tanto, resulta que el bienestar individual y el social son la misma cosa. Sin embargo lo opuesto también es verdad. En la medida que la persona se preocupa por su propio bienestar, ciertamente se preocupa por el bienestar de la sociedad.
¿Cuál es el alcance de esta sociedad? Está determinado por el espacio en el que un individuo recibe lo que necesita. Por ejemplo, en la historia antigua este espacio estaba limitado al círculo familiar. En otras palabras, la persona no necesitaba ninguna otra ayuda sino que era provista por los miembros de la familia. Por consiguiente, no tenía que depender de nadie más que de su propia familia.
En una época posterior, cuando las familias se asociaron para instalarse en pequeños pueblos y ciudades, la persona se hizo dependiente de su municipio. Más tarde, cuando los poblados y las ciudades se fusionaron en países, empezó a depender de los ciudadanos de su país.
En nuestra generación también el bienestar de cada individuo es provisto por prácticamente todos los países del mundo. Asemejándose a un pequeño engranaje en un mecanismo enorme, la persona depende del mundo entero.
De acuerdo con esto, la posibilidad de establecer pacíficamente un orden bueno y feliz en un país particular es inimaginable. No hay forma de hacer esto antes de que sea obtenido en cada país del mundo, y vice versa. Debido a que hoy los países ya están conectados para proveerse unos a otros para las necesidades de la vida, no tiene sentido hablar sólo de las formas de establecer la paz dentro de un país o nación. Estas formas deben ser buscadas para el mundo entero.
Aunque es sabido y adecuadamente sentido, la humanidad misma no se da cuenta en absoluto de ello. ¿Por qué es así? Porque de acuerdo con el proceso de desarrollo en la naturaleza, una acción siempre precede a la comprensión del fenómeno. Sólo la realidad demostrará todo e impulsará a la especie humana hacia adelante.
En realidad las cuatro categorías se contradicen entre sí
Las cuatro categorías mencionadas: Misericordia y Verdad, Justicia y Paz inherentes a cada uno de nosotros y ocultas de las otras personas se separan en la naturaleza del hombre como resultado tanto del desarrollo cuanto de la educación y se contradicen entre sí. Entonces, si tomamos por ejemplo la categoría de la Misericordia en su forma abstracta, descubriremos que su poder suprime todas las otras categorías. Es decir que de acuerdo con las leyes de la Misericordia, las otras categorías no tienen cabida en nuestro mundo.
La Misericordia constituye la condición «lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo». A menos que la Humanidad actúe de acuerdo con esta categoría, toda la magnificencia y el valor de la Verdad y la Paz resultarán vanos. Si cada uno estuviera preparado para dar todo lo que tiene a su prójimo sin recibir nada a cambio, el factor que fuerza a la persona a mentirle a su compañero desaparecería.
Debido a que la Verdad y la Mentira son interdependientes, en principio seríamos incapaces de decir algo acerca de la categoría de la Verdad. A menos que hubiera “falsedad” en el mundo, no existiría una noción como “Verdad”, sin mencionar que también desaparecerían las otras categorías que surgieron para sostener la Verdad.
En realidad el principio definido como «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo» contradice la categoría de Misericordia y no puede tolerarla ya que, desde el punto de vista de la Verdad, el principio » trabajar y ayudar a tu prójimo » está equivocado, porque corrompe a la persona, enseñándole a explotar a otros. Además, la Verdad sostiene que todos deben ser salvados de los malos tiempos para no convertirse en una carga para alguien cuando los tiempos se hacen difíciles.
Por otra parte, no hay nadie que no tenga parientes o herederos de sus bienes, quienes de acuerdo con el principio de la Verdad tienen derecho prioritario antes que todos los demás. Así se desprende naturalmente que la persona que distribuye su propiedad entre otras personas queda como un mentiroso frente a sus relaciones y herederos si no les deja nada.
La Paz y la Justicia también se contradicen entre sí, porque para que se establezca la paz en la sociedad deben cubrirse cierto número de condiciones. Ellas permitirían que las personas inteligentes e industriosas se hagan ricas, mientras que las perezosas y poco prácticas permanecerían pobres. Por lo tanto, la persona trabajadora recibiría su propia parte y la del perezoso. Estaría disfrutando de la buena vida, hasta que el perezoso se convirtiera en un mendigo.
Por supuesto que no es justo castigar a las personas ociosas e imprácticas tan severamente, porque no robaron nada a nadie. ¿Qué crimen cometieron estas personas miserables, si la Providencia Divina no las dotó con rapidez e inteligencia? ¿Deben ser castigados y sujetos a un sufrimiento que es peor que la muerte? Entonces, si la Justicia es una condición para establecer la Paz, la Paz es contraria a la Justicia.
La Justicia también contradice a la Paz, porque si el orden de división de la propiedad se corresponde con el principio de Justicia (es decir, dar objetos de valor considerables a personas ociosas e imprácticas). Huelga decir que los fuertes e industriosos no descansarán hasta que revoquen esta práctica que domina al fuerte y permite que el débil los explote. Por lo tanto no hay esperanza para la paz en la sociedad, porque la Justicia es opuesta a la Paz.
La propiedad de Singularidad en el egoísmo conduce a la destrucción y el exterminio
Podemos ver claramente cómo nuestras propiedades chocan y luchan una contra otra no sólo entre grupos de personas sino también en el interior de la persona. Las cuatro categorías rigen sobre la persona en forma simultánea y alternativa, y libran una guerra tal que el sentido común no puede establecer orden y armonía entre ellas.
A decir verdad, el origen de todas nuestras confusiones no es sino la propiedad de la «singularidad» presente en cada uno de nosotros.
Aunque sabemos que esta propiedad magnífica y exaltada nos fue dada por el Creador (la fuente de toda la Creación), cuando este sentimiento de singularidad se asocia con nuestro egoísmo estrecho, se convierte en destructor. Es la fuente de todas las desgracias en el mundo, tanto pasadas como futuras. Está dicho que no hay nadie en el mundo que esté libre de esta propiedad. Todas las diferencias entre las personas solo están determinada por la manera en que es usada: para ganar poder, estima, etcétera.
Sin embargo, hay algo en común entre todas las criaturas: cada uno de nosotros aspira a utilizar a los demás para su propio beneficio, usando todos los medios disponibles e ignorando el hecho de que construye su propia felicidad destruyendo la de su prójimo.
Es irrelevante cómo justifica cada uno sus acciones, porque «nuestros deseos controlan nuestros pensamientos» y no viceversa. Además, cuanto más grande y más importante es la persona, más siente su singularidad.
El uso de la singularidad como medio para el desarrollo del individuo y la sociedad. Ahora tratemos de comprender cuáles son las condiciones que serán aceptadas por toda la Humanidad cuando la paz prevalezca en el mundo, cuál es el poder positivo de estas condiciones que proveerán una vida feliz al individuo y a la sociedad. Además, trataremos de encontrar cómo es realmente esta preparación de la especie humana para cubrir todas las condiciones especiales.
Pero primero regresemos al sentimiento de singularidad en el corazón de cada persona, que despierta el deseo de aprovecharse de todo y de todos para el propio bien. La raíz de esta sensación proviene de la singularidad del Creador y se extiende a Sus ramas, las personas. Aquí surge una pregunta que exige respuesta: ¿por qué esta sensación se revela en nosotros de manera tan perversa que deviene en una base de todo el daño y la destrucción en el mundo? Es imposible dejar sin responder esta pregunta.
El hecho es que la singularidad tiene dos lados. Si lo miramos del punto de vista del Creador, es decir, desde el punto de alcanzar la semejanza con Su singularidad, esto solo compele a “dar”, porque tal es la propiedad del Creador. No hay propiedad de recepción en Él, ya que no carece de nada y no necesita recibir nada de sus criaturas. Por lo tanto, la singularidad (continuación de la propiedad del Creador en nosotros) está destinada a ser realizada en nosotros en la forma de “otorgamiento”, altruismo y recepción no egoísta.
Por otro lado, desde el punto de vista de la acción práctica de esta propiedad en nosotros, encontramos que funciona de una manera totalmente opuesta. Se manifiesta como recepción egoísta, es decir, como el deseo de ser la persona más rica, la más fuerte y única en el mundo. Por lo tanto, estos dos lados están tan opuestos y alejados entre sí como el Este del Oeste.
Esto nos proporciona una respuesta a la pregunta anterior: ¿cómo la singularidad que emana del Creador, la Fuente de la vida en la Tierra se manifiesta, en nosotros como fuente de destrucción? Esto ocurre, porque usamos estos medios preciosos con una intención equivocada y opuesta, recibir para nosotros mismos.
La singularidad nunca actuará en nosotros como otorgamiento y altruismo. No podemos negar que entre nosotros hay personas en quienes la singularidad actúa en la forma de otorgamiento. Estas comparten su propiedad y logros con la sociedad.
Sin embargo, se trata de las dos caras de una misma moneda. Solamente hablan de dos aspectos del desarrollo de la Creación conduciendo a todo a la perfección. Empezando por la etapa que precede a la concepción, la Creación gradualmente asciende los niveles de desarrollo, uno tras otro, hasta que alcanza su máxima predestinación – la perfección eterna inicialmente predestinada.
El orden en el desarrollo de estos dos aspectos o puntos es como sigue: el primer punto constituye el origen de la evolución, el nivel más bajo, que se encuentra muy cerca de la inexistencia. Corresponde al segundo lado de la propiedad de singularidad. El segundo punto es un nivel predeterminado, que la Creación alcanzará y en el que descansará y permanecerá eternamente. Corresponde al primer lado de la propiedad de singularidad.
Sin embargo, el período en el que estamos viviendo es tan avanzado que este ascendió por sobre muchos niveles. Superó el nivel más bajo (el segundo lado de la singularidad) y se acercó claramente al primer lado. Por lo tanto, entre nosotros hay personas que usan su singularidad en la forma de otorgamiento. Hay pocos de ellos que hayan llegado tan lejos, porque nosotros todavía estamos en mitad de nuestro desarrollo.
Cuando alcancemos el punto más alto de la «escalera”, todos nosotros utilizaremos solamente nuestra singularidad en la forma de otorgamiento, y nadie jamás pensará en usarlo para la recepción egoísta.
De acuerdo con lo antedicho, hallamos la oportunidad de echar un vistazo a las condiciones de vida de la última generación, cuando la paz prevalezca en el mundo entero y la especie humana alcance el punto más alto del primer lado. Entonces utilizará su singularidad en la forma de otorgamiento.
Debemos copiar esta forma de existencia en una extensión tal que nos servirá como patrón y penetrará nuestra conciencia en medio de la agitación de nuestra vida.
Las condiciones de vida de la última generación
… Antes que nada, todos deben comprender apropiadamente y explicárselo a su círculo inmediato de relaciones que existe una interdependencia total entre la paz en la sociedad (que significa paz en el Estado) y la paz en el planeta. Mientras las leyes sociales no satisfagan a todos y mientras exista una minoría que esté insatisfecha con la forma en que es gobernado el Estado, tratará de desafiar la regla estatal y demandará un cambio de gobierno.
En caso de que esta minoría no sea lo suficientemente fuerte como para luchar abiertamente contra el régimen, hay una manera alternativa e indirecta de librarse de ella. Por ejemplo, dos estados pueden ser provocados y conducidos a la guerra, ya que muy naturalmente habrá muchas más personas insatisfechas durante la guerra. El disidente minoritario tendrá entonces una oportunidad de convertirse en una mayoría decisiva, de derrocar al gobierno y de organizar uno nuevo que sirva mejor a sus propias necesidades. Entonces la paz para un individuo se convierte en un factor que afecta en forma directa la paz en el Estado.
Además, si tenemos en cuenta la parte siempre presente de la sociedad, para la cual la guerra es un negocio y una esperanza para ascender en la carrera, es decir, militares profesionales y expertos en armamentos con mucha influencia y agreguémosle otra minoría insatisfecha con las leyes existentes, tendremos una mayoría incontenible siempre lista, que aspira a la guerra y al derramamiento de sangre.
Debido a que la Paz en el mundo y la Paz en un estado particular son interdependientes, incluso aquellos ciudadanos (inteligentes y emprendedores) que actualmente están satisfechos con el statu quo están interesados seriamente en su propia seguridad debido a la tensión que mantienen los elementos destructivos de la sociedad. Entonces si pudieran comprender el valor de la paz, seguramente estarían serían de adoptar el modo de vida de la última generación.
Sufrimiento versus placer mientras recibimos para uno mismo.
Si miramos de cerca el concepto anterior, veremos que todas las dificultades consisten en transformar nuestra naturaleza desde el deseo de recibir para nosotros mismos hacia el deseo de otorgar, ya que uno contradice al otro.
En presencia de esto el concepto parece completamente increíble. Sin embargo, si lo analizamos apropiadamente, comprenderemos que la contradicción entre la recepción egoísta y el otorgamiento no es nada más que un factor psicológico, porque en la práctica todas nuestras acciones son otorgamiento sin recibir ningún beneficio para nosotros mismos.
Aunque percibimos la recepción egoísta en diferentes formas, tales como la posesión de propiedad y todo lo que deleita al ojo, el corazón y el estómago, es definido con una palabra: «placer». Entonces la esencia de la recepción egoísta no es nada más que la voluntad de recibir placer.
Y ahora imagine lo siguiente: si una persona pudiera ver todos los placeres combinados que recibe durante sus 70 años y todos los sufrimientos amargos y las privaciones que le suceden, probablemente preferiría no haber nacido en absoluto.
Siendo esto así, ¿qué gana el hombre en nuestro mundo, si solo disfruta el veinte por ciento del placer, comparado con el ochenta por ciento de sufrimiento? Si comparamos uno con el otro, el resultado será sesenta por ciento de angustia sin ninguna compensación.
Sin embargo, todo lo antedicho es un cálculo personal que hacemos mientras trabajamos en nuestro propio beneficio. A escala global una persona da mucho más de lo que recibe para su existencia y placer. Disponiendo que nuestra intención cambie de recepción a otorgamiento, podremos ser capaces de recibir el deleite en su total medida sin sufrimiento interminable.
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