La Cabalá comparada con otras ciencias

El verdadero criterio del valor de las ciencias

El valor de cualquier ciencia en el mundo está determinado por el valor de su propósito. No existe una ciencia que no tenga un propósito. El valor de una ciencia está condicionado por su importancia, por la utilidad y ventaja que proporciona.

En consecuencia, si el valor de una ciencia se mide por el beneficio material que aporta, la desaparición de este beneficio en el futuro ciertamente degradaría el valor de la ciencia. Aunque una ciencia en sí misma tiene una considerable ventaja sobre su propósito, ya que siempre tiene una base superior, se le valora conforme a su propósito. Si el propósito es pasajero, entonces la ciencia desaparecerá junto con éste.

El valor de la Cabalá

Basado en lo antes mencionado, aclaremos la importancia de la ciencia de la Cabalá:

  • La Cabalá se dedica a comprender el gobierno de la Fuerza Superior sobre los seres creados y estudia cómo se establece el contacto de la persona con Ella. La ciencia, por lo tanto depende de la Fuerza Superior, el significado de lo cual es difícil sobreestimar. Por lo tanto, la Cabalá es también de inestimable valor para la humanidad;
  • Ya que el tema de la Cabalá es la existencia eterna, esta sabiduría es eterna; y
  • La persona que estudia Cabalá merece honor, porque el propósito de la Cabalá es estar en contacto con la Fuerza Superior (el mejor de todos los objetivos imaginables).

La razón del reducido número de cabalistas

La razón principal del número tan reducido de cabalistas es que cada principiante quiere llegar a dominar completamente esta sabiduría y revelar la Divina Providencia tan rápido como le sea posible. Ciertamente esto requiere de conocimiento, pero es imposible adquirirlo a través del estudio ocasional del material, como es aceptado en otras ciencias. El principiante primero debe aprender el lenguaje altruista, porque la ciencia de la Cabalá está escrita en ese lenguaje.

El alcance llega como resultado del esfuerzo

Un requerimiento obligatorio en todas las ciencias sostiene que: para llegar a ser científico en cualquier esfera, se debe hacer un esfuerzo serio por dominar la ciencia. El alcance llega como resultado del trabajo arduo.

Lenguaje científicoCada ciencia utiliza su propio lenguaje. Aquellos que fueron los primeros en el estudio, definieron el tema de la ciencia y explicaron su esencia en ese lenguaje. Por lo tanto, el propósito de un lenguaje es servir como enlace intermedio entre la esencia de la ciencia y el estudiante. El lenguaje de la ciencia contiene oportunidades extraordinarias: puede dar una descripción lacónica o una profunda explicación

Representantes de la ciencia

El científico comprometido en la investigación científica no le da importancia al bienestar material. Utiliza su valioso tiempo para descubrir e inventar y no lo desperdicia persiguiendo las comodidades de la vida. Elige hacer caso omiso de éstas a cambio del conocimiento.

El máximo placer terrenal que posiblemente podríamos imaginar es el reconocimiento de la sociedad. Vale la pena renunciar a otros placeres y realizar grandes esfuerzos por lograr este deleite. Cautiva la atención de los mejores representantes de cada generación. No nos detendríamos ante nada para conseguirlo.

Representantes de la ciencia de la Cabalá

Mientras el reconocimiento de la sociedad tenga algún valor para una persona, ésta no estará lista para estudiar la sabiduría de la Cabalá. La razón es que (al igual que aquellos que buscan bienestar material) perdería el tiempo tratando de ganar este reconocimiento y su corazón se cerraría para alcanzar a la Fuerza Superior a través de la sabiduría de la Cabalá.

Por lo antes mencionado, está claro que las condiciones que son válidas para cualquier ciencia pueden también aplicarse a la Cabalá. Sin embargo, la ciencia de la Cabalá requiere del estudiante no solamente que desprecie la vida material, sino además de eso, el cabalista tiene la obligación de devaluar el reconocimiento de la sociedad.

Promoción de la ciencia

Resulta que los representantes de la ciencia convencional aspiran al reconocimiento. Se toman muchas molestias para presentar su ciencia de tal manera que sea aceptada por las masas populares. Todo se promueve por medio de las masas, porque constituyen el núcleo de la humanidad. (Esto no se refiere a prominentes y desinteresados científicos, aunque incluso ellos se encuentran obligados a promover sus ciencias y recibir asignaciones para desarrollarlas).

Ocultamiento de la ciencia de la Cabalá

Los cabalistas nunca trataron de promover su ciencia entre la sociedad, porque la persona se acerca a esta sabiduría bajo el apremio de un llamado interior. Solamente entonces ya está preparado para desatender:

  • Los deseos del cuerpo;
  • El bienestar material; y
  • El reconocimiento de la sociedad

En el pasado, los cabalistas nunca compartieron su método con el público en general, porque ellos creían que la ciencia de la revelación de la Fuerza Superior solamente podía entregarse a aquellos que la entendieran correctamente.

De otra manera la revelación de la ciencia de la Cabalá privaría a la sociedad de la oportunidad de disfrutar la disipación, la riqueza, el poder y el aprecio que tiene en tan alta estima. Mientras el público continúe complaciéndose en:

  • La depravación;
  • La riqueza y
  • El poder y la estima (reconocimiento en la sociedad),

y no esté dispuesta a renunciar a ellos para establecer contacto con la Fuerza Superior, debe permitírsele continuar, porque al perseguir placeres la gente crece y se desarrolla, hasta que empieza a aspirar por lo espiritual.

Por lo tanto hoy en día, cuando la sociedad en su conjunto está desilusionada de los placeres antes mencionados, e internamente está preparada para conectarse con la Fuerza Superior, la sabiduría de la Cabalá revela su esencia y propósito al público en general.

El Sexto Sentido

La ciencia y la filosofía avanzan junto con el progreso de la humanidad. Hoy, todos los científicos y filósofos están de acuerdo que la investigación del hombre sobre el mundo que lo rodea es limitada.
Es posible decir que el hombre es como una «caja negra» que percibe, comprende y recibe sólo lo que viene de afuera. En todas nuestras investigaciones, estamos limitados por nuestros cinco sentidos. Y todos los instrumentos que construimos, y que serán construidos en el futuro, no escapan a las limitaciones de nuestros cinco sentidos. Ellos simplemente agrandan los límites de nuestros sentidos.
Esto es porque somos incapaces de imaginar la carencia de nuestros sentidos. A saber, qué otro sentido adicional necesitamos para reconocer la verdadera realidad alrededor nuestro. No sentimos carencia por esto, al igual que no sentimos la carencia de un sexto dedo en nuestras manos. Aquello por lo que no sentimos carencia, no puede ser algo que nosotros pediríamos. Por consiguiente, todas las investigaciones de nuestro mundo se realizan solamente en función de nuestros cinco sentidos, y no podemos ver, percibir y comprender aquello que está más allá de ellos. Éstas son las limitaciones de nuestros conceptos.

También, nuestra imaginación es el producto de nuestros cinco sentidos, y las experiencias que surgen de ellos. No podemos imaginar cualquier objeto o criatura que no se parezca a lo que resulta familiar a nuestros cinco sentidos.

Por ejemplo, si quiero que alguien dibuje para mí alguna criatura de otro planeta, ciertamente lo dibujaría de acuerdo a los elementos que nos son familiares a nuestro mundo. Y si yo le pidiera que describiera algo imaginario me diría sin duda algo que es muy similar a este mundo.

Y esto ejemplifica todas nuestras limitaciones: todos nosotros vivimos dentro de un mundo pequeño, y no podemos sentir, y por consiguiente imaginar, nada fuera de él. Y ya que nuestras limitaciones son absolutas, ninguna ciencia o filosofía pueden ayudarnos a comprender lo que está más allá de este mundo.

Podría ser que en el mismo espacio, en otras dimensiones existen otras criaturas, otros mundos. Y nosotros no podemos sentirlos porque nos faltan las vasijas adecuadas – los sentidos para percibirlos. Podría ser que en este otro mundo más vasto que el nuestro fuéramos capaces de encontrar las razones de nuestra existencia, de todos los incidentes que nos ocurren, y la causa de nuestra muerte. Y nosotros, ignorantes de estas causas, vivimos sin el verdadero conocimiento y sin una verdadera meta, como seres inconscientes en nuestro mundo.

Hay personas en nuestro mundo que reciben sentidos adicionales que les hace posible percibir la existencia mayor que nos rodea. Estas personas se llaman cabalistas, ya que saben recibir un conocimiento más elevado que el nuestro.

Estas personas dicen que alrededor nuestro, existen mundos por encima de nosotros. Y que todos estos mundos son como las capas de una cebolla, en donde nuestro mundo se encuentra en medio de todos esos mundos. Y nosotros, quienes existimos en este mundo, somos capaces de percibir sólo este mundo, la más interna esfera de toda la existencia. Y nacemos, vivimos y morimos en esta esfera que se llama este mundo.

Los cabalistas nos dicen que «este mundo» es llamado así, porque éste es simplemente un pequeño fragmento de la verdadera realidad que podemos percibir con nuestros sentidos. Y si pudiéramos desarrollar los sentidos adicionales, entonces lo que podríamos percibir con ellos se llamaría – el mundo por venir.

El método que nos ayuda a llevarnos a sentir y experimentar el mundo por venir se llama la Sabiduría de Cabalá.

La Educación

Determinando la tarea

La educación es el problema central de la humanidad. Si pudiéramos proporcionar un sistema correcto de educación y sus fundamentos, por lo menos a una generación, podríamos entonces estar seguros que las generaciones futuras estarían educadas adecuadamente y vivirían de una manera óptima. La razón es que cada generación que recibe el método correcto de educación, puede y será capaz de educar apropiadamente a la siguiente generación.
Alternativamente, el fracaso en la educación de una generación, incluso en una sola sociedad y observar que cada generación que la sigue es inferior comparada con la anterior, nos corrobora el hecho que la humanidad nunca ha tenido el método correcto de educación.

Método de educación

El método correcto de educación debe estar basado en entender:

  1. La verdadera naturaleza de la humanidad, de la sociedad y la persona (el estado original);
  2. El objetivo común de la humanidad, la sociedad y el individuo (el estado final);
  3. Los medios para conducir a cada persona, sociedad y humanidad a este objetivo.
1. Nuestra verdadera naturaleza la conocemos parcialmente. La experiencia de vida nos permite concluir que los seres humanos son egoístas y egocéntricos, que todo lo que hacemos es para satisfacer nuestras propias necesidades.
2. El propósito de nuestra vida, o nuestra predestinación, son desconocidos. Carecemos del conocimiento de nuestra forma final de existencia, el objetivo por el cual nos esforzamos, y la óptima organización de la sociedad y del mundo. Sólo podemos suponer que la naturaleza tiene esa información sobre nuestros estados futuros, y que contiene el conocimiento sobre la meta de cada persona, de la sociedad y de la existencia de la humanidad.3. Los medios para alcanzar esta meta no pueden crearse hasta no descubrir cuál es el propósito de nuestra existencia. Conocer nuestra verdadera naturaleza original y ese estado final que, según el esquema de la creación, debemos alcanzar, nos permitirá entender cuáles son los atributos que necesitamos para efectuar estos cambios. Lo anterior a su vez determinará la estructura que deberán tener los cimientos de la educación.

La razón de los fracasos en la educación

De lo anterior se deduce que mientras no tomemos consciencia de la necesidad de definir la meta de la creación para después determinar los medios para alcanzar esa meta, todos nuestros esfuerzos para crear el método correcto de educación fracasarán. El egoísmo humano contribuirá a este fracaso si sigue creciendo de generación en generación, y, para su propia satisfacción, este carácter egoísta del ser humano lo consumirá todo.

La solución al problema

Es necesario investigar ampliamente la naturaleza humana para que amplios sectores de la sociedad se convenzan que, esencialmente, somos seres egoístas. Aunque tal sea la naturaleza de nuestro mundo, los seres humanos, a diferencia del resto de naturaleza, no estamos dotados con un programa conductual interno, así que requerimos de uno. Los animales no tienen necesidad de que su descendencia se someta a una educación, puesto que sus instintos conductuales son inherentes a su naturaleza. Esto es suficiente para que se comporten correctamente durante toda su vida. De todas las criaturas vivientes, solamente los humanos carecen del programa de la naturaleza para comportarse correctamente; sólo los humanos son libres en la elección de sus acciones. La persona que no tiene consciencia de esto, vive con una perspectiva particular de vida, con metas que él mismo se ha fijado y una línea de acción que él mismo ha definido. Esta persona elige y crea su propio sistema de educación y todos esos sistemas están destinados al fracaso.
La ausencia de las reglas instintivas de comportamiento se debe suplir con el método correcto de educación. Hasta que no aprendamos las leyes de la naturaleza, y a vivir correctamente en el mundo, no tenemos nada que transmitir a la siguiente generación. Además, no tendremos la certeza si estamos educando a las generaciones adecuadamente y nuestra vida se convertirá en una secuencia de errores repetitivos. Por consiguiente, tenemos la obligación de investigar nuestra naturaleza y el objetivo, y basados en tales investigaciones, crear un programa de comportamiento para nuestra vida en este mundo para después enseñarlo a nuestra descendencia.Educación – correspondencia con la naturaleza suprema

Cuando observamos la naturaleza de nuestro mundo, encontramos que cada tipo de creación, ya sea una criatura, célula u órgano, sirve a las necesidades de los otros. Este es el mecanismo natural del mundo, el universo, y la realidad. Toda la vida actúa como un sistema cerrado siguiendo un solo programa. Con el propósito de existir cómodamente dentro de este sistema, la humanidad tiene que alcanzar una semejanza y homeostasis con éste. Lo logrará mediante el equilibrio correcto entre la recepción y otorgamiento de cada persona con relación a la naturaleza circundante y a la sociedad. La fórmula correcta de comportamiento de cada persona, depende de los atributos naturales de cada quien y las oportunidades que le rodean lo cual calcula la ciencia de Cabalá. Por lo tanto, si no tenemos el conocimiento de esta ciencia, no alcanzaremos una interacción correctamente equilibrada entre la gente que nos rodea, la naturaleza, y la sociedad. Tampoco tendremos nada que enseñar a nuestra descendencia.

Tiempo de Actuar

Durante mucho tiempo he sentido la responsabilidad de ofrecer al gran público información auténtica sobre la sabiduría de la Cabalá.
Antes de que apareciera la industria editorial, no existían libros con contenidos superfluos, pues no tenía sentido pagar una sustancial suma de dinero a un escriba por una mercancía que carecía de valor. Por otro lado, los cabalistas siempre intentaron ocultar la sabiduría de la Cabalá de aquellos que no tenían una verdadera necesidad de ella. Por ello, si un libro cabalista veía la luz, era realmente genuino.
Pero con la invención de la imprenta, la «fiebre por escribir libros» se extendió por todo el mundo, y los autores no necesitaron más de los costosos servicios de un escriba para copiar sus composiciones. Los libros se abarataron, y un gran número de irreflexivos autores en busca de honor y riqueza podía ahora «producir» libros.
En consecuencia, surgieron todo tipo de «expertos», cada uno en su campo, que fueron publicando de manera indiscriminada todo aquello que les vino en gana con el único objetivo de llegar a ser ricos y famosos. Algunos de ellos incluso se erigieron como grandes jueces, dictando al público qué libros debían leer.
En las últimas décadas, tales «expertos» también se han atrevido a explicar la Cabalá, sin entender que este conocimiento sólo puede ser desvelado por alguien que lo haya recibido, a su vez, de un reconocido cabalista.
Sin embargo, estos «expertos» en Cabalá sólo persiguen la fama y el dinero. Y por consiguiente, proliferan los libros de autores que nunca han estudiado las fuentes auténticas con un erudito autorizado. Estas personas escriben y publican composiciones llenas de ignorancia sin estar conscientes del daño que causan a las generaciones venideras.
Por lo tanto, se ha corrompido en gran medida la percepción de lo auténtico por parte del gran público. Y esto ha llevado a tal superficialidad de criterio, que cualquiera que se tome la molestia de hojear un texto cabalístico se siente autorizado para sacar conclusiones sobre esta sabiduría que estudia la parte oculta de la creación.
Todo ello es lo que me ha obligado a revelar el verdadero conocimiento de la Cabalá a un amplio círculo de lectores.

Prólogo al Libro de la Boca de un Sabio

Los cabalistas están convencidos que todas las personas tienen que estudiar la ciencia de la Cabalá. Si no lo hacen en esta vida, tendrán que regresar a este mundo una vez más y aprender esta ciencia. ¿Qué tiene de particular la ciencia de la Cabalá? ¿Por qué la gente tiene que dominar esta ciencia pues de lo contrario no valdría la pena vivir su existencia? ¿Por qué la perfección de un ser humano depende del conocimiento de la Cabalá?

Con el propósito de entenderlo, tenemos que aceptar el método cabalista que define, «Lo incomprensible no se describe» (no se dan nombres a las cosas que no pueden ser identificadas). Estamos hablando sobre cosas que están más allá de nuestra comprensión, por ejemplo, la esencia del Poder Superior. Por ejemplo, los cabalistas incluso se rehúsan a discutir teóricamente, a intentar identificar o dar nombres.

Por esta razón, cuando los cabalistas hablan sobre el Poder Superior, no se refieren a su esencia; aluden a la Luz que viene de este Poder. «Infinito» en la Cabalá es la Luz emitida desde la esencia del Poder Superior. Los sabios cabalistas definieron la Luz que viene del Creador hacia su creación como infinita y la nombraron «Infinito».

Existe para los cabalistas una ley inquebrantable que establece que está prohibido siquiera pensar en el Poder Superior, porque es imposible concebirlo. Asimismo, es imposible darle un nombre, ya que si lo intentáramos, significaría que lo entendimos hasta un cierto grado.

Sin embargo, la Luz que proviene del Poder Superior puede ser investigada, analizada, más adelante nombrada, y caracterizada basándose en este análisis. Todos nosotros recibimos esta Luz, la cual define la sustancia de nuestra existencia. Por eso su estudio y correcta aplicación es nuestra responsabilidad en esta vida; al efectuarlo, estudiamos el efecto del Poder Superior sobre nosotros. Este conocimiento es la sustancia de la Cabalá. Este conocimiento, en verdad, ésta ciencia, y su correcta aplicación, nos ayuda a llenarnos con la Luz del Poder Superior. Es una recompensa sublime por nuestros esfuerzos.

El Zohar nos dice que todo en los Mundos Superiores fue creado para conducir a cada persona a la perfección. En el principio fue la razón de la creación del Universo. Como está escrito en el Zohar, «El fin de la acción se halla en la idea de la creación». Todos los mundos, incluso nuestro mundo y el hombre dentro de este mundo, fueron creados para satisfacer el deseo de alcanzar el más elevado placer por medio de la Luz. Y, el hombre consiste de dos sustancias, una dentro de la otra: un alma dentro de un cuerpo físico.

Por lo tanto, en el principio, el Poder Superior colocó al hombre en su condición más baja: un cuerpo físico con el alma en su interior. Más adelante a través de un sistema de mundos descendientes, el Poder Superior lo perturba con el propósito de desarrollar su alma, un recipiente espiritual para la Luz, hasta que se llene de luz. Pues está escrito, «Y la tierra estará llena del conocimiento del Creador y cada uno lo conocerá a El».

El alma humana consiste de 613 deseos que deben llenarse con la Luz Superior. En principio, éste deseo es egoísta, y tiene la intención de llenarse para su beneficio propio. Sin embargo, al estudiar la Cabalá, el hombre desarrolla una nueva intención, conforme a la cual cada uno de sus deseos, desde el más diminuto hasta el más extenso será para satisfacerlo por el amor al Poder Superior.

Se llama acto de corrección a este cambio gradual de la intención que pasa de egoísta a altruista. Conforme a su semejanza con el Poder Superior, el deseo corregido se llena con la Luz Superior, con la sensación de su Poder, el Creador. Una vez que se han corregido las intenciones de todos los 613 deseos, el hombre absorbe dentro de sí toda la Luz que viene del Poder Superior. A esta condición se le llama, «Corrección Personal». De ésta manera, el hombre se vuelve uno con el Poder Superior.

Todas las almas son diferentes en sus atributos. Esta diferencia de los atributos es la razón de las diferentes características que tiene la gente. Pero las diferencias o semejanzas que existen en las almas no dependen de sus atributos. Dependen de la intención egoísta e individual que tiene cada alma de llenarse con la Luz. Cuando una persona corrige su intención, une su alma a otras almas y agrega a la suya el deseo y la Luz de ellas. Está condición se llama el «Corrección final del alma». El llenado completo con la Luz Superior se llama, «Universo del Infinito». Esta condición nos otorga una completa consciencia del infinito, la perfección, la paz y todo el conocimiento.

Las acciones de un hombre que se esfuerza por alcanzar los Mundos Superiores son las siguientes:

  1. La corrección de su intención cambia de egoísta a altruista. Un deseo, que deberá llenarse con la Luz Superior debe convertirse en altruista y semejante al Poder Superior.
  2. El deseo corregido se llena con la Luz Superior. Como resultado, el hombre comienza a entender los atributos del Poder Superior, sus metas, la idea de Su creación. Y ésta es su recompensa.

Hasta que se logre esta condición del alma, tendrá que regresar a este mundo una y otra vez, pues solamente durante la vida en esta Tierra es posible alcanzar el estado más elevado, el Mundo del Infinito, la unidad total de todas las almas cuando estén llenas con la Luz Superior. Por esta razón, cada generación repite a la anterior, esto es, las mismas almas aparecen en diferentes cuerpos.

Esto explica el significado práctico de la ciencia de la Cabalá.

Descubriendo al Creador en nuestro interior

Las condiciones del desarrollo del alma

El hombre no puede existir en nuestro mundo material sin algún conocimiento elemental acerca de las leyes de la naturaleza, y de lo que es útil y dañino para él en el mundo y para la gente que lo rodea. Igualmente, el alma del hombre no puede existir en el mundo espiritual sin el conocimiento de su propia naturaleza.

Tres períodos de crecimiento del cuerpo

Distinguimos tres períodos de crecimiento pertenecientes al cuerpo:

1. El primer pequeño estado empieza con la aparición del hombre en el mundo, cuando está desprovisto de cualquier conocimiento. En esta condición, el conocimiento necesario para la existencia lo recibe del padre y la madre, quienes sabiamente protegen al niño

2. El segundo pequeño estado se caracteriza por el crecimiento y recepción del conocimiento necesario, que provee al hombre la oportunidad de permanecer alejado del daño y cuidar de sí mismo con la ayuda de su padre y madre.

3. El tercer estado adulto se alcanza cuando el conocimiento adquirido provee al hombre la fuerza para la existencia independiente.

Crecimiento del alma

Ocurre lo mismo con el alma. El hombre atraviesa por encarnaciones de vida hasta que comprende la sabiduría de la Cabalá. Sin embargo, el alma se desarrolla no a través de la acumulación del conocimiento, sino por el alcance nuevas características altruistas, que provienen de la adquisición del conocimiento de la naturaleza espiritual.

De esta manera el niño gradualmente gana fuerza en relación al conocimiento obtenido. Si la fuerza precede a la adquisición del conocimiento, eso podría causar daño. Igualmente, a menos que el alma posea la sabiduría necesaria, ciertamente se hará daño. Por lo tanto, puede solamente actuar en la medida del conocimiento alcanzado.

Las buenas obras son la base del desarrollo del alma. Ambos elementos -el conocimiento y las buenas obras- dependen del estudio de la Cabalá y llegan al mismo tiempo. Por consiguiente, cada alma alcanza a todas las otras almas desde Adam hasta el Final de la Corrección.

Cuerpo y Alma

El cuerpo es un deseo egoísta, cuya vida es una secuencia de buenos y malos estados alternados. De acuerdo a la ley de la naturaleza, los malos estados fuerzan a los buenos. Para empeorar las cosas, el hombre algunas veces cree que las otras personas se sienten bien. Por lo tanto, el cuerpo constantemente está presionado entre las ruedas del bien y el mal.

Alcance en lo material y lo espiritual
Todo lo que le ocurre al cuerpo lo determina él mismo y su naturaleza. La realidad material puede investigarse sin la comprensión de su fuente.Sin embargo, las relaciones entre lo material y lo espiritual determinan todo lo que ocurre con el alma. La realidad espiritual puede alcanzarse solamente en la medida del alcance de su fuente, causa y efecto. De esta forma comprendemos la grandeza del Creador.

Alcance de las cualidades espirituales

La persona debe revelar dos aspectos de la espiritualidad:

  • No debe ser imaginario; y
  • Su alcance no debe dejar duda.

El término ‘espiritual’ indica que (como el aire) no tiene ni límites ni forma. Sin embargo, así como la realidad del aire es obvia a la percepción de la persona, también lo es la realidad espiritual.

La necesidad de alcanzar al Creador

La mente desea alcanzar al Creador, porque esta inspiración está impresa en su naturaleza. Este deseo no está limitado por el alcance del Creador; se manifiesta con respecto a todo lo que está oculto. Aspira a descubrir el misterio de las encarnaciones, los secretos guardados en los corazones de las personas, etc.

El alcance de los seres creados es una acción dirigida a la gente alrededor. Si solamente uno hubiera sido creado en el mundo, no habría aspirado a tal alcance.

El alcance del Creador es una acción, que realiza el alma con respecto a sí misma. Su estructura, HaVaYaH, constituye el estado en el que se percibe a sí misma como la creación. Todo la conduce al deseo en el que siente al Creador. La intensidad de esta sensación determina la capacidad del alma.

Alcance del Creador

¿Cómo podemos percibir al Creador, si Él no tiene forma material? Esto es posible solamente dentro de un nuevo deseo que despierta. En ese momento, podemos hablar de la espiritualidad y sus leyes.

La mente se define por las sensaciones de la persona en el análisis de «verdadero y falso.» Esta parte es otorgada desde arriba por el Creador. No tiene nada que ver con imaginación y es determinada exclusivamente por sensaciones. Es llamada realidad, y trasluce en las leyes y modos de la acción.

Esta ley es definida como la mente en sí misma y su imagen y es parte del Creador. Por lo tanto, esta imagen es revelada en la sensación de uno mismo y su realidad.

La imagen en esta ley es una forma completa y constante de su estado, que no puede desaparecer completa o parcialmente. Se la llama necesaria y esencial, sin ninguna adición o reducción.

En otras palabras, si la revelación del Creador fuera una ley obligatoria, no habría necesidad de la sabiduría de la Cabalá. Sin embargo, el Creador se revela a Sí mismo de conformidad a su propio deseo, y no por obligación.

El alcance es posible solamente con la ayuda de la Cabalá

El Creador no requiere modelos filosóficos como prueba de Su existencia. Solamente con la ayuda de la sabiduría de la Cabalá será revelado el gobierno del Creador sobre las criaturas.

El carácter positivo de la realidad debe provenir de la sensación del Creador. Se le llama realización absoluta, y trae el Amor y la Divinidad del Creador; mientras que el árido conocimiento académico no eleva o disminuye a la persona.

El conocimiento perfecto es especial porque la evidencia inmediatamente se convierte en deseo.

La esencia de la percepción de la mente

Aquellos que son guiados por la mente del cuerpo físico no aspiran a alcanzar al Creador y son totalmente indiferentes al conocimiento de la humanidad. La mente, que se viste en la cubierta externa, percibe solamente la apariencia externa: el cuerpo del hombre y sus acciones. No considera que esto sea insuficiente. No le molesta la falta de conocimiento sobre la mente y la forma espiritual de su prójimo, ya que no siente obligación de conocer a su prójimo mejor que a sí mismo.

Por lo tanto, la persona que conoce bien las leyes de la naturaleza del mundo material dirá que conoce al Creador «cara a cara,» porque se ha fusionado con Él en equivalencia de forma y en los movimientos de su mente.

La esencia de la mente consiste en la unidad de las criaturas espirituales. La ventaja del hombre sobre un animal radica en el hecho de que él tiene un órgano capaz de unir a todas las criaturas espirituales dentro de él. La ventaja de una persona sobre la otra está en la fuerza de atracción así como en las propiedades de los seres creados. Uno atrae criaturas más importantes; otro, a menos importantes.

La diferencia entre la criatura espiritual y la conducta

  • La criatura constituye una imagen generada por la mente que permanece sin cambio,
  • La conducta depende del tiempo, lugar e influencia del ambiente

Atracciones acumuladas en la mente del hombre

La antes mencionada preparación llamada la mente humana es un extracto de todos los órganos y cualidades de su cuerpo físico. Es sobrepuesta por las primeras atracciones que fueron impresas en la mente humana.

Por ejemplo, cuando el niño observa las formas de la creación en este mundo, una de ellas lo inspira a gravitar en la mente, otra lo empuja hacia la riqueza; la tercera lo atrae hacia el valor, etc.

Si el niño elige la importancia del conocimiento, significa que atrae una buena creación que, posteriormente, lo conducirá a una buena conducta. Si elige la riqueza, la creación que atrae es de menor valor.

En un estado posterior, un adulto abandona todas las cosas materiales y aspira a la espiritualidad, mientras que otro elige el conocimiento. Si el niño cultiva el valor del primero, atrae una bella creación a su mente.

Después, la persona define dos tipos de conocimiento – del Creador y de las criaturas.

Verifica si vale la pena recibir recompensa o no.

Cuando todas las imágenes se acumulan, el material que forman se llama la mente.

¿Por qué me siento mal?

Como en los bordados, las puntadas y los hilos atraviesan todo el entramado y el diseño sólo podemos verlo en el reverso. De igual forma, no vemos la relación entre los acontecimientos en nuestra realidad, únicamente sabemos que «algo pasó de pronto por alguna razón».

¿Cómo puedo saber las consecuencias de mis actos? De repente, sufro un revés y no comprendo por qué ocurrió o de dónde provino. «¿En dónde me equivoqué?» «¿Qué hice para merecer esto?» Y hasta «¿Qué caso tiene todo?»

Cualquiera puede interpretar la razón de su propio dolor o el de los demás según su criterio. Pero todos estamos de acuerdo en que el dolor nos hace pensar sobre su causa y propósito, que desde el punto de vista de la Cabalá es uno y el mismo.

La ciencia de la Cabalá nos dice que sólo hay una razón de todo el dolor, para que nos preguntemos cuál es su significado. Podemos utilizar estas interrogantes para elevarnos de nuestro nivel de existencia terrenal, donde se encuentran escondidas las causas, hasta un nivel de existencia superior, donde la razón del sufrimiento es revelada.

La ciencia de la Cabalá nos otorga la oportunidad de descubrir que existe una fuente de vida: la Luz Superior, el Creador, y lograr la adhesión con esta fuente. Tales preguntas acerca del origen del dolor, el propósito del sufrimiento y el sentido de la vida conducen a una persona a la Cabalá.

La mesa del comedor – Segundo acto

(continúa de primer acto)

Al día siguiente, en el mismo cuarto, el anfitrión ha preparado comida fresca exactamente con las mismas delicias que el día anterior. Se sienta a la mesa y el huésped entra, con una expresión desconocida y un tanto misteriosa en su rostro.

Anfitrión: (Con una sonrisa resplandeciente, inconsciente del cambio) Te he estado esperando. Estoy tan contento de verte. Siéntate.

El huésped se sienta a la mesa y huele la comida cortésmente.

Huésped: (Mirando la comida) ¿Todo esto es para mí?

Anfitrión: ¡Pero, por supuesto!, ¡solamente para ti! Me encantaría si estuvieras dispuesto a recibir todo esto de mí.

Huésped: Gracias, pero en realidad no lo deseo tanto.

Anfitrión: Bien, ¡eso no es verdad!, ¡tú sí lo deseas y yo lo sé, lo doy por hecho!; ¿por qué no lo quieres tomar?

Huésped: No puedo tomar todo esto de ti. Me hace sentir incómodo.

Anfitrión: ¿Qué quieres decir con incómodo?, ¡deseo tanto que comas todo esto!; ¿para quién piensas que lo he preparado? Me daría tanto placer si te lo comieras todo…

Huésped: Quizás tengas razón, pero yo no deseo comer toda esta comida.

Anfitrión: Pero no sólo estás recibiendo una comida; también me estás haciendo un favor al sentarte a mi mesa, disfrutando todo lo que he preparado. Todo eso no lo he hecho para ti, sino porque disfruto que lo recibas de mí.
Por eso es que al aceptar comer me estarías haciendo un favor. ¡Tú estarías recibiendo todo eso para mí! No estarías tomando, sino dándome una gran alegría. De hecho, no serías tú quien recibiría de mi comida, sino al contrario, yo obtendría una gran alegría de ti. Tú serías el que está dándome a mí, y no al revés.

El anfitrión desliza implorante el oloroso plato delante de su renuente huésped. Este último lo aparta de sí. El anfitrión desliza otra vez el plato hacia su huésped, y él se lo rechaza nuevamente. El anfitrión suspira, revelando a través del lenguaje corporal cuánto desea que su huésped acepte los alimentos.
El huésped asume la postura del otorgante, quien está haciendo un favor al anfitrión.

Anfitrión: ¡Te imploro! Por favor, hazme feliz.

El huésped empieza a comer, luego se detiene a pensar. Después, comienza otra vez, y de nuevo se abstiene. Cada vez que para, el anfitrión lo anima a continuar. Sólo después de alguna persuasión el huésped continúa.

El anfitrión sigue agregando nuevos manjares ante su huésped, suplicándole cada vez que lo complazca al aceptarlos.

Huésped: Si pudiera asegurarme que estoy comiendo porque eso te causa placer a ti y no porque yo lo deseo, entonces tú te convertirías en el receptor y yo en el que otorga el placer. Sin embargo, para que eso ocurra, debo estar seguro que estoy comiendo solamente por ti y no por mí.

Anfitrión: Pero por supuesto que estás comiendo solamente por mí. Después de todo, te sentaste a la mesa y no probaste ni siquiera algo, hasta que te demostré que no estabas solamente comiendo, sino provocándome una gran alegría. Tú has venido aquí para causarme placer.

Huésped: Pero si aceptara algo que no deseé inicialmente, no disfrutaría recibiéndolo, y tú no gozarías viéndome aceptar voluntariamente tu ofrecimiento. Así es que, resulta que tú puedes recibir placer sólo al grado en que yo disfrute tu ofrecimiento.

Anfitrión: Yo sé exactamente cuánto te gusta esta comida y cuánto puedes comer de cada plato. Por lo tanto, he preparado estos cinco platos. Después de todo, yo sé cuánto deseas este platillo o el otro, y ninguna otra cosa en tu vida.
El saber cuánto los disfrutas evoca en mí la sensación de tu placer. También me agrada que goces de mi comida. No tengo duda que el placer que recibo de ti es genuino.

Huésped: ¿Cómo puedo estar seguro que estoy gozando estos manjares solamente porque tú así lo deseas y porque has preparado todo esto para mí?, ¿cómo puedo estar seguro que no debo rechazarlos porque al recibirlos de ti, en realidad, lo que hago es darte alegría?

Anfitrión: ¡Muy sencillo! Porque tú rechazaste por completo mis ofrecimientos hasta estar seguro que estabas haciéndolo por mi placer. Entonces tú aceptaste. Después de cada bocado sentirás que estás comiendo por mi placer, y percibirás la alegría que me causas.

Huésped: Puedo librarme de la vergüenza y enorgullecerme al darte placer si pienso, cada vez que recibo, que lo estoy recibiendo por ti.

Anfitrión: ¡Pues cómelo todo! Tú lo deseas todo, ¡y así me estarás dando todo placer ilimitado!

Huésped: (Disfrutando la comida y terminando hasta el último plato, pero después, dándose cuenta que aún no está satisfecho) Entonces, ahora he terminado toda la comida y la he gozado. No hay más comida para disfrutar. Se acabó mi placer porque no tengo más hambre. Ya no puedo traer alegría a ninguno de nosotros. ¿Y ahora, qué hago?

Anfitrión: No lo sé. Tú me has dado un gran placer al recibir de mí. ¿Qué más puedo hacer por ti, de modo que puedas gozar una y otra vez?, ¿cómo es posible que desees comer de nuevo si lo has terminado todo?, ¿qué te provocará apetito una vez más?

Huésped: Cierto, mi deseo de disfrutar se ha convertido en un deseo de conferirte alegría, y si ahora no puedo gozar, ¿cómo puedo complacerte? Después de todo, ¡no es posible crear dentro de mí apetito para otra invitación de cinco platos!

Anfitrión: Yo no he preparado más que lo que tú deseaste. He hecho todo lo posible de mi parte para complacerte. Tu problema es: «Cómo puedo seguir deseando más, mientras recibo más y más».

Huésped: Pero si el placer no satisface mi hambre, no puedo percibido como placer. La sensación de placer llega cuando satisfago mis necesidades. Si no estuviese hambriento, no podría disfrutar la comida y, por lo tanto, tampoco podría conferirte alegría. ¿Qué puedo hacer para permanecer con ese deseo constante, y continuamente brindándote alegría al mostrarte mi placer?

Anfitrión: Para lograr eso, necesitas una fuente distinta de deseo y diversos medios de satisfacción. Al usar tu hambre para recibir tanto la comida como la satisfacción de comerla, eliminas a ambas.

Huésped: ¡Entiendo! El problema es que me abstuve de sentir alegría si consideraba que tú te beneficiarías de eso. Lo rechacé hasta tal punto que, aunque toda la comida estaba frente a mí, no la podía aceptar por vergüenza de recibirla. Esta vergüenza era tan intensa que yo estaba dispuesto a morirme de hambre, aún sólo para evitar la sensación de vergüenza de ser el receptor.

Anfitrión: Pero entonces, una vez que estuvieras convencido de que no estabas recibiendo para ti mismo, comenzaste a recibir para mi beneficio. Debido a eso, gozaste tanto la comida como el placer que me causabas. Por esa razón, el alimento debe ser acorde a tu voluntad. Después de todo, si no fuera por el placer de la comida, ¿qué otro placer me podrías brindar?

Huésped: Sin embargo, no es suficiente recibir para ti, sabiendo que tú gozas de hacerlo por mí. Si mi placer viniera de tu alegría, entonces el origen de mi placer no sería el alimento, ¡sino tú! Necesito sentir tu alegría.

Anfitrión: Eso debe ser fácil, ya que estoy totalmente abierto a eso.

Huésped: Sí, ¿pero de qué depende mi placer? Depende de ti, a quien le estoy dando el placer. Eso significa que mi placer depende de la magnitud de mi deseo de conferirte; es decir, el grado en que percibo tu grandeza.

Anfitrión: ¿Qué puedo hacer entonces?

Huésped: Si supiera más sobre ti, si tuviese un conocimiento más íntimo de ti, si realmente fueras grande, entonces tu grandeza y omnipotencia se me habrían revelado. En ese caso, habría disfrutado no sólo por darte placer, sino también habría estado consciente de quién lo estaba recibiendo.
Por lo tanto, mi placer habría sido proporcional a la revelación de tu grandeza.

Anfitrión: ¿Eso depende de mí?

Huésped: Mira, si yo doy, para mi es importante saber cuánto estoy dando y a quién. Si es a los seres queridos, por ejemplo, a mis hijos; entonces, estoy dispuesto a dar en la misma proporción al gran amor que les tengo. Esto me da alegría. Pero si alguien de la calle viene a mi casa, estoy dispuesto a darle algo porque puedo sentir empatía hacia un necesitado, y espero que cuando yo esté en una terrible necesidad alguien me ayude.

Anfitrión: Este principio es sobre el cual radica el concepto global del bienestar social. Las personas se dieron cuenta que al no haber ayuda mutua, todos sufrirían. Es decir, ellos mismos sufrirían cuando llegaran a convertirse en los necesitados. El egoísmo obliga a la gente a dar, pero eso no es en verdad otorgar. Es simplemente una manera de asegurar la supervivencia de uno.

Huésped: En realidad, no pienso que esta clase de entrega sea genuina. Toda nuestra «generosidad» no es más que una forma para que recibamos placer al satisfacernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.

Anfitrión: Entonces, ¿cómo podría darte placer que va más allá del placer encontrado en tus alimentos?

Huésped: Eso no depende de ti, sino de mí. Si la persona que viene a mi casa fuera una personalidad muy importante, recibiría mayor placer en darle algo que si se tratara de una persona común. Eso significa que mi placer depende no de la comida, ¡sino de quién la preparó!

Anfitrión: ¿Qué puedo hacer entonces para que me respetes más?

Huésped: Debido a que recibo para tu beneficio, no el mío, cuanto más respeto tenga por ti, más placer recibiré al saber a quién le estoy dando.

Anfitrión: Entonces, ¿cómo puedo profundizar tu estima hacia mí?

Huésped: ¡Háblame de ti!, ¡muéstrame quién eres! Así, podría obtener placer, no simplemente de recibir la comida, sino también de conocer quién me la está brindando; de saber con quién tengo una relación. La porción más pequeña de alimento recibida de una gran figura me dará una cantidad de placer mucho mayor, el cual crecerá en proporción a cuán grande considere que seas.

Anfitrión: Eso significa que para que el placer llegue a ser grande, yo debo abrirme y tú debes desarrollar en ti la habilidad de parecerte a mí.

Huésped: ¡Exactamente! Eso es lo que crea una nueva hambre en mí, el deseo de darte crece en proporción a tu grandeza. Eso no es porque quiera escapar de la sensación de vergüenza, pues ésta no me dejará satisfacer mi hambre.

Anfitrión: De esa manera, tú comienzas a sentir no el hambre, sino mi grandeza y tu deseo de causarme placer. Entonces, ¿estás diciendo que no deseas saciar mi apetito, sino deleitarte con mi grandeza y tu deseo de complacerme?

Huésped: ¿Y eso, qué tiene de malo? Puedo recibir placer de la comida muchas veces más que el que la comida en sí, puede dar, ya que le agrego al hambre un segundo deseo: la voluntad de otorgarte.

Anfitrión: Eso también lo debo cumplir.

Huésped: No. La voluntad de hacer esto -y su cumplimiento- lo crearé en mí mismo. Para eso sólo necesito conocerte. Revélate a mí y crearé dentro de mí el anhelo de otorgarte. También recibiré placer de dar, y no por la eliminación de la vergüenza.

Anfitrión: ¿Qué ganarás con eso, aparte del hecho que tu placer se incrementará?

Huésped: (Claramente insinuando que ese es el meollo del asunto) Hay otro beneficio primordial: si creo en mí una nueva voluntad, aparte del hambre inherente, me convierto en el dueño de esa voluntad. Siempre puedo aumentarla, siempre llenarla de placer, y siempre conferirla a ti al recibir placer.

Anfitrión: ¿No te parece que se pierde ese deseo cuando está lleno, tal como a ti se te quitó el hambre?

Huésped: No, porque siempre puedo crear dentro de mí una impresión más grande de ti. Siempre puedo crear nuevos deseos de conferirte, y al recibir de ti los pondré en marcha. Ese proceso puede continuar indefinidamente.

Anfitrión: ¿De qué depende?

Huésped: Depende del descubrimiento continuo de nuevas virtudes en ti y de percibir tu grandeza.

Anfitrión: Esto significa que a fin de lograr la auto-indulgencia permanente -en la que al recibir un placer egoísta el hambre no cesará, sino que aumentará por esa recepción- debe formarse un hambre nueva: la voluntad de sentir a quien otorga.

Huésped: Si, además de recibir los placeres (los manjares), el que recibe desarrollará un sentido de grandeza del que otorga. El descubrimiento del anfitrión y de los manjares, por lo tanto, llegan a ser lo mismo. Es decir, el placer mismo crea conciencia acerca del que otorga, Éste, la comida y los atributos del que otorga son uno y los mismos.

Anfitrión: Resulta que lo que tú subconscientemente querías en un inicio era que el otorgante se revelara. Para ti esto es, de hecho, un relleno y nada más.

Huésped: Al principio, ni siquiera comprendía que esto era lo que deseaba. Solamente miré la comida y pensé que eso era lo que quería.

Anfitrión: Lo hice a propósito, a fin de que tú desarrollaras, gradualmente tu propia voluntad independiente, la cual se supone crearías para llenarla por ti mismo. De forma simultánea estarías tomando el lugar del huésped y del anfitrión.

Huésped: ¿Por qué todo eso está hecho de esa manera?

Anfitrión: Con el propósito de llevarte a la plenitud. De modo que desees cada cosa en su totalidad y logres la satisfacción suprema. Para que puedas disfrutar cada deseo al máximo, y a fin de que el placer sea ilimitado.

Huésped: ¿Por qué entonces no sabía de esto desde un principio? Todo lo que veía a mi alrededor eran objetos que deseaba, sin sospechar que lo que realmente quería todo ese tiempo eras tú.

Anfitrión: Está hecho de tal manera que mientras te encontraras en una situación en la que no me percibieras, vendrías a mí y crearías esa voluntad interna por ti mismo.

Huésped: (Desconcertado) Pero si yo puedo crear esa voluntad dentro de mí, ¿dónde figuras tú?

Anfitrión: Soy yo quien creó en ti la simple voluntad egoísta, y continúo desarrollándola al rodearte constantemente con nuevos objetos de deleite.

Huésped: Pero ¿para qué es todo eso?

Anfitrión: El propósito es convencerte de que perseguir placer nunca te satisfará por completo.

Huésped: Puedo verlo. En el momento que consigo lo que quiero, el placer desaparece de inmediato, y de nuevo añoro algo más grande o completamente diferente. Por lo tanto, estoy en una caza constante de placer, pero sin nunca alcanzarlo del todo; en el minuto que lo tengo en mis manos, se me resbala.

Anfitrión: Y esa es precisamente la razón por la que desarrollas tu sentido de ti mismo y llegas a estar consciente de la inutilidad de este tipo de existencia.

Huésped: Pero si estuvieras por desarrollar en mi el panorama de cómo son las cosas en realidad, ¡entendería el significado y el propósito de todo lo que estaría ocurriendo!

Anfitrión: Este cuadro es revelado solamente después que tú estés totalmente convencido de la falta de propósito de tu existencia egoísta, y te des cuenta que se requiere de una nueva forma de conducta. Necesitas conocer tus raíces y el significado de tu vida.

Huésped: Pero ese proceso dura miles de años. ¿Cuándo termina?

Anfitrión: Nada es creado innecesariamente. Todo lo que existe está allí con el único propósito de revelar a las creaciones una forma distinta de existencia. Ese proceso es lento porque cada pequeño deseo necesita aparecer y ser reconocido como algo que no vale la pena utilizar en su forma preliminar.

Huésped: ¿Y hay muchos deseos de ese tipo?

Anfitrión: Muchísimos, y en proporción directa al placer que tú recibirás en el futuro. Pero el placer de recibir la comida no cambia. Tú no puedes comer más que un almuerzo por día. La capacidad de tu estómago no cambiará. Por lo tanto, la cantidad que llega de mí y que es recibida por ti no cambia.
Sin embargo, cuando tú cenas en mi mesa para complacerme a mí, ese pensamiento específico crea en ti una nueva voluntad de comer y un nuevo placer, aparte del placer de la comida. Ese placer se mide según tamaño y poder, o en cantidad y calidad, según la cantidad de placer que obtienes al cenar en mi mesa con el fin de satisfacerme.

Huésped: Entonces, ¿cómo puedo aumentar mi deseo de recibir placer para tu beneficio?

Anfitrión: Eso depende de tu aprecio y respeto por mí. Eso depende de cuán grande me consideres.

Huésped: Entonces, ¿cómo podría aumentar mi aprecio por ti?
Anfitrión: Para eso, simplemente necesitas saber más sobre mí, verme en cada acción que desempeño, observar y estar convencido de cuán grande realmente soy. Estar totalmente consciente de que soy omnipotente, compasivo y benévolo.

Huésped: Entonces, ¡manifiéstate!

Anfitrión: Si tu petición proviene de un deseo de conferirme, me revelaré. Pero si proviene del deseo de agradarte a ti mismo al verme, no sólo me abstendré de revelarme a ti, sino que me ocultaré todavía más profundamente.

Huésped: ¿Por qué?, ¿acaso no te da igual la manera que sea en la que reciba de ti? Después de todo, tú deseas que disfrute. ¿Por qué ocultarte de mí?

Anfitrión: Si me revelo por completo, recibirás tanto placer por mi eternidad, omnipotencia y plenitud, que no serás capaz de aceptar ese placer para mi beneficio. Ese pensamiento ni siquiera te cruzará por la mente, y luego, te sentirás nuevamente avergonzado. Además, debido a que el placer será perpetuo -tal como lo hemos visto con anterioridad-, eliminará tu deseo y de nuevo quedarás sin voluntad.

Huésped: (Finalmente percatándose) Así es que esa es la razón por la que te ocultas de mí, ¡para ayudarme! Y yo pensé que era porque tú no querías que te conociera.

Anfitrión: Mi deseo más grande es que tú me veas y que estés cerca de mí. Pero, ¿qué puedo hacer si en ese caso no serías capaz de sentir placer?, ¿no sería eso lo mismo que morir?

Huésped: Pero si no tengo conciencia de ti, entonces, ¿cómo puedo progresar? Todo depende de cuánto te reveles a mi.

Anfitrión: De hecho, solamente la sensación de mi presencia crea en ti la capacidad de crecer y de recibir. Sin ese sentido, tú simplemente consumes todo y, de inmediato, dejas de sentir cualquier placer. Por eso, cuando aparezco ante ti, sientes vergüenza, la sensación del que otorga, y la voluntad de recibir los mismos atributos del proveedor.

Huésped: Pues, ¡revélate a mí lo más antes posible!

Anfitrión: Lo haré, pero solamente hasta el punto que sea para tu beneficio, pese a que siempre me habría gustado aparecer ante ti. Después de todo, me oculto a propósito, a fin de crearte condiciones de libre elección. De esta manera, puedes ser libre de actuar y elegir cómo pensar independientemente de mi presencia. No habrá presión por parte del anfitrión.

Huésped: Entonces, ¿cómo te revelas a mí?

Anfitrión: Lo hago lenta y gradualmente. Cada nivel de revelación es llamado un Mundo, desde el nivel más oculto al más expuesto.

FIN

La mesa del comedor – Primer acto

Del libro, «Alcanzando los mundos superiores«

En una casa brillantemente iluminada, con cuartos espaciosos, un hombre de agradable apariencia está ocupado en la cocina. Está preparando una comida para su tan esperado huésped. Mientras maniobra con las ollas y sartenes, trae a su memoria los manjares con los que su huésped tanto se deleita.

La feliz expectativa del anfitrión es más que evidente. Lleno de gracia, con los movimientos de un bailarín, llena la mesa con cinco platillos diferentes. Próximas a la mesa hay dos sillas acolchonadas.

Llaman a la puerta y el huésped entra. El rostro del anfitrión se ilumina al ver al huésped y lo invita a sentarse a la mesa para cenar. El huésped toma asiento y el anfitrión lo mira con cariño.

El huésped mira las delicias puestas ante él y las huele a una distancia cortés. Es evidente que le gusta lo que ve, pero expresa su admiración con tacto y recato, sin dejar saber que él está inconsciente que la comida es para él.

Anfitrión: Toma asiento por favor. He hecho estas cosas especialmente para ti porque sé cuánto te agradan. Ambos sabemos cuán familiarizado estoy con tus gustos y hábitos de comida. Sé que tienes hambre y sé cuánto puedes comer, y por eso he preparado todo exactamente como te gusta, en la cantidad precisa, con la que puedes terminar sin dejar una miga.

Narrador: Si quedara comida después de que el huésped estuviera saciado, el anfitrión y el invitado estarían inconformes. El anfitrión, estaría insatisfecho, porque eso significaría que él desea dar a su huésped más de lo que éste desea recibir.
Por su parte, el huésped estaría decepcionado al no poder satisfacer el deseo del anfitrión de consumir toda la comida. El huésped también lamentaría estar saciado, mientras quedan todavía manjares, sin poder gozar ni uno más de ellos. Eso significaría que al huésped le faltó el deseo suficiente de disfrutar todo el placer ofrecido.
Huésped: (Solemnemente) De hecho, has preparado exactamente lo que quería ver y comer en la mesa durante la cena. Incluso la cantidad es justo la correcta. Esto es todo lo que siempre quise de la vida: disfrutar todo esto. Para mi, sería el máximo placer divino.

Anfitrión: Bien, entonces tómalo todo y disfrútalo. Me llenará de placer.

El huésped comienza a comer.

Huésped: (Obviamente gozando y con su boca llena; no obstante, parece algo preocupado) ¿A qué se debe que cuanto más como, menos disfruto la comida?
El placer que recibo quita el hambre y, por lo tanto, mi gozo es cada vez menor. Mientras más cerca estoy de tener la sensación de estar pleno, menos disfruto la comida.
Y cuando ya he recibido todo el alimento, no me queda más que la memoria del placer, no el placer mismo. El placer estaba allí solamente mientras tenía hambre. En el momento en que se desvaneció, ocurrió lo mismo con el gozo. He recibido lo que tanto anhelaba y, sin embargo, me he quedado sin placer ni alegría. No quiero nada más, no hay nada que me provoque alegría.

Anfitrión: (Un poco resentido) He hecho todo lo posible para causarte placer. No es mi culpa que la simple recepción del placer, acabe la sensación de deleite, porque el anhelo se ha ido. En todo caso, ahora tú ya estás lleno con todo lo que te he preparado.

Huésped: (Defendiéndose) Al recibir todo lo que me has preparado, ni siquiera te puedo agradecer, porque he dejado de gozar la abundante comida que me has dado. Lo principal es que siento que tú me has dado a mí, mientras que yo no te he dado nada a cambio.
Por lo tanto, tú me has hecho sentir vergüenza al manifestar de forma desconsiderada que tú eres el que otorga y yo el que recibe.

Anfitrión: No te demostré que fueras el receptor y yo el otorgante. Pero el simple hecho de que tú hayas recibido algo de mí sin ser recíproco, te dio la sensación de que estabas recibiendo algo de mí, a pesar del hecho que la benevolencia es mi naturaleza.
Lo único que quiero es que aceptes mi comida. Eso no lo puedo cambiar. Por ejemplo: Yo crío pescados. A éstos no les importa quién les provee la comida y los alimenta… También me ocupo de Bob, mi gato. A él tampoco le importa, ni siquiera un poco, de qué manos le llega el alimento. Pero a Rex, mi perro, sí le importa y no tomaría el alimento de cualquiera.

Narrador: La gente está constituida de tal manera que hay algunos que reciben sin sentir que alguien les está dando, y solamente toman. ¡Algunos incluso roban sin remordimiento! Pero cuando las personas desarrollan un sentido de sí mismas, saben cuando se les está otorgando, y eso les despierta la conciencia de que son receptoras. Eso trae consigo vergüenza, auto-reproche y agonía.

Huésped: (Algo apaciguado) Pero ¿qué puedo hacer para recibir placer sin considerarme el receptor?, ¿cómo puedo neutralizar la sensación interna de que tú eres el que otorga y yo el que recibe? Si hay una situación de dar y recibir, y eso provoca en mí esta vergüenza, ¿qué puedo hacer para evitarla?
¡Quizás puedas actuar de tal forma que no me sienta como el receptor! Pero eso sería posible solamente si no estuviera consciente de tu existencia (al igual que tus peces), o si te hubiera percibido, pero sin entender que tú me estabas dando algo (como un gato o un ser humano subdesarrollado).

Anfitrión: (Contrayendo sus ojos en señal de concentración, y hablando en tono pensativo) Pienso que después de todo, existe una solución. ¿Quizás seas capaz de encontrar una manera de neutralizar la sensación de recepción dentro de ti?

Huésped: (Sus ojos se iluminan) Ah, ¡Entiendo! Tú siempre has querido tenerme como tu huésped. Así es que mañana, vendré aquí y me comportaré de tal manera que te haga sentir como si tú fueras el receptor. Yo seguiré siendo el receptor, por supuesto, comiendo todo lo que tú hayas preparado, pero me consideraré el que otorga.

 

continúa en segundo acto…

Paz en el mundo

“El amor y la verdad se han dado cita; justicia y paz se abrazan. La verdad brotará de la tierra y de los cielos se asomará la justicia. El Señor mismo dará la dicha y nuestra tierra su cosecha dará”. (Salmos 85,11)

Todo es evaluado no de acuerdo con lo que parece en cierto momento, sino por su grado de desarrollo.

Todo lo que hay en la realidad, lo bueno, lo malo y aún lo más pernicioso en el mundo tiene derecho a existir. Esto significa que no debe ser destruido por ningún medio. Nuestra tarea es simplemente corregirlo y retornarlo a la Fuente.

Es suficiente con echar una mirada atenta al proceso de la Creación para darse cuenta de la grandeza y la perfección del acto y de Aquel que lo realiza. Por lo tanto, debemos comprender y ser sumamente cuidadosos en despreciar cualquier parte de la Creación y decir que es superflua e innecesaria. Porque es una calumnia respecto del acto de la Creación.

Sin embargo, es bien conocido que el Creador no completó la Creación en el momento de su formación. Vemos que nuestra realidad está gobernada por las leyes del desarrollo gradual, que se inicia en la etapa que precede a la concepción y continúa hasta que finaliza el crecimiento. Por este motivo no percibimos que el sabor amargo de una fruta sea un defecto en el comienzo de su crecimiento.

Lo mismo es aplicable a los otros elementos de la realidad: si algo parece malo y perjudicial, sólo significa que este elemento se encuentra en una etapa de transición en su desarrollo. Por lo tanto no tenemos derecho de definirlo como malo y desecharlo, ya que es poco sensato.

Quienes «corrigen el mundo» se equivocan.

Esta conclusión nos permite  entender que las personas que han tratado de «corregir el mundo» en cada generación, perciben erróneamente al hombre como una máquina que no funciona de manera apropiada y requiere una mejora, es decir, reemplazar las partes defectuosas por otras mejores.

Todos sus esfuerzos estuvieron enfocados a destruir el mal que existe en la raza humana. A decir verdad, si el Creador no se hubiera opuesto a ellos, seguramente habrían tenido éxito en «cernir a la Humanidad a través de un cernidor» y dejar en ella sólo lo bueno y útil.

Sin embargo, el Creador tiene el máximo cuidado con cada partícula diminuta de Su Creación, impidiendo que alguien destruya algo en Su dominio. De acuerdo con esto, todos los “correctores” desaparecerán, mientras  que el mal permanecerá en el mundo. Éste existe y cuenta las etapas en el desarrollo de cada elemento de la Creación hasta que alcanza su estado final.

Entonces las malas propiedades se convertirán en buenas y útiles, de la forma que el Creador las concibió inicialmente. Esto se asemeja a una fruta colgando de la rama del árbol durante días y meses, hasta que  madura para que cada persona descubra su sabor y su fragancia.

Acelerando la corrección de la naturaleza

Sin embargo, la mencionada ley de desarrollo se extiende a toda la realidad y garantiza la transformación de todos los actos malos en buenos y útiles sin preguntar la opinión de la gente. Al mismo tiempo, el Creador dotó al hombre con poder y le permitió controlar esta ley acelerando el proceso de desarrollo por  su propia voluntad, libremente y sin importar que el tiempo fluya.

Se desprende que  hay dos clases de poder actuando en el proceso antes mencionado:

El «Poder Celestial» que garantiza que todo lo malo y dañino se convierta en bueno y útil. Sin embargo, esto ocurrirá «a su debido tiempo», en forma lenta y dolorosa, ya que el «objeto en desarrollo» atraviesa terribles sufrimientos, aplastado implacablemente por la aplanadora de la evolución.

El «Poder Terrenal» que representa a las personas, que tomaron el control sobre la mencionada ley de desarrollo, que pueden liberarse de las ataduras del tiempo. Estas aceleran en forma considerable el proceso para alcanzar la etapa final. En otras palabras, completan su propia evolución y corrección.

Si lo merecen, serán capaces de tomar la ley de desarrollo en sus propias manos. Esta ley está destinada a transformar sus propiedades negativas en otras positivas. Esto significa que deben empezar a trabajar con sus propiedades negativas y corregirlas. Esto los liberará de los límites del tiempo, y el logro del más alto nivel de desarrollo sólo dependerá de su propio deseo, es decir, de la calidad de sus acciones y pensamientos.  De esta manera acelerarán el proceso para alcanzar la etapa final.

Aún si no merecen controlar el desarrollo de sus propiedades negativas y las dejan en manos de la Providencia, la corrección final y la redención todavía  les están garantizadas. En este caso el proceso será completado a término y condicionado al tiempo.

De acuerdo con la ley del desarrollo gradual, el proceso de  corrección debe incluir muchos niveles diferentes. Es un proceso lento,  difícil y sumamente largo. Debido a que los «objetos en desarrollo» en cuestión viven y sienten, en consecuencia, mientras avanzan a través de las etapas son obligados a experimentar sufrimientos enormes y horribles. El poder que  compele a la persona a pasar de un nivel al siguiente es nada más que la fuerza de la angustia y el dolor. Los sufrimientos se acumulan en el nivel inferior y llegan a un grado tan insoportable que la persona es obligada a  abandonarlo y elevarse hasta el nivel superior.

Tal es el final garantizado basado en la ley del desarrollo gradual y el desarrollo dependiente del tiempo, «a su debido tiempo».  El completamiento del proceso es inevitable, porque la persona está destinada a tomar el desarrollo de sus propiedades en sus propias manos (esto es llamado «Me apuraré»).

El bien y el mal son evaluados de acuerdo con las acciones de un individuo  respecto de la sociedad.

Antes de empezar a investigar la corrección del mal en la raza humana, debemos determinar primero el valor de nociones abstractas tales  como “bien” y “mal”. En otras palabras, mientras analizamos las acciones o propiedades de bien y mal, debemos aclarar con respecto a quiénes pueden ser considerados como tales. Comprender que se debe conocer el valor relativo de lo particular en comparación con el todo, es decir, del individuo con respecto a la sociedad en la que vive y de la cual recibe tanto el sustento material como espiritual.

La realidad demuestra claramente que un individuo no tiene derecho a existir si se aísla de la sociedad, que le serviría y satisfaría sus necesidades. De esto sigue que el hombre fue inicialmente creado para vivir dentro de una sociedad. Cada individuo es como un pequeño engranaje dentro de un mecanismo. Ningún engranaje individual tiene libertad de movimiento. Está implicado en el movimiento general de todos los engranajes en una cierta dirección para que todo el mecanismo pueda completar la tarea asignada. Si uno de los engranajes se rompe, no es considerado como el daño de un engranaje particular. Es estimado desde el punto de vista de su rol en el mecanismo total.

De manera similar, el valor de cada individuo en la sociedad está determinado no por lo bueno que es en sí mismo, sino en  la medida de su contribución a la sociedad como un todo. Y viceversa, no evaluamos el grado de mal de cada individuo. En cambio estimamos el daño que causa a su sociedad.

Resulta claro como el mediodía, tanto desde el punto de vista de la verdad como de la bondad, porque el todo contiene sólo aquello que está presente  en lo particular y el beneficio de la sociedad es el beneficio de cada individuo. Quien causa daño a la sociedad se daña a sí mismo. Quien beneficia a la sociedad recibe su parte, ya que lo particular siempre forma parte de la totalidad. El valor del todo es la suma total de sus partes.

De esto se desprende que la sociedad y el individuo son uno y lo mismo. No hay nada negativo en el hecho de que un individuo esté subordinado a la sociedad, porque  la libertad del individuo y la de la sociedad son una misma cosa. Las propiedades y acciones del bien o el mal únicamente son estimadas de acuerdo con su utilidad a la sociedad.

Huelga decir que lo mencionado anteriormente sólo se refiere a los individuos que cumplen con su deber en la sociedad, reciben mucho más de lo que necesitan y no se apropian de la parte de sus compañeros. Sin embargo, si ciertos miembros de la sociedad actúan en forma diferente, causan daño tanto a la sociedad como a sí mismos.

Todo lo mencionado anteriormente sólo subraya el punto débil que requiere corrección. De esta manera cada uno puede comprender que su beneficio personal y el beneficio de la sociedad son la misma cosa y de esta manera el mundo alcanzará su corrección completa.

Cuatro categorías: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz con respecto al individuo y a la sociedad

Ahora que hemos descubierto el significado verdadero de la bondad, debemos examinar de cerca los medios a nuestra disposición para alcanzar más rápidamente la felicidad.

Tenemos a nuestra disposición cuatro categorías para lograr este fin: la Misericordia, la Verdad, la Justicia y la Paz. Todos aquellos que han tratado de corregir el mundo utilizaron estas categorías. Mejor dicho, la Humanidad se ha desarrollado hasta hoy dentro de estas cuatro categorías,  la Providencia Divina ha conducido a las personas a su estado actual.

Como hemos dicho anteriormente, posiblemente lo mejor que podemos hacer sea tomar la ley del desarrollo bajo nuestro control. Nos liberaremos entonces de los sufrimientos que la historia nos depara para nuestro futuro.

De acuerdo con esto, vamos a investigar y analizar estas cuatro categorías para comprender qué nos han proporcionado hasta ahora y hallar en consecuencia qué ayuda  podemos recibir de ellas en el futuro.

Dificultades prácticas para establecer la «verdad»

Cuando revisamos “teóricamente” las propiedades positivas, naturalmente no tenemos nada mejor que la “Verdad”. La Bondad, que  hemos definido anteriormente, toma en consideración la interdependencia entre el individuo y la sociedad,  cuando uno otorga y funciona apropiadamente dentro de ésta, recibe su parte correspondiente,  no es nada más que «Verdad». Está siempre en demanda, porque en la práctica esta cualidad no es aceptada por la sociedad. En la práctica esta falta de Verdad está predeterminada por esta. Hay cierta imperfección o factor, que impide a la sociedad aceptarla, y debemos descubrir cuál es. Si investigamos profundamente el significado práctico de la Verdad, descubriremos sin duda que es oscuro y sumamente difícil de visualizar.

La verdad nos obliga a equiparar a todos los individuos en la sociedad, para que cada uno reciba su parte de acuerdo con su esfuerzo, nada más ni nada menos. Ésta es la única base legítima que no plantea ninguna duda. Obviamente, las acciones de la persona que quiere beneficiarse con el esfuerzo de otra contradicen tanto el sentido común como la categoría de la Verdad.

¿Pero cómo podemos imaginar y comprender esta categoría para que sea aceptada por la sociedad? Por ejemplo, si obligamos a que todo el mundo trabaje igual  número de horas, la categoría de Verdad todavía permanecería oculta de nosotros. Además, descubriremos la mentira manifiesta respecto del estado físico y moral del trabajador.

Muy naturalmente, todos nosotros no podemos trabajar equitativamente. Siempre habrá alguien, que debido a su debilidad realiza en una hora un esfuerzo mayor que su compañero en dos horas o más.

También existe un problema psicológico, porque la persona lenta emplea más energía en una hora que aquella otra que trabaja durante dos horas. Desde el punto de vista de la Verdad absoluta no podemos obligar a una parte de la sociedad a trabajar para proveer las necesidades vitales más que a la otra.

En la práctica sucede que los miembros fuertes y emprendedores de la sociedad se benefician de los esfuerzos de otras personas y por lo tanto los explotan con mala intención, lo cual indudablemente contradice la categoría de la Verdad. Comparado con los miembros débiles y lentos de la sociedad, ellos mismos hacen muy poco esfuerzo.

Si tenemos en cuenta el derecho natural de «seguir a la mayoría», veremos que esa clase de Verdad basada en el número real de horas de trabajo es completamente irreal e imposible de implementar. La voluntad débil y lenta siempre representa la mayor parte de la sociedad y nunca permitirá que la minoría poderosa e industriosa disfrute de los frutos de su trabajo.

Entonces resulta claro que el principio basado en los esfuerzos individuales es totalmente impracticable. Se desprende que la categoría de la Verdad no puede ser el factor clave que determine el desarrollo del individuo y de la sociedad. Éste carece de algo que pueda proveer las condiciones de vida en el mundo totalmente corregido.

Más aún, nos encontramos con dificultades incluso más grandes viendo que no hay Verdad más clara que en la naturaleza. Cada persona muy naturalmente siente que es la única regla en el mundo del Creador. Está muy seguro de que todo y todos fueron creados con el único propósito de hacer le la vida más fácil y más cómoda. Por eso no siente obligación de dar algo a cambio.

Francamente hablando, la naturaleza de dada uno es usar la vida de todas las criaturas del mundo para el propio beneficio. Todo lo que la persona  le da a su vecino solo es realizado forzadamente, bajo coacción. Pero aún así obtiene ventaja de  su prójimo. Simplemente recurre a la astucia para que otra persona lo deje obtener lo que quiere.

Esto quiere decir que la naturaleza de cada rama está estrechamente relacionada con su raíz. Debido a que el alma del hombre emana del Creador Uno y Único, la persona siente que todas las criaturas del mundo fueron creadas para servirlo y deben someterse a su regla. Esta ley es indisputable e inviolable.

Las personas sólo difieren por las elecciones que realizan. Unos deciden usar la Creación para recibir los placeres más básicos, otros anhelan el poder y los terceros buscan honor y respeto. Además, a menos que les costara mucho, todos estarían de acuerdo en usar el mundo para conseguir todo eso junto: la riqueza, el poder y el reconocimiento. Sin embargo, la persona es forzada a realizar su elección de acuerdo con sus habilidades.

Esta ley puede ser llamada la «ley de la singularidad»; está grabada en el corazón del hombre. Posiblemente nadie puede escapar de su influencia; todos reciben su parte, el grande de acuerdo con su grandeza, el pequeño de acuerdo con su pequeñez. Esta ley no es ni buena ni mala; representa la realidad de la naturaleza y tiene derecho de existir como cualquier otra parte de la Creación. No existe la mínima esperanza de revocar o aún mitigarla ligeramente, ya que no hay chance de destruir la totalidad de la raza humana. De acuerdo con esto, no actuaremos contra nuestra conciencia diciendo que esta ley representa  la «verdad absoluta».

¿Cómo podemos convencer a un individuo prometiéndole  absoluta igualdad entre todos los miembros de la sociedad, cuando todo a lo que naturalmente aspira es a elevarse por encima de la sociedad? Después de todo lo que ha sido dicho, no cabe duda de que nada en la naturaleza del hombre puede estar más opuesto a esto.

Ahora entendemos que es absolutamente irreal que el individuo o a la sociedad  sean felices de acuerdo con la categoría de la Verdad, para que todos estén completamente de acuerdo con ella, como debe ocurrir en el estado de Corrección Final.

El uso de otras categorías en lugar de la categoría de la Verdad

Estudiemos ahora las tres categorías restantes: Misericordia, Justicia y Paz. A primera vista, inicialmente no fueron creadas para soportar la Verdad, que es muy débil y frágil en nuestro mundo. A partir de este punto la historia comenzó su movimiento lento y gradual hacia la organización de la vida de la sociedad.

En teoría todos los miembros de la sociedad aceptaron incondicionalmente la regla de la Verdad, pero en la práctica se opusieron a ésta violando el acuerdo. La Verdad ha estado destinada a ser usada por las personas más embusteras desde entonces. No se encuentra entre los débiles y los justos, porque ellos la usarían aún en pequeña medida.

En tanto no podían conducirse de acuerdo con la categoría de la Verdad, el número de débiles y explotados creció. Esto condujo al desarrollo de categorías tales como la Misericordia y la Justicia, porque el fundamento de la existencia de la sociedad obliga al fuerte y afortunado a ayudar al débil y miserable para no dañar a la sociedad como un todo.

Sin embargo la naturaleza de las cosas es tal que, en estas condiciones, el número de los débiles y miserables crece tanto que empiezan a amenazar a los fuertes, lo que conduce en consecuencia a discordias y choques. Esto sirvió como razón para la aparición de la categoría de la Paz en el mundo. Así que todas estas categorías: Misericordia, Justicia y Paz se originaron y desarrollaron debido a la debilidad de la Verdad.

Esto llevó a la separación de la sociedad en grupos. Algunos de ellos adoptaron la categoría de la Misericordia y la Compasión, esto es, donando parte de su propia propiedad a los menos afortunados; otros adoptaron la categoría de la Verdad, esto es, aceptaron el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo «.

Hablando claramente, estos dos grupos pueden ser categorizados como «constructores» y «destructores». Los constructores son aquellos que se preocupan por el bienestar de la sociedad y por ello están dispuestos a compartir su propiedad con otros. Aquellos que son naturalmente propensos a la destrucción encuentran mucho más conveniente la categoría de la Verdad (es decir, el principio «lo mío es mío», «lo tuyo es tuyo»). No estando preparados en absoluto para sacrificar nada por los demás, tales personas prefieren proteger su propiedad aún si amenaza la existencia de la sociedad.

Esperanza de paz

Cuando las condiciones externas colocaron en oposición a estos dos grupos y los dejaron al borde de la ruina,  aparecieron en la sociedad los «constructores de la paz». Estas personas rechazaron el poder de la agresión y ofrecieron principios nuevos y justos (desde su punto de vista) para la coexistencia dentro de la sociedad.

Sin embargo, como regla estos «constructores de la paz» se originan en la categoría de los «destructores», partidarios de la Verdad y del principio «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo». Esto se debe a que siendo fuertes y emprendedores sacrificarán sus propias vidas y la vida de la sociedad si ésta no coincide con sus opiniones.

Al mismo tiempo los «constructores» compasivos y misericordiosos, que creen que su vida y la vida de la sociedad están  por encima de todo, no están listos para colocarse a sí mismos y a la sociedad en peligro para forzar a la sociedad a que coincida con su opinión. Ellos son la parte débil de la sociedad usualmente aludida como cobarde y pobre de corazón. Es lógico que el valiente que está preparado para tomar riesgos gana siempre, por lo tanto se trata de algo natural que los «constructores de la paz» tengan su origen en el medio de los «destructores».

A partir de lo dicho anteriormente queda claro que la esperanza de paz a la que aspira nuestra generación con tanta impaciencia, es inútil tanto en relación con el «sujeto» como con el «objeto».

Los «constructores de la paz» de cada generación son sujetos, es decir personas que se supone establecen la paz en el mundo. Debido a que están hechos del material humano llamado «destructores», adhieren a la Verdad, es decir, viven de acuerdo con el principio «Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo».

Naturalmente, estas personas defienden su opinión con tal fervor que están preparados para poner en peligro su propia vida y la de la sociedad. Esto les proporciona fuerza suficiente como para prevalecer sobre los «constructores», adherentes de la Misericordia y la Compasión, quienes en su cobardía están listos para compartir sus posesiones con otros con tal de preservar la paz.

Esto da como resultado que las demandas por la paz y la destrucción del mundo son las mismas, mientras que la necesidad de Misericordia y la construcción de la Paz también son idénticas. Por eso es imposible esperar que los destructores establezcan la paz.

La esperanza de paz es completamente infundada respecto del «objeto» (es decir, las condiciones para la existencia de la paz), porque las condiciones para que una persona viva feliz todavía no han sido creadas de acuerdo con la categoría de la Verdad. Siempre es y será una parte no muy numerosa  pero importante de la sociedad la que está insatisfecha con las condiciones actuales. Siempre son material dispuesto para nuevos constructores de la paz, cuyas generaciones se reemplazarán infinitamente unas a otras.

Paz para una sociedad particular y paz para el mundo entero

No nos debe sorprender el hecho de que mezcle las nociones de paz en una sociedad particular y paz en el mundo entero, ya que en realidad hemos llegado al nivel en el que todo el mundo puede ser considerado como un pueblo, una sociedad. En otras palabras, en tanto cada persona es sostenida por toda la especie humana, está obligada a servirle y cuidar del bienestar del mundo entero.

Ya hemos demostrado la dependencia del individuo respecto de la sociedad comparándolo con un pequeño engranaje en una inmensa máquina. Por lo tanto, resulta que el bienestar individual y el social son la misma cosa. Sin embargo lo opuesto también es verdad. En la medida que la persona se preocupa por su propio bienestar, ciertamente se preocupa por el bienestar de la sociedad.

¿Cuál es el alcance de esta sociedad? Está determinado por el espacio en el que un individuo recibe lo que necesita. Por ejemplo, en la historia antigua este espacio estaba limitado al círculo familiar. En otras palabras, la persona no necesitaba ninguna otra ayuda sino que era provista por los miembros de la familia. Por consiguiente, no tenía que depender de nadie más que de su propia familia.

En una época posterior, cuando las familias se asociaron para instalarse en pequeños pueblos y ciudades, la persona se hizo dependiente de su municipio. Más tarde, cuando los poblados y las ciudades se fusionaron en países, empezó a depender de los ciudadanos de su país.

En nuestra generación también el bienestar de cada individuo  es provisto por prácticamente todos los países del mundo. Asemejándose a un pequeño engranaje en un mecanismo enorme, la persona depende del mundo entero.

De acuerdo con esto, la posibilidad de establecer pacíficamente un orden bueno y feliz en un país particular es inimaginable. No hay forma de hacer esto antes de que sea obtenido en cada país del mundo, y vice versa. Debido a que hoy los países ya están conectados para proveerse unos a otros para las necesidades de la vida, no tiene sentido hablar sólo de las formas de establecer la paz dentro de un país o nación. Estas formas deben ser buscadas para  el mundo entero.

Aunque es sabido y adecuadamente sentido,  la humanidad misma no se da cuenta en absoluto de ello. ¿Por qué es así? Porque de acuerdo con el proceso de desarrollo en la naturaleza, una acción siempre precede a la comprensión del fenómeno. Sólo la realidad demostrará todo e impulsará a la especie humana hacia adelante.

En realidad las cuatro categorías se contradicen entre sí

Las cuatro categorías mencionadas: Misericordia y Verdad, Justicia y Paz inherentes a cada uno de nosotros y ocultas de las otras personas se separan en la naturaleza del hombre como resultado tanto del desarrollo cuanto de la educación y se contradicen entre sí. Entonces, si tomamos por ejemplo la categoría de la Misericordia en su forma abstracta, descubriremos que su poder suprime todas las otras categorías. Es decir que de acuerdo con las leyes de la Misericordia, las otras categorías no tienen cabida en nuestro mundo.

La Misericordia constituye la condición «lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo». A menos que la Humanidad actúe de acuerdo con esta categoría, toda la magnificencia y el valor de la Verdad y la Paz resultarán vanos. Si cada uno estuviera preparado para dar  todo lo que tiene a su prójimo sin recibir nada a cambio, el factor que fuerza a la persona a mentirle a su compañero desaparecería.

Debido a que la Verdad y la Mentira son interdependientes, en principio seríamos incapaces de decir algo acerca de la categoría de la Verdad. A menos que hubiera “falsedad” en el mundo, no existiría una noción como “Verdad”, sin mencionar que también desaparecerían  las otras categorías que surgieron para sostener la Verdad.

En realidad el principio definido como «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo» contradice la categoría de Misericordia y no puede tolerarla ya que,  desde el punto de vista de la Verdad, el principio » trabajar y ayudar a tu prójimo » está equivocado, porque corrompe a la persona, enseñándole a explotar a otros. Además, la Verdad sostiene que todos deben ser salvados  de los malos tiempos para no convertirse en una carga para alguien cuando los tiempos se hacen difíciles.

Por otra parte, no hay nadie que no tenga parientes o herederos de sus bienes, quienes de acuerdo con el principio de la Verdad tienen derecho prioritario antes que todos los demás. Así se desprende naturalmente que la persona que distribuye su propiedad entre otras personas queda como un mentiroso frente a sus relaciones y herederos si no les deja nada.

La Paz y la Justicia también se contradicen entre sí, porque para que se establezca la paz en la sociedad deben cubrirse cierto número de condiciones. Ellas permitirían que las personas inteligentes e industriosas se hagan ricas, mientras que las perezosas  y poco prácticas permanecerían pobres. Por lo tanto, la persona trabajadora recibiría su propia parte y la del perezoso. Estaría disfrutando de la buena vida, hasta que el perezoso se convirtiera en un mendigo.

Por supuesto que no es justo castigar a las personas ociosas e imprácticas tan severamente, porque no robaron nada a nadie. ¿Qué crimen cometieron estas personas miserables, si la Providencia Divina no las dotó con rapidez e inteligencia? ¿Deben ser castigados y sujetos a un sufrimiento que es peor que la muerte? Entonces, si la Justicia es una condición para establecer la Paz, la Paz es contraria a la Justicia.

La Justicia también contradice a la Paz, porque si el orden de división de la propiedad se corresponde con el principio de Justicia (es decir, dar objetos de valor considerables a personas ociosas e imprácticas). Huelga decir que los fuertes e industriosos no descansarán hasta que revoquen esta práctica que domina al fuerte y permite que el débil los explote. Por lo tanto no hay esperanza para la paz en la sociedad, porque la Justicia es opuesta a la Paz.

La propiedad de Singularidad en el egoísmo conduce a la destrucción y el exterminio

Podemos ver claramente cómo nuestras propiedades chocan y luchan una contra otra no sólo entre grupos de personas sino también en el interior de la persona. Las cuatro categorías rigen sobre la persona en forma simultánea y alternativa, y libran una guerra tal que el sentido común no puede establecer orden y armonía entre ellas.

A decir  verdad, el origen de todas nuestras confusiones no es sino la propiedad de la «singularidad» presente en cada uno de nosotros.

Aunque sabemos que esta propiedad magnífica y exaltada nos fue dada por el Creador (la fuente de toda la Creación), cuando este sentimiento de singularidad se asocia con nuestro egoísmo estrecho, se convierte en destructor. Es la fuente de todas las desgracias en el mundo, tanto pasadas como futuras. Está dicho que no hay nadie en el mundo que esté libre de esta propiedad. Todas las diferencias entre las personas solo están determinada por la manera en que es usada: para ganar poder, estima, etcétera.

Sin embargo, hay algo en común entre todas las criaturas: cada uno de nosotros aspira a utilizar a  los demás para su propio beneficio, usando todos los medios disponibles e ignorando el hecho de que construye su propia felicidad destruyendo la de su prójimo.

Es irrelevante cómo justifica cada uno sus acciones, porque «nuestros deseos controlan nuestros pensamientos» y no viceversa. Además, cuanto más grande y más importante es la persona, más siente su singularidad.

El uso de la singularidad como medio para el desarrollo del individuo y la sociedad. Ahora tratemos de comprender cuáles son las condiciones que serán aceptadas por toda la Humanidad cuando la paz prevalezca en el mundo, cuál es el poder  positivo de estas condiciones que proveerán una vida feliz al individuo y a la sociedad. Además, trataremos de encontrar cómo es realmente esta preparación de la especie humana para cubrir todas las condiciones especiales.

Pero primero regresemos al sentimiento de  singularidad en el corazón de cada persona, que despierta el deseo de aprovecharse de todo y de todos para el propio bien. La raíz de esta sensación proviene de la singularidad del Creador y se extiende a Sus ramas, las personas. Aquí surge una pregunta que exige respuesta: ¿por qué esta sensación se revela en nosotros de manera tan perversa que deviene en una base de todo el daño y la destrucción en el mundo? Es imposible dejar sin responder esta pregunta.

El hecho es que la singularidad tiene dos lados. Si lo miramos del punto de vista del Creador, es decir, desde el punto de alcanzar la semejanza con Su singularidad, esto solo compele a “dar”, porque tal es la propiedad del Creador. No hay propiedad de recepción en Él, ya que no carece de nada y no necesita recibir nada de sus criaturas. Por lo tanto, la singularidad (continuación de la propiedad del Creador en nosotros) está destinada a ser realizada en nosotros en la forma de “otorgamiento”, altruismo y recepción no egoísta.

Por otro lado, desde el punto de vista de la acción práctica de esta propiedad en nosotros, encontramos que funciona de una manera totalmente opuesta. Se manifiesta como recepción egoísta, es decir, como el deseo de ser la persona más rica, la más fuerte y única en el mundo. Por lo tanto, estos dos lados están tan opuestos y alejados entre sí como el Este del Oeste.

Esto nos proporciona  una respuesta a la pregunta anterior: ¿cómo la singularidad que emana del Creador, la Fuente de la vida en la Tierra se manifiesta, en nosotros como fuente de destrucción? Esto ocurre, porque usamos estos medios preciosos con una intención equivocada y opuesta, recibir para nosotros mismos.

La singularidad nunca actuará en nosotros como otorgamiento y altruismo. No podemos negar que entre nosotros hay personas en quienes la singularidad actúa en la forma de otorgamiento. Estas comparten su propiedad y logros con la sociedad.

Sin embargo, se trata de las dos caras de una misma moneda. Solamente hablan de dos aspectos del desarrollo de la Creación conduciendo a todo a la perfección. Empezando por la etapa que precede a la concepción, la Creación gradualmente asciende los niveles de desarrollo, uno tras otro, hasta que alcanza su máxima predestinación – la  perfección eterna inicialmente predestinada.

El orden en el desarrollo de estos dos aspectos o puntos es como sigue: el primer punto constituye el origen de la evolución,  el nivel más bajo, que se encuentra muy cerca de la inexistencia. Corresponde al segundo lado de la propiedad de  singularidad. El segundo punto es un nivel predeterminado, que la Creación alcanzará y en el que descansará y permanecerá eternamente. Corresponde al primer lado de la propiedad de singularidad.

Sin embargo, el período en el que estamos viviendo es tan avanzado que este ascendió por sobre muchos niveles. Superó el nivel más bajo (el segundo lado de la singularidad) y se acercó claramente  al primer lado. Por lo tanto, entre nosotros hay personas que usan su singularidad en la forma de otorgamiento. Hay pocos de ellos que hayan llegado tan lejos, porque nosotros todavía estamos en mitad de nuestro desarrollo.

Cuando alcancemos el punto más alto de la «escalera”, todos nosotros utilizaremos solamente nuestra singularidad en la forma de otorgamiento, y nadie jamás pensará en usarlo para la recepción egoísta.

De acuerdo con lo antedicho, hallamos la oportunidad de echar un vistazo a las condiciones de vida de la última generación, cuando la paz prevalezca en el mundo entero y la especie humana alcance el punto más alto del primer lado. Entonces utilizará su singularidad en la forma de otorgamiento.

Debemos copiar esta forma de existencia en una extensión tal que nos servirá como patrón  y penetrará nuestra conciencia en medio de la agitación de nuestra vida.

Las condiciones de vida de la última generación

… Antes que nada, todos deben comprender apropiadamente y explicárselo a su círculo inmediato de relaciones que existe una interdependencia total entre la paz en la sociedad (que significa paz en el Estado) y la paz en el planeta. Mientras las leyes sociales no satisfagan a todos y mientras exista una minoría que esté insatisfecha con la forma en que es gobernado el Estado, tratará de desafiar la regla estatal y demandará un cambio de gobierno.

En caso de que esta minoría no sea lo suficientemente fuerte como para luchar abiertamente contra el régimen, hay una manera alternativa e indirecta de librarse de ella. Por ejemplo, dos estados pueden ser provocados y conducidos a la guerra, ya que muy naturalmente habrá muchas más personas insatisfechas durante la guerra. El disidente minoritario tendrá entonces una oportunidad de convertirse en una mayoría decisiva, de  derrocar al gobierno y de organizar uno nuevo que sirva mejor a sus propias necesidades. Entonces la paz para un individuo se convierte en un factor que afecta en forma directa la paz en el Estado.

Además, si tenemos en cuenta la parte siempre presente de la sociedad, para la cual la guerra es un negocio y una esperanza para ascender en la carrera, es decir, militares profesionales y expertos en armamentos con mucha influencia y agreguémosle otra minoría insatisfecha con las leyes existentes, tendremos una mayoría incontenible siempre lista, que aspira a la guerra y al derramamiento de sangre.

Debido a que la Paz en el mundo y la Paz  en un estado particular son interdependientes, incluso aquellos ciudadanos (inteligentes y emprendedores) que actualmente están satisfechos con el statu quo están interesados seriamente en su propia seguridad debido a la tensión que mantienen los elementos destructivos de la sociedad. Entonces si pudieran comprender el valor de la paz, seguramente estarían serían de adoptar el modo de vida de la última generación.

Sufrimiento versus placer mientras recibimos para uno mismo.

Si miramos de cerca el concepto anterior, veremos que todas las dificultades consisten en transformar nuestra naturaleza desde el deseo de recibir para nosotros mismos hacia el deseo de otorgar, ya que uno contradice al otro.

En presencia de esto el concepto parece completamente increíble. Sin embargo, si lo analizamos apropiadamente, comprenderemos que la contradicción entre la recepción egoísta y el otorgamiento no es nada más que un factor psicológico, porque en la práctica todas nuestras acciones son otorgamiento sin recibir ningún beneficio para nosotros mismos.

Aunque percibimos la recepción egoísta en diferentes formas, tales como la posesión de propiedad y todo lo que  deleita al ojo, el corazón y el estómago, es definido con una palabra: «placer». Entonces la esencia de la recepción egoísta no es nada más que la voluntad de recibir placer.

Y ahora imagine lo siguiente: si una persona pudiera ver todos los placeres combinados que recibe durante sus 70 años y todos los sufrimientos amargos y las privaciones que le suceden, probablemente preferiría no haber nacido en absoluto.

Siendo esto así, ¿qué gana el hombre en nuestro mundo, si solo disfruta el veinte por ciento del placer, comparado con el ochenta por ciento de sufrimiento? Si comparamos uno con el otro, el resultado será sesenta por ciento de angustia sin ninguna compensación.

Sin embargo, todo lo antedicho es un cálculo personal que hacemos mientras trabajamos en nuestro propio beneficio. A escala global una persona da mucho más de lo que recibe para su existencia y placer. Disponiendo que nuestra intención cambie de recepción a otorgamiento, podremos ser capaces de recibir el deleite en su total medida sin sufrimiento interminable.